El pie derecho de Jesús de Medinaceli apenas tiene forma ya, de tantos millones de madrileños —y no solo ellos— que lo han besado en siglos. Mantiene, eso sí, la rugosidad y el olor de la madera con que fue tallado. Este viernes 7 de marzo, primer viernes de mes, el Cristo de Medinaceli acude a su cita con el pueblo.
El Señor de Madrid estrena para la ocasión cordones en hilo de oro, donación de unos devotos. Y lleva su atavío de gala: la túnica que llaman de los ángeles, más corta por delante para dejar los pies al descubierto; la corona de espinas de procesionar, una joya en oro y piedras preciosas regalo del pueblo de Madrid tras la guerra civil, y, a su espalda, una ráfaga de plata. Baja de su camarín para acercarse a sus fieles, que nunca se ha usado mejor esta expresión porque a Medinaceli se llega, fundamentalmente, por tradición familiar que pasa de padres a hijos.
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O de tíos a sobrinos. Como David, joven de 21 años, que ha acudido este año por primera vez «porque a mis tías les gusta mucho». «Independientemente de que crea o no —que no mucho, reconoce—, es un acto bonito», según le han contado ellas. Nunca ha entrado en la basílica y nunca ha visto a Jesús, pero «tengo respeto hacia el cristianismo por sus valores» y le mueve un poco el ver «a la gente que tiene fe».
Es este un Cristo que acoge. Con su mirada, que parece que buscara la de uno. Incluso con su postura, ligeramente encorvado hacia adelante, como para escuchar mejor lo que cada cual lleva en su corazón. Lo hace, y mucho, en este templo a través del sacramento de la Reconciliación, como dice el padre Benjamín Echevarría, guardián de la comunidad de capuchinos que custodian la basílica. «Es una de las labores de los frailes, escuchar». Y hay historias «realmente emocionantes y de fidelidad: vidas especialmente marcadas por la devoción a Jesús de Medinaceli, que viernes tras viernes acuden a la basílica».
Porque este es día especial, pero en Medinaceli cada viernes del año es un ir y venir de personas. «Es un lugar de encuentro, de amigas que quedan para ver a Jesús y luego toman café; hay ya unas rutinas semanales por esa devoción a Jesús«. Así le ha pasado a Félix, recién cumplidos los 97 años, con andador porque «ojalá pudiera tener unas piernas nuevas», pero que no hace pereza para coger el 001 en Moncloa hasta la plaza de Neptuno —lo peor, «la cuestecita» hasta la basílica— y poder ir así a ver a su Cristo. Cada viernes de mes, y no solo este. «Yo creo que lo que he pedido este año me lo ha concedido», resuelve, contento.
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Un rescatado que rescata
Es este un Cautivo que siempre ha vuelto a su pueblo: una talla del siglo XVII rescatada por los trinitarios en Fez (Marruecos) en 1682, por un grupo de republicanos durante la guerra civil, por un trabajador del Museo del Prado tras encontrarlo en un hangar de Ginebra en 1941… Un rescatado que rescata. «Me gusta insistir en esto —comenta el padre Benjamín—, porque necesitamos ser rescatados de los problemas de nuestra vida, necesitamos serenidad en un mundo cada vez más loco».
Así necesitan ser rescatadas de su dolor Fabiola, «mi nieto, el pobre, con tres años y sin bautizar, “que eso ya no se lleva”, dicen los padres»; o José María, con una hermana con cáncer, «ojalá haya buenas noticias», se le empañan los ojos. Y así fue rescatada del suyo Carmen (en la imagen inferior, en el centro, junto a sus hermanas), que se casó en la basílica pero «no me fueron muy bien las cosas, me refugié en Él y ya no lo dejo», porque supo de quién se había fiado.
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Y fueron tantos devotos rescatados de sus enfermedades. Ángeles, «estuve enferma, vine a pedirle ayuda y ahora ya no pido nada, solo doy gracias». Josefa, «tuve algo y prometí que cuando me pusiera bien vendría». «Piden mucho por la salud», reconoce Miguel Ángel Izquierdo, hermano mayor de la Archicofradía de Jesús de Medinaceli. Son, según tiene calculado él, unas 42.000 almas que acudirán este día al besapié, y que pueden llegar a las 300.000 en total entre los que participan en las Misas, los que se asoman a la puerta, los que entran a rezar…
Porque, como dice el sacerdote durante la Eucaristía de las 10:00 horas, «los cristianos necesitamos volver los ojos a Jesús; contempla a Jesús, mira a Jesús despojado, ora ante ese Jesús ecce homo». «Deja a Jesús que reine en ti», expresa en la Misa propia del día de Jesucristo Rey del Universo, porque esta es la festividad litúrgica de Jesús de Medinaceli, de la que precisamente este año se cumplen 100 años.
Ante este Jesús Rey ha orado, como ya hizo el año pasado, el Rey Felipe VI. A Él lo ha besado, entre gritos y vítores de «¡Viva el Rey!» de las gentes. Ante el Señor de Madrid se ha persignado, como si toda España estuviera ahí, ante esa mirada profunda, esas manos presas, esos pies descalzos. «Que no abandonemos nunca a los que peor lo están pasando», ha pedido, por su parte, el alcalde de madrid, José Luis Martínez-Almeida, que también lo ha visitado.
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Misa presidida por el cardenal José Cobo
Ante Él rezará también este viernes el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en la Eucaristía que presidirá en la basílica. Será a las 19:00 horas, en una jornada en la que hay Misas cada hora en el templo, hasta las 24:00 horas, y en un año 2025 en el que, concluye el padre Benjamín, «insistimos en ser testigos de esperanza».