Lo primero que les dijo fray Alfonso a los padres que se reunieron para hablar de la serie Adolescencia fue que no entraran en pánico. Y es que el último gran estreno de Netflix presenta la historia de Jamie, un chaval de 13 años acusado de asesinar a una compañera de clase. A lo largo de cuatro capítulos se van desvelando las carencias de este chico y cómo su vida activa en redes sociales ha predeterminado sus actos, ideologizados hasta el extremo de considerar que él no ha hecho nada malo.
Fray Alfonso llevaba tiempo viendo la inquietud de los padres de tener un espacio en el que dialogar que fuera distinto de las escuelas de padres que ofrecen en los centros educativos. Así que cuando vio la serie pensó que este era el momento. Los convocó el pasado jueves en la parroquia Santa Rita, donde es vicario parroquial y planteó la sesión, él que es experto en comunicación, desde el punto de vista de la comunicación con los hijos.
Así, frente a las múltiples maneras de abordar la serie, con muchos hilos de los que tirar, «intentamos ver cómo lograr tener una conversación con los hijos» basándose en las experiencias de diálogo profundo que se dan en Encuentro Matrimonial, asentado en la parroquia. Para ello, fray Alfonso proyectó una selección de 30 minutos que él mismo había hecho de la serie —asimismo, ha escrito un artículo desmenuzando el argumento—.
«Nos hizo reflexionar mucho», señala Mónica, con dos hijas adolescentes, que asistió junto a su marido. Sobre todo, como el sacerdote «nos lo presentó en positivo», se llevaron a casa cuestiones como «la importancia de un diálogo positivo en casa, que se sientan comprendidos, y de tener charlas serias no tanto de control o reprimenda, sino para establecer más conexión con ellos».
En este sentido, todos los padres «pensábamos que nos gustaría tener más tiempo libre para estar con ellos, pero él nos habló de tiempo de calidad, de confianza, de cenar juntos, de estar enterados de lo que hacen, con quién van, qué dinero tienen, dónde se mueven… Ser unos padres cercanos», comenta.
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Emoticonos y formas propias de comunicarse
Dos aspectos llamaron fuertemente la atención de Mónica. «Todos los padres tenemos cortafuegos y conocemos el peligro del porno», pero en el coloquio «nos dimos cuenta del desconocimiento que tenemos» en general de las redes sociales. Por ejemplo, que los chavales utilizan el sistema de envío temporal de fotos para pegar el texto que quieren transmitir y que no quede rastro. O cómo utilizan los emoticonos cuando quieren hablar de sexo, drogas, violencia, incel o misoginia —a lo que alude directamente la serie—, autolesiones o extremismos. «Qué cantidad de iconos con su significado que desconocíamos…».
«Deberían hacerlo en muchos sitios más», apunta esta madre, porque además ayudó a acercarse a la serie no solo «en dramático, sino que se puede sacar siempre algo en positivo». Este fue precisamente el tono que marcó fray Alfonso. Además de huir del pánico, animó a los padres a fomentar un espíritu crítico en sus hijos, ayudándoles a que se den cuenta de que «no todo lo que ven en internet es bueno y es real».
Por último, les invitó a ser padres accesibles: «Que sepan que en papá y mamá tienen ayuda, y para esto ellos tendrán que preguntar y saber qué es lo que le duele a mi adolescente, porque si somos capaces de saberlo, les vamos a poder ayudar mejor». En este sentido, tal y como refleja la serie, «es interesante ver que las heridas de los adolescentes son las heridas de la sociedad, que se les están transmitiendo».
En conclusión, se trata «no de alarmar, sino de ser bálsamo; que la parroquia, en colaboración con los padres, podamos juntos ser ese bálsamo para las heridas que la sociedad va transmitiendo a los hijos».
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