Ester tiene 58 años y una discapacidad intelectual que en parte es también física porque va en silla de ruedas. Es divertida y no pierde dato de lo que ocurre en el aula de catequesis para personas con discapacidad intelectual de la parroquia Santa María Madre de Dios, en Tres Cantos. Cada lunes, como este 2 de diciembre, acude desde la Fundación Polibea, muy cerquita, donde reside. La animó su hermana Irene, la mayor, «me dijo “vete”, conté toda mi vida y me gustó». «Aquí me siento yo misma —cae en la cuenta, reflexiva—; nunca me he sentido tan yo misma como aquí».
Cuando era pequeña, comparte, «me escondían y no podía hacer la Primera Comunión». La hizo de tapadillo, y viene a la mente aquello que Javier Medina, párroco de Cristo Rey, comentó en el primer encuentro de catequistas para personas con discapacidad: «Es increíble que aún se diga “son angelitos, para qué los sacramentos”».
En el grupo de Tres Cantos, que este enero cumplirá doce años de andadura, están ya todos confirmados; lo han ido haciendo a lo largo de este tiempo. Uno de los más recientes fue Andrés, «Andy me dicen todos», que tuvo a Laura y Dani, también del grupo, como padrinos. Se acaba de sacar la plaza de funcionario en el Museo de Farmacia Militar de la base de Colmenar Viejo, y está feliz. El padrino de Laura, a su vez, fue José Luis, autodenominado «creador de este grupo».
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Efectivamente, él y otros cuatro más —uno de ellos estaba sin bautizar—, fueron los promotores de esta iniciativa. «Nos queríamos confirmar —cuenta cómo empezó todo—, pero nos costaba el ritmo». El ritmo de una catequesis convencional, porque «a veces no hay posibilidades de formación en este colectivo», añade Isabel, a la que «pillaron por banda» para ser su catequista, puesto que ella, además, se dedica profesionalmente a trabajar con personas con discapacidad.
«Teníamos muy claro que queríamos un grupo de formación para compartir y para aprender cosas sobre Dios». Un grupo que marca diferencia, porque en él, señala José Luis, hay «sencillez y sensibilidad» y, sobre todo, se valora «la visión de la persona con discapacidad».
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Libros adaptados
Los materiales que utilizan los han elaborado ellos mismos ya que en la catequesis, comenta Isabel, «todo estaba pensado para niños o para adultos». Siguieron el método de lectura fácil, una forma de redactar, ilustrar y maquetar adaptada a personas con dificultad de comprensión. Así, escribieron un primer libro, Orar con sencillez de corazón, sobre el padrenuestro, que llegaron a presentar al Papa Francisco en Roma, y se comprometieron con PPC a editar 10 libros sobre las verdades de fe, de los cuales está a punto de salir el quinto.
La colección lleva por título Vivir la aventura de Dios, una catequesis sencilla para adultos y se compone de cuadernos que les suelen durar más de un curso, en los que, además de oraciones y explicaciones, los propios integrantes del grupo exponen sus reflexiones acerca de la vida cristiana. Todo ello es fruto de lo que comparten cada lunes, y esto es una de las cosas que más les gusta. Bueno, a Javi, el más puntual y que no se pierde un día, le atrae «la merienda», y todos ríen cuando dice esto. Sí, celebran los cumples, se unen a actividades de la parroquia como alguna convivencia… «También nuestra misión está dentro de la parroquia, que escuchen la voz de las personas con discapacidad; hay mucho desconocimiento y, a la vez, mucha belleza escondida», resalta José Luis.
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Deseo de Dios
No ocultan que el estar juntos, escuchar y sentirse escuchados, poderse ayudar, son motivaciones para ir al grupo, pero de fondo hay un deseo grande de Dios. «Yo vengo principalmente para encontrar un sitio donde orar —reconoce José Luis—, para acercarme a Dios, por tener un grupo donde seguir mi camino como cristiano». O Desi, con una diadema de flores en la cabeza, aire sofisticado a lo Frida Khalo, «hoy estás muy guapa», le dicen sus compañeros, serena en su silla de ruedas, que reconoce que le viene bien socializar y que ella, que «me confirmé por el qué dirán, porque a mi madre le hacía ilusión», ahora «yo ya no me quito, me encanta este grupo». «Sobre todo estoy contenta porque desde que estoy aquí siento a Dios cada día más cerca», sentencia.
El camino, a veces, se hace con dificultad, como le está pasando ahora a Pedro Pimentel. Perico le llaman. 46 años. Una discapacidad física severa que envuelve una mente privilegiada. Habla a duras penas, pero la máquina que le da voz a sus pensamientos resuena en la sala. «Busqué un grupo por la necesidad que tenía de descubrir más a Dios» tras una experiencia de encuentro con Él. Escribió un libro (Poesías sobre ruedas) y cada día desde hace cinco años manda al grupo de whatsapp una canción. No falla, como tampoco lo hace cada lunes. Aunque ahora está en desierto. «En este tiempo, mi fe está un poco perdida; estoy yendo hacia atrás». Pero ese es, a veces, el camino del cristiano, reconocen.
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La regularidad en la asistencia es nota dominante. Jorge tarda una hora en llegar desde Madrid, pero para él es importante ir: «Vine a probar un año, me gustó y me encuentro muy a gusto». También Laura, a pesar de que se tiene que levantar cada día a las 6:00 horas para ir a trabajar: «Vengo para estar más cerca de Jesús». Dani tampoco se lo pierde, «para acercarme más a Dios». El pasado domingo, en la Misa celebrada en la basílica de la Concepción de Madrid con motivo del Día de la Discapacidad, él fue el encargado de encender la primera vela de Adviento.
El grupo lo completan Gloria, madre de una joven con discapacidad que ya no asiste a las catequesis porque se fue a vivir a Zaragoza; otro Pedro, que según Desi «es un show y no para de hablar» sobre sus temas favoritos: el amor, la escucha y el bien y el mal; y Fátima, de 66 años, «que vino el año pasado porque se quería confirmar; toda la vida esperando la Confirmación pero no encontraba el grupo». Ninguno de ellos ha podido ir este lunes, pero en la catequesis están muy presentes. Y también están Isa, la segunda catequista, y Paula, una joven de 15 años que es voluntaria.
Cada lunes, comienzan con una oración que alguno de ellos se ha encargado de preparar en casa. Después siguen el libro o bien hablan de algún tema interesante, como los tiempos litúrgicos, los sacramentos, o lo que en ese momento alguno lleve en el corazón. El otro día, por ejemplo, su papel en la Iglesia. «La Iglesia ve a las personas con discapacidad como enfermos», decía Perico, muchos años viajando a Lourdes. «Pero los enfermos están en los hospitales», apunta José Luis. «La discapacidad no es una enfermedad», a pesar de que en ocasiones «se nos mete en la Pastoral de la Salud», afirma Isabel Cano. Sin embargo, «el trato a una persona enferma no es igual al de una sana». Y ellos, en definitiva, son amigos y cristianos que quieren, cada día, seguir siendo más amigos y más cristianos.
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