Madrid

«Jesús, esperanza de los jóvenes buscadores de sentido», nueva sesión del IX Ciclo de Conferencias para Evangelizadores con Laura Moreno, delegada Episcopal de Juventud de la Archidiócesis de Madrid

El jueves, 20 de febrero, continua el tercero bloque del IX Ciclo de Conferencias para Evangelizadores “Jesucristo 2025 años de esperanza”, organizado por la Delegación Episcopal de Catequesis y lo hace con una charla de Laura Moreno, delegada Episcopal de Juventud de la Archidiócesis de Madrid: «Jesús, esperanza de los jóvenes buscadores de sentido».

El acto tendrá lugar de 17:00 a 18:30 horas, en la sala Multiusos de la Parroquia San Juan de la Cruz (San Juan de la Cruz, 2). Además, la charla se podrá seguir por el canal de YouTube de la Delegación Episcopal de Catequesis de la Archidiócesis de Madrid.

El testimonio de Lourdes y José María, en el Congreso de Vocaciones de la CEE: «Dios nos pidió que nuestra misión era acoger niños»

  • Titulo: Infomadrid/Sandra Madrid

José María Márquez y Lourdes Escudero compartirán su testimonio sobre cómo viven su vocación cristiana en el matrimonio y la familia durante la mesa de experiencias del panel "Familia y Vocación", que se celebrará en el marco del Congreso de Vocaciones ¿Para quién soy? organizado por la CEE del 7 al 9 de febrero de 2025.

«Somos un matrimonio con cuatro hijos biológicos», explican. Sin embargo, tras el nacimiento de su cuarto hijo, comenzaron a tener complicaciones para ampliar la familia, lo que les llevó a plantearse una nueva forma de vivir su vocación: la acogida. 

«Dios nos mostró esta misión a través de amigos», afirman. Tras años dedicados al voluntariado en Etiopía y Rumanía, descubrieron que su siguiente paso era abrir su casa a niños de la Comunidad de Madrid. Gracias al ejemplo y apoyo de unos amigos con experiencia en la acogida, decidieron unirse a esta misión de amor y servicio.

Familia Congreso Vocaciones

«Ser familia de acogida ha sido una experiencia muy enriquecedora y bonita», comparten José María Márquez y Lourdes Escudero. Antes de embarcarse en este proyecto, hablaron con sus hijos, quienes acogieron la idea con entusiasmo. «¡Estaban deseando tener más hermanos!», recuerdan. Lourdes señala que su decisión de acoger también estuvo marcada por situaciones difíciles que vivieron en el pasado: «Nuestras dos últimas hijas nacieron en la semana 20 de gestación, sin llegar a término»

La llegada del primer niño que acogieron, un bebé de 10 meses, fue un proceso natural. «Fue muy sencillo, como cuando tienes un hijo biológico. Nos aportó lo mismo: mucha alegría». Tiempo después, se unió a la familia su hermano mayor, quien ahora tiene 4 años.

José María y Lourdes animan a todos los matrimonios a considerar la acogida como una forma de vivir el amor y la entrega en familia. «Es una oportunidad para crecer, tanto como familia como a nivel personal», afirman. Asimismo subrayan que «es entregar parte de tu amor a otro niño», y además «darle la oportunidad a vivir en una familia con una situación familiar tranquila, donde esté atendido y se siente amado, donde tenga hermanos para compartir su vida…».

Pedro Jara, diácono permanente de Madrid, presente en el Congreso de Vocaciones de la CEE: «La irrupción de la Palabra de Dios encarnada entre los pobres es capaz de transformar sus vidas»

«Soy una persona normal y corriente que se ha encontrado con el Señor». Así se define Pedro Jara Vera, diácono permanente de la Archidiócesis de Madrid desde el 12 de noviembre de 2011. Casado con Lourdes Manzano y padre de Clara, Marcos y Teresa, Pedro compagina su vocación ministerial con su labor docente en el Real Colegio de las Escuelas Pías de San Fernando, en Pozuelo de Alarcón. Es autor de los libros Que me empape la lluvia, A la sombra de la Madre Teresa y El diácono, pobre y fiel en lo poco. Camina en comunidades neocatecumenales y ejerce su ministerio en la parroquia de la Resurrección del Señor.

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Pedro Jara Vera atravesó una crisis personal que le llevó a replantearse su vida, descubriendo que aquello por lo que había luchado no le daba la felicidad. Fue entonces cuando comenzó a colaborar con enfermos de SIDA. Durante una de sus visitas, un joven con el que había entablado confianza le dijo: «Pedro, mañana vuelves, ¿verdad?». Él respondió: «Mañana volveré». Sin embargo, por una circunstancia imprevista, no pudo acudir ese día, y al regresar se enteró de que el joven había fallecido. «Aquello supuso un duro golpe», confiesa Pedro. Ese hecho marcó un punto de inflexión en su vida, llevándole a dedicar más tiempo a estas personas. Decidió dejar su carrera en ingeniería para buscar un trabajo más sencillo y humano, comenzando a trabajar en un colegio.

Meses después se marchó a la India. En las casas de las Misioneras de la Caridad, le destinaron a Kalighat, el hogar de los moribundos. En este lugar las personas son recogidas de la calle y como decía Madre Teresa, hay que lavarlas, cuidarlas, vestirlas y que mueran acompañadas. «Un diácono está llamado a servir a los pobres, a servir a Cristo a través de la caridad». En este sentido, Jara destaca que «todo se materializa en el servicio a los más necesitados, en la predicación, en el conocimiento de la Palabra de Dios y en la liturgia», afirma Jara.

El ministerio de la Palabra

Este será el testimonio que Pedro Jara Vera compartirá en el próximo Congreso de Vocaciones ¿Para quién soy?, que se celebrará del 7 al 9 de febrero. En este marco, Pedro dirigirá el taller El ministerio de la Palabra. Los pobres son evangelizados (Jn 11, 5).

«Este es uno de los signos que Jesús considera importante transmitir a Juan el Bautista para indicar que Él es el Mesías y que el Reino de Dios ya está presente», explica Pedro. A lo largo de su ponencia, profundizará en los aspectos clave que configuran el ministerio de la Palabra, ilustrando con ejemplos concretos su experiencia, especialmente en el servicio entre los pobres. «Veremos cómo la irrupción de la Palabra de Dios encarnada entre los pobres es capaz de transformar sus vidas. Dios acontece, se manifiesta y transforma con su luz admirable».

Como recuerda el Papa Francisco en su carta apostólica Aperuit Illis: «La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce, es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura. Pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables». Y citando a San Jerónimo: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).

En esta línea, Pedro subraya: «Es urgente que la Iglesia se entregue a la misión que le ha sido encomendada: Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado (Mt 28, 19-20a)». Por ello, concluye, «debemos estar abiertos a las mociones e inspiraciones del Espíritu Santo que nos revelen, de forma creativa, los medios y modos de servir al anuncio del Evangelio en el mundo de hoy».

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El ministerio de la Palabra implica dos aspectos fundamentales y complementarios. Por un lado, Pedro Jara destaca que «es un ministerio; somos simples servidores al servicio de algo mucho más grande que nosotros, que nuestras ideas, concepciones y presupuestos: la Palabra de Dios, que es Dios mismo». Para poder ejercer este servicio, afirma, «es necesario dejarnos transformar por la Palabra con humildad, antes de llevarla a los demás». Solo desde el testimonio personal y desde una actitud de sorpresa, admiración y oración constante es posible transmitir la vida que ella nos ofrece. En este sentido, asegura que «servir a la Palabra no consiste tanto en transmitir conocimientos, sino en discernir la vida a la luz de la Palabra de Dios».

Por otro lado, Pedro subraya que la Palabra de Dios se encarna en cada persona y en cada acontecimiento. Esto la hace viva y actual, capaz de transformar profundamente la vida humana. Como señala la Escritura: «Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz, más tajante que espada de doble filo; penetra hasta el punto donde se dividen alma y espíritu, coyunturas y tuétanos; juzga los deseos e intenciones del corazón» (Hb 4, 12).

Jesucristo, la palabra definitiva del Padre se hace presente para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz (Lc 1, 79)», concluye Pedro Jara.

El cardenal Cobo, ante la campaña de Manos Unidas contra el Hambre: «Nuestro esfuerzo y colaboración no pueden reducirse a algo puntual, sino que debe ser una constante en nuestra vida»

La Iglesia española celebra el próximo domingo, 9 de febrero, la Campaña contra el Hambre, iniciada por Manos Unidas hace más de 60 años. Con este motivo, el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, ha escrito una carta en la que recuerda que el hambre «no es un problema nuevo», y precisamente por esto «es más grave, que en un mundo que se presenta como próspero y en el que la globalización es una realidad, sean más de 738 millones los que padecen hambre, fruto de la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia».

El arzobispo de Madrid anima a participar en la campaña, que coloca, asegura, en el centro del año jubilar. En la Bula de convocatoria del Jubileo, el Papa Francisco contaba que el jubileo «nos recuerda que los bienes de la tierra no están destinados a unos poco privilegiados, sino a todos». Por eso, «es necesario que cuantos poseen riquezas sean generosos». Y este es precisamente el lema de la campaña de Manos Unidas de este año, Compartir es nuestra mayor riqueza.

«Una constante en nuestra vida»

«Este compartir tiene, como sabéis, muchas formas», señala el arzobispo de Madrid. La más inmediata sería la participación en la colecta de este domingo. Pero «nuestro esfuerzo y colaboración no pueden reducirse a algo puntual, sino que debe ser una constante en nuestra vida».

Una de las respuestas que Manos Unidas recuerda con ocasión de la campaña es el movimiento Economía de Francisco que busca, explica el cardenal Cobo en su carta, «un modelo económico más justo, inclusivo y sostenible en respuesta a los problemas globales de la desigualdad, la pobreza y el deterioro ambiental», en el que «los descartados estén en el centro de la realidad socio-económica».

«Os animo a vivir de tal manera que podamos construir un mundo más justo y más humano —invita al concluir su carta—, de modo que contribuyamos en este año jubilar a hacer posible que la esperanza llegue a todos».