Madrid

Vigilia Pascual y Domingo de Pascua: «Una noche de vela en honor del Señor esperando la resurrección del Señor»

El Domingo de Resurrección comienza en realidad con la Vigilia Pascual que se celebra en la noche del sábado. Según una tradición antiquísima, esta es una noche de vela en honor del Señor y la Vigilia que tiene lugar conmemora la noche santa en la que el Señor resucitó y ha de considerarse la vigilia más importante de todo el año.

Durante esta vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de iniciación cristiana. La Vigilia Pascual tiene la siguiente estructura: después del lucernario y el pregón pascual – que forma la primera parte de la Vigilia – la Iglesia contempla las maravillas que Dios ha hecho en favor de su pueblo desde los comienzos – la parte segunda o Liturgia de la Palabra – hasta que, junto a los nuevos miembros, renacidos por el Bautismo – tercera parte – es invitada a la mesa preparada por el Señor para su pueblo en espera de su nueva venida – parte cuarta.

La Misa del día de Pascua se debe celebrar con gran solemnidad. En lugar del acto penitencial es muy conveniente hacer la aspersión con el agua bendecida durante la celebración de la Vigilia. Con el agua bendecida también conviene llenar los recipientes – las pilas – que se hallan a la entrada de la Iglesia.

Uno de los elementos típicos del tiempo pascual, quizás el más visible es el cirio pascual que se coloca junto al ambón o al altar y se enciende durante el tiempo de Pascua en todas las celebraciones litúrgicas de una cierta solemnidad, tanto en la misa como en laudes y vísperas hasta el día de Pentecostés.

Después se trasladará al baptisterio y se mantiene con todo el honor para encender en él el cirio de los nuevos bautizados. También en las exequias, funerales se colocará junto al féretro para indicar que la muerte del cristiano es su propia Pascua.

La historia de amor y libertad de Jorge hacia el Bautismo: «La gente que ha estado apartada tiene cabida»

Jorge (40 años) mira transparente. También Laura (36 años), su esposa. Quedamos con ellos en la parroquia de Las Tablas —cuyo nombre oficial es Santa María Soledad Torres Acosta y San Pedro Poveda—, donde se casaron hace diez años. El suyo fue un matrimonio con disparidad de culto porque Jorge no estaba bautizado. Laura supo respetarle. «Hay quien se bautiza porque se va a casar, pero yo no quería eso para Jorge». Y así, él ha tenido tiempo para ir haciendo su propia historia de amor con Dios que culminará en la Vigilia Pascual en la catedral de la Almudena, el Sábado Santo 19 de abril, cuando reciba los sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo, Confirmación y Eucaristía.

Una historia que también ha sido de libertad. Así se lo recordó hace poco su tío Javier, cura en Galicia. «No lo había pensado nunca, pero es verdad; es muy difícil pasar de ser ateo a ser cristiano, porque vas a ir contracorriente, la gente te va a decir que los curas son unos pederastas, o unos fachas, que todo lo malo del mundo está ahí concentrado y que por eso se han ido saliendo…». Y justo él, entra. «Se necesita tener mucho valor y mucha libertad», es cierto. Lo que pasa es que «yo tuve una experiencia tan así que no tuve otra alternativa», explica con sencillez, dibujando esa cualidad de la llamada que se presenta como un camino a seguir por el que el corazón se ve arrastrado.

Una invitación a rezar rechazada

La experiencia a la que se refiere Jorge empezó en el verano de 2021, en un viaje a Cuenca que hicieron él y Laura con Javier, a quien le une una amistad profunda desde hace años. Justo antes de regresar, el sacerdote le dijo si le gustaría rezar con él. «Me extrañó y le contesté que no; me parecía como hacer un poco de teatro y lo veía una falta de respeto». No entendía Jorge cómo se le había ocurrido a su tío semejante cosa. «Creo que puede ser algo bueno», le respondió él.

Al margen de lo que conocía del cristianismo por su cultura, a Jorge nunca se le había despertado ningún interés religioso. Hijo único de padres alejados de la Iglesia (su padre, más bien, anticlerical), ni estaba en búsqueda de Dios porque no era nadie para él, ni era en un tema que le preocupase. «Me daba igual». Pero esa invitación a rezar que le hizo su tío tocó algo en interior.

A finales de 2022, se empezó a encontrar mal. Hasta el verano de 2023 no hubo diagnóstico: cáncer en estadio 4 con metástasis en los huesos. «Ya es casualidad que después de 18 años que conocía a Javier se le ocurriera rezar antes de que empezara una cosa como esta». Su interés por Dios, entonces, aumentó. Más cuando en esos meses de «calvario» en los que no había diagnóstico, relata, «te vas quedando un poco solo».

Jorg bautizo catedral primer plano

Visita a las clarisas de Cantalapiedra

No se convirtió Jorge por miedo a morir, «porque los católicos se mueren igual», sino por una experiencia profunda de encuentro con Dios. El Papa Benedicto XVI ya lo dijo: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva». En este camino se cruzaron las clarisas de Cantalapiedra (Salamanca), a las que Jorge visitó con Javier al poco del diagnóstico. Su tío las había llamado para contarles el caso. «Me han dicho que van a rezar una novena por ti, pero que te quieren conocer». «Me pareció asombroso, le dije que no merecía tanto, ¡yo nunca había hecho nada por la Iglesia!».

Esa acogida de las monjas «me sorprendió», y aquí Jorge, poco dado al sentimentalismo, se emociona desde lo profundo de su corazón: «La mía ha sido una historia de mucho amor, tanto por las personas como por el Señor». Cuando se volvieron, Javier lo invitó a rezar. Hacía dos años había dicho que no. Ese día fue un sí. «¿Qué mal me puede hacer?». No sabía qué hacer, pero su tío lo animó: «Nos ponemos allí, y lo que surja».

Ante el Santísimo expuesto, Javier pidió cuatro cosas: que el proceso se pasase lo mejor posible y con el mínimo sufrimiento, que los resultados [había que poner nombre al cáncer] estuvieran lo antes posible, que iluminara a quienes iban a tener que decidir el tratamiento, y que si era posible, se curase. «Las cuatro cosas se cumplieron», pero para Jorge la definitiva fue la primera. «Lo tranquilo que estoy es casi lo más milagroso». Porque en este proceso «me he dado cuenta, primero, de que Dios existe, y después, que está con nosotros en todos los momentos, y cuando ya no te queda nada más, sigue estando ahí».

Luego está que cuando tuvo que optar por un tratamiento —en su caso no había protocolo establecido, sino varias posibilidades—, se encerró en la habitación y le habló a Dios directamente: «A ver si por favor me puedes ayudar, Dios». Fue pedírselo y automáticamente «tuve una claridad mental que no he tenido en la vida» y supo cuál elegir. «No parecía el mejor, pero no tenía ninguna duda, y empezó a funcionar muy bien».

Con todo esto y el interés en alza, Jorge comenzó a leer la Biblia y le preguntó a su tío qué tendría que hacer «si en un futuro me quisiera bautizar». «Una catequesis es lo suyo», le respondió. Así que el matrimonio fue a su parroquia y llevan un año y medio en el catecumenado de adultos de la mano del párroco, Roberto Rey. Porque sí, Laura también recibirá el sacramento de la Confirmación en la gran noche de la Vigilia Pascual, junto a su marido. Para ella es una «emoción brutal; qué bonito hacer este paso tan especial el día grande, en el año del jubileo de la esperanza y vivirlo con mi marido».

Jorge bautizo catedral noche

«Me llama la atención todo»

Ahora que está conociendo a Dios, a Jorge le «llama la atención todo; sobre todo, la forma en la que nos quiere y está a nuestro lado siempre». Pero el catecúmeno también está conociendo a la Iglesia. En una sociedad en la que en cualquier asociación hay un intercambio de algo, el de la Iglesia, confirma, es un modo de relación extraño y diferente a esto. De hecho, pensaba que tendría que pagar las catequesis, «¡si aquí todos son doctores!». De ella también le llama todo la atención, «encontrar una Iglesia abierta, mucho más de lo que yo hubiera esperado, que le importe la persona y que se vuelquen contigo… Yo les dije “os estáis equivocando, yo no soy vuestro hombre”, pero han estado aquí conmigo».

Otra cosa que le ha sorprendido de la Iglesia es que «es bastante cercana al Evangelio» y, a su vez, «que el Evangelio sigue de actualidad, por la actualidad de sus enseñanzas». Tanto que él, que se maneja con los evangelistas con soltura, se pregunta «¿lo próximo que voy a leer en el Evangelio de Juan qué va a ser, la Inteligencia Artificial?». Hay dos cosas, no obstante, que las lleva en el corazón a fuego: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos», y la parábola del hijo pródigo. Porque «yo he pecado mucho, ¿y me bautizo y ya está?». Pues sí, «la gente que ha estado apartada tiene cabida».

Por eso, Jorge anima a todos. «Yo invitaría a la gente a que prueben y se abran a tener la experiencia, que pidan. ¿Quieres relacionarte con Dios? ¡Inténtalo! ¡Prueba! Se trata de dar una oportunidad a enamorarme y dejarme querer por el Señor».

Jorge dejará, como él mismo expresa, atrás el hombre viejo para dar paso al nuevo en la Vigilia Pascual del Sábado Santo en la catedral de la Almudena, a las 22:00 horas, en una ceremonia que estará presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid.

El testimonio de conversión de Diana, un camino que ha recorrido de la mano de su hija Clara y de la comunidad salesiana de la Parroquia María Auxiliadora de Atocha: «Esperanza y confianza en Dios»

«Mi proceso de conversión comenzó hace dos años, coincidiendo con el cambio de colegio de mis hijos», explica Diana, historiadora del Arte. «Mis padres, siendo aún jóvenes, se alejaron de la fe y no me bautizaron». Fue su hija Clara, de 9 años, quien, con una firmeza inesperada, le expresó «su deseo de formar parte de la familia de Jesús». A partir de entonces, «de su mano he ido abriéndome a nuevas preguntas sobre el sentido de la vida».

Diana comenzó así un camino de fe que la ha llevado a descubrir la Palabra de Dios, acercándose al Evangelio y dejando que transforme su mirada. «Todavía hoy, mi hija sigue siendo luz para mí», reconoce emocionada.

Este Sábado Santo, 19 de abril, a las 22:00 horas, en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, Diana recibirá los sacramentos de la iniciación cristiana —Bautismo, Confirmación y Eucaristía— durante la solemne Vigilia Pascual, que será presidida por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid. La celebración podrá seguirse en directo a través del canal de YouTube de la archidiócesis de Madrid.

Acompañada por la comunidad salesiana

En este camino, Diana ha estado acompañada por la comunidad salesiana de la Parroquia María Auxiliadora de Atocha, que ha sido para ella un constante apoyo y aliento. Destaca especialmente las conversaciones con el párroco, el padre Iñaki, y con el grupo de pastoral de familias (María, Álvaro, Araceli, Andrés, Susana, Jessica, entre otros), quienes han sido parte fundamental de su proceso.

«Poco a poco, el mensaje de Jesús me ha ido cautivando» —confiesa—, especialmente «su invitación a mirar en lugar de solo ver, a escuchar en vez de taparnos los oídos». Pero, por encima de todo, le ha marcado profundamente «su mensaje radical de amor: que nos amemos como Él nos ama, y que estemos cerca, especialmente, de los más débiles y necesitados».

Todo lo que ha recibido en este tiempo lo reconoce como un auténtico regalo. «Ahora reconozco a Dios en las personas que me rodean», afirma con gratitud. Y añade: «hay mucho, muchísimo por lo que dar gracias».

«Un camino más racional que sentimental»

Durante la conversación, Diana también ha querido compartir «la parte más difícil» de su proceso. «Las noches en vela, el descubrimiento de cómo había vivido hasta ese momento, la ceguera que me había dominado y el vértigo que produce saberse parte de algo tan grande y tan bonito».

En este camino ha vivido momentos que la han removido por dentro y que guarda con emoción. Todavía recuerda con especial cariño la visita al Belén Viviente de Galápagos: «una experiencia preciosa». Sin embargo, a pesar de las emociones, a Diana le gusta definir su conversión como un proceso más racional que sentimental. «Lo que creo que ha cambiado a mis 45 años es mi disposición a escuchar, a mirar con todos los matices, con todas las gamas de colores que tiene la realidad y que hasta ahora no sabía apreciar».

También ha crecido en su comprensión del sentido de la palabra "servir", de anteponer a los demás a sus propias necesidades. En este sentido, reconoce con gratitud la influencia de sus padres: «Han sido mis principales inspiradores, por todo lo que han hecho por mí». Y añade: «Ahora voy encontrándome con otras personas que siguen demostrándome que es posible vivir sirviendo».

Diana admite que no le ha resultado fácil hablar de su conversión con su familia o con sus amigos. Sin embargo, se esfuerza por explicarles que el único cambio real en su vida ha sido que «se me ha caído la venda que cubría mis ojos» y que lo que comienza ahora le permitirá «vivir de una manera más plena», sobre todo «con esperanza y con confianza en Dios».

Siente que se abre ante ella una nueva etapa marcada por una entrega más profunda a lo que de verdad importa. «Por ejemplo, cuidar de las personas que quiero y vivir con una nueva inspiración».

Sábado Santo: la Iglesia permanece en silencio junto al sepulcro del Señor «meditando su Pasión y Muerte»

Durante el Sábado Santo, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su Pasión y Muerte y su descenso a los infiernos – en plural – refiriéndose al lugar de los muertos para mostrar que Jesucristo realmente ha muerto y ha estado entre los muertos. Esperamos también en la oración y en el ayuno la resurrección del Señor.

Este día también se recomienda la celebración del Oficio de Lecturas y de las Laudes con participación del Pueblo, pero si no es posible se puede preparar una celebración de la Palabra o un ejercicio piadoso para conmemorar y para celebrar el misterio que celebramos en este día.

Un día en que también se pueden exponer en la Iglesia, a la veneración de los fieles, la imagen de Cristo crucificado o en el sepulcro o descendiendo al lugar de los muertos ya que ilustran el misterio del Sábado Santo, así como también la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores.