Carmen Rodríguez Muñoz, gaditana de nacimiento y madrileña de adopción le diagnosticaron Parkinson cuando tenía 49 años. Cuando fue a urgencias hace seis años se quedó helada con el diagnóstico. El médico le comunicó que tenía Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa, grave e incurable, y que «moriría con ella, pero no de ella». Esta noticia «lo cambió todo», explica Carmen. También dejó su trabajo porque tiene una discapacidad del 80% y un grado de dependencia 3…
Por ello, afirma que «la clave para no derrumbarse ha sido la fe», que le ha acompañado en lo que ella denomina un «camino de salvación». Cuando recibió el diagnóstico, se fue a su parroquia, situada en Madrid, donde hace años se reencontró con Cristo gracias a la Primera Comunión de su hija. «Allí siempre me he sentido acompañada», señala Carmen.
En una confesión, el sacerdote le habló de Enfermos Misioneros, una iniciativa de Obras Misionales Pontificias (OMP) que implica a los enfermos en la misión de la Iglesia a través del ofrecimiento de su enfermedad. «Nunca lo había oído, pero a mí me vino como un guante porque estoy enferma, y no me voy a curar, pues estaré toda la vida como enferma misionera». Para ella, esta espiritualidad es como un «traje a medida», que le ayuda a «dejar de mirarse el ombligo» y ofrecer sus miserias. En este sentido, Carmen afirma que «tan solo levantarme y pedir por el misionero que esté más agobiado, más cansado, por el que hoy le falte comida, ya tengo resuelto el día».
Esta forma de vivir la enfermedad le da una alegría profunda a Carmen. «Tienes sufrimiento y dolor. Entonces «o te amargas o lo ofreces por alguien», de esa manera «te sientes miembro de la Iglesia. No eres un descartado”, explica. Además, «cuando me duele todo le digo al Señor que no tengo nada que ofrecerle, más que el dolor». Y en su caso, «ese dolor lo ofrezco por los misioneros».
Además, en este año de la esperanza, no olvidemos que «todo enfermo tiene esperanza». Asimismo, explica que «Dios no va a permitir nada más de lo que puedas soportar». Por ello, «el sufrimiento no será en vano». En definitiva, asegura que «la enfermedad es algo que Dios nos manda para fortalecer nuestro camino». En este sentido, «tenemos que aceptarlo como un regalo», concluye Carmen.
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Misioneros desde la enfermedad
Hay tres formas de participar en la misión de la Iglesia fuera de nuestras fronteras: la cooperación personal (los misioneros y voluntarios), la económica (las colectas) y la espiritual (oración y ofrecimiento). Dentro de este tercer grupo se engloba la Unión de Enfermos Misioneros, una iniciativa de Obras Misionales Pontificias que cuenta con casi 100 años de historia, y que nació gracias a Margarita Godet, una mujer laica francesa inmovilizada por la enfermedad que quería ser misionera. Se ofreció entonces como enferma misionera al Seminario de Misiones Extranjeras de París, que enviaba numerosos misioneros por todo el mundo.
En España cientos de personas que padecen alguna enfermedad o invalidez crónica, ofrecen diariamente su dolor por la evangelización del mundo y por los misioneros. El beato Manuel Lozano Garrido “Lolo”, periodista y enfermo que está camino a los altares, es un buen representante de estos misioneros tan especiales. Él mismo fue un impulsor de esta Unión colaborando con las Obras Misionales Pontificias.
Para acompañar a los enfermos misioneros, Obras Misionales Pontificias edita cada dos meses un tríptico para meditar la Palabra de Dios, escuchar la voz del Papa y contemplar el testimonio de los misioneros. Se imprimen 60.000 trípticos que cada delegación de misiones adapta a su propia realidad diocesana y se pone a disposición de la pastoral de la salud de cada diócesis.
En este 2025, OMP ha querido dar un paso más, y ofrecer un contenido online adaptado y actualizado para los enfermos misioneros en la web de Obras Misionales Pontificias. Allí encontrarán oraciones, testimonios de misioneros y de otros enfermos que ofrecen su día a día.
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