El obispo auxiliar de Madrid, monseñor Vicente Martín, ha presidido este lunes la Misa en la Real Colegiata de San Isidro en honor de Santa María de la Cabeza cuya festividad celebramos hoy. Una vida, la de la esposa de San Isidro, «santa y laical de la mano de la Virgen […] y hace de esta vida laical y familiar un lugar de santidad, la vía para ser feliz, gozando del amor de Dios».
En ella, según el obispo auxiliar de Madrid, «encontramos una gran referencia para hacer vida el seguimiento a Jesús en lo concreto. Una mujer laica que transita el camino de la santidad en la vida cotidiana». Acogió, acompañó y sirvió a los más pobres de Madrid, junto con su esposo san Isidro y ambos harán de su hogar una casa de acogida y un pequeño hospital de campaña: «Y siempre desde la Iglesia en la que se siente vinculada y partícipe».
Cada uno de nosotros estamos llamados a esta santidad ha subrayado Monseñor Vicente Martín: «Dios nos quiere felices y espera que no nos conformemos con una vida mediocre, aguada. […] La llamada a la santidad es igual para todos porque hunde sus raíces en el bautismo, pero es personal y a cada uno según su propio camino».
En la biografía de María de la Cabeza se puede destacar su vida de oración y su amor a la Virgen de la Piedad: «Ella es una mujer de oración, una mujer de fe. ¡Con qué delicadeza cuida las cosas del santuario! […] ¡Cuánto necesitamos la oración! No podemos quedarnos encerrado en lo material, en lo de aquí abajo, necesitamos abrirnos al amor de Dios desde la contemplación, la escucha de su Palabra, la alabanza y la acción de gracias. La oración es brújula que orienta, luz que ilumina el camino y fuerza que sostiene en la peregrinación de la vida».
Seguramente uno de los rasgos más importantes de la vida de María de la Cabeza es el «cuidado de la familia»: «Ella con San Isidro forman un hogar cristiano, auténtica comunidad de vida y amor en la que comparten las tareas diarias, unidos en oración y obrando en caridad».
Y justamente el tema de la familia ha sido uno de los que ha tratado monseñor Vicente Martín durante la homilía de este lunes en la Colegiata: «Hoy no pasa por su mejor momento. El individualismo y el relativismo imperante, la desvinculación social y la ideologización de la vida familiar, políticas que no favorecen la institución, una inversión social débil y escasamente protectora de la familia por parte del estado del bienestar, así como carencias eclesiales a la hora de evangelizar y acompañar a las familias, se convierte en una llamada urgente al cuidado de cada familia y de todas las familias y en una invitación al testimonio personal, familiar y comunitario del Evangelio de la familia».
Para el obispo auxiliar de Madrid «se necesita que los esposos cristianos testimonien de manera sencilla y humilde que la familia fundada en el amor recibido y compartido es fuente de alegría y generadora de fecundidad social. Es necesario un compromiso público ante los grandes desafíos que tiene hoy día la familia, buscando transformar aquellas causas que no favorecen la vida familiar. Y todo ello en un ambiente sano, acogedor, dialogante que facilite a padres e hijos la socialización y la amistad, donde puedan formarse y organizarse, cultivar un ocio sano y humanizador y descubrir la propia vocación».
Otro rasgo de la vida de María de la Cabeza es su amor a los pobres: «En la mesa de la casa había todos los días del año un plato dispuesto para el necesitado que llamase a la puerta».
«Sentar al hermano empobrecido y vulnerable a la mesa diaria de la familia – de la nuestra, de la familia que es la Iglesia, y de la familia que debe ser la humanidad – se ha convertido en la actual coyuntura histórica en una urgencia moral y espiritual que compromete nuestra conciencia. Vivimos tiempos de crisis prolongada, que nos afectan a todos, pero de manera especial a los más vulnerables, tiempo de crispación social y política en nuestra sociedad, tiempo de división y conflictos en nuestro mundo, que reclaman una apuesta por la fraternidad, por parte de todos», ha subrayado monseñor Vicente Martín.
Enfermos, mayores, migrantes, jóvenes sin futuro: todos necesitan que los miremos «con los ojos de María de la Cabeza para levantarse, nuestro corazón para sentir el calor del afecto y nuestra presencia para superar la soledad, en definitiva, nuestros gestos de caridad para que les alcance la misericordia de Dios». «Queridos hermanos y hermanas, celebrar la fiesta de Santa María de la Cabeza es acoger el don de Dios en nuestras vidas, que nos invita a elevar nuestra mirada al cielo, cuidar a nuestras familias y no olvidarnos de los pobres. Ese fue su camino de santidad».