Madrid

José Luis Segovia, Vicario Pastoral de la Archidiócesis de Madrid: «Decente es un trabajo que dignifica a la persona que lo lleva a cabo»

  • Titulo: Sandra Madrid/HHTT

Ayer, lunes 7 de octubre, se celebró la Jornada Mundial por el Trabajo Decente. Según la ONU, la promoción del respeto de los derechos laborales es un aspecto central de la labor del Pacto Mundial de las Naciones Unidas. El respeto de los derechos de los trabajadores y el cumplimiento de las normas laborales son la base del trabajo decente.

¿Qué es exactamente el trabajo decente? ¿Cuál es su concepto para los cristianos? ¿Cómo se defiende desde la Iglesia Española? A estas preguntas ha respondido el vicario Pastoral de la archidiócesis de Madrid, José Luis Segovia, en una entrevista publicada por la revista ‘A hombros de los trabajadores’ de Hermandades del Trabajo.

«Trabajar es prolongar el designio amoroso y transformador de Dios y un modo de ganarse el pan y subvenir las necesidades propias y de la familia; el trabajo es una forma de participar de la obra creadora y humanizadora de Dios». Pero «cuando pasa a ser un modo de perder la libertad (esclavitud) o se realiza en condiciones de opresión (explotación), o se impide el despliegue de otros aspectos de la persona y de la vida (unidimensionalidad), o se desarrolla en condiciones insalubres e inseguras (siniestralidad laboral) o el trabajador, por más horas que haga, no puede asegurar el sustento familiar, ni acceder a una vivienda digna (trabajo precario)… En ese momento y por múltiples causas, el trabajo deja de ser decente».

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«El trabajo es una misión»

Asimismo, Segovia ha explicado que «decente es un trabajo que dignifica a la persona que lo lleva a cabo», que la «expresa» en su relación con la naturaleza, la historia y la sociedad. «Permite desplegar las capacidades, competencias y habilidades de cada ser humano, asegurándole su realización personal, asegurando la calidad de vida del trabajador y de su familia, y se desarrolla en un contexto de cuidados y protección».

En este sentido, «para los creyentes expresa la respuesta a una vocación. El trabajo es una misión». Eso lo supo entender muy bien D. Abundio, y forma parte de vuestro carisma que hace del apostolado la razón de ser de las Hermandades del Trabajo. «Las migraciones y las mujeres y los hombres migrados constituyen una riqueza y una imponente oportunidad si sabemos responder con audacia, solidaridad y creatividad a este desafío».

«Los sindicatos deben mirar por los derechos de los trabajadores»

El trabajo decente se extiende a varios ámbitos, como la salud laboral, sueldos dignos, jornadas de trabajo que no invadan la vida personal, conciliación, etc. ¿Es una responsabilidad solo de las empresas? «Evidentemente, compete a las empresas el cumplimiento de la normativa laboral y demandar su cumplimiento». Pero «los derechos están más afianzados cuando se fundan en una malla tupida de actores con deberes». A la empresa se debe sumar el Estado. Este debe garantizar el cumplimiento de las leyes, la vigilancia de su efectividad, asegurar los derechos laborales y su expansión, la sanción en caso de su incumplimiento, etc.

Por su parte, «los sindicatos deben mirar por los derechos de los trabajadores y cumplir con eficacia su cometido, teniendo siempre una especial predilección por los más vulnerables, incluso por los trabajadores extranjeros que están en situación de irregularidad administrativa». Finalmente, «compete de un modo singular a los propios hombres y mujeres que desarrollan su actividad laboral y que son los primeros afectados por un trabajo no digno».

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«Poner el foco en las relaciones laborales y en las estructuras sociales»

A la pregunta que si cree qué existirá en algún momento la justicia social universal, José Luis Segovia ha señalado que «justicia es una palabra omnicomprensiva que se puede intercambiar en la Sagrada Escritura con Salvación y con Paz. Nunca se realizarán plenamente porque participamos del pecado original y la plenitud solo la regalará el buen Dios al final de los tiempos». Sin embargo, «eso no nos exime de que nuestro anhelo de paz, de justicia y de salvación se tenga que traducir en búsqueda incesante de los derechos de los trabajadores, mejoras en su calidad de vida y prestaciones sociales, etc. Es el “ya, pero todavía no” del Reino de Dios».

Por último, ha añadido que no podemos culpabilizar a los pobres por su pobreza. «Las personas en situaciones de vulnerabilidad, legítimamente, se agarran a un clavo ardiendo». Por eso, «es importante poner el foco en las relaciones laborales y en las estructuras sociales». Somos los demás y, particularmente, las autoridades los que «hemos de impedir un abuso sobre las personas más frágiles que, a su vez, acaban fragilizando al sistema entero». Lo que no hagamos por solidaridad y sentido de la justicia, debiéramos hacerlo por sentido común y hasta por interés.

El cardenal Cobo, junto a la Iglesia en Madrid, clama por la paz en una vigilia de oración: «No podemos vivir anestesiados ante las guerras, pidamos la luz del Resucitado que nos ayude a ser testigos de su paz»

  • Titulo: Infomadrid / B. A. / Fotos: Santiago Tedeschi Prades

Intenso silencio orante en la catedral de la Almudena este lunes, 7 de otubre, a las 20:00 horas, cuando las campanas tañían por la paz en el mundo. El sonido elevaba al cielo una plegaria: «Oh Dios, creador del mundo, que extiendes tu preocupación paternal sobre cada criatura […]. En un mundo dividido, renueva en nosotros la maravilla de tu misericordia, envía tu Espíritu sobre nosotros para que los enemigos puedan empezar a dialogar, para que las personas puedan encontrar entre sí la armonía, para que se elimine todas las disputas, para que el perdón venza el deseo de venganza».

Era el ecuador de la vigilia de oración por la paz convocada por el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, siguiendo el llamamiento del Papa Francisco a los cristianos del mundo entero. En una catedral de la Almudena con una abundante presencia de fieles, el consiliario de Justicia y Paz Madrid, entidad encargada de organizar la vigilia junto con la delegación episcopal de Ecumenismo, Ignacio María Fernández, resaltaba el objetivo de la celebración: pedir al Señor el don de la paz, la conversión de los violentos, por las víctimas, «todas las víctimas», remarcaba, y por la paz en los corazones, en las familias y en las comunidades.

El marcado carácter ecuménico de la celebración quedó reflejado en la amplia representación de distintas confesiones cristianas presentes en el ámbito de Madrid. Así, junto al cardenal Cobo, arzobispo de Madrid, que presidía la celebración, se dieron cita Timotei Lauran, obispo de España y Portugal de la Metropolía Ortodoxa Rumana de Europa Occidental y Meridional; Bessarion, metropolita de España y Portugal del Patriarcado de Constantinopla; el padre Shnorqh Sargsyan, vicario de la Iglesia armenia; la pastora Esther Ruiz, de la Iglesia evangélica española; el pastor Ramiro Arroyo, de la Community Church; la reverenda Sally McDougall, de la Iglesia anglicana; y el reverendo Busquets, de la Iglesia reformada episcopal.

Asimismo, estuvieron presentes el cardenal Carlos Osoro, arzobispo emérito de Madrid; los obispos auxiliares de Madrid Vicente Martín y José Antonio Álvarez; el rector del Seminario Conciliar de Madrid, Antonio Secilla, así como vicaruos episcopales y sacerdotes.

Como afirmaba la reverenda Sally poco antes de comenzar la celebración, «la catedral es un sitio de reunión para todo el mundo, en ocasiones para celebrar, esta noche para orar», y la convocatoria una forma de acoger a todos. Precisamente esta referencia a la casa de todos que hacía McDougall fue con la que abrió el cardenal Cobo la celebración, quien además saludó al Pueblo de Dios congregado en la catedral haciendo especial énfasis en la palabra paz.

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«La guerra siempre es una derrota»

Ya en su homilía, el arzobispo de Madrid, que en varias ocasiones se refirió a Jesucristo como Príncipe de la Paz, afirmó que los creyentes «no queremos vivir ciegos ni insensibles ante el llanto» de los hijos de Dios. «Necesitamos en medio de la noche la luz del Resucitado ante tantos calvarios que hay en el mundo».

El cardenal denunció los conflictos que asolan el mundo en tantos sitios, Siria, Yemen, África, Ucrania… Y al ver Tierra Santa, «la tierra que escuchó la palabra del maestro, se nos parte el alma». Unas guerras, dijo, «alimentadas por una carrera armamentística que crece a expensas del sufrimiento humano». Muchas de ellas son consecuencia de la «desigualdad» y de la »injusticia social». Pero la guerra, aseguró, no «traerá nunca la solución del problema», sino más bien «la guerra siempre es una derrota», «un fracaso de la humanidad».

Porque los conflictos, continuó, crean «barreras entre las personas y destruyen la fraternidad universal». «Con el llanto de los pobres esta noche, juntos, no sabemos más que orar». Rezar, afirmó, para «manifestar nuestra fe en el Dios de la vida»; rezar «porque creemos en Jesucristo, Príncipe de la Paz», porque «nos sentimos llamados a bajar de la cruz» a los inocentes afectados; orar a Dios «porque queremos y necesitamos estar cerca de quienes están cerca de ti»; también porque «necesitamos el don de la conversión para poder perdonarnos» y «para que Dios arranque de nuestros corazones todo sentimiento cainita».

Las víctimas, abundó el cardenal Cobo, «son esta noche nuestros maestros de oración» porque enseñan que «la oración es la única fuerza del hombre que confía solo en Dios». En este sentido, el arzobispo de Madrid alertó: «Con seguridad estas guerras terribles van a provocar desplazamientos forzosos». Por eso, hizo un nuevo llamado a las instituciones religiosas para poner a disposición espacios de acogida.

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La luz del Resucitado

La liturgia preparada para la vigilia tuvo un momento especial, cuando los representantes de las iglesias cristianas en Madrid encendieron velas que colocaron junto al cirio pascual, a la vez que pedían a Jesucristo, Príncipe de la Paz, por la conversión de la mente y el corazón de todos los violentos; la paz para todos los pueblos en guerra, para todos los responsables de las naciones, para todos los creyentes, para todos los heridos, mutilados, desplazados, y «para que a nosotros nos dé entrañas de misericordia, acogida y hospitalidad». Imploraron también por el don del perdón, la reconciliación, la fraternidad y la paz, y por todas las personas que han muerto víctimas de la guerra.

«Hoy, en esta catedral -sostenía el cardenal Cobo- solo hay una luz insustituible, la de Cristo resucitado que vence a la muerte». Y añadió: «No podemos vivir anestesiados ante las guerras, pidamos la luz del Resucitado que nos ayude a ser testigos de su paz». También hizo suya una petición: «Señor, ayúdanos a ser testigos de tu paz», esa paz «que nos das por medio de tu Hijo, que nos amó hasta el extremo». El arzobispo concluyó recordandoque la oración «siempre es eficaz, no lo olvidéis», y animando de nuevo a pedir el don de la paz: «Él nos la da, pero depende de nosotros acogerla en nuestro corazón y en nuestra vida».

El obispo auxiliar de Madrid, Don José Antonio Álvarez, participa en el acto de apertura del curso de formación bíblico-ecuménica

  • Fin Agenda: 07-10-2024
  • Galeria: 2024-10-18

La sede del Centro Ecuménico Julián García Hernando (José Arcones, 37 – 2º) acogerá el viernes 18 de octubre, a las 19:00 horas, el acto de apertura del curso de formación bíblico-ecuménica 2024-2025 organizado por las Misioneras de la Unidad, estará presidido por el obispo auxiliar de Madrid, Don José Antonio Álvarez. La ponencia inaugural, “Nicea, punto de partida de un estilo sinodal”, será impartida por el rector de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, Nicolás Álvarez de las Asturias.

Antonio Fernández, sacerdote de Madrid, vivió en primera persona el ataque de Irán a Israel: «El Señor hará que surja la paz en los corazones de los hombres»

  • Titulo: José Calderero de Aldecoa
  • Firma: Antonio Fernández, sacerdote de Madrid, vivió en primera persona el ataque de Irán a Israel: «El Señor hará que surja la paz en los corazones de los hombres»

Apenas cuatro días después de que el sacerdote madrileño Antonio Fernández llegara a Israel, concretamente a Jerusalén, para «pasar un año sabático de estudio y oración», las sirenas de ataque aéreo comenzaron a sonar. «En realidad primero llegó una alerta al móvil, en la que se decía que iban a sonar las alarmas, y posteriormente sonaran las sirenas unas dos o tres veces durante media hora», explica en conversación con Alfa y Omega.

Se trataba del ataque de Irán a Israel del pasado 1 de octubre, en respuesta a la incursión terrestre del Ejército judío en el Líbano, que este sacerdote vivió en primera persona. «Me sorprendió un poco, porque estaba solo en mi cuarto y no estoy acostumbrado a este tipo de cosas, pero en el fondo lo vivimos todo con mucha tranquilidad». Fernández se aloja con los franciscanos, a escasos metros del Santo Sepulcro, y «aquí los frailes están más habituados a este tipo de situaciones». Así que el sacerdote diocesano tan solo se tuvo que dejar llevar.

El protocolo frente a un ataque aéreo cambia, según manifiesta Antonio, en función de si tienes un refugio cerca o no. «Pero dentro de la ciudad vieja de Jerusalén no hay, así que tienes que bajar a la planta más baja y allí tienes que esperar a que dejen de sonar las alarmas». En su caso, fue media hora.

Tiendas abiertas

A pesar del incidente, Antonio Fernández manifiesta que en la ciudad la situación es de normalidad. «Hombre, se nota que falta gente porque no hay peregrinos, pero los autóctonos siguen haciendo vida normal. Las tiendas siguen abiertas, salvo las que se dedican exclusivamente al turismo o las peregrinaciones, y los niños continúan yendo al colegio todos los días», resume el sacerdote.

De igual modo, él también pronto empezará sus clases. «Tendremos visitas arqueológicas todas las semanas», afirma. «La idea es visitar los lugares fundamentales, que están sobre todo en el entorno bíblico de Jerusalén y los alrededores». Las visitas incluyen también Galilea y, además, este año, «vamos a profundizar en toda la parte del sur, del Negev, que está relacionada con el Antonio Testamento, con el viaje del éxodo».

Vigilia de oración

El curso, sin embargo, comenzará con la Jornada de Ayuno y Oración convocada por el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa, para este lunes 7 de octubre, a la que se sumó el Papa Francisco y quien posteriormente la abrió para toda la Iglesia.

«Aquí se han organizado diversos encuentros en distintas iglesias de Jerusalén, pero todos ellos con el rezo del rosario. Date cuenta de que este lunes 7 de octubre celebramos la fiesta de la Virgen del Rosario», concluye Antonio Fernández, que invita a los católicos españoles a unirse a la jornada. «La oración y el ayuno es muy importante, porque es el Señor el que hará que surja la paz en los corazones de los hombres».