El jueves 20 de junio, el papa Francisco firmaba el decreto por el que reconoce las virtudes heroicas de la sierva de Dios Ascensión Sánchez Sánchez. La postuladora de su Causa, y madre general del Instituto Secular Cruzada Evangélica al que perteneció, María Sowa, explica lo que significa este reconocimiento para la obra fundada por el venerable siervo de Dios Doroteo Hernández Vera.
«El mensaje que ha dejado la sierva de Dios después de su vida, corta y aparentemente insignificante, conserva su relevancia hasta el día de hoy y, tal vez, tras tantos años después de su muerte, recobra aún mayor importancia en el escenario espiritual de la Iglesia y del mundo en el que vivimos. Precisamente ahora, cuando el Santo Padre firma el decreto por el que la Iglesia reconoce sus virtudes heroicas, podemos confirmar que su manera de vivir la santidad, de forma sencilla, expresada en el deseo de aprovechar toda ocasión para su perfección, constituye un claro ejemplo de lo que hoy en día propone la Iglesia a sus hijos: santificarse en medio del mundo, en circunstancias cotidianas, cumpliendo las obligaciones de su estado y de su trabajo diario. La virtud de Ascensión es admirable e imitable. Vivió unas situaciones como las que la mayoría de nosotros podemos vivir, con una vida sencilla, marcada por momentos favorables, pero también adversos y duros».
«Para las Cruzadas -asegura-, el reconocimiento por parte de la Iglesia de sus virtudes heroicas es por supuesto una gran alegría. El fin primero de nuestro Instituto es la santificación de sus miembros. El título de venerable otorgado a Ascensión supone para las consagradas que compartimos la vocación, espiritualidad y el carisma de la Cruzada Evangélica la certeza de que por este camino se puede llegar a la perfección como nuestro fundador querría, o sea, “sin exhibición y ruido”. Siempre fue, pero ahora con más fuerza, nuestro modelo de una cruzada ideal, de una cruzada santa. A este gozo se añade la certeza de que, viviendo en fidelidad la vocación de consagración en nuestro Instituto, igual que lo vivió Ascensión, podemos llegar a la santidad, que es nuestro fin principal de consagración».
«En cuanto a su proceso de canonización -apunta-, contamos con numerosos favores pequeños e importantes, pero aún a la espera de un milagro que pueda llevarla a los altares. Los asuntos encomendados a Ascensión son aquellos relacionados con los niños. También tenemos constancia de varios favores que obtuvieron las madres, a las que ella tanto querría, y otros de personas que, con fe, se encomiendan a su intercesión».
Militante de Acción Católica
Ascensión Sacramento Sánchez Sánchez conoció el Instituto Secular de la Cruzada Evangélica en sus inicios, de manera casual. «Nació en la localidad toledana de Sonseca -recuerda María Sowa- el 15 de junio de 1911. Fue la séptima hija del matrimonio formado por Pilar Sánchez Canora, notario en Sonseca, y Ascensión Sánchez Rodríguez. Una familia profundamente cristiana, que la bautizó el 23 de junio en la iglesia parroquial de San Juan Evangelista de su pueblo natal con el nombre de Ascensión Sacramento, por haber nacido en el día de Corpus Christi, y para que así se pudiera recordar siempre. En esa misma iglesia recibió la Confirmación el 7 de noviembre de 1915 y, a sus 7 años, la Primera Comunión, el 31 de mayo de 1919».
«Desde muy pequeña -prosigue- asistió a la escuela nacional y terminó los estudios primarios, corrientes para una chica joven de su época. Sin embargo, dotada de excepcional inteligencia, ayudaba a su padre en la Notaría, por lo que adquirió conocimientos más elevados en cuanto a cultura general y, sobre todo, dominando a la perfección mecanografía».
«La joven Ascensión -comenta-, naturalmente entusiasta, fue una notable militante de Acción Católica y, antes de la guerra civil española, apoyada por su hermana Luisina y otras amigas, fundó el movimiento en Villacañas, del que fue nombrada presidenta. Ella solía pasar las vacaciones en casa de su hermana Pilar, en Santander. Y en el verano de 1936 viajó a esta ciudad impulsada, además, por deseos apostólicos de asistir a los cursos de verano de Acción Católica. Como le sorprende la guerra civil, permanece en casa de su hermana mayor desde finales de junio de ese año hasta 1939. Para Ascensión, fue un tiempo providencial, aunque le traería durísimas experiencias. En la contienda, perdió a dos de sus hermanos, Claudio y Juan Antonio, los dos militares».
«Al final de la guerra -continúa-, en el año 1939, tomó la decisión de salir de la ciudad en busca de sus familiares, cuyo paradero desconocía. Después de recorrer distintas poblaciones españolas, encontró en Granada a José, uno de sus hermanos, quien le indicó que sus padres estaban viviendo en Jaén, junto con su hermano Ángel. Una vez reunida la familia, decidieron volver a Villacañas. Allí, Ascensión, desde el primer momento, redobla su apostolado en el grupo de Acción Católica que ella misma había fundado tres años antes. Impulsada por el afán apostólico, trabajó de manera incansable, sobre todo en favor de la reconciliación y del perdón a los enemigos, a pesar de que ella misma había perdido a dos hermanos, y toda la familia había sufrido intensamente. Trasladado su padre a Mora de Toledo, en 1940, Ascensión continuó allí su tarea en la Acción Católica».
¿Tiene usted vocación?
Para la postuladora de su Causa, «no cabe duda de que fue un encuentro predestinado por Dios cuando, en abril de 1937, Ascensión conoció a Doroteo Hernández Vera, sacerdote diocesano que, arriesgando su vida en plan clandestino, celebraba la Eucaristía y administraba los sacramentos. Él, movido por el Espíritu, en la confesión le hace esta pregunta: “¿tiene usted vocación?”. Ella responde sencillamente: “No lo sé, pero me gustaría tenerla”. Aquella confesión fue decisiva para Ascensión, aunque nadie supo entonces el alcance de ese encuentro entre ella y el joven sacerdote. Meses más tarde, Doroteo fue encarcelado por ejercer su ministerio sacerdotal, pero, igual que Ascensión, no estaba destinado a morir mártir por Cristo. Los planes de Dios sobre ambos fueron diferentes. El 8 de diciembre de 1937, Doroteo Hernández funda sin darse cuenta “una Obra para gloria de Dios”, y escasos cinco meses después, el Viernes Santo de 1938, Ascensión pasa a formar parte de la misma para realizar en ella su vocación de cruzada como expresión del anhelo de su alma: “Mi vocación – salvar almas”».
«Desde el principio -afirma -, Ascensión se identificó plenamente con la espiritualidad y el carisma propios de la Cruzada Evangélica. Y participó en los apostolados propios de la obra, desplegando una heroica acción apostólica, sobre todo en la prisión de mujeres ‘Ramón Pelayo’, en Santander. Su ansia de apostolado encontró una expresión viva en el carisma del fundador de trabajar por la unión del pueblo español después de la guerra civil, centrándose sobre todo en los apostolados ingratos y abandonados, y, de una manera preferente, atendiendo a los presos y sus familiares. De forma particular, la sierva de Dios se entregó al apostolado del perdón. Aunque la guerra civil oficialmente se había terminado, las secuelas de odio y el deseo de venganza no cesaban. ¿Quién no perdió en la guerra a algún familiar, a alguien querido?».
«En este sentido -declara- es impresionante el testimonio que ha dejado en el pueblo de Villacañas y entre los que la conocieron en aquella época. Aprovechando los dones que Dios tan generosamente depositó en su corazón, dándole un carácter dulce, pero a su vez determinado, con la autoridad de quien perdió en la guerra a dos hermanos, Ascensión se convirtió en incansable apóstol del perdón».
Albergue de la Merced
«En el año 1940 -evoca-, la Institución de la Cruzada Evangélica fue llamada a instaurarse en Madrid. Un año después, en 1941, el fundador puso su mirada en la única cruzada que podía fundar la Obra en la capital, que sin duda era Ascensión. La misión que se la encomendó era grande y exigente: iniciar la obra en Madrid y organizar el Albergue de la Merced, destinado a acoger a mujeres que habían estado en la cárcel y que no tenían hogar donde cobijarse. En una incondicional disponibilidad a la voluntad de Dios y a los deseos de sus superiores, ella se entregó por completo a la realización de la misión que se le confió. Y el 14 de junio de 1941 se inauguraba dicho albergue, la primera casa de apostolado de la Cruzada Evangélica en Madrid, de la que ella fue la primera Cruzada Mayor y directora. En ella estuvo desde su inauguración hasta el año 1946, cuando el Señor dispuso su ejemplar y santa muerte».
«Durante estos cinco años -señala-, vivió en profundidad su vocación de cruzada marcada por su excepcional entrega apostólica en una constante búsqueda de su propia santidad y la santidad de los demás. El apostolado en un ambiente hostil, ingrato, abandonado, la acercó a Dios de tal manera que le pidió que le quitase todos los consuelos, que le pidiese lo que fuera con tal que las almas no le ofendiesen, y ofreció su vida por la conversión de las almas. Fueron años de lucha interior que la hicieron fuerte en su vocación y en su amor a Dios y a las almas».
«Siempre delicada de salud -indica-, en 1946 Ascensión fue contagiada por la fiebre tifoidea. Soportó la enfermedad con gran entereza y firme confianza en Dios, y edificó a los que le acompañaban con su ejemplar, pero inesperada, muerte santa. En el mismo día de su fallecimiento realizó su consagración perpetua, diciendo antes de partir a la casa del Padre estas palabras: “Señor, lo que quieras, cuando quieras, donde quieras, pero con tu gracia… Sola ni un paso…”. Murió a sus 35 años, el 18 de agosto de 1946, en el madrileño Hospital del Rey, destinado a las enfermedades contagiosas. Su funeral se celebró en la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, a la que pertenecía el Albergue de la Merced. Sepultada en el cementerio de Chamartín de la Rosa, destinado a quienes morían en el hospital de infecciosos, en 1956 sus restos mortales fueron trasladados al cementerio de Nuestra Señora de Almudena. Y en 2016, iniciado su proceso de canonización, tras obtener los permisos necesarios de la Santa Sede, se realizó la exhumación de sus restos mortales, que fueron trasladados a la cripta oratorio de la Obra Social Ascensión Sánchez en Coslada, que es la continuación del Albergue de la Merced fundado por ella».
Llevar almas al encuentro con el Señor
María Sowa confiesa «Ascensión dedicó los mejores años de su vida a ese apostolado realizado en el albergue, entregando sus energías en el trabajo por la dignidad de la mujer y su recuperación integral. Ella no pronunció manifiestos feministas reclamando los derechos de las mujeres, sino que optó por su elevación espiritual y moral, su seria formación humana, apostando por su capacidad de aprendizaje profesional. De forma muy concreta trabajó por la autonomía de las mujeres que estuvieron en el Albergue de la Merced. Su situación en medio de una sociedad que no creía en la mujer se agravaba aún más por ser estigmatizadas al proceder del mundo de las prisiones, por su ideología o por su pasado nada bueno. Por eso, Ascensión, en cuanto a su percepción y la forma de trabajo apostólico, ha marcado un estilo de acogida y evangelización, válidos no solo para la Cruzada Evangélica, sino también dentro del campo de intervención de la pastoral social de la Iglesia».
«Los principios de apostolado que asienta la sierva de Dios en el Albergue de la Merced -advierte- se basaron en la fidelidad que se debe exigir a todo apóstol a las enseñanzas del Evangelio, por lo que nunca perderán actualidad, aunque deben ser actualizados en las formas y métodos propios para cada época de la historia, caminando con la gente y atravesando las circunstancias concretas de la vida. Creía en el cambio de las personas como consecuencia de un largo camino de superación en el que el individuo, de forma progresiva, alcanza su conversión completa».
«Esa -insiste- es la verdadera meta de su apostolado y de su misión en el Albergue de la Merced: guiar y llevar a las almas a un verdadero encuentro con el Señor. Lo novedoso de su percepción del apostolado es reconocer que, por mucha actividad que se despliega en el albergue, lo principal y tal vez lo único que hará cambiar a las personas y acercarse al Señor es el testimonio del apóstol. Con ello, deja también en la Iglesia de hoy el principio de que no podemos equivocar la asistencia social con la misión de evangelizar».
Todo por Jesús y por las almas
«En nuestro Instituto -manifiesta Sowa- no tenemos definido el carisma especifico como podría ser el campo de educación, de la sanidad o campo social concreto. Doroteo Hernández Vera, nuestro fundador, tuvo una sensibilidad muy especial en cuanto a la necesidad de reevangelización de las clases populares, dando la respuesta concreta a los imperativos que surjan en cada época, tanto en la sociedad como en la Iglesia. Decía “la mies es mucha”, y por eso nuestra misión se expresa en el voto de apostolado según el lema “Todo por Jesús y por las almas”.
«Actualmente, el Instituto Secular Cruzada Evangélica está presente y lleva obras apostólicas en España y en distintos países de misión. La Casa Madre está en Santander, donde además las cruzadas llevan el colegio 'Niño Jesús' y el colegio Cumbres. En Salamanca tenemos un centro de acogida para las madres con sus niños, Centro 'Ave Maria', y la Casa de Oración y Reposo para las Cruzadas que, por edad o enfermedad, no puedan seguir con el apostolado de oración, para que disfruten de un merecido descanso. En La Puebla de Cazalla, Sevilla, desempañamos nuestro apostolado en la Obra Social 'Nuestra Señora de Gracia', atendiendo a más de 50 personas en una residencia de mayores. En Coslada, como he dicho, está la Obra Social Ascensión Sánchez, en cuya cripta-oratorio reposan los restos mortales de nuestro fundador y de Ascensión Sánchez. En esta obra se atiende a los niños del C.E.I. 'Mama Juanita' y a los pequeños de primaria y secundaria en el colegio Doroteo Hernández. La Obra Social Ascensión Sánchez es la prolongación del Albergue de la Merced, de cuya fundación fue responsable Ascensión en 1941, y cuyo corazón siempre fue la residencia materno – infantil, donde muchas madres con sus hijos encontraron un hogar y una familia», remarca.
«Dado que nuestro Instituto se declara misionero -dice-, y porque Dios lo quiso, en el año 1960 fundamos la primera casa en Bolivia, en Yotala (Sucre). Actualmente, en Bolivia contamos con varias obras apostólicas: en Yotala, la Obra Social 'Santa Rosa', compuesta por el Complejo Educativo 'Santa Rosa' más el Centro de Formación Integral Femenino 'Genoveva Hernández', y el Centro de Formación Integral Rural 'Vera'; en Yamparaez, un comedor social y un internado para las jóvenes; en Sucre, el Instituto Técnico de Formación Superior 'Hernández Vera' (ITFOS) Enfermería, y la residencia universitaria 'La Loa'; y en Santa Cruz de la Sierra, el Hospital Universitario 'Primero de Mayo Hernández Vera', la residencia universitaria Nuestra Señora de Cotoca, el centro educativo Santa Cruz de la Sierra ‘Fe y alegría’, y la guardería 'El Ángel'. Además, en Perú tenemos el Hogar de Santa Clara, en Lima».
«También estamos presentes en África. En la R.D. del Congo, estamos en Lubumbashi, con la Obra Social 'Kilela Balanda', y 'Kalebuka Mama María' Escuela de Primaria; y en Likasi, con la Obra social 'Nyota'. Y en Zambia, en Kitwe, el Hernández Vera Training Centre», concluye.