- Titulo: Infomadrid/ M.D.Gamazo
- Firma: Manuela Aguilera, de la Institución Teresiana: «San Pedro Poveda soñó con un grupo de cristianos que, sintiendo con fuerza la llamada a la santidad, pudiesen transformar el mundo»
- Fin Agenda: 23-07-2024
Este domingo, 28 de julio, la Iglesia conmemora la festividad litúrgica de san Pedro Poveda. Un sacerdote, humanista y pedagogo, fundador de la Institución Teresiana, que fue elevado a los altares junto a san José María Rubio, santa Genoveva Torres, santa Ángela de la Cruz y santa María Maravillas de Jesús el 4 de mayo de 2003 en una Eucaristía presidida por el papa Juan Pablo II en la madrileña plaza de Colón.
Manuela Aguilera, directora del área de difusión del patrimonio histórico de la Institución Teresiana, nos habla de su figura. «Recuerdo -dice- las palabras que Pablo VI escribió sobre Pedro Poveda, en octubre de 1974, dirigiéndose al Consejo de Laicos: “Al hombre de nuestro tiempo le gusta escuchar más a los testigos que a los maestros; y si escucha a los maestros es porque descubre en ellos a los testigos”. Una de las mejores descripciones de Pedro Poveda, que el 21 de marzo de ese año era considerado por la UNESCO “pedagogo y humanista”, incluido así entre las “personalidades eminentes en el campo de la educación, de la ciencia y de la cultura”».
«Pedro Poveda -explica- nace en Linares en 1874, ciudad donde se manifiesta su vocación sacerdotal. En Guadix desarrolla y define esa vocación, y descubre el mundo de los más pobres. Los niños de las Cuevas le robaron el corazón y para ellos “pidió a todos”, se hizo pobre con los más pobres. Guadix lo marcó de manera indeleble. Crea unas escuelas para chicos y para chicas, talleres y clases para adultos, novedades en métodos y enfoques pedagógicos. Y se va involucrando, casi sin saberlo, en las corrientes innovadoras del catolicismo español más inquieto y avanzado. En 1904, a los dos años escasos de la creación de esas escuelas, escribió: “Las Escuelas del Sagrado Corazón de Jesús, fundadas en el barrio de las Cuevas de la Ciudad de Guadix, tienen por objeto proporcionar enseñanza gratuita, alimentar y vestir, en cuanto es posible, a las clases proletarias. Es nuestro deseo regenerar a las familias por medio de los chicos/as pero sin olvidar a los mayores”. Desde entonces, creyó siempre en la persona y apostó firmemente por lo que más tarde serían principios educativos capaces de sustentar, a un tiempo, el permanente desarrollo de la misma».
Diálogo fe-cultura
«A Covadonga -prosigue- llega como canónigo de la basílica en 1906, con 32 años recién cumplidos, y allí permanece 7 años. Ante los ojos de la Virgen de Covadonga, la Santina, se le abrirían horizontes insospechados. Merece la pena destacar el despierto y agudo interés con que percibía las novedades que afectaban al mundo de la enseñanza y la educación. La privilegiada situación de Covadonga le permitía observar la complementaria que aunaba espiritualidad y cultura. Desde Covadonga se atrevió a dar forma a todo un programa de alcance nacional, el proyecto de una Institución Católica de Enseñanza, destinada a “llevar la savia de la educación cristiana a las nuevas estructuras docentes que las transformaciones sociales y culturales de los tiempos modernos habían preparado”.
Para Manuela Aguilera, «fue el punto de partida de una actividad incansable. Centros pedagógicos, Academias, publicaciones, apoyo resuelto al papel de la mujer en la cultura y en la sociedad, defensa de los valores de la familia, de la dignidad de los educadores, del derecho de los niños y jóvenes a una sólida educación, apuesta decidida por un mundo de valores eminentemente humanos y evangélicos. Con los medios que tenía a su alcance: prensa, publicaciones, proyectos, propuestas…, insistía constantemente en la necesidad del estudio, del amor a la ciencia, del cultivo de la mente y de ese estudio como forma de analizar y transformar la realidad. Era su personalísima manera de ser y de actuar. En Covadonga comienza a dar forma al carisma de la Institución Teresiana: el diálogo entre la fe, la cultura y la justicia, al estilo de los primeros cristianos, como laicos en el mundo».
«En Jaén -continúa- vive entre 1913 y 1921, años fecundos para el desarrollo de la Institución Teresiana. Y, entre 1921 y 1936, en Madrid. Viendo cercana una muerte que presentía violenta, expresó que era “tiempo de tener y dar paz”. Muere en la capital de España como testigo de la fe, en la madrugada del 27 al 28 de julio de 1936. Hoy, sus palabras resuenan con singular intensidad. La humanidad entera clama por una cultura de la paz para mejor repartir los frutos del progreso. Un progreso que es de todos», remarca.
Cristianos capaces de transformar el mundo
«La escuela de Poveda -comenta- ya proponía entonces de manera anticipada la misma propuesta que hoy mantiene y que la Institución Teresiana, fundada por él, despliega en treinta países de cuatro continentes: que sean los valores cristianos los que impregnen de sentido la vida. Unos valores empapados de capacidad crítica que posibiliten a la persona otras formas de conocimiento, de acceso e interpretación de la realidad. Poveda transmitía y comunicaba desde los principios de la libertad y de la justicia, y desde ellos enseñaba a construir. Concebía a la persona como sujeto de su propio proceso, con posibilidad de construir-se a sí misma y, al mismo tiempo, como fermento en la masa al estilo de los primeros cristianos».
Considera que la figura de Poveda es de plena actualidad. «Estaba convencido de que la misión de la Iglesia en el mundo se lleva a cabo a través de la presencia de los cristianos allí donde se encuentran, y acogió un reto: la urgencia de convocar a laicos que, viviendo a fondo su vocación, estuvieran en el mundo asumiendo sus responsabilidades como ciudadanos y como cristianos. Soñó con un grupo de cristianos que, sintiendo con fuerza la llamada a la santidad, pudiesen transformar el mundo».
Sin olvidar que, «como educador y humanista, se dejó afectar por el papel que correspondía asumir a la población femenina en una época que había terminado reconociendo los derechos de ciudadanía a los hombres de las diferentes clases sociales y que no podía seguir dejando fuera a las mujeres». «Buena parte de los proyectos que desarrolló -indica-, especialmente desde 1911, estuvieron dirigidos a apoyar la formación intelectual y personal de las mujeres». Por eso, «incontables mujeres estudiosas aceptaron la invitación cultural y educativa de las Academias de la Institución Teresiana, fundadas por Poveda. Lo hicieron con el interés de quien encuentra libre el camino de su dignidad intelectual y humanizadora, así como el del necesario y competente diálogo entre la fe y la cultura».
Defensor de la dignidad humana
Manuela Aguilera asegura que «a este educador le honra el haber llamado a las mujeres a implicarse en los cambios sociales; y el haber reconocido y contado con las posibilidades de ese grupo emergente que estaba incorporándose por primera vez a la cultura académica. A este pedagogo le distingue el haber alentado incesantemente a todas aquellas que manifestaban deseo de estudiar por el camino de la ciencia y de la investigación, al mismo tiempo que por el de la acción y del compromiso con la sociedad».
«Fue un convencido y un defensor de la dignidad de cada ser humano -apunta-, y de cada pueblo. Con una convicción fruto de la experiencia de la fe en Jesús de Nazaret. Empeñó sus energías en ofrecer, a través de la educación y la cultura, los instrumentos y las capacidades necesarias para conocer y decidir. Reconoció entre los menos valorados de su tiempo a los pobres, a grupos humanos marginados, a la mujer, a los educadores, y con ellos emprendió un camino que al tiempo que les dignificaba, les hiciera capaces de ser agentes de su historia y de la historia, entrando de modo profundo y crítico en la cultura para ser capaces de transformarla».
«Las principales intuiciones de Poveda en los comienzos del siglo XX -resume- fueron la vocación laical, el rol social de la mujer, la opción socioeducativa, el trabajo en puestos oficiales o políticos… Maestro de una gran audacia evangélica o intuición profética, creía y afirmaba el papel de los laicos en la Iglesia. Creyó en el diálogo y lo hizo aparecer en el contenido del carisma de la Institución Teresiana: el diálogo entre la fe y la cultura…».
Carisma y misión de la Institución Teresiana
«El carisma (diálogo entre la fe, la cultura y la justicia) y la misión de la Institución Teresiana -señala-, está presente en 30 países del mundo de los 4 continentes. El carisma hoy está especialmente atento a aquellos problemas que emergen de la nueva situación contemporánea, primando los referidos a las situaciones de injusticias sociales y políticas ante las que el cristiano no puede volver el rostro. La atención a la diversidad cultural en sus diversas fisonomías, el contacto con inmigrantes y personas de culturas y religiones diferentes en muchas partes del mundo son centro de su interés».
«La Obra de Poveda -insiste- apuesta por un diálogo continuado y discernidor entre las posibilidades que ofrecen los nuevos hallazgos de investigaciones científicas y las realidades valiosas que resultan afectadas, como la vida, la dignidad humana, educación, trabajo, familia, ética, protección del medio ambiente, ejercicio de la ciudadanía en los asuntos públicos, libertad de conciencia, coexistencia de confesiones religiosas...». Por ello, «la educación, la familia o la situación de las mujeres en el mundo son centros de interés de una Institución que promueve la experiencia religiosa, la conciencia eclesial y la capacidad para el diálogo interreligioso» así como «formar en la coherencia de vida y capacidad de relaciones entre la fe cristiana, la cultura y las culturas».
«La Institución Teresiana -afirma- hoy se define como una unidad asociativa formada por la Asociación Primaria o núcleo, de carácter universal, y las asociaciones ACIT, de carácter local. Los miembros que integran la Asociación Primaria son mujeres que se comprometen a dedicarse con plena disponibilidad al cumplimiento de la misión y a la realización de la Institución, mientras que las ACIT nacieron con el nombre de asociaciones cooperadoras y las constituyen hombres y mujeres que se comprometen a realizar la misión de la Obra allí donde se encuentren. Son dos modalidades de compromiso que constituyen la misma Institución».
Centenario aprobación pontificia
«Pedro Poveda -evoca- llega a Madrid en 1921, fundamentalmente a trabajar con estudiantes universitarias, a dar forma a la identidad de su obra y a preparar la aprobación pontificia de la Institución que fundó, que tuvo lugar en 1924, lo que significa que este año estamos en el centenario de dicha aprobación. Desde esa fecha y la muerte del fundador, la Institución Teresiana vive una interesante experiencia de desarrollo evolutivo como realidad asociativa compleja. Durante estos años difíciles, supo prestar a la Iglesia el servicio que consideró más oportuno: la dedicación a una formación integral de la persona. En este sentido se desarrolló la vida y la actividad de la Institución».
«Ser miembro de la Institución Teresiana -manifiesta- supone ser llamado/a a una vocación laical. Nuestro modo de vida no es en “casas”, existen múltiples y variados modelos de vivir al igual que existen en la sociedad que vivimos ya que la Institución Teresiana no es una congregación religiosa».
«Hoy, junto con el trabajo individual o profesional de sus miembros, en Madrid destacan proyectos y actividades corporativas como: el Colegio Mayor Poveda, actividad residencial universitaria; el Instituto Veritas, centro educativo de enseñanza de todos los niveles educativos; el Proyecto San Cristóbal, dedicado a la atención, en dicho barrio, a inmigrantes, mujeres en situación de vulnerabilidad, preparación profesional, apoyo escolar, etc.; el Proyecto Socioeducativo de apoyo escolar en tres centros públicos; la Residencia de mayores 'Josefa Segovia'; y la atención a jóvenes de ACIT-joven en Madrid», concluye.