El obispo auxiliar de Madrid, Vicente Martín, ha presidido este miércoles, en la capilla de la parroquia de Nuestra Señora de las Angustias, la Vigilia de oración organizada por la Comisión Diocesana contra la Trata de Personas. Una capilla que se ha llenado de personas comprometidas en erradicar esta plaga «con compromiso, esperanza y acción». «La Iglesia no puede caminar al margen de este sufrimiento y este dolor. Hoy se nos convoca y nos dirigimos al Padre pidiendo que nos dé el don de la conversión, pidiendo escuchar sus anhelos y sus esperanzas. Estamos llamados a ser embajadores de esperanza», ha subrayado el obispo auxiliar al comienzo de una vigilia que ha contado con testimonios de personas que se han visto forzadas a dejar su hogar para buscar un futuro mejor.
Testimonios de resiliencia y esperanza como el de Rani, de Australia, obligada a casarse forzadamente; el de la joven Praise, de Nigeria, víctima de explotación sexual; el de Agani, migrante filipina, víctima de explotación laboral; el de María, colombiana, víctimas de explotación laboral y sexual. «Agradecemos el esfuerzo de tantas organizaciones que caminan junto a las supervivientes».
Tras la lectura del Evangelio, el obispo auxiliar ha recordado el «programa de vida de Jesús» que también tiene que ser el programa de cada cristiano y de la Iglesia: «El Espíritu del Señor está sobre mí, él me ha ungido. Me ha enviado para dar la Buena Noticia a los pobres». Insistió en que la Buena Noticia no puede quedarse en palabras, sino que debe traducirse en gestos concretos de solidaridad y cercanía con quienes más sufren: «Ante las personas que sufren, por cualquier causa, Dios nunca es indiferente. Si lo que hacemos y decimos los cristianos no es captado como Buena Noticia por los que sufren, ¿qué Evangelio estamos predicando?».
El obispo auxiliar de Madrid ha subrayado que Jesús se entregó a liberar a las personas de toda clase de esclavitud y que la Iglesia está llamada a continuar su misión, especialmente con los más vulnerables: «Hay algo que los cristianos hemos de ver con absoluta claridad en nuestros días: no se puede anunciar ni vivir el Evangelio de Cristo si no es desde la defensa de los excluidos y desde la solidaridad. Sencillamente no se puede vivir y anunciar el Evangelio de Jesús como Buena Noticia si no va acompañados de gestos, de cercanía y de solidaridad, de encuentro con los que más sufren. Nos empezamos a parecer a Jesús cuando nuestra vida, nuestra manera de actuar, nuestro amor hecho cercanía, puede ser captado por las personas que sufren».
En su discurso, el obispo auxiliar ha alertado sobre la trata de personas, una realidad que afecta de manera especial a mujeres, niños, jóvenes, migrantes y refugiados. Ha invitado a la comunidad cristiana a no acostumbrarse a las injusticias y a evitar caer en la impotencia: «No está en nuestras manos la solución definitiva, pero todos tenemos manos para escuchar con el corazón y para acercarnos con compasión a quienes son víctimas. Estamos llamados a luchar con ellos para erradicar esta lacra social de la trata de nuestra sociedad. Cada gesto de cercanía, escucha, mano tendida, cada encuentro, es sacramento de esperanza».
Durante la vigilia, se compartieron testimonios de personas que han sufrido esta esclavitud moderna: «Son testimonios que no ocultan el sufrimiento, pero que se abren a la esperanza», ha destacado el prelado. En este sentido, ha relatado una experiencia personal que vivió hace unos años en Canarias, donde conoció amujeres víctimas de la trata: «Fui para transmitirles esperanza, pero al escuchar sus historias sentía que me empequeñecía. Me preguntaba: ¿qué puedo decirles en nombre de Dios?». En aquel momento, compartió con ellas unas palabras del Evangelio: «Estoy con vosotras, no tengáis miedo». Tras las lágrimas, brotaron sonrisas y una de las mujeres comenzó a cantar el Hallelujah de Leonard Cohen. «Aquella canción me supo a oración, a Evangelio», ha confesado.
Vicente Martín ha concluido su mensaje recordando las palabras del papa Francisco: «Solo conseguiremos ser luz de esperanza si somos capaces de mirar fijamente al Señor, porque Él es nuestra gran esperanza». En este sentido, ha animado a los presentes a ser «embajadores de esperanza» y a unirse en la misión de la Iglesia de combatir la trata con cercanía, compromiso y oración.