Madrid

Monseñor Martínez Camino en la presentación de los niños a la Virgen: «Todos buscamos a Jesús porque es luz y esperanza para la vida».

  • Titulo: Infomadrid/Sandra Madrid

La catedral de la Almudena ha acogido este domingo, 4 de febrero, una solemne Eucaristía con presentación de los niños a la patrona de Madrid. Un acto organizado por segundo año consecutivo por la Delegación de Familia y Vida. Con esta celebración, presidida por monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, obispo auxiliar de Madrid. se ha conmemorado la fiesta de la Candelaria.

Haciendo alusión a las lecturas de este domingo, el obispo ha recordado que «todo el mundo busca a Jesús. Todos los que estamos esta mañana en la catedral como los canónigos, el deán, de la catedral, el rector del Redemptoris Mater, los sacerdotes concelebrantes, el diácono, la Real Esclavitud, las familias que hoy vienen encabezados por los delegados de Familia y Vida, María y José, los que vienen con sus hijos y con sus nietos; pero también los que están fuera».

Además, el prelado ha preguntado a los asistentes por qué le buscamos. «Porque buscamos luz y esperanza para la vida», porque sabemos que esta vida no puede ser un sin sentido. Job también se dio cuenta al final de su vida. También ha recordado que «Jesús a quien todos buscamos, es Dios con nosotros, en nuestro sufrimiento y curando nuestras enfermedades, las del cuerpo y del alma, la falta de fe y de esperanza y de caridad».

«No olvidemos que Él nos cura; curó a muchos, no a todos, dice el Evangelio, porque Jesús no ha venido a hacer la competencia a los médicos y a los hospitales. Curó a muchos haciendo un signo, porque los milagros de Jesús son un signo de su poder de resucitarnos de la muerte».

En esta línea, monseñor Martínez Camino ha recordado que «hoy Jesús sigue haciendo milagros, como signo de su reino, de su poder de salvación, de liberarnos de nuestra falta de fe y de nuestro alejamiento de Dios, y por lo tanto de los hermanos». Por ello, «cómo no le vamos a estar agradecidos».

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Además, ha agradecido a las familias que «aunque tienen dificultades y caídas», viven en la fe y en la esperanza y que «reciben a sus hijos como un don de Dios para ellos, para el mundo y para la Iglesia, y les transmiten la fe y el poder de Jesús».

En esta línea, el prelado ha concluido que «si no se resuelven los problemas es porque no tenemos fe y esperanza en el ser humano, porque vivimos egoístamente, porque hablamos mucho de solidaridad y justicia para nosotros, para salir adelante o para parecer mejores que los demás».

Tras la Eucaristía, en procesión, con las velas encendidas, las familias han subido con sus hijos por las escaleras que conducen hacia el altar donde está situada la imagen de Nuestra Señora de la Almudena, donde han pedido su protección y han sido bendecidos por monseñor Martínez Camino.

Además, como recordaba la delegada episcopal de Familia y Vida, María Bazal, este año se han sumado las familias que recibieron el Icono Peregrino de la Sagrada Familia el pasado 31 de diciembre. Al término de la Misa se han unido a la procesión con las familias que han presentado a sus hijos a la Virgen de la Almudena, para agradecer ese tiempo de oración, pedir a la patrona por los frutos recibidos y seguir poniendo bajo su amparo tantas necesidades por las que atraviesan los matrimonios y las familias de nuestra diócesis, y que no nos suelte de su mano. «Los Iconos serán recogidos para que los puedan recibir otras familias el año que viene».

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El cardenal Cobo a los seminaristas en San Pedro: "En Roma descubrimos la grandeza de la Iglesia y la pequeñez de nuestras medidas"

El arzobispo de Madrid, José Cobo, ha celebrado una Misa en la Capilla del Coro de la basílica de San Pedro durante el mediodía del 3 de febrero junto a los seminaristas de Madrid que se reunieron con el Papa Francisco por la mañana en el Palacio Apostólico. Durante su homilía, el cardenal ha confesado a los asistentes que «cada vez que vengo a Roma me parece que todo es muy grande». «Si uno ve la basílica de San Pedro desde lejos, le parece muy pequeña, pero cuando llegas te das cuenta de que las columnas son muy grandes». Un contraste, a su juicio, que enseña la verdadera grandeza de la Iglesia.

«Nosotros estamos acostumbrados a Madrid, a nuestras avenidas y plazas», ha comentado su arzobispo. «Eso nos pasa a menudo, cada uno vamos con lo nuestro, con lo que ya tenemos, con lo que hemos comprobado, con lo que ya sabemos… pero hace falta salir de casa y venir a Roma para comprobar que hay cosas más grandes». José Cobo ha recalcado cómo una visita a esta ciudad de más de 2.700 años sirve para darse cuenta de «que mis medidas, o incluso las medidas de la archidiócesis de Madrid, no son las del centro del mundo».

Según el arzobispo de Madrid, «el centro de mundo, que es Roma, tiene a Jesucristo, y las medidas de Jesucristo no son las nuestras». Por eso, el cardenal ha subrayado que «venir a Roma es un buen acicate para darnos cuenta de que la Iglesia en sí es más grande». «Es más grande que mi ideología, como nos decía el Papa esta mañana» durante su encuentro en el Palacio Apostólico con el seminario de Madrid. «Y es más grande que la parroquia que he conocido».

Cerca del final de su homilía, José Cobo ha recalcado que esta grandeza de la Iglesia proviene de que quienes la forman «somos muy distintos», aunque «estamos todos unidos y el nombre de cada uno de nosotros queda incorporado a esta historia de la Iglesia». Finalmente, se ha hecho eco de las palabras del Papa, «que a menudo habla de la alegría», y ha deseado «que hoy tengamos la alegría de caminar juntos, de discernir juntos y de pertenecer a esta Iglesia que cuenta con nosotros y quiere caminar con nosotros».

El Papa Francisco recibe a los seminaristas de Madrid: «Tengan confianza en quien les ha llamado para esta hermosa tarea»

El Papa Francisco ha recibido al cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, y a seminaristas de Madrid, acompañados del equipo de formadores, este sábado 3 de febrero. Antes de charlar informalmente con ellos y responder a las varias preguntas que le han formulado, ha entregado a los seminaristas un discurso en el que el Santo Padre explica que «se han encontrado»  gracias a una feliz coincidencia, «don José, Su Eminencia, tomará posesión de la iglesia de Santiago y Monserrat, que conjuga en sus santos titulares la fe apostólica y el amor a María que caracteriza toda España. Y don José viene además acompañado de su tesoro más preciado, que sois vosotros, su seminario. Muchos santos obispos de España se han confrontado con la difícil realidad en la que se encontraban sus Iglesias, y han pensado en el seminario como el lugar donde su sueño pastoral podía echar raíces sólidas y expandirse. En realidad, si queremos hacer Iglesia, Cuerpo de Cristo, es fácil pues como dijo Dios a Moisés, sólo tenemos que fijarnos el modelo que vimos en el monte (cf. Ex 26,30), el Cristo Trasfigurado presente en la Eucaristía».

Francisco recuerda en su mensaje un dicho de san Manuel González, «uno de estos santos obispos, que seguramente conocéis, él quería «un seminario en el que la Eucaristía fuera: en el orden pedagógico, el más eficaz estímulo; en el científico, el primer maestro y la primera asignatura; en el disciplinar el más vigilante inspector; en el ascético el modelo más vivo; en el económico la gran providencia; y en el arquitectónico la piedra angular» 

«Vamos a repasar estos puntos para poner a Dios al centro, es decir, para dejar que sea Él el cimiento, el proyecto y el arquitecto, piedra angular. Eso sólo se consigue con la adoración. Jesús — nos dice nuestro santo— nos hará de pedagogo, paciente, severo, dulce o firme según necesitemos en nuestro discernimiento, porque nos conoce mejor que nosotros mismos, y nos espera, anima y sostiene en todo nuestro caminar. Es nuestro mayor estímulo, pues hemos consagrado nuestra vida a seguirle».

«Me parece crucial que en lo científico san Manuel una el ser maestro con el ser la asignatura. Dios quiere dar a su Pueblo pastores según su corazón (cf. Jer 13,15), de Jesús no aprendemos cosas, lo acogemos, lo aferramos a Él mismo, para poder llevarlo a los demás. Y la gran lección que el Señor nos da es la humildad, el haberse hecho carne, tierra, hombre, humus por nosotros, por amor. Y en esta asignatura no hay otro ejemplo que Él mismo; de otras virtudes y circunstancias Jesús presentará parábolas, comparaciones, higueras, semillas o tormentas, pero la gran lección de su vida sólo la podemos aprender del que es «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29).

Para la disciplina, «confrontarnos con la Eucaristía cada mañana —el más vigilante inspector— nos hace recapacitar en la futilidad de nuestras ideas mundanas, de nuestros deseos de ascender, de aparecer, de destacar. El que es inmenso se hace don total de sí mismo y en mis manos antes de comulgar me interpela: ¿te has reconciliado con tu hermano? ¿te has vestido el traje de fiesta? ¿estás preparado para entrar en mi banquete eterno?».

«Hasta ahora hemos visto discernimiento, ciencia y vigilancia; seguro que son facetas clave en vuestro seminario, pero de nada valdrían sin la ascesis, copiar un modelo, supone un esfuerzo, hacer una obra de arte necesita inspiración, pero también trabajo, Jesús no lo rehuyó. Es necesario entrar en el desierto, para que Él nos hable al corazón, si este está colmado de mundanidad, de cosas, por más que se puedan llamar “religiosas”, Dios no encontrará sitio, ni nosotros le oiremos cuando llame a nuestra puerta. Por ello silencio, oración, ayuno, penitencia, ascesis son necesarios para liberarnos de lo que nos esclaviza y ser todo de Dios. Y esto no sólo para adentro, también hacia fuera, en el trabajo, en los proyectos, abandonándonos en Jesús, el Señor será la gran providencia, dejemos que sea Él quien plantee y ejecute, pongámonos sólo a sus órdenes con docilidad de espíritu». «Queridos hermanos, tengan confianza en quien les ha llamado para esta hermosa tarea, y póstrense en adoración para poder construir con docilidad el templo de Dios en sus personas y en sus comunidades. Y cuando comulguen y algún día cuando celebren, no dejen de rezar por mí».

«Estáis llamados a dar testimonio de que merece la pena fiarse de Cristo y de la Iglesia»

  • Titulo: Infomadrid / M. D. Gamazo
  • Firma: Monseñor Jesús Vidal a la Vida Consagrada: «Estáis llamados a dar testimonio de que merece la pena fiarse de Cristo y de la Iglesia»
  • Fin Agenda: 02-02-2024

La catedral de Santa María la Real de la Almudena ha acogido esta tarde la solemne Eucaristía en la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Organizada por la Vicaría episcopal para la Vida Consagrada, ha estado presidida por monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, y concelebrada por el padre Elías Royón, vicario episcopal, y el padre Ángel Camino, vicario de la VIII, y numerosos sacerdotes. En la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo, la celebración ha dado comienzo con una procesión de entrada en la que los participantes portaban una candela encendida, hasta el altar.

En su homilía, el obispo ha saludado a los superiores y superiores mayores de las diferentes congregaciones de Vida Consagrada presentes en el templo, así como a todos los asistentes a la celebración, afirmando que «es una alegría ver la catedral con vuestra presencia, con vuestra luz encendida en ella», y les ha transmitido el abrazo afectuoso del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid,«que está en Roma acompañando al Seminario en la peregrinación que está realizando para encontrarse con el papa Francisco».

En alusión a las lecturas proclamadas, monseñor Vidal ha explicado que «hoy celebramos como cumplidos los días de la purificación según la ley de Moisés. Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo en el Templo. Como decía, una acción muy sencilla que todos los padres fieles del pueblo de Israel cumplían con sus hijos primogénitos».

Para el obispo, las palabras Aquí estoy Señor, hágase tu voluntad, lema elegido para la Jornada Mundial de la Vida Consagrada de este año,«expresan a la perfección el significado más profundo de aquella sencilla acción» y «recogen la intención de cada uno de nosotros al responder a la invitación a esta celebración en la catedral, renovando así la aceptación de nuestra consagración al Señor, en la diversidad de formas y carismas que el Señor ha suscitado».

«El contenido profundo de este gesto de ofrenda que José y María hacen con Jesús -ha explicado- es parecerse en todo a sus hermanos para ser sumo sacerdote, es decir, para ser pontífice, para ser puente» o para ser «aquel que une a Dios y a los hombres».«Dios -ha proseguido- no es ajeno a las cosas de los hombres y mujeres de este tiempo. Dios no es ajeno a lo que nos preocupa. Dios no es ajeno a las guerras. No es ajeno a las situaciones de violencia. No es ajeno a la pobreza y a la soledad, a la explotación que sufren tantos hermanos nuestros». «No es ajeno -ha añadido- a la enfermedad, y el sufrimiento que también provoca en el cuerpo y en el alma. Dios no es ajeno a todo esto, sino que ha venido a nosotros para constituirse en puente que nos trae el verdadero consuelo de Dios, y cargar con nuestras vidas para llevarlas al Padre, para ofrecérselas al Padre, para conducirnos a nosotros a la comunión con Él».

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Sacerdote misericordioso

Jesús, ha señalado, es «sacerdote misericordioso, porque no teme tomar sobre Él las miserias de este mundo, a diferencia de nosotros». Él, ha continuado, «no teme humillarse» ni «hacerse pobre» o «frágil para compartir estos sufrimientos y dolores de los hombres». Además, ha apuntado, «ha querido abrazar nuestra fragilidad». Por eso, ha insistido, «Jesucristo es un puente fiable» que «no defrauda». «Podemos poner verdaderamente en él nuestra esperanza» y «las esperanzas de los hombres y mujeres a los que acompañamos en el camino», ha asegurado.

«Por la consagración bautismal -ha asegurado- todos estamos llamados a participar en el sacerdocio misericordioso y digno de fe de Jesucristo» y «a completar en nuestra carne los dolores que a él le faltan por abrazar». Por eso, ha animado a los presentes a «seguir abrazando las alegrías y los sufrimientos de tantas personas que nos encontramos en nuestra diócesis de Madrid, y que vosotros os encontráis en vuestras obras, hospitales, colegios, casas de acogida, migrantes, cárceles... tantos lugares donde vosotros pasáis y hacéis presente ese abrazo de Dios. Y, como Vida Consagrada que sois, lo hacéis en el cumplimiento fiel de vuestros votos de castidad, obediencia y pobreza, a imagen del que se hizo casto, pobre y humilde. Haciéndole así visible a los hombres en vuestra forma de vida, también lo acogéis en vuestra vida de comunidad fraterna con un corazón hospitalario».

A juicio de monseñor Vidal, la sociedad actual tiene mucha necesidad de esa acogida. «De un corazón hospitalario y acogedor», ha dicho, «primero, en vuestras comunidades. Y, después, abierto al que llega. Y también en la misión que realizáis, entregando a los demás, como decía antes, en los distintos carismas con los que el Espíritu ha enriquecido a su Iglesia en vuestros fundadores y que, a través de la fidelidad creativa, se siguen haciendo presentes en cada uno de vosotros».

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Testigos de esperanza

«Estamos llamados a ser testigos de esperanza», ha exhortado. «Podemos decir por propia experiencia que la esperanza en Cristo no defrauda». «Merece la pena fiarse de Jesucristo», ha insistido. «Vosotros estáis llamados a dar testimonio de que merece la pena fiarse de Cristo y de la Iglesia. Merece la pena seguir su camino de humildad y de mansedumbre».

Y ha concluido animando a pedir al Padre «poder reconocer su luz en tantos pequeños gestos cotidianos que hay a nuestro alrededor, en los que el amor de Cristo se hace presente, conquistando así poco a poco, por pequeñas rendijas, la vida de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Vosotros sois testigos de esta luz en muchas ocasiones. Vosotros sois hacedores de esta luz llevándola a los hombres».

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