¿Es posible volver a ser feliz tras la muerte de un ser querido? ¿Se puede recuperar una vida plena? «Sí, se puede», afirmaba Jorge Megías Carrión, animador de la Pastoral del Duelo en España, durante la ponencia que ofreció ayer, lunes 17 de marzo en la Parroquia de Santa Cristina. Ahora bien, para sanar de raíz el sufrimiento que deja la muerte de un ser querido, es necesario recorrer un camino. «Se necesita todo un proceso, un trabajo de duelo, un itinerario de sanación con una metodología concreta y el acompañamiento de un grupo de ayuda mutua en duelo», explicó Megías.
Y es que sanar va mucho más allá de desahogarse o encontrar algo de serenidad y alivio físico. «Sanar es revisarlo todo en la vida, es meter el bisturí en el alma para comprender lo que ha sucedido y cómo, y también para comprenderse a uno mismo», añadió. «Sanar es volver a tener unas relaciones normalizadas con quienes nos rodean, recuperar la paz y la alegría de vivir, la fuerza interior, la felicidad y un proyecto de vida que dé sentido a nuestra existencia». Pero también —añade— «es purificar nuestra fe, revisar la imagen que tenemos de Dios y transformar radicalmente nuestra relación con Él, viviendo una profunda conversión».
En este sentido, Jorge Megías no duda en afirmar que sanar «es cambiar radicalmente de vida». Y para lograr una sanación tan profunda, es necesario recorrer un verdadero itinerario de sanación acompañados de un grupo de duelo. Esa es precisamente la misión de los Grupos Parroquiales de Mutua Ayuda en Duelo Resurrección: «Un servicio que la Iglesia ofrece de manera gratuita a sus hijos en duelo —y a todos los que lo necesiten— desde hace más de 31 años. Un camino de sanación que ha ayudado a decenas de miles de personas en muchos países de habla hispana, incluida España».
La experiencia personal de Jorge Megías y su esposa, Purificación Roca, es testimonio de ese camino de sanación. En 2005, murió su hija Irene a causa de una meningitis bacteriana. «Diez meses después de su muerte, estábamos completamente sanados de nuestro sufrimiento, nos habíamos convertido a Dios y nos casamos por la Iglesia», recuerdan.
«No nos asusta la muerte»
En este sentido, Jorge Megías afirma que, tras recorrer este camino de sanación, hoy tienen «una vida más grande, más madura, más solidaria y más humana» que la que llevaban antes de la muerte de su hija. Han alcanzado una comprensión más profunda de la existencia, porque ahora —explica— «tenemos acceso a las realidades sobrenaturales y experimentamos a Dios en nuestra vida diaria». Esa experiencia de fe transformada les permite vivir con una nueva mirada, incluso ante la muerte. Ya no les asusta, porque han comprendido que forma parte natural de la vida humana y que, en realidad, «es la puerta que nos abre al encuentro definitivo con Dios, que es precisamente el propósito para el que Él nos creó».
Megías explica también que este proceso les ha llevado a comprender la existencia humana en tres etapas sucesivas: la vida biológica natural, que se inicia en el vientre materno y concluye con la muerte del cuerpo; la vida espiritual como almas desencarnadas, que se prolonga desde la muerte hasta la resurrección gloriosa; y, finalmente, la vida resucitada, cuando recuperamos un cuerpo glorioso, inmortal e incorruptible, para vivir así eternamente.
«Se puede ser feliz con Dios»
Como destaca Jorge, ahora viven una vida mucho más plena. Antes pensaban que la felicidad se encontraba en lo que el mundo ofrece: dinero, poder, influencia, salud, juventud, comodidad o la ausencia de problemas. Pero hoy saben que la verdadera felicidad es otra: «La felicidad consiste en vivir unidos a Dios». Porque —afirma— «Él tiene el poder, a través de la acción de su gracia en nosotros, de hacernos felices pase lo que pase, incluso en medio de la mayor tribulación».
Por eso, Jorge subraya que «la felicidad según el mundo es superficial y efímera, mientras que la felicidad según Dios es profunda y eterna». Y ese es precisamente el camino que él y su esposa han recorrido. Hoy pueden decir que son felices según Dios, y todo ello —reconocen— «es consecuencia de la muerte de nuestra hija Irene y de habernos dejado rehacer por Dios tras su muerte».
Jorge concluye su testimonio respondiendo con firmeza a la gran pregunta: ¿Se puede ser feliz tras la muerte de un ser querido? «Sí, se puede. Se puede ser completamente feliz, se puede ser feliz con Dios, viviendo en Él, que es la forma más plena y perfecta de felicidad».