«Nosotros consideramos que la acogida es la puerta de entrada», afirma Ester Marcos Hidalgo, trabajadora social, y subdirectora desde hace unos meses de Cáritas Vicaría III. «Precisamente, porque es la parte más importante del proceso de atención, queremos que las personas que la realizan, los voluntarios, estén bien formados; que puedan tener habilidades, herramientas, que les ayuden a saber cómo acoger y acompañar a las personas. Y que lo hagamos de una manera homogénea, dando la misma respuesta a todas las personas desde la Iglesia. Al final, cuando alguien entra por la puerta de una parroquia, entra a la Iglesia, y es importante que tengamos unos criterios, una forma de trabajar parecida, porque nos guiamos por los mismos valores, por la misma misión, por los mismos criterios».
Pablo Domínguez Elías, voluntario, y desde hace dos años director de Cáritas Vicaría III, explica que «las personas que están en las acogidas parroquiales son gente normal y corriente, que no tienen una preparación previa en el trato con personas ni en el trabajo social … Son feligreses de las parroquias que tienen una enorme buena voluntad, una gran disposición, pero que pueden sentirse desbordados o frustrados al encontrarse con una realidad que es enormemente dura. A veces, más de lo que nos gustaría. Pero desde Cáritas no podemos solucionar los problemas de la gente. Les podemos orientar, acompañar, dar apoyo emocional… Pero los problemas que traen son muy graves y, a veces, nosotros no somos quienes los tenemos que resolver. Eso puede causar frustración en los propios voluntarios, que ven cómo pasan por allí personas con muchas necesidades y, cuando salen por la puerta, sienten que no les han resuelto casi nada. Nos gustaría que fuera de otra manera, pero es una realidad».
Saber escuchar
«Las personas necesitadas de ayuda de cualquier tipo - prosigue Pablo Domínguez - se acercan a la parroquia, a veces con cita previa, porque no se puede tener a un montón de gente esperando en una cola en la calle. En ese primer momento, se hace una acogida pura: en un espacio físico convenientemente adecuado y preparado, se establece una primera conversación. Los voluntarios tienen experiencia en hablar con la gente, y saben que muchas veces lo primero que hay que hacer, y muy bien, es simplemente escuchar. Porque quien viene cuenta lo que le preocupa en ese momento. Mucha gente llega con desconfianzas, con recelos… La capacidad de escucha es uno de los rasgos fundamentales para las personas que están en las acogidas de las parroquias». Y es que, precisa, «cuando llega una persona por primera vez, no se plantea una cuestión económica de entrada. El voluntario tiene que escuchar, tratar de comprender cuál es el problema. Es muy frecuente que sean varios problemas a la vez, o superpuestos: casi siempre de vivienda y, al mismo tiempo, de empleo, de necesidades básicas, de salud, de menores… Hay casos donde todo coincide. En ese primer momento de acogida -insiste- hay que escuchar, acompañar y, si se ve una enorme emergencia, dar una primera ayuda económica, porque tienen que subsistir».
Reconoce que «lo más habitual es que esas ayudas económicas se empiecen a establecer a partir de una segunda visita. Cuando conocemos un poco el caso, y se ha realizado un primer contacto, se trata de ver la manera de dar una ayuda económica, que tienen que justificar. Son para tres grandes ámbitos: vivienda, porque necesitan apoyo para un alquiler o un alojamiento; alimentación; y necesidades básicas, como ayudas en cuestiones escolares, para los niños, o suministros en invierno, para calefacción, electricidad o gas».
Paciencia y tranquilidad
El director de Cáritas Vicaría III confiesa que, «dependiendo de cada persona, la acogida puede durar tres cuartos de hora, porque las conversaciones a veces no son fáciles… Hay gente que no se expresa bien, a veces hay problemas de idioma… Y hay que tener mucha paciencia, que es otro rasgo importante de las personas voluntarias de las recogidas parroquiales. Hay que tomarse las cosas con calma». «Para hacer una buena acogida -continúa-, hace falta un grupo de dos o tres voluntarios que tengan la formación que se les da desde la entidad, y si es posible que manejen también dispositivos electrónicos o digitales donde se va recogiendo la información de las personas que atienden. No es fácil encontrar en todas las parroquias gente disponible. Pero en todas partes, el voluntario hace una labor estupenda, muy reconocida por mucha gente. No lo solucionamos todo, pero el acompañamiento y la acogida, que es lo fundamental, lo llevamos bien».
«La tranquilidad es uno de los elementos fundamentales en la acogida», incide Ester Marcos. «Cuando una persona llega con una prioridad, por ejemplo, que no tiene para pagar la luz, la casa, o para comer, no es capaz de ver más allá. Su comunicación es muy directa, y a veces muy impositiva: me tienes que ayudar, necesito esto… Hay que intentar centrar a esa persona. Y la labor que hace el voluntario es muy delicada: tiene que tener mucha paciencia, y mucha capacidad de escucha. Por eso, son muy importantes y necesarias las pequeñas formaciones que ofrecemos desde la entidad. Son momentos de encuentro para ir acompañando a esos voluntarios. No queremos dejarlos solos. Y, al mismo tiempo, logramos dar sentido a las acogidas. Muchas veces los voluntarios se encuentran perdidos, o no saben qué respuesta pueden dar a las personas que acuden a ellos. También se sienten impotentes, porque piensan que no están ayudando. Es esa sensación de: ‘¡Madre mía! Todo lo que me ha contado, y yo no he podido hacer nada’. Y con la formación les ayudamos a entender que lo que estamos haciendo, como Iglesia, es acoger y acompañar a esas personas. Y, sobre todo, darles una familia».
Ester Marcos recalca que «acoger en la comunidad a las personas en situación de necesidad es la parte más importante. Muchas veces nos centramos en lo económico, en el alimento, en la ropa… Pero, desde Cáritas, lo que tenemos que hacer es alimentar el alma, el espíritu. Esa parte de la necesidad imperiosa que manifiesta la persona que acude a nuestras Cáritas parroquiales de ‘no tengo que comer’, se nos diluye. A veces el voluntario se queda con la sensación de que no sirve para nada lo que está haciendo. Y es muy importante estar a su lado, y que vean que su labor es importante, que tiene sentido, y que la sepan dirigir también», remarca. Pablo Domínguez coincide en que «nuestros voluntarios necesitan apoyo por parte de los trabajadores de la entidad, de los que estamos en la organización, e incluso de los propios párrocos, que tienen una misión muy importante en sus propios equipos parroquiales. Tenemos muy claro que las personas que están en las Cáritas parroquiales no dejan de ser un grupo más de la comunidad parroquial. Y que tienen una gran misión, hacia dentro de la propia parroquia, de compartir, de transmitir lo que se está haciendo, la realidad que hay… Y de tratar de integrar en la propia comunidad parroquial a la gente que llega. En realidad, realizan una buenísima labor, aunque el día a día resulta duro».
Distintos perfiles
Respecto a la acogida, Pablo Domínguez distingue «perfiles diferentes entre las parroquias de Madrid. Hay zonas donde la llegada de personas con necesidades es menor, porque tienen unas características socioeconómicas mejores. Y otras donde hay mucha llegada de gente con necesidades, pero que no se quedan en ese territorio, sino que, por circunstancias de la vivienda, se van a vivir a otros sitios. En estos casos, se hace la acogida, pero el acompañamiento se realiza en otra parte diferente». «Eso se da mucho en esta zona central -apunta Ester Marcos-. Los migrantes que acaban de llegar suelen venir al centro de la capital porque es donde están las pensiones, los hostales, la zona hotelera… Y la primera acogida se realiza aquí. Pero cuando tienen que alquilar una habitación o buscar un sitio que puedan pagarse, salen a barrios, que es donde suelen establecerse, y desde donde se realiza el acompañamiento posterior».
Pablo Domínguez subraya que, «en ocasiones, las personas que llegan no solo tienen unas necesidades básicas para sobrevivir, sino una falta total de redes de apoyo y, en muchas ocasiones, de autoestima. Se intenta que cada persona, o cada familia, consiga prosperar por sus propios medios; salir adelante en nuestra realidad madrileña con sus capacidades, y poniendo en juego lo que lo que son y lo que valen. Tratamos de que la llegada a Cáritas no sea un resolver lo que te pasa y ya está, sino hacer un seguimiento y un acompañamiento para que puedan acceder a un empleo, a una vivienda, a unos sistemas de salud, a un entorno social e incluso a un ocio, como todos los que vivimos en Madrid. Eso a veces no es fácil, porque con frecuencia las necesidades son tan imperiosas que se les da una ayuda para que puedan seguir viviendo. Pero esa ayuda no se puede repetir mes tras mes, porque entonces las circunstancias no avanzan. Hay que establecer, con cada persona, con cada familia, un cierto compromiso de ir avanzando… para que ellos mismos puedan salir de esa situación».
Crear familia
En esta línea, la subdirectora de la entidad en el territorio de la III advierte que «hay que acabar encauzando esa ayuda económica en algo más. A veces se tapa un parche, pero no se puede estar siempre tapando parches. El voluntario tiene que ayudar a esa persona a moverse en el mundo: ver cuál es la causa y el motivo por el que ha llegado a esa situación. Nosotros no somos los responsables de solucionar todas las situaciones económicas y de pobreza. Tenemos que acoger, acompañar a esas personas… Hay que intentar solucionar su problema, explicando que tiene que salir adelante, contando con qué recursos cuenta a su alrededor, y sobre todo decirles: esta ayuda económica es puntual, yo estoy para apoyarte, para ayudarte, para intentar que veamos hacia dónde podemos ir. Siempre nos vas a tener como apoyo incondicional, para lo que quieras. Y, mientras tanto, cómo te encuentras, cómo estás. Tranquila. Nosotros vamos a estar contigo». Aunque, asegura, «muchas veces, esa parte nos cuesta mucho, porque como es tan importante que alguien coma, que tenga techo, que tenga calefacción… es tan primario, que la parte emocional y espiritual pasa a un segundo plano. Y no tiene que pasar, porque sigue siendo primaria. Eso muchas veces frustra al voluntario. Con una ayuda económica ayudas ese mes, pero esa persona va a volver a tener esa necesidad al mes siguiente, y al siguiente, y al siguiente…».
Una de las labores del voluntario a través de las acogidas, señala Ester Marcos, «es la de intentar incluir a esas personas dentro de la comunidad parroquial. También favorecer que ellos generen su propia red o comunidad a través de los encuentros o formaciones que se desde Cáritas, como los encuentros de ocio, o las actividades para niños, que son muy variadas. Por ejemplo, hay parroquias que organizan un campamento; o, en el arciprestazgo, colonias, o centros de apoyo al menor…». Y es que, añade, «desde Cáritas se van generando proyectos alrededor de las parroquias, a los que se pueden ir derivando a las familias como parte del apoyo de ese acompañamiento y de esa acogida. Las parroquias por sí solas no pueden darlo todo. Por eso, es bueno que, a través de las mesas arciprestales, compartan esa información, compartan conocimientos, y que los técnicos de Cáritas aúnen a esas parroquias según las necesidades que les van transmitiendo, y se ofrezcan unos proyectos u otros, en función de la demanda. Por ejemplo, si hay un nivel muy intenso de población migrante, se puede crear un servicio de orientación al migrante; si hay muchas mamás con niños, y una carencia en el tema educativo y ocio, se crea un centro de refuerzo escolar; si hay un déficit en el tema de empleo, se informa de todo lo que hay en ese territorio. También se ponen a su disposición los recursos de Cáritas, como el SOIE, porque, aunque no tengan papeles y no puedan acceder a un empleo, se pueden ir formando. O el servicio de orientación a la persona migrante, para ayudarles e informarles con el tema documental …».
Visibilizar la realidad
Pablo Domínguez destaca que los voluntarios que están en las acogidas «no son especialistas. Y, con frecuencia, se encuentran con personas que llegan con situaciones que no son capaces ni de resolver ni de entender. Por eso, cuentan siempre con el apoyo de un técnico de Cáritas, que está pendiente de los casos con especiales dificultades, o puede orientar para ver dónde se envía a esas personas con el fin de que se les atienda mejor. Es muy frecuente con los migrantes, para resolver cuestiones del ámbito jurídico. O en el tema del empleo: muchas de las personas a las que atendemos está en una situación administrativa irregular, pero eso no quiere decir que no pueda hacerse un acompañamiento, un itinerario para que, mientras resuelven su situación administrativa y regular, vayan formándose, cogiendo confianza en sus propias capacidades, teniendo una habilidad mejor en búsqueda de empleo. Es decir, que al mismo tiempo que buscan en economía sumergida algo para subsistir, pueden ir resolviendo sus papeles apoyados por un abogado, y prepararse y mejorar en empleabilidad para, cuando tengan los papeles resueltos, dispongan de más facilidad para acceder al mercado de trabajo».
El director de la entidad en la Vicaría III comenta «que en todas las Cáritas parroquiales existe el riesgo de convertirse en una mera asistencia. Y más en la zona centro, donde la gente que llega es lo que demanda inmediatamente. No podemos dejarnos llevar por esa inercia. En general se consigue, pero hay que recordarlo con frecuencia. A diario se presentan muchos casos en donde lo primero que surge es dar una bolsa de alimentos, y al mes que viene otra vez la bolsa de alimentos. Pero entonces no se sale de esa situación. Por eso se insiste una y otra vez, y en las Cáritas parroquiales lo tienen muy asumido, que lo importante sobre todo es la acogida y el acompañamiento». «Nosotros no podemos ni tenemos la posibilidad de generar esa continua asistencia, ni ese continuo apoyo económico -recuerda Ester Marcos-. No lo podemos asumir, ni debemos hacerlo. Si asumimos esa responsabilidad, estamos poniendo un parche a una situación social existente. Y la estamos tapando. Hay que visibilizar la realidad que tenemos. Nuestra función es apoyar, acompañar y, de vez en cuando, de una manera subsidiaria, hacer algún apoyo económico. Es difícil tener a la persona delante y no poder hacer muchas cosas que nos gustarían. Pero tampoco tenemos los recursos para hacerlos».
«Las personas voluntarias que hacen las acogidas parroquiales -concluye Pablo Domínguez- no solo hacen la acogida parcial, sino que están integradas en la propia comunidad parroquial, y en Cáritas. Eso quiere decir que participan en uno de nuestros fundamentos, y es que tenemos también una misión de denuncia de las injusticias sociales, de sensibilización del resto de la ciudadanía de muchas cosas que ocurren. En muchas de las acogidas parroquiales, los voluntarios de Cáritas lo asumen, y lo hacen con un enorme compromiso».