Madrid

Pilar González Adrados, presidenta de Manos Unidas Madrid: «La clave está en compartir recursos, futuro y oportunidades»

Manos Unidas lanza su Campaña contra el Hambre de 2025 bajo el lema «Compartir es nuestra mayor riqueza», destacando la importancia de la «cultura del compartir» como clave para combatir la pobreza y construir un mundo más justo. Esta iniciativa se enmarca en el tercer año del quinquenio 2023-2027: El reto de la dignidad, con el que la ONG de la Iglesia Católica pone el foco en la necesidad de compartir la prosperidad para erradicar el hambre, la pobreza y la desigualdad.

La historia de Manos Unidas comenzó en 1959, cuando un grupo de mujeres de Acción Católica declaró la guerra al hambre. «Somos herederos de estas mujeres y seguimos comprometidos con su misión, porque vemos que el progreso, el crecimiento y el desarrollo —es decir, la prosperidad— no alcanzan a los más vulnerables», afirma Pilar González Adrados, presidenta de Manos Unidas Madrid.

A día de hoy, 1.200 millones de personas siguen viviendo en la pobreza, 160 millones de niños están sometidos al trabajo infantil, 250 millones no tienen acceso a la educación, 2.000 millones carecen de agua potable y, sobre todo, 735 millones de personas padecen hambre. González Adrados advierte de que esta desigualdad es consecuencia de una «prosperidad no compartida», cuyas raíces se encuentran en el individualismo, el afán de lucro desmedido y una confianza excesiva en la tecnología, factores que impiden que la dignidad de la vida llegue a todos los rincones del planeta.

12 proyectos financiados por Madrid

Desde Manos Unidas creen que la clave para avanzar hacia la equidad es compartir: recursos, futuro y oportunidades. Porque, como recuerdan en su campaña, «la verdadera riqueza no es lo que tenemos, sino lo que compartimos». En este sentido, compartir no solo es su mayor riqueza, sino también el camino para acabar con el hambre y la desigualdad.

Gracias a la solidaridad de Madrid en 2024, se han podido financiar unos 12 proyectos, entre ellos el llevado a cabo por la Sociedad de Desarrollo Don Bosco en el suroeste de la India, con el apoyo y financiación de Manos Unidas. Su objetivo es mejorar la seguridad alimentaria de 10 pueblos, garantizando el acceso diario a la comida. Además, el proyecto impulsa la conservación y almacenamiento del agua del monzón, permitiendo obtener más de una cosecha al año, junto con la formación necesaria para asegurar su sostenibilidad a largo plazo.

Pilar González Adrados, presidenta de Manos Unidas Madrid, recuerda que «todos podemos colaborar». Compartir nuestra riqueza no solo beneficia a quienes más lo necesitan, sino que también nos enriquece a nosotros mismos, contribuyendo a un mundo más justo, donde la prosperidad esté mejor repartida. «Esperamos que esta campaña sea un éxito y que podamos seguir apoyando a tantos hermanos nuestros que nos necesitan», concluye.

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Día Ayuno Voluntario

La ONG invita a todas las personas a colaborar en esta labor y apoyarla con oración y donativos. En cuanto a la campaña, el viernes 6 de febrero tendrá lugar el día del Ayuno Voluntario. El domingo, las iglesias de todo el país llevarán a cabo la colecta referente a la Campaña contra el hambre.

Misa de lanzamiento

El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, preside el domingo 9 de febrero, en la parroquia San Bruno (c/ Beatriz de Bobadilla, 3), la Misa de lanzamiento de la Campaña Contra el Hambre de Manos UnidasLa Eucaristía comenzará a las 10:30 horas, y será emitida por La 2 de TVE.

El cardenal José Cobo, en la apertura del Congreso de Vocaciones: «Nuestra vida tiene futuro y sentido porque depende de la llamada de Dios»

El Congreso de Vocaciones «¿Para quién soy?», se ha inaugurado este viernes en el pabellón Madrid Arena donde se han dado cita más de 3.000 personas en sus distintas realidades: diócesis, vida consagrada y movimientos. Ya por la tarde comenzaba la acogida de participantes, que llegaban de las 70 diócesis españolas con la alegría de ser peregrinos, de compartir, de vivir desde el comienzo, personal y comunitariamente, los retos que plantea este Congreso: que sea un encuentro que ayude a reconocer que el Señor sigue llamando a la vida, a la fe y a la misión.

El cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, ha acogido con su saludo a todos los participantes en Madrid, con unas palabras y un deseo: que nos escuchemos unos a otros. «Lo mejor que a alguien le puede ocurrir en la vida es poder conducir su libertad a su horizonte más amplio y eso solo se hace si es capaz de formular a las preguntas fundamentales. Nada es tan obvio que no merezca ser interrogado. Nuestro tiempo presenta una grieta peligrosa y es la falta de preguntas», ha advertido el arzobispo de Madrid.

En este sentido, se ha remontado al año 2024, cuando se hizo una investigación con un grupo de adolescentes pasa determinar las características de la personalidad de los jóvenes contemporáneos. «Una de las conclusiones fue que estamos empeñados en construir una personalidad online», ha señalado el arzobispo de Madrid. Esta labor, ha añadido Cobo, «todo ese esfuerzo, resta energías para hacernos las preguntas sobre la vida», lo cual puede conducirnos a «perder la identidad real. Hay que hacerse las preguntas concretas».

Junto con el impulso a hacerse las preguntas correctas, el arzobispo de Madrid ha invitado a dejarnos «sorprender por el Dios que nos llama por nuestro nombre». De lo contrario, “acabaremos vagando por un mundo deshumanizado y seremos seres deshumanizados. Pero si cultivamos la capacidad del asombro seremos capaces de ver a Dios». «Despertad es la llamada. Despertad de la dormidera para poder hacer en el corazón las preguntas fundamentales. Para percibirnos creados y amados por Alguien desde siempre. La revelación es así: la historia de un coloquio amoroso entre Dios y el hombre. Debemos apostar por la cultura del encuentro: que incorpora el otro y a los otros. La revelación es la que da sentido a nuestra vida. Hay que sentarse a escuchar y estar juntos», ha subrayado el cardenal Cobo.

Congreso Vocaciones 1

El cardenal Cobo ha advertido de otro gran «divorcio» entre la fe y la vida diaria: «Es una grieta y limita nuestra capacidad de vivir la fe en todos los aspectos de la vida. Puede llevar a que los cristianos no reconozcamos la vocación bautismal. El reto que se nos propone aquí es integrar la fe en la vida cotidiana y así poder cumplir, cada persona, su misión en el mundo. Él no nos propuso solo un ideal, Él se encarna. Nos propuso un encuentro con Él, vino a nuestro lado. «Maestro, ¿dónde vives?, y la respuesta nos lleva a la primera experiencia: “ven, y sígueme”».

Asimismo, el cardenal José Cobo ha destacado que «nuestra vida tiene futuro, nuestra vida tiene sentido porque depende de la llamada de Dios. Y no solamente somos llamados; somos co-llamados en la asamblea que es la Iglesia. Nuestra vocación es el bautismo, que luego despega en diversas formas dentro de la Iglesia». 

Congreso Vocaciones 2

Por ello, «estar juntos nos da alas, para vivir más arraigados, haciendo uso de nuestra libertad. Nos hace caminar y aprender juntos. Dios nos saca de nuestras ideas que polarizan la convivencia, que no acepta a los otros. Todas las vocaciones deben ser acompañadas, presentadas y cuidadas. La vocación es una llamada, la llamada del Maestro para seguirle. El Espíritu Santo nos empuja a descubrirnos como Pueblo de Dios. Todos somos discípulos de Cristo en misión. Vocación única que nos iguala a todos. En la comunidad todos nos sentiremos valorados. Pongámonos en camino y preguntémonos «¿Para quién soy yo?».

Al final de su intervención, el arzobispo de Madrid ha pedido desterrar «esa forma de ver las vocaciones en la Iglesia como algo» que tiene que ver «con el reparto de estructuras» o el carrerismo. Para acabar, el cardenal José Cobo ha pedido a los participantes al Congreso de las Vocaciones «poner nuestros cimientos en el agua del bautismo. Ayudemos los jóvenes a descubrir que son vocación. No quiénes son, sino para quiénes son».

El obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez ordena presbítero a Carlos Eduardo Aguirre Reyes, de la Sociedad de San Pablo

El próximo domingo, 9 de febrero, el obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez ordenará presbítero a Carlos Eduardo Aguirre Reyes, de la Sociedad de San Pablo, más conocidos como «los paulinos».

La celebración comenzará a las 13:00 horas en la parroquia Nuestra Señora de la Concepción (Arturio Soria, 5).

Carlos Eduardo Aguirre Reyes (36 años) nació en la ciudad nicaragüense de Masaya, en la diócesis de Granada. Educado en la fe fundamentalmente por su abuela, su párroco y su parroquia fueron además un referente a lo largo de toda su vida.

Estudió Filología y Comunicación en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, UNAN-Managua, y allí coincidió con un compañero que se estaba planteando la vocación dominica. Esto le suscitó su propio proceso de discernimiento.

Al conocer el carisma paulino, que busca poner la comunicación al servicio del Evangelio, se da cuenta de que este es su camino.En Colombia estudió el noviciado, en Italia hizo el juniorado y ya en España estudia Filosofía y Teología.

Hay una frase del beato Santiago Alberione, fundador de los paulinos, que al ordenando le interpela especialmente: «Nuestra parroquia es el mundo».

Entre sus trabajos editoriales, destaca una novena a Carlo Acutis publicada este 2025 con el título El apóstol milenial de la esperanza.

La noche oscura y la vuelta a la Vida de Osmanys con tres sacramentos de golpe: «Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios»

«Siempre hay que mirar los buenos momentos y asumir los errores, bastante complicados, las cosas de las que tal vez no nos sintamos orgullosos». En la vida de Osmanys, como le sucedía a san Pablo, hay un aguijón que le atormenta. Y a él se refiere de forma recurrente a lo largo de nuestra —larga— conversación.

Su gran buen momento, sin duda el mejor, llegó el pasado sábado, 1 de febrero, cuando recibió de manos del obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez los sacramentos de la iniciación cristiana. Su tormento, cuando se dedicó a robar, hechos por los que ha pasado poco más de un año en la cárcel.

Entremedias, una historia de anhelo profundo del Señor desde que era un niño; una infancia «que en realidad no tuve» porque enseguida tuvo que trabajar en su Cuba natal, y unos años de dedicación profesional a personas mayores en residencias de ancianos como auxiliar de enfermería, ya en España.

«Se tuerce todo cuando cometí errores». Cuando por los problemas económicos y los amigos inadecuados «me metí a robar en casas de gente pudiente». En la cárcel «reflexioné todo esto; ni me lo podía creer de mí mismo, una persona que lo ha tenido todo…». «Y es doloroso, porque estás haciendo daño a otras personas; me arrepiento mucho, me gustaría dar marcha atrás, pero…». Pidió perdón, aunque hubo quienes no se lo aceptaron.

Osmanys manos

Apaleado por ir a la iglesia

Osmanys es el pequeño de seis hermanos, nacido en un pueblecito pequeño cercano al municipio cubano de Haiti. El nombre le viene de la cantidad de haitianos que recalaban allí como emigrados. Se trajeron, entre otras cosas, las prácticas de la santería, un mundo al que se acercó su familia, por otro lado radicalmente atea militante. «Pero yo me decanté por la Iglesia, desde pequeño».

No fue fácil esta opción suya, «lo pasaba mal» porque sus hermanos, que eran unos «lengüinos», cada vez que iba a la iglesia se lo decían a sus padres. «Y al volver, la "golpiza"». Que en ocasiones eran verdaderos martirios, como cuando le obligaban a ponerse de rodillas encima de latas de cerveza hasta que las arandelas le hacían sangre. «Pero cuantos más golpes me daban, más fuerza cogía para volver a la iglesia».

Osmanys pasó directamente de niño a hombre «porque no tuve infancia», se puso enseguida a trabajar sembrando arroz, y cuánta caña de azúcar no habrá comido como único alimento para poderse pagar sus estudios. «Yo he pasado hambre».

Osmanys almudena

Licenciado en Economía por su país, siempre había sentido una especial predilección por el mundo sanitario. Por eso al llegar a España, hace ya 20 años, se sacó el título de auxiliar de enfermería.

Toda la vida estuvo bien de salud Osmanys hasta que «de pronto un dolor, una inflamación en el abdomen» y le diagnostican cirrosis hepática y tumor en el hígado para el que está en espera de tratamiento experimental, no quimio. Un cáncer «y es como si se te viniera todo abajo». Por eso, la trabajadora social del centro penitenciario le puso en contacto con las Misioneras de la Caridad del Paseo de la Ermita del Santo. «Aquí llevo un mes y dos días».

«El primer día me costó mucho, lo veía todo fatal». Pero ahora «me siento como en casa». El bloqueo inicial no le impidió pedir nada más llegar el Bautismo. Osmanys es un hombre acostumbrado a ir a Misa los domingos «porque ese deseo yo siempre lo he tenido; cuando tienes hambre de algo, tratas de llenarte». Y por eso, también en España, como cuando era un niño en Cuba, seguía yendo a la iglesia, «mi momento, mi paz; te llenan las palabras del padre, estar con personas que sabes que creen, que sabemos que tenemos siempre al Señor, en los malos y en los buenos momentos».

Osmanys exterior

Vuelve el aguijón: «He estudiado y he trabajado, pero mira la tentación por dónde me ha llevado; cuando a veces nos alejamos del Señor, el diablo está acechando». Para ayudar a sus hermanos, dice, cometió «el error». Ahora, «échate la película, ellos, gente estudiada pero como el ganado cuando come hierba, tozudos». Tanto, que «les hablas del Señor y es como si te colgaran el teléfono».

De nuevo el suplicio: «Me pregunto cómo caí en ese error. Es muy duro. Porque cuando entras en una casa, no sabes quién hay dentro. Puedes irte tú o te puedes llevar a alguien por delante». Y se asoma el dolor a sus ojos en forma de lágrimas: «O puede haber niños». El gran aguijón. El miedo a qué hubiera pasado en alguna de esas si hubiera habido críos; «no por mí, pero los que andaban conmigo…».

Osmanys casa

Día de fiesta

Pero la historia de Osmanys es de resurrección. Noche oscura y tres sacramentos de golpe. Ir hablando con el sacerdote que lo ha acompañado en este camino, Pedro José Lamata, fue lo más consolador. «Te estás liberando de un gran peso; cuando vas liberado de toda carga, lo demás te entra como un chute». Después, el Bautismo (con la absolución sacramental), la Confirmación y la Eucaristía. «Para mí, algo único; más para uno de fuera que ha sufrido tanto para llegar a esto». Y añade: «Cuando añoras algo desde pequeño y has pasado dificultades, esto es un regalo de Dios».

Lo vivió Osmanys ese día con auténtica emoción. Vestía traje de fiesta, también por fuera, que nunca se había puesto tan elegante —con ropa prestada—. «Me vestí, me iba al espejo, volvía a la habitación, de nuevo al espejo, nervioso». Allí estaban sus padrinos, Helena y Juan, y el obispo auxiliar de Madrid José Antonio Álvarez, «tan cercano, una persona impresionante».

En lo que lleva de nuevo cristiano, seis días, Osmanys ha comulgado todos. Nunca lo había hecho, claro, y sentía curiosidad. Resume conciso, contundente y sin rodeos: «Es fenomenal».

Osmanys madre teresa

Reconocer la presencia de Dios en su vida

Osmanys es ahora Osmanys de la Caridad, su nombre bautismal. Lo resalta especialmente el obispo auxiliar: «La caridad de Cristo en su Iglesia a través de diferentes personas y acontecimientos, y al fin con las Misioneras, le han hecho reconocer la presencia de Dios». A José Antonio Álvarez le llamó especialmente la atención la «admiración, ilusión, la novedad con la que vivió la celebración». Osmanys «tenía los ojos radiantes» —él mismo confiesa que lloró un montón— y el corazón «bien dispuesto» para vivir el encuentro con el Señor.

Hizo especial énfasis el obispo auxiliar en el salmo proclamado ese día, «bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha visitado a su pueblo» y se refirió a cómo Dios ha ido acompañando a Osmanys, «su vida y su historia, aun cuando no era consciente, y le hace reconocer que Dios es bendito porque visita y acompaña; la bendición plena llega por la participación de su misma Vida».

Por último, afirma que la acogida de un nuevo miembro en la Iglesia es un signo de que esta es Madre, que reconoce a un hijo después de «tantos sufrimientos, soledades y abandono». «Esto es manifestación de lo que estamos llamados a vivir: anunciar el Evangelio y acoger a todos; ser Buena Noticia para el mundo». Y así, «una persona muy sufriente recobra el gozo de vivir».