- Titulo: Infomadrid/Sandra Madrid
Un grupo de jóvenes de la parroquia Nuestra Señora de Europa están participando, hasta el próximo 30 de julio, en una experiencia misionera con las Misioneras de la Caridad en Calcuta. Acompañados por el vicario parroquial, Alejandro Ruiz-Mateos, su objetivo es colaborar con las religiosas fundadas por la Madre Teresa de Calcuta donde ellas les necesiten.
La madrileña Sara Wignall, estudia enfermería y es una de los 19 integrantes de este grupo. Cuando llegó a Calcuta la primera palabra que se le vino a la mente fue caos. «La gente que ya ha estado antes en esta ciudad, intenta ponerte en situación, te cuenta lo que vas a vivir», pero «al menos en mi caso, hasta que no he recorrido sus calles y he observado lo que me rodea, no he sido consciente de la situación extrema que viven aquí, no solo por la pobreza que hay, que es mucha, por la gente que duerme en la calle rodeada de basura, con enfermedades, niños pequeños que no tienen nada para comer y la suciedad que hay por todas partes, sino por el sufrimiento que ves detrás de los ojos de cada persona».
En este sentido Sara afirma que se siente impotente porque «sabemos que con 20 días que vamos a estar aquí de misión, no vamos a poder solucionar la vida de estas personas, no vamos a poder quitarles ese sufrimiento tan hondo que tienen dentro de sí», pero lo que «estamos intentando hacer, como diría la Madre Teresa, es poner nuestra gota en el océano, aunque una gota no es nada en comparación con el océano, pero si falta esa gota...». En este sentido, estos jóvenes intentan llevar a Calcuta «la felicidad que Cristo nos ha dado, que sabemos que eso sí es FELICIDAD».
«En la sonrisa de esa chica está Jesús»
Son las 6h de la mañana, Sara comienza el día asistiendo a misa para «llenarnos de fuerzas porque solos no podemos entregarnos a los demás». Después de la eucaristía, «cada uno nos vamos a la casa que nos han asignado las sisters, las Misioneras de la Caridad, en mi caso, Shanti Dan». A Sara le han asignado una casa en la que hay mujeres y chicas con discapacidades. En este lugar, la joven ha aprendido que cada persona es distinta, «que cada chica tiene una necesidad diferente. Son felices con muy poco, a lo mejor una necesita que le des la mano, otra que le muestres una sonrisa, o simplemente que bailes con ella. Solo necesitan saber que «son dignas y queridas», por ello, con pequeños gestos, que a lo mejor para nosotros nos parecen insignificantes, para ellas «son la expresión más grande y hermosa».
No podemos olvidar que «somos nosotros» los que ganamos con esta misión, es decir, que «solo por el hecho de preguntarle a una chica, cuál es su nombre, ya le sacas una sonrisa enorme, por ello, ese gesto hace que yo salga con fuerzas para todo el día, sabiendo que, en la sonrisa de esa chica, también está Jesús».
«Calcuta es amor»
Aunque solo lleva una semana con las Misionera de la Caridad, Sara hace balance de misión. «Veía Calcuta como una ciudad de caos, y ahora lo primero que pienso cuando veo la palabra Calcuta es amor», y la joven lo ve por todas partes, «en primer lugar en los voluntarios, porque es una suerte ver cómo hay personas de todo el mundo que nos une la fe, el entregarnos a los demás, renunciar a nosotros mismos y a nuestra comodidad para que otro sea feliz».
Además, Sara subraya que ellos también tienen la suerte, y los voluntarios se lo dicen, que les acompañe en esta misión un sacerdote, el Padre Alejandro, «porque este viaje podría ser un voluntariado más, y en cambio, gracias a él, que nos ayuda a vivir la misión de verdad, con la mirada centrada en Cristo y cuidando la parte espiritual, porque sin ella, carecería de sentido el esfuerzo que hacemos en las casas y el entregarnos a los demás. Llevamos una semana, pero nuestra experiencia en Calcuta la recordaremos siempre. Aún no nos hemos ido y ya queremos volver»
«El Señor nos ha concedido este regalo»
«Para mí es un regalo de Dios estar en Calcuta con este grupo de jóvenes», afirma el Padre Alejandro que es la séptima vez que participa en esta experiencia misionera en esta ciudad. El sacerdote recuerda que «había venido antes de ser sacerdote, incluso antes de entrar en el seminario».
«Calcuta fue un impulso en mi vocación, por eso cuando entré en el seminario siempre tuve el deseo de poder organizar un viaje con jóvenes a Calcuta. El Señor nos ha concedido este regalo», subraya.
Acompañar a voluntarios españoles
Asimismo, el sacerdote afirma que está siendo un don «porque estoy ejerciendo como sacerdote, no solo acompañando a mi grupo sino a muchos voluntarios españoles; más de 100 asistieron a la misa que celebré en español». En este sentido subraya que «estoy viviendo esta experiencia de una manera muy profunda espiritualmente y renovando mi situación sacerdotal como no lo podía imaginar».
Por último, el Padre Alejandro Ruiz-Mateos recuerda que el objetivo de esta experiencia «como nos dicen las Misioneras de la Caridad es que los jóvenes se puedan encontrar con Cristo, es decir, que en su viaje de vuelta, en su realidad, en la que a cada uno les ha tocado vivir puedan ponerlo en práctica». En esta misma línea afirma que «ellos saben que su Calcuta es su casa, sus estudios, sus familias y sus amigos. Esa es la Calcuta particular de cada uno, donde tienen que hacer al Señor presente».