El martes 16 de julio, la Iglesia conmemora la solemnidad de Santa María del Monte Carmelo o, como se la conoce popularmente, la fiesta de la Virgen del Carmen. Una devoción universal y muy antigua, de la que nos habla fray Alberto María Palomino, O.Carm., religioso Carmelita de la Provincia Bética de España.
«La devoción a la Virgen del Carmen -explica- se remonta al siglo XIII, cuando unos cruzados deciden seguir el ejemplo del profeta Elías, que vivió en el Monte Carmelo y se consagró con votos de pobreza, castidad y obediencia, sembrando así la vida eremítica; como digo, estos peregrinos cruzados, que querían recuperar Tierra Santa, dejaron las armas materiales para tomar las armas espirituales, como el profeta Elías o el profeta Eliseo. Y así, con el tiempo, estos ermitaños llegaron a ser conocidos como Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo: en una palabra, Carmelitas».
«Entre el año 1207 y 1214 -prosigue-, san Alberto de Jerusalén nos da la regla de vida, con la cual actualmente seguimos viviendo tanto los frailes como las monjas y los terciarios Carmelitas en todo el mundo. Este hecho es muy importante, porque recibimos formalmente la aprobación de la Santa Madre Iglesia como orden eremítica dentro de la obediencia a la Iglesia católica, y que es el signo de servicio a Dios por medio de la Orden del Carmen». «Podemos decir -apunta- que desde el siglo XIII conocemos a Santa María del Monte Carmelo, en la vida de sus ermitaños carmelitas, como devoción que se fue propagando desde Haifa a Europa, y a todo el mundo actualmente».
San Simón Stock
«Después de la aprobación de la Orden en Tierra Santa -añade- somos expulsados por los sarracenos que ocupan el Monte Carmelo, y tenemos que volver a Europa. La Orden empieza a expandirse por Italia, Alemania, Inglaterra…».
«Cuando llegamos a Europa -confiesa- los carmelitas éramos desconocidos y ‘repulsivos’ para el clero europeo, ya que éramos eremitas con un rito oriental y con un hábito poco solemne. La iglesia de ese momento estaba acusada por la pobreza, las pestes, las guerras, y no ven con buenos ojos que estos extranjeros se afinquen en Europa. Es así como la noche del 15 al 16 de julio de 1251, en nuestro convento de Aylesford, en Inglaterra, nuestro tercer general, san Simón Stock, recibe de la Santísima Virgen el signo de los Carmelitas: el santo escapulario. Esa noche -evoca- san Simón Stock, al que conocemos como el predilecto de María, recibe de la Virgen esta promesa: "Simón, hijo mío, he escuchado tus plegarias, por ello recibe como signo de mi protección, para toda mi Orden del Carmelo, mi santo escapulario; aquellos que se consagren a él en vida, yo, la madre del verdadero Dios, bajaré al purgatorio y los llevaré al cielo, junto a todos los que hayan llevado mi santo escapulario"».
«Así empiezan a propagarse los conventos de frailes por Europa -comenta-, empezando por Italia, Alemania, Inglaterra, España, Francia…. Y la santidad de vida era lo que atraía a la gente a la vida carmelita. Pero, por las circunstancias de Europa -la peste, el cisma de Occidente, la pobreza de las ciudades-, los carmelitas dejaron un poco la vida regular por salvar la misma, y eso fue en parte causa del decaimiento del vigor religioso».
Movimientos de reforma
Fray Alberto María Palomino reconoce que «han surgido muchas veces movimientos de reforma dentro de la Orden. La primera es la reforma mantuana, que tuvo lugar en Italia sobre el siglo XIV; luego, la reforma de la Selva; después, la reforma de Albi, la de la estricta observancia, y también la reforma de santa Teresa de Jesús, en España».
«Aquí hay dos fechas importantes -advierte-. Una de ellas es cuando santa Teresa de Jesús funda el primer Carmelo descalzo de monjas en San José de Ávila, en 1562, y en 1568 el de frailes; pero no es hasta el capítulo de Cremona cuando oficialmente, en el año de 1593, se separa definitivamente la Orden Carmelita de la Reforma descalza; así tenemos dos órdenes del Carmen: la Orden Carmelita (O. Carm.) y la Orden de los Carmelitas descalzos O.C.D., fundada por santa Teresa de Jesús».
«Actualmente -señala-, en las dos órdenes hay grupos de congregaciones religiosas de vida activa, en el sector de la educación, la salud, la espiritualidad…, y de religiosos, que están asociados a ambas órdenes del Carmen. La diferencia está en el escudo: en el de los Carmelitas se ve el monte, que significa a Cristo: monte de la perfección, y tres estrellas, de las cuales las dos que están a los lados representan al profeta Elías y al profeta Eliseo, mientras que la blanca, que está en medio del monte, es nuestra Santísima Madre la Virgen María. Por su parte, los Carmelitas descalzos utilizan el mismo escudo, coronando el monte con una cruz, porque era el escudo de los Carmelitas de la provincia de Castilla, a la que pertenecía san Juan de la Cruz cuando elabora este escudo del Carmelo descalzo».
Santo escapulario
«La devoción a la Virgen del Carmen como patrona de los marineros -indica- tiene su origen en la Edad Media, ya que se asoció el nombre de María, que significa 'Estrella del Mar', a aquellos que cruzaban el océano. También hay una leyenda en el Monte Carmelo que cuenta que, cuando los barcos querían llegar al puerto de Acre, veían una luz en la capilla del Monte Carmelo, donde vivían los carmelitas, y por eso los marineros siempre han visto en esa luz de la capillita a la ‘estrella del mar’, a la patrona de los mareantes. Aunque no fue hasta siglos después, en 1587, cuando el papa Sixto V institucionalizó la veneración marina al Carmen, con la publicación de la Letanía de la Santísima Virgen María. Desde entonces, se extendió por toda la iglesia, con gran acogida por parte de las gentes que viven del mar».
En cuanto al escapulario, «es un "sacramental", según lo reconoce la Iglesia católica. Aquel que se consagre a él, vive por amor a la Santa Madre Iglesia. Y, de la misma manera que los sacramentos son signos externos, pero tienen validez eterna, así el escapulario es una forma de consagración para vivir la misma vida de la Virgen María, amando a la iglesia, sirviendo a los demás y, sobre todo, teniendo una pureza de corazón para poder entregar a Dios el corazón convertido en buen cristiano. Esta verdad de fe la reconoce la Iglesia por medio del milagro del santo escapulario, y ha permitido, desde el siglo XVI, que los religiosos carmelitas la prediquen, siempre unida a la Iglesia católica y observando los sacramentos, los mandamientos y una vida concorde a la consagración del hábito de la Virgen, que es "vivir como ella vivió"»
«El escapulario -asegura- lo puede llevar todo bautizado y que, con conciencia plena, pueda responder al compromiso adquirido a través de esta consagración. Actualmente, son los religiosos carmelitas, las monjas contemplativas, las religiosas de vida activa, y un gran número de terciarios carmelitas, tanto hombres y mujeres que viven la espiritualidad carmelita según su estado civil -casados, solteros, viudos- y la llevan al mundo como fermento de santidad. Y el compromiso de usar el escapulario -concluye- es imitar la vida de María, en su sencillez y en su amor a los hermanos y, sobre todo, de amar a la Iglesia Católica, esposa de Cristo».