«¿Cómo podemos mejorar el mundo, vivir de forma nueva este verano y nuestros desplazamientos en medio de muchas malas noticias y heridas que estamos llamados a sanar?». Con esta pregunta ha interpelado el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, en su homilía este domingo 16 de junio. En la iglesia parroquial de la Inmaculada Concepción de La Cabrera se ha celebrado la Eucaristía organizada por el Departamento de Pastoral del Turismo de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social y Promoción Humana de la CEE que ha sido retransmitida por TVE.
Desde esta población de la Sierra Norte de Madrid, el cardenal ha recordado que en este tiempo que se abre para la contemplación, oración, ocio o nuevas relaciones sociales, «es un tiempo especial pero que permanece bajo el sonido indirecto de varias guerras abiertas que generan, también en vacaciones, muerte». El arzobispo de Madrid ha invitado «a poner ante Dios el verano y cuanto en él hagamos» algo que también «es una de las preocupaciones de la Iglesia, para instaurar la paz a través del dialogo y encuentro. La paz vive cuando se afianza la justicia, el derecho internacional y el desarrollo de todos los pueblos. No podemos acostumbrarnos a las situaciones de guerra». Además ha recordado las palabras del Papa Francisco que repite, «incansablemente», su llamamiento para la paz. «¡Basta! Por favor, detengan el ruido de las armas y piensen en los niños, en todos los niños, como en sus propios hijos. Miremos todos al futuro a través de los ojos de los niños. Ellos no preguntan quién es el enemigo a destruir, sino quiénes son los amigos con los que jugar; ¡necesitan casas, parques y escuelas, no tumbas y fosas!».
El cardenal Cobo ha subrayado cómo los desplazamientos turísticos y peregrinaciones se han sustituido por «éxodos de personas que son obligadas a abandonar sus hogares». Recordando las lecturas, ha mencionado el testimonio de Ezequiel, que con su ejemplo, «nos invita a tomar partido y ver las posibilidades que tenemos cada uno para responder al impulso que Dios nos pide, estemos en destierro o en patria».
Las lecturas de hoy, ha proseguido, «muestran la esperanza que llama a transformar, curar y cuidar a todos. No solo lo grandioso es lo que cuenta. El Evangelio siempre se desarrolla a ritmo de siembra, y ese es nuestro estilo. Sembrar sin descanso en cada familia, en cada actividad cotidiana, también en el ocio. Así aprenderemos que el éxito no es nuestro, sino de la acción que Dios tiene. El Reino de Dios pide sembradores sencillos y crece cuando confiamos en la providencia». Por ello, ha pedido finalmente «abrirse a la acogida para que este verano añadamos a nuestra mochila la conciencia que somos sembradores de una paz que es una tarea humana pero sobre todo regalo de Dios que es quien la hacer germinar».
«El turismo puede favorecer decisivamente la recuperación de las relaciones interpersonales por las que todos sentimos una profunda nostalgia»
El Dicasterio para la Evangelización, al que compete el turismo religioso, se siente interpelado en esta situación y pretende ofrecer su contribución para que el mensaje de paz llegue a quienes trabajan en el sector turístico, de modo que a través de ellos se construya una cadena de auténticos constructores de paz. Por ello ha escrito un mensaje en el que destaca, en primer lugar, «la gran pastoral llevada a cabo por tantos sacerdotes y laicos que dedican su vida a hacer que el turismo y las peregrinaciones sean activos y fructíferos. Un pensamiento de gratitud va dirigido a todos ellos. Entendemos las dificultades que surgen para este sector debido a las restricciones provocadas por la falta de seguridad y, a pesar de ello, están invitados a abrirse a nuevos caminos, manteniendo viva la posibilidad de que pronto se reanuden las peregrinaciones en los países que tradicionalmente conservan la riqueza de nuestra fe y de nuestra historia».
El interés que mueve a millones de turistas puede conjugarse fácilmente con un compromiso de fraternidad, para constituir una red de «mensajeros de paz» que se dirijan al mundo entero para invocar el fin de toda guerra y la reapertura de territorios llenos de historia, cultura y fe. Por otra parte, el camino de belleza que caracteriza a estos destinos no puede ni debe verse oscurecido por la fealdad de la destrucción y los escombros que vienen a sustituir lo que el genio de las generaciones anteriores había construido como emblema de paz y de compartir.
La belleza de los paisajes desata la verdadera vida y el deseo de existir. El turismo puede favorecer decisivamente la recuperación de las relaciones interpersonales por las que todos sentimos una profunda nostalgia. En una época como la nuestra, marcada por la presencia masiva de la tecnología que limita las relaciones entre las personas, es bueno alimentar y apoyar un compromiso renovado con la cultura del encuentro, tan fuertemente defendida por el Papa Francisco. Es necesario situarla en el centro de nuestro compromiso pastoral con el turismo.