- Titulo: Infomadrid / B. Aragoneses
«Esto no es una visita teatralizada; soy el prior del convento». Con simpatía, aludiendo a su hábito de dominico, comienza el padre Iván Calvo la visita de este lunes, 3 de junio, a la basílica de Atocha para el grupo de 20 personas que lograron plaza; afortunados ellos porque la lista de espera era de 100. La actividad se enmarca en las celebraciones del 500 aniversario de la presencia en la basílica de la orden de los dominicos.
Algunos de los presentes —mujeres en su mayoría— no habían entrado nunca; otros, solo a rezar. Había quien conocía algo de la historia de la Virgen, pero nada comparado con la profusión de datos históricos y relatos espirituales que el prior va trasladando a lo largo de la hora y media larga que dura el recorrido por el recinto. Que comienza en la puerta, donde se conservan dos escudos en piedra, uno de la orden dominicana y otro con el oso y el madroño madrileños, únicos restos que quedan de la basílica del siglo XVII.
Allí esperan Felisa, Reyes, Ángeles… Todas ya jubiladas, aprovechando que antes, «cuando trabajas, vas a matacaballo», explica Reyes. Lo bonito que es Madrid, coinciden todas, «y en circunstancias normales no lo miras». En la visita tendrán tiempo de detener la mirada en infinidad de detalles que les va presentando el prior. Como el primer documento en el que aparece referenciada la Virgen de Atocha, un escrito del siglo XII que se conserva en la catedral de Toledo.
Aunque su origen, en realidad, se situaría en los comienzos del cristianismo si se atiende a una de las leyendas que hay sobre esta devoción, según la cual fue tallada por el mismísimo Nicodemo, policromada por san Lucas y traída a la península por los discípulos de san Pedro desde Antioquía.
Hay otra más cercana en el tiempo, cuando la ocupación musulmana, que tiene como protagonista a Gracián Ramírez, un principal de Madrid que acudía con mucha frecuencia a rezar ante una imagen de la Virgen que había a orillas del Manzanares.
Una noche, la imagen desapareció, encontrándola el caballero tiempo después en la zona donde actualmente está la basílica. Al ser terreno donde predominaban las atochas —planta sencilla y humilde—, la imagen pasó a llamarse Nuestra Señora de Atocha y quedó resguardada en una pequeña ermita mandada construir por Ramírez.
Presencia de los dominicos
Sea como fuere, en 1523 los dominicos llegan a la primitiva ermita y establecen un convento con capacidad para más de 100 frailes y un hospital de peregrinos, lo que da idea de la extendidísima devoción que ya se le profesaba por aquel entonces a la Virgen de Atocha, considerada la «primera y más antigua patrona de esta imperial villa de Madrid».
La talla actual es de la segunda mitad del siglo XIII, en madera oscura policromada. Es una de las imágenes marianas más antiguas de Madrid y, como detalle, explica a los visitantes el prior del convento, lleva una manzana en la mano, símbolo de la nueva Eva.
Desde lo alto del camarín solo se puede ver a la Virgen de espaldas, por lo que hace años se encargó a un equipo de plateros de Sevilla hacerle una espalda en la que se incorporaron sus símbolos: el rosario —por la especial relación con esta devoción de los dominicos—, el escudo real, el escudo de la orden, rosas y lirios que aluden a su pureza y las letras A y M por Ave María.
Salvo que lo dispongan los reyes, esta imagen no sale nunca en procesión; los primeros domingos de octubre, para su festividad, se utiliza una copia. «El valor que tiene es todo el bien que ha podido hacer a la gente que ha pasado ante Ella», afirma el padre Iván. E invita a rezarle un Avemaría, «el que quiera», que esto es libre, aunque los dominicos ven estas visitas como una oportunidad de acercar a la gente a la fe.
Manto y joyas de Isabel II
Antes de llegar al camarín hay una sala que contiene algunos de los atavíos con los que se adorna al Niño y a su Madre. La mayoría, donados por reinas o mujeres de la corte; desde el siglo XIX se conservan 20 mantos, algunos de ellos hechos con vestidos de boda.
Sobresale un manto en terciopelo rojo bordado con las ropas que llevaba Isabel II cuando fue atacada por el cura Merino, que le intentó clavar un estilete en el abdomen. Sucedió de camino a la basílica; la reina iba a agradecer a la Virgen el nacimiento de su primera hija, la infanta Isabel de Borbón y Borbón, más conocida como la Chata. Totalmente ilesa, Isabel II lo atribuyó a la intervención de la Virgen de Atocha y le regaló lo que llevaba ese día, incluidas las joyas que lucía, topacios y diamantes del Brasil, con las que se hicieron corona y rostrillo para la Virgen, y coronita para el Niño.
Todas estas vestiduras y joyas las luce la Virgen cada vez que alguien de la familia real acude a visitarla en ocasiones especiales. Y allí está también el ramo de novia de Letizia, porque es tradición que los reyes —o futuros— que se casan acuden a que la Virgen los bendiga, y a presentar a sus niños cuando nacen.
Pila bautismal de Santo Domingo de Guzmán
La visita incluye algunas otras piezas de gran valor histórico y espiritual. La primera, la pila donde fue bautizado santo Domingo de Guzmán, que es la que se utiliza para cristianar a todos los hijos de reyes —incluidas la Princesa de Asturias y la infanta Sofía—; está reservada solo para ellos. Se trata de una pieza de piedra recubierta que originaria de la parroquia de Caleruega, que fue pedida por Felipe III para bautizar a su hijo Felipe IV; para ello se llevó hasta Valladolid, donde estaba la corte.
Cuando esta se trasladó a Madrid, la pila también con ella, y se depositó en el convento de las dominicas de la plaza de Santo Domingo (fundado por el propio Domingo de Guzmán en 1218), después trasladado a la calle Claudio Coello y actualmente cerrado, y la comunidad de monjas destinada a Segovia. Cuando se fueron, la dejaron en depósito en la basílica de Atocha, igual que la talla de la Madona de Madrid, una de las grandes desconocidas ya que ha estado siempre en clausura.
Es una Virgen sedente con Niño, de estilo vascorromano riojano, que se piensa fue regalo del rey Don Sancho a las monjas. La Virgen preside la capilla de la comunidad de los frailes, de modo que se mantiene su clausura, si bien excepcionalmente se está mostrando en estas visitas.
Por último, los visitantes pueden venerar la talla del Santo Niño de Atocha, una imagen de Jesús con mucha devoción en México. Allí fue llevada una réplica de la Virgen de Atocha, pero desapareció la Madre y se quedó el Hijo. En los años 80-90, cuando comenzó a llegar la inmigración latinoamericana a Madrid, muchos acudían a la basílica preguntando por este Niño. Los frailes decidieron hacer una réplica y, desde entonces, nunca le faltan devotos a la imagen.
Hay dos últimas referencias en la visita, antes de concluir: a fray Bartolomé de las Casas, enterrado en el convento pero en lugar exacto desconocido, y a los cinco mártires dominicos de esta comunidad asesinados en la persecución religiosa del siglo XX.
Los grupos de visitantes de los lunes del mes de junio ya están completos, pero visto el éxito de la convocatoria, se retomarán en septiembre. Ángeles, una de las participantes, lo tiene claro al terminar: «Voy a volver».