Santi (imagen inferior, con sudadera naranja) tiene 7 años y una sonrisa enorme detrás de sus gafas azules de pasta. Son sus ojos los que más sonríen. Está sentado en primera fila en la catedral de la Almudena, donde ha asistido al Jubileo de las Personas con Discapacidad, celebrado este miércoles, 30 de abril. El niño estudia en un cole con aula TEA (trastorno del espectro autista) y acude a la catequesis del Proyecto NAIM en la parroquia Epifanía del Señor. Bien lejos de su casa, pero su madre, Lis, no dejó de buscar hasta que encontró un sitio en el que pudiera conocer más a Jesucristo a través de un método adaptado a sus capacidades diferentes, como le gustaba decir al Papa Francisco.
De la Misa jubilar, lo que más le ha gustado a Santi ha sido la palabra «Amén». La fe abrumadoramente profunda y sencilla de los niños. «Así sea». Aunque al terminar, lo que más repite es «perdón» y «lo siento», quizá acordándose de que acaba de recibir, por primera vez en su vida, el sacramento de la Penitencia. Y su catequista Rosa les ha explicado, a él y a sus dos compañeros, que cada vez que hacemos algo mal el corazón se va poniendo negro, y para que vuelva a ser rojo hay que limpiarlo en el sacramento, contándole al sacerdote, que es muy muy amigo de Jesús. Tanta es la identificación que ha hecho en su mente Santi que a todos los sacerdotes los llama Jesús. En la Misa de la catedral ha contado a «¡15 Jesús!».
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Efectivamente, la celebración ha estado presidida por el obispo auxiliar de Madrid, Vicente Martín, a quien han acompañado, entre otros, el vicario Pastoral, José Luis Segovia; el vicario de Vida Consagrada, padre Aurelio Cayón, sscc; el vicario del Clero, Juan Carlos Merino; los vicarios de la Vicaría VIII, padre Ángel Camino, osa, y de la Vicaría V, Óscar García Aguado; así como el coordinador de la Comisión Diocesana de Atención a Personas con Discapacidad de la diócesis de Madrid, Javier Medina, y los párrocos de Santa María del Silencio, que atiende a las personas sordas y sordociegas de la diócesis, y de Nuestra Señora de las Américas.
En un ambiente alegre, de emoción y de mucha fe, con acompañamiento musical del antiguo coro de la parroquia San Manuel y San Benito, cientos de personas han acudido a la catedral, entre ellas miembros de la Asociación NAIM, Fe y Luz, la Hospitalidad de Lourdes o las Hijas de la Providencia, y tantas realidades que son luz en la diócesis, tal y como ha quedado de manifiesto durante la celebración. No se han olvidado del recientemente fallecido Papa Francisco. «Él nos miró con misericordia y nos trató a cada uno como hijos de Dios».
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Protagonistas en la misión de la Iglesia
A todos ha saludado el obispo auxiliar en nombre del cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, que no ha podido presidir la celebración por los trabajos de preparación del cónclave. Sin embargo, les ha querido transmitir sus palabras, que ha plasmado en su homilía. «Pocas veces esta catedral estará más honrada con vuestra presencia», ha comenzado. «La Iglesia es vosotros más que de nadie. ¡Tenemos tantas cosas que aprender de vosotros!».
Así, ha continuado, se cumple aquello que decía san Pablo: «Los miembros del cuerpo que parecen los más vulnerables son los más indispensables». Porque «vosotros y vuestras familias dais un testimonio siempre vivo y elocuente del Evangelio». En este sentido, ha subrayado que «sois nuestros maestros; tenéis muchas cosas que enseñar al pueblo santo de Dios y a nuestra sociedad».
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Ha reconocido en sus palabras que en ocasiones la Iglesia ha podido contribuir a la invisibilización del mundo de la discapacidad, pero «Dios quiere que todos participemos de la vida eterna» porque el Reino de Dios «no admite exclusiones ni discriminaciones».
El mensaje que trae el año jubilar, ha afirmado el obispo auxiliar, es que «nadie, absolutamente nadie, está discapacitado para acoger el amor de Dios y para anunciarlo con su vida singular». En este punto, ha destacado que las personas con discapacidad no son secundarias: «Sois protagonistas en la misión de anunciar el Evangelio». Es por eso que «necesitamos de la fuerza de la debilidad aparente» para que la misión de la Iglesia «sea hoy día creíble». «Os necesitamos para ser testigos del Resucitado».
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Ha incidido el obispo Vicente Martín en la inclusión al asegurar que «en la Iglesia no cabe ni el descarte ni la exclusión», y este es el «desafío», la plena participación e integración, que «no es un acto de caridad, sino expresión de justicia y respeto de su dignidad». Es cierto que «en ocasiones nos falta sensibilidad», pero «queremos hacer accesibles nuestros templos y nuestras actividades» y, por supuesto, «los católicos con discapacidad tenéis el derecho a participar en los sacramentos».
El obispo auxiliar ha concluido dando las «gracias de corazón de toda la Iglesia diocesana por ser testigos gratuitos del amor de Dios; no dejéis de ser nuestros maestros en la fe».
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