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En su homilía, Mons. Osoro saludó de manera especial a los miembros de la Real Hermandad del Santo Cristo de los Remedios, y de las demás Hermandades presentes en la ceremonia. “Esta celebración es un momento importante, porque con fe hacemos prácticamente todas las cosas”. Por eso, señaló, “es precioso acoger las palabras de Abraham: ‘Aquí me tienes, Señor’. Qué maravilla hacerlo realidad”. “¿Cómo hacer posible, se preguntó, que descubramos que la gran realización del ser humano se hace cuando somos capaces de decir: ‘Aquí me tienes Señor, me fio de ti, de tus proyectos. Me fio de la riqueza que das a mi vida’?. De eso se trata: de entrar en amistad con Jesucristo para salir de cualquier atolladero que podamos tener los hombres”.
Además, invitó a los presentes a meditar sobre cuatro palabras: salir, subir, contemplar y anunciar. “Salir: nos lo ha dicho el Evangelio. Vamos a salir…. Todos los que estamos aquí tenemos nuestras preocupaciones, ocupaciones, alegrías, desalientos, esperanzas. Hay de todo en la vida. El Señor se acerca a nosotros y nos dice: vamos a salir. El discípulo de Jesús está para salir. Es discípulo verdadero cuando sale de sí mismo. Cuando sale a la historia, a la vida”. La segunda palabra es “subir. Jesús subió con ellos a una montaña alta y se transfiguró... Toda la humanidad está llamada a la transfiguración, todos los hombres tienen que transfigurarse. Solo Jesucristo nos enseña a hacer esta transfiguración, porque la transfiguración es la plenitud de la vida. Estamos llamados a participar en el misterio de la transfiguración de Cristo... Estamos para ir transfigurándonos plenamente, identificándonos con Jesucristo”.
“Sus vestidos eran blancos, deslumbrantes. El blanco es el color de la amistad, de la fraternidad… El blanco es el color con el que descubrimos que lo más importante es darnos a los demás y tener el corazón de Jesucristo. Descubrimos que lo más importante en la vida es tener las medidas del corazón de Jesucristo”, añadió. “Los discípulos de Jesús -Santiago, Pedro y Juan- estaban como nosotros ahora. Al ver la transfiguración, al ver que Jesús es la plenitud y, que en la medida en que yo me parezca a él y viva más identificado con él, hay justicia, hay verdad, hay vida, hay fraternidad, hay unidad, naturalmente los discípulos de Jesús se apuntaron a aquello. Como todos los que estamos aquí. Porque, ¿quién de nosotros quiere que no haya verdad, justicia, fraternidad, gloria, encuentro entre los hombres, que nadie esté descartado? ¡Nadie!”. “Hay que subir a la montaña, dijo, hay que encontrarse con Jesucristo… Por eso, la otra palabra es contemplar: contemplemos a Jesucristo. Pedro, que estaba encerrado en sus antiguas creencias, le dice al Señor: ‘estamos muy bien, hagamos tres chozas’. Pero el Señor no sube para que bajemos otra vez… El Señor nos hace ver la transfiguración y contemplar su vida, su rostro, para que lo hagamos vida en nuestra familia, en nuestro trabajo, en las relaciones personales, entre nuestros vecinos, en los lugares donde estamos cada uno de nosotros… Se trata de contemplar al Señor, para ver que Jesús nos dice lo que tenemos que hacer en nuestra vida. Dios nos quiere meter en la vida, quiere que seamos su rostro en medio de los hombres, que entreguemos en la historia la vida, la verdad, la gloria, la justicia, la honradez, la fraternidad… todo eso que pertenece al Reino de Dios. Él es la expresión del Reino. Y nosotros tenemos que hacer ese reino en medio de este mundo. Y es posible con su gracia. Con las fuerzas que nos da el Señor lo podemos hacer”. Por último, añadió, la cuarta palabra es anunciar… “Si Dios nos acompaña, nos guía, nos alienta, nos da su gracia y su amor, ¿quién va a estar contra nosotros? Este es el proyecto más revolucionario que existe: que no lo hacemos con las armas, ni insultando, sino cambiando nuestro corazón. Teniendo el corazón mismo del Señor”.
“Este Año Santo, afirmó, es una gracia donde el Cristo, en esta advocación de los Remedios, tiene un protagonismo especial en esta comunidad cristiana. Que el Señor os bendiga y os guarde siempre. Que Jesucristo nos haga experimentar, desde la cercanía de la palabra que hoy nos ha dado y desde su presencia real en el misterio de la Eucaristía, que Dios está con nosotros, de parte de nosotros, que no echa absolutamente a nadie, ningún hombre está fuera del amor de Dios. Hace falta que nosotros tengamos ese amor para que nadie se sienta descartado, ni fuera. Y esto hace posible que lo poco o lo mucho que tenemos lo pongamos también al servicio de los demás”, concluyó.
Al finalizar la Misa, Mons. Osoro impartió la Solemne Bendición Papal.