Un grupo de jóvenes del movimiento de Cursillos de Cristiandad de Madrid partirán el próximo 1 de agosto rumbo a Perú para misionar, después de cuatro años interrumpidos por la pandemia. Son 25 chavales de entre 20 y 35 años, acompañados por dos sacerdotes, Pedro Rubiato como director espiritual, y Alejandro Carrara, que pasarán allí todo el mes de agosto.
«Desde hace muchos años ha habido un sentir misionero en los jóvenes de Cursillos», explica Rubiato, muy en la línea con su propio carisma de primer anuncio del Evangelio. «Nos dedicamos a esto, pero no queríamos que se quedara aquí, sino que hubiera también misión ad gentes».
Las primeras experiencias fueron en República Dominicana, hasta que en 2009 empezaron a ir a Perú, a la prelatura de Moyobamba. El papa san juan Pablo II había pedido a Antonio Cañizares, entonces arzobispo de Toledo, que asumiera la prelatura, y fueron enviados un grupo de sacerdotes, entre ellos, Rafael Escudero, entonces consiliario diocesano de Cursillos en Toledo, actual arzobispo de la prelatura.
El destino de los cursillistas fue la región de San Martín, una de las zonas más pobres de la selva peruana. Primero, en la localidad de San José de Sisa y, en los últimos tiempos, en Bellavista. Además de la pobreza material, en la selva hay mucha pobreza espiritual y moral. «Casi todos son convivientes, hay muchas mujeres abandonadas por sus maridos, un buen número de niñas menores de 12 años son violadas en su propia casa…».
A ello se suma la prevalencia de numerosas sectas cristianas, en muchos casos por falta de una presencia de sacerdotes católicos permanente. Hay dos para 80 comunidades, algunas muy perdidas en la selva, a las que solo pueden acceder en contadas ocasiones al año y, en situaciones extremas, de forma anual.
«Todo esto lo atendemos desde el anuncio de Jesucristo». Efectivamente, la misión está estructurada en base a los testimonios de los chavales y las meditaciones de los sacerdotes en clave kerigmática. «Esto no es ayudar a construir un pozo, sino anunciar a Jesucristo y, ante tantas sectas, mostrar la belleza de la Iglesia católica; la Iglesia de Madrid va a unirse a la Iglesia de Bellavista», explica Rubiato.
Oración, formación y acción
El día en la misión comienza a las 7:00 horas con la Eucaristía y el rezo de laudes. Después del desayuno, los jóvenes tienen una hora de adoración y, tras esto, salen en parejas, enviados de dos en dos como Jesús mandó a sus discípulos. Van casa por casa, al estilo de las misiones populares, saludando a las familias e invitando a la «asamblea» de la noche. Este es un encuentro diario en el que se anuncia el kerigma: Dios es Padre y te ama, la gracia, el pecado, Jesucristo salva, fe y conversión, vivir la fe en la Iglesia, la dignidad del hombre, la misericordia y el perdón, María Virgen y Madre…
Cada día, además, va acompañado de un símbolo (flores, cruces, agua, velas, imagen de María), y de una celebración (oración de alabanza, viacrucis, renovación del Bautismo, celebración penitencial, rosario…).
Al concluir la semana se celebra la Eucaristía, siempre con bautizos. «Hay domingos que bautizamos hasta a 60 niños».
En las visitas a las casas, los jóvenes van detectando necesidades espirituales que luego trasladan a los sacerdotes. «La mayoría quiere que vayamos a bendecir su casa; hay quienes piden confesar o la Unción…». Ese «suscitar el deseo de la vida de la gracia» en ellos hace que inicien un camino de conversión y formación que culmina al año con muchas bodas, cuenta el sacerdote.
Capilla de San Pablo
Las asambleas se llevan a cabo en la capilla de San Pablo, en la zona más pobre de Bellavista, la del «cuarto piso e invasiones». Aquí está la gente que se instala proveniente de la selva. El templo se construyó en plena pandemia gracias a los donativos de los cursillistas de Madrid. Está dedicada a san Pablo, patrono mundial de los Cursillos de Cristiandad, y fue bendecida en febrero de 2022 por monseñor Francisco Cerro, arzobispo de Toledo, en visita a Perú. Durante el año, las Siervas de los Pobres, con una comunidad permanente en Bellasvista, celebran la catequesis en la capilla.
La misión contempla también catequesis concretas en casas de vecinos. A uno de los jóvenes, diácono entonces y ya sacerdote, se le acercó en una ocasión una mujer muy mayor cuya vivienda había sido una de las elegidas. «Estoy tan contenta —le dijo—, porque el Señor se ha fijado en mi humilde casita». «Pues así pasa, que el Señor se fija en la pequeña casita de nuestra vida», apunta Rubiato.
El director espiritual subraya también que la misión no solo es hacia los residentes en Bellavista; también con los propios misioneros. «Los sacerdotes estamos no solo para anunciar el Evangelio allí, sino también para ellos». En Madrid pueden tener ya una vida de oración, «pero en Perú es todo muy intenso: surgen cansancios, roces, el impacto de la pobreza es grande para los que van por primera vez…».
Pero, en medio de todo esto, «es sobre todo una experiencia muy fuerte de comunidad cristiana». Viven juntos, rezan juntos y anuncian juntos el Evangelio. Y además, «nuestra misión es semillero de vocaciones». De los jóvenes que aparecen en la foto principal que ilustra este reportaje (de archivo) han salido cuatro matrimonios. Además ha habido varias vocaciones sacerdotales y llamadas a hacer experiencia de vocación religiosa.
Los participantes en la misión de este año serán enviados en una Eucaristía que presidirá el obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez el miércoles 31 de julio en el secretariado diocesano de Cursillos de Cristiandad.