Este jueves, 6 de junio, monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid, presidía en la ermita de la Virgen del Puerto una Eucaristía con motivo de la visita pastoral realizada al templo. Enmarcada dentro del recorrido que está realizando por la Vicaría III, en su homilía recordó que celebraba la Misa «en la víspera de la solemnidad del sábado Corazón de Jesús». Una festividad que usó como referencia para explicar a los fieles presentes que «la finalidad de la visita pastoral es que el obispo pueda confirmar en la fe» y «acoger más el amor que Dios nos quiere darnos». «Fortalecer la fe, ensanchar el corazón de los fieles que habitualmente participáis en la vida de esta ermita, y hacerlo en esta solemnidad de la belleza de la revelación del Sagrado Corazón de Jesús», resumía los motivos de su presencia.
A continuación, propuso «tres rasgos de esta devoción del Sagrado Corazón de Jesús que aparecen en las lecturas de hoy, y que pueden ayudarnos». Así, dijo, «el primero es que el Corazón de Jesús tiene que ver con una historia, con una biografía». «Al hilo de la primera lectura - prosiguió -, hemos visto cómo este camino de la revelación del corazón de Dios a su pueblo va generando un corazón humano capaz de alabar a Dios, que culminará en el Corazón de Jesús. En la historia, Dios ha ido mostrando a su pueblo el amor con gestos cariñosos… Dios ha ido revelando su corazón a su pueblo. Por lo tanto, el primer rasgo es que, para conocer bien el Corazón de Jesús, para conocer bien cómo nos ama Dios, tenemos que mirar nuestra historia y los gestos de amor que Dios ha ido haciendo con nosotros».
Magnitud del amor de Dios
«El segundo de los rasgos - continuó el obispo auxiliar de Madrid - es el de la magnitud de este amor de Dios». En alusión a la carta de san Pablo a los Efesios leída en la Eucaristía, señaló «que el amor de Dios es inabarcable. Un amor inabarcable es un amor que nunca podremos alcanzar, que nunca podremos llegar a conocer… De forma sorprendente, en un corazón humano se revela un amor infinito… Un amor cuya anchura, cuya altura, cuya profundidad no podemos conocer, y del que nos dice san Pablo que trasciende todo conocimiento». «Para nuestra vida en relación con el Corazón de Jesús - apuntó - esto significa que no podemos desesperar, porque no hay nada que él no pueda abrazar… No hay ningún lugar de pecado, de profundidad, de oscuridad donde Dios no haya estado ya, donde no nos pueda alcanzar». «En el mundo - confesó - vivimos una experiencia de mal. Cada uno de nosotros tenemos una experiencia del mal: en la enfermedad, en el rechazo, en la violencia, en los desencuentros que podemos vivir en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestros vecindarios, en nuestra sociedad, en la guerra del mundo». Un mal, comentó, «que parece absolutamente inabarcable. Pues me parece precioso reconocer que el Corazón de Jesús es capaz de abrazar todo ese sufrimiento», por lo que «no podemos desesperar de que Dios, con su Sagrado Corazón, se acerque a nosotros y sea capaz de comprender aquello por lo que estamos pasando, y de transmitirnos su amor».
Además, destacó un tercer rasgo: «el de una fuente. Lo hemos escuchado en el Evangelio: esta imagen de Jesús colgado en la cruz, de cuyo costado, traspasado por el soldado, sale sangre y agua… Esa fuente es el mismo corazón de Dios traspasado. A través de la vida de la Iglesia, de los sacramentos, del Bautismo, de la Eucaristía…, continuamente está saliendo una fuente de gracia. Para nosotros, tiene que ser un signo de gratuidad». En este sentido, invitó a los presentes a preguntarse «si me merezco el amor de Dios con esto que estoy haciendo, que estoy viviendo». «El amor de Dios -manifestó- es la fuente gratuita. Lo único que se nos pide es que vayamos a beber gratis agua» porque «el Corazón de Jesús es una fuente continua de amor, en la que él se da. Y así nos enseña a nosotros a vivir gratuitamente». Por eso, añadió, «podemos amar a nuestros enemigos y a aquellos que no nos aman, sin esperar nada a cambio. Esto, humanamente es imposible. Pero lo podemos vivir porque antes hemos sido saciados de esta inmensa fuente del amor de brota del Corazón de Cristo».
«Con estos tres pequeños rasgos» exhortó a los presentes a «profundizar en ese misterio del amor de Dios. A fortalecer nuestro amor y aumentar nuestro deseo de descubrir cómo Dios ha hecho una historia con nosotros que está llena de pequeños actos de amor. A no olvidar que este amor es inconcebible, inmenso, inabarcable, lo alcanza todo, abraza todo el mal que hay en el mundo», porque, insistió, «los cristianos no podemos nunca permitirnos desesperar». Y por último, «que hay una fuente gratuita que mana agua viva de la fe. No tenemos que merecer, simplemente hemos de venir a beber gratis de Dios». Y concluyó expresando su deseo de que «en esta ermita de la Virgen, la Madre nos lleve al Corazón de su hijo».