«Si san Francisco te coge el corazón estás perdido, porque el Señor te ha conquistado». Fray Juan, franciscano conventual de la parroquia Nuestra Señora del Rosario de Batán, habla así de un santo que sigue interpelando hoy en día a pesar de haber vivido hace 800 años. Lo hace tras haber peregrinado hacia su tumba con un grupo de 70 jóvenes. «Los jóvenes quieren autenticidad, y san Francisco es auténtico».
Dos años antes de morir, «en 1224, Francisco recibió lo estigmas de Cristo» y por eso, la peregrinación arrancó en el monte Alverna, lugar en el que sucedió esa manifestación de la Pasión de Cristo en el cuerpo del santo. Allí, los jóvenes tuvieron una jornada de retiro en la que reflexionaron sobre cómo «san Francisco integró las heridas de Cristo » y cómo cada joven puede integrar las suyas desde su propia historia y «agarrándose al Crucificado para esa conformación con Cristo». Se trata, afirma, de «mirar al Crucificado».
El corazón de los jóvenes se había ido dilatando después de haber estado en Narbona, donde san Buenaventura redactó las primeras constituciones de la regla franciscana; Siena, donde pudieron visitar la casa de santa Catalina; y Greccio, lugar en el que Francisco recreó el nacimiento de Cristo. «La encarnación y la cruz son dos pilares en la espiritualidad franciscana», explica fray Juan.
Así las cosas, «llegamos a Asís, donde hicimos un recorrido cronológico por el ambiente social y cultural en el que nació y creció san Francisco», para ver «cómo la vocación no sale de la nada», sino de unas circunstancias concretas. Los jóvenes, visitando los lugares franciscanos (su casa, la plaza, la porciúncula…), pudieron seguir su proceso de conversión.
En la catedral de san Rufino, donde Francisco fue bautizado, renovaron sus promesas bautismales porque «en el Bautismo empieza todo, la vida de la gracia; volvimos a confirmar nuestra vocación de hijos de Dios». En San Damián, donde Jesús habló a Francisco, los peregrinos meditaron sobre cómo «Cristo, en los momentos de oscuridad, ilumina las tinieblas; en nuestras oscuridades, le pedimos luz».
En la plaza donde Francisco se desnudó, que además está junto a la iglesia donde está enterrado el beato Carlo Acutis, y también bajo su luz, los chavales se preguntaron «de qué tenemos que despojarnos».
Lo mejor, cuenta fray Juan, se quedó para el final: la basílica, donde está enterrado el santo de Asís. Allí, a la vista de los frescos de Giotto, los jóvenes pudieron apreciar la vida de Cristo mismo a través de la vida de san Francisco, y saber que «nuestra vida tiene sentido a la luz a la luz de la Vida».
El grupo selló la peregrinación con una vigilia de adoración ante la tumba del santo. «El Señor está vivo en la Eucaristía, y san Francisco también y dice muchas cosas a los jóvenes de hoy». Fue un joven que «tenía de todo, y deja todo para encontrarse con Todo», «por una vida más profunda y llena de sentido». Francisco, «que tenía grandes sueños» propios de su edad, acaba «viviendo el gran sueño del Evangelio». «El Señor», continúa fray Juan, «no anula nuestros sueños, sino que los ordena para tenerle a Él en el centro y que nos dé una vida plena».
Vivir como Francisco en el siglo XXI
La oración ante la tumba de san Francisco fue uno de los momentos más especiales para Aitana, una de las jóvenes que hizo la peregrinación (en la imagen superior, la segunda por la derecha, junto a fray Juan, el segundo por la izquierda). Había acudido ya en 2017, pero entonces «estaba en otro momento en mi vida de fe». Encontrarse con la vida de santa Clara, ver «cómo lo dejó todo y cómo Francisco la inspiró para seguir a Jesús» le hizo «pedirle al Señor saber mirar a Jesús, desde donde yo estoy». Y a su vez, estar tan cerca de Francisco supuso para ella «sentir la comunión de los santos» de una manera muy especial.
Además, Aitana se ha dejado arrastrar por la sencillez de san Francisco. «Estamos tan llenos de cosas», tan abrumados por mensajes «que te bombardean, de cómo tienes que ser», que es estimulante ver la vida de Francisco, un joven como otro cualquiera, «pero que se encontró con el Señor y supo que era Él quien le sostenía y no hacía falta más; no hace falta tener tanto para que te valoren, porque el Señor nos quiere así, como somos».
Para esta joven de 23 años, la peregrinación también ha sido una experiencia de fraternidad, esa que san Francisco hizo pilar de su espiritualidad ahí mismo, en Asís. «Cuando pones a Jesús en el centro, aprecias el regalo que Dios te da en cada hermano». Asís ha sido, por último, un «abrir boca» del encuentro que el año que viene en verano tendrán los jóvenes franciscanos de todo el mundo en la ciudad italiana, para acudir después al gran Jubileo de los Jóvenes, en Roma.