Madrid

El arzobispo de Madrid anima a los jóvenes a que la JMJ «no sea un Instagram, que pasa y se va»

  • Titulo: Infomadrid / B. Aragoneses

Quedamos con José Cobo a las 11:00 horas en el hotel en el que se aloja con el resto de los obispos españoles que están en Lisboa, que son 70, casi todos. Llegamos puntuales, pero él ya nos está esperando. Un café con leche, un vaso de agua y primera pregunta: ¿en qué cambia una JMJ como arzobispo? «La JMJ es un regalo que no depende de nosotros, pero cambia la mirada». Es ver, explica, en dos direcciones: «Lo grande que es la Iglesia y el buen futuro que tiene, y ver nuestra diócesis». Como arzobispo es, «de repente, colaborar en la responsabilidad de hacer posible el Espíritu» para que «la Iglesia se una», así como que la diócesis «esté conectada y se sienta parte del mosaico de la Iglesia».

Su día a día en la JMJ Lisboa 2023 es «ir a donde te lleven», ríe, «porque el horario está tan ajustado, son tantas cosas y tantos lugares…». Ya aterrizando, en definitiva se trata de «estar con la gente de Madrid y con el resto de obispos», porque estos eventos son «una buena oportunidad, un momento de convivencia, de contar, charlar…». Tiene «mucho de convivencia», mucho de «esperas juntos» y de «ir viendo a la gente».

Sobre cómo esperan los jóvenes la llegada del Papa, el prelado aclara que estos son chicos que «no han tenido la oportunidad de vivir directamente al Papa, aunque sí de una forma nueva a través de las redes». Para ellos, Francisco «es alguien familiar y cercano», y «ahora se van a encontrar personalmente con alguien que conocen». Y otra cosa más, «el Papa cuenta con ellos y quiere que ellos estén juntos», siempre «como semillas para construir después».

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El «don del acompañamiento»

Si hay algo que caracteriza a los jóvenes madrileños que están en Lisboa 2023 es, en palabras del neocardenal, el «don del acompañamiento». Cada grupo, afirma, viene con sacerdote, catequista, religioso… Esto «es una suerte», porque teniendo que «aprender a convivir en un mundo secularizado», en la diócesis se ha dado con la tecla del acompañamiento, que «es fundamental».

En este «don del acompañamiento» juegan un papel las familias, aunque reconoce que «hay muchos jóvenes que son un milagro», y para ellos están las comunidades. «A veces no nos damos cuenta» de la «riqueza» que «tenemos en Madrid; hay mucha gente joven muy centrada, que se está cuestionando la vida». El reto es «acompañarles desde la fe» y que «se sientan útiles, que no se miren el ombligo y se lancen al compromiso». En el acompañamiento también se les ayuda a «descubrir qué pide Dios de ellos para vivir su vida según el plan de Dios».

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El antes, durante y después de la JMJ

La idea de monseñor Cobo es que «la JMJ siga». «Es gente que en Madrid ha estado haciendo un proceso, y vuelve y continúa con ese proceso». Se insistió mucho en los momentos previos y se ha hecho «una buena preparación, sabiendo a lo que se venía». Estos días ha habido un momento muy intenso que ha sido la convivencia en los Días en las Diócesis, que los madrileños vivieron en la diócesis de Braga. «Si estos días los jóvenes van a ver la cara de la Iglesia más universal, más festiva, en los Días en las Diócesis han visto la cara más familiar y acogedora».

«Han aprendido la experiencia de verse totalmente queridos, simplemente porque vienen de una parroquia», por personas que los acogían porque eran cristianos. «Esto los jóvenes lo han vivido como un regalo de Dios», una imagen de Iglesia que abre las puertas, «seas quien seas», y que luego «te llevas el regalo del queso», que la fe también pasa por los detalles concretos, afirma.

Los jóvenes que están ahora en la JMJ, «la perla preciosa», son el presente de la Iglesia pero llegará un momento que dejarán de serlo. «Tiene una capacidad para ver, para unirse, es lo que el Papa llama la amistad social: el que tengan experiencia de amistad social en la diversidad es una aportación que pueden hacer a la sociedad. Imagínate un millón de jóvenes diciendo que es posible estar juntos, que es posible rezar juntos…».

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Narrar sus experiencias

Para que haya esa continuidad, esa post JMJ en la que tanto insiste el arzobispo de Madrid, se está ya invitando a los jóvenes a que «hagan experiencia de ello» y lo cuenten, los narren, «que no sea un Instagram que pasa y se va», sino una siembra para llevarlo de vuelta a casa. «Que esto no se pierda, que sirva para crecer, para descubrir cada una la vocación que tiene y para descubrirnos como diócesis». Él mismo les pidió a los jóvenes en la primera Eucaristía que celebró con ellos, el pasado 28 de julio, en Braga, que fueran puentes, que esta «experiencia de fraternidad y acogida la llevaran a sus parroquias y movimientos» para que «podamos crecer en diocesanidad y en eclesialidad desde lo que han vivido ellos».

En este sentido, el prelado afirma que en Madrid, «que tiene todas las realidades» de Iglesia, «tenemos la tentación de ir trabajando cada uno en lo nuestro». Ante esto, «los jóvenes cuando salen de la realidad de Madrid y ven la grandiosidad de la Iglesia, y que podemos estar rezando juntos, conviviendo juntos, comiendo juntos», podrán decirle a la Iglesia de Madrid que «esto es posible». Y lanza desde Lisboa un reto a los jóvenes: que ayuden a las parroquias «transiten los puentes» para conocerse entre ellas, los jóvenes, los feligreses, los sacerdotes…

En septiembre se organizará un encuentro para que tengan «un momento de relectura de lo vivido, y en octubre se celebrará un encuentro diocesano de juventud para trabajar «qué ha supuesto este chute de la JMJ». Aquí, «Dios va haciendo su tarea», y los «jóvenes nos están demostrando que si nos ponemos en marcha y nos ponemos juntos, el Espíritu actúa, y crea unidad y lanza mensajes a nuestro mundo».

La delegación madrileña es la más numerosa de las españolas en la JMJ Lisboa 2023, con 7.000 jóvenes inscritos más entre 4.000 y 5.000 de congregaciones religiosas.

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Monseñor Vidal anima a los jóvenes a pedir a Dios un trabajo en el que pueda «llevar a Jesucristo a los demás»

  • Titulo: Infomadrid / F. Jiménez

La parroquia de Algés, localidad colindante con Lisboa, ha acogido en la mañana de este jueves, 3 de agosto, a cientos de peregrinos de la JMJ que acudían para compartir el Rise Up con monseñor Jesús Vidal, obispo auxiliar de Madrid. «Cuando María dice en las bodas de Caná “haced lo que Él os diga”, es porque sabe que Jesús ya ha dicho sí».

En este sentido, ha destacado que «vosotros también habéis dicho sí al venir a la JMJ». Y este «es un pequeño sí que irá creciendo; todos los síes que deis en vuestra vida son la repuesta de ese primer sí». Así, «también Dios dice sí a vuestra vida, Él la ha tomado como suya». Por eso, «ahora la pregunta es: ¿cómo participo yo del sí de Dios?».

Sobre los dolores y las necesidades de los jóvenes, incluida la del trabajo, el prelado ha animado a abandonarse en María, porque «conoce perfectamente el dolor del corazón del hombre, tu dolor, y conoce cómo este dolor se refleja en el corazón de Jesús». Ante esto, ha animado a hacerle al Señor, a través de María, la siguiente pregunta: «¿dónde quieres que trabaje, cómo quieres que entregue mi vida? No quiero un trabajo de cualquier manera, quiero un trabajo en el que pueda entregar mi vida, desarrollarme y llevar a Jesucristo a los demás».

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Nueva cultura de la vida

Monseñor Vidal ha continuado animando a los jóvenes: «Se os llama a generar una nueva cultura de la vida», que sea «capaz de generar una economía que incluya y acoja a todos».

Durante las reflexiones en grupo, los jóvenes, provenientes de Madrid, Santiago, México, Colombia, Puerto Rico o Texas, entre otros, han compartido sus reflexiones sobre el valor de la oración de intercesión. Las reuniones por grupo forman parte de este nuevo formato, el de los Rise Up, de las catequesis con los obispos. Además, se deja espacio a las preguntas a los obispos.

La oración de intercesión, ha explicado el obispo auxiliar de Madrid, surge del deseo de Dios de entrar en el corazón de cada uno. Porque «Dios se ha implicado en tu dolor». «Que nos unamos a este deseo de Dios —ha continuado —, a la relación que Dios tiene con la realidad, porque la nuestra es frágil y nos cuesta implicarnos».

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¿Vocación inútil?

Durante el turno de preguntas, también un joven seminarista de la diócesis de Madrid, Alberto, ha confesado que a veces siente que su vocación es un poco «inútil, que tiene poco calado en el mundo de hoy». «¿Cuál es el papel del sacerdote en la construcción de una nueva sociedad? —le ha preguntado—, ¿qué puede aportar a un nuevo mundo y a nueva cultura?». «La misión del sacerdote —ha respondido monseñor Vidal— es introducir el misterio de Dios en la Creación a través de su Palabra, además de acompañar al pueblo de Dios para que viva su realidad concreta».

Por otro lado, ha añadido, «una religiosa o monja de clausura que consagra su vida y decide no formar una familia para seguir a Jesús es imagen de María». Ellas «acogen en su corazón todo el dolor del mundo y le dicen a Dios: “No tienen vino"».

Ya en la Eucaristía, el prelado ha recordado a los jóvenes que la JMJ es «una experiencia muy potente de lo que es la Iglesia: una red, una comunión que atrapa y nos atrae porque en ella encontramos la alegría de Dios». Normalmente, ha afirmado, «desde nuestros pequeños nudos no vemos la red completa», pero este encuentro posibilita «contemplarla entera, y uno se queda alucinado de esa inmensa multitud, de esa gran red que atrapa todo tipo de peces».

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La primera JMJ como sacerdote

  • Titulo: Infomadrid / B. Aragoneses

«Ni tres meses de cura» y Fernando Rubio (en la imagen principal, en el centro) está viviendo esta JMJ Lisboa 2023 de una forma totalmente nueva. «En muy poco tiempo, el sí que le dije al Señor me permite vivir la JMJ de manera renovada; realmente ese sí cambia la vida», señala este sacerdote diocesano de Madrid, poco antes de comenzar la catequesis Rise Up de monseñor José Cobo, arzobispo de Madrid, en Sao Domigos de Rana.

Su sacerdocio le permite profundizar en el acompañamiento de los jóvenes «respetando sus tiempos, pero aprovechando momentos de distensión, como los desplazamientos o las comidas». El sacerdote cuenta que es aquí cuando «te haces el encontradizo» y, en el fondo, «ellos están deseando hablar, confesarse…».

La primera JMJ a la que acudió el sacerdote fue Cracovia 2016. Acaba de terminar el introductorio y ese septiembre empezaría primero en el Seminario Conciliar de Madrid. Esta de Lisboa, por tanto, es también diferente a aquella de hace ocho años. «Entonces iba a estar yo bien, y ahora vengo a que estén bien conmigo». «Estoy aquí para ellos, esto es lo que ha cambiado», sonríe.

Fernando, de la parroquia Virgen de la Fuensanta, está viviendo también la experiencia de la fraternidad sacerdotal al encontrarse con multitud de sacerdotes en los grandes eventos. «Te das cuenta de que todos somos iguales, todos estamos sirviendo al mismo Señor, y el único sacerdote es Cristo». 

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Sacerdotes de la generación Benedicto XVI

Nos encontramos con otro Fernando, esta vez Luján y sacerdote de la diócesis de Córdoba, en la parada de un autobús, de camino al centro de Lisboa. Va con sus chavales de la parroquia Santa Marina, en Villafranca de Córdoba, de la que es párroco. «La última JMJ que viví fue la de Madrid, y entonces era seminarista».

Aún recuerda emocionado el encuentro con el Papa Benedicto XVI en la catedral de Santa María la Real de la Almudena, cuando anunció que san Juan de Ávila sería doctor de la Iglesia. «Éramos los jóvenes de la generación de Benedicto y ahora somos los sacerdotes de la generación de Benedicto». De hecho, reconoce que se ha preparado para Lisboa 2023 con los escritos del Papa alemán para los jóvenes.

Como su tocayo madrileño, este sacerdote tiene claro para quién está en Lisboa: «Volvemos a una JMJ, pero para que ellos beban de lo que tú te has nutrido, que puedan vivir lo que tú has vivido». Y sus chavales saben a lo que han venido a Lisboa: «Venimos a encontrarnos con el Señor y con la Iglesia, y a darnos cuenta de que no estamos solos ni locos; y si es así, ¡bendita locura! El primer loco fue Jesucristo…».

Parafrasea y adapta a san Agustín cuando decía: «Para vosotros, obispo; con vosotros, cristiano». Fernando, no obispo, pero sí sacerdote, que aprovecha su tiempo de vacaciones para estar en la JMJ, «desconectar y cargar pilas». Y ver al Papa, que es otro de los sueños de los chicos: verle «y que nos confirme en la fe».

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Monseñor Cobo: «No os vayáis de Lisboa sin decir a Dios en algún momento “hágase tu voluntad en mi vida”»

  • Titulo: Infomadrid / B. Aragoneses

Miércoles, 2 de agosto de 2023. Después de una Misa de apertura de la JMJ Lisbos 2023 que congregó en la Colina del Encuentro a centenares de miles de jóvenes, la delegación madrileña estaba convocada en la mañana a los Rise Up, el nuevo formato de catequesis con los obispos en los que los prelados hacen una pequeña introducción, plantean unas preguntas para tratar en pequeños grupos, y después comparten sus inquietudes con el obispo.

En la explanada del mercado de Sao Domingos de Rana, y ante miles de jóvenes, estos han planteado sus miedos, los que pueden surgir en algún momento. Ante esto, el arzobispo ha invitado a hacer como María. Ella dijo «hágase», y esto es «lo que elimina el miedo». «En el momento cero que cada uno de vosotros diga “hágase”, y se lo diga a Dios, no le va a tocar la lotería ni le van a aprobar los exámenes, pero sabe que depende de Dios».

Y en un segundo momento, «María, cuando tuvo miedo, no se quedó en su casa metida viendo Instagram; inmediatamente salió a encontrarse con alguien que estaba como ella». Por lo tanto, «contra el miedo tenemos dos pasos: primero, saber que dependemos de Dios». Y en este punto ha animado: «No os vayáis de Lisboa sin decir a Dios en algún momento “hágase tu voluntad en mi vida”». Y, como en el caso de María, «Isabel os está esperando, os espera en Madrid, en vuestra parroquia, incluso en vuestras casas».

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Otra de las inquietudes planteadas fue el misterio de la muerte. Ante esto, el arzobispo de Madrid ha sido contundente: «Dios te ama, Cristo te salva y vive, y vive entre nosotros. Al loro para reconocerle». «Él vive y está aquí, ¿tú crees que te va dejar solo?», ha lanzado la pregunta. Él siempre «nos va a dar la mano para pasar cada fase de la vida». Y ha rematado: «Saber que Cristo vive es la forma de afrontar la muerte».

Sobre los alejados de la Iglesia, que ha sido otra de las reflexiones de los jóvenes, ha señalado que son personas que se han ido de la parroquia porque «no han encontrado en nosotros la fe». Ante esto, «hay que pensar en cómo ser misioneros. «Si tú vives la fe y la regalas, inmediatamente la fe crece». Una solución sería llamar por teléfono al que se alejó de la Iglesia, al que no volvió después de la confirmación.... «No son alejados, es gente que no ha conectado con nosotros». «Id a por ellos», ha invitado.

Llevar a Madrid lo vivido en Lisboa

«La vida no la hacemos nosotros, viene de Dios», les había trasladado al comienzo el prelado. Por eso, ha dicho, «venimos a la JMJ, para entender qué proyecto tiene Dios sobre mi vida, porque esto es lo que nos va a hacer más humanos». Frente a los que dicen «no vayas a la Iglesia porque te comen el coco», la experiencia de los grandes creyentes es que «cuanto más entras en relación con Dios, más humanos somos».

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Dios, continuaba, «cuando nos ponemos en su sintonía no quita nada, va dando las cosas y nos va haciendo más felices». El neocardenal se refería a la ecología integral a la que hace referencia el Papa, con la que «nos está pidiendo» que «aprendamos a ser humanos relacionándonos primero con Dios. La relación con Dios lleva a aprender a relacionarnos con los otros, y para eso «tenemos que aprender a relacionarnos con la creación».

Cuando nos relacionamos con Dios y con los demás, proseguía, y «hacemos de nuestra casa una casa común», «aprendemos a tener en cuenta a los últimos». «Esto es lo que tenemos que contar a nuestro mundo», ha remachado. La tarea, por eso, es «decir a vuestra gente dónde veis a Dios». Para eso, les daba un truco: apuntarse en el móvil los momentos concretos de encuentro con Dios, y que salte con una alarma. «Contadles cómo es Dios», los ha animado.

Por último, lanzaba un reto: «Necesitamos que nos vea la diócesis, que vea que los jóvenes de Madrid son manos de Dios, y hablamos de Dios y practicamos a Dios. ¿No necesitan nuestros barrios lo que vivimos aquí?». «Llevadlo a Madrid, por favor; ayudad a vuestras parroquias a que lo vivan». La JMJ, concluía, es un «chute increíble para perder la vergüenza» y no pensar que «soy un friki», sino que «somos unos cuantos más».

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