Madrid

«La JMJ Lisboa 2023 ha sido una experiencia de transfiguración para la diócesis»

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La delegada episcopal de Jóvenes de la diócesis de Madrid, Laura Moreno (en la imagen principal, junto a dos peregrinos), ha hecho balance de la experiencia de la JMJ Lisboa 2023 y qué ha supuesto para la diócesis de Madrid. Acogiendo las palabras del Papa Francisco en la Misa de envío del domingo 6 de agosto en el Campo de Gracia, y al hilo del Evangelio proclamado, «la JMJ Lisboa 2023 ha sido una experiencia de transfiguración», de «alegría desbordante» para los jóvenes del mundo, pero también para Madrid. «Ha podido palpar, sentir y experimentar la catolicidad». En definitiva, un «experimentar la familia cristiana y la fraternidad universal», y un encuentro en esas tres dimensiones que señalaba Francisco: «entre los jóvenes, con el Santo Padre y con Dios».

La de Madrid ha sido la delegación más numerosa de las españolas presentes en Lisboa (que ya de por sí era el país con más peregrinos, con cerca de 80.000 inscritos, que llegaron a los 100.000). Casi 7.000 jóvenes madrileños, a los que se les sumaron entre 4.000 y 5.000 de congregaciones religiosas, acudieron con la delegación. Todos ellos «tenemos mucho que agradecer». «Como Iglesia diocesana —continúa la delegada—, nos ha llenado de vida, nos ha renovado». Ahora el reto será «canalizar esta nueva vida que tantos jóvenes han sentido».

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Jóvenes acompañados

En la línea de lo que comentaba el arzobispo de Madrid, monseñor José Cobo, desde Lisboa, la delegada también apunta lo acompañados que han estado los jóvenes por parte de sacerdotes, laicos, religioso, vicarios episcopales y obispos —junto al arzobispo estuvo también el obispo auxiliar de Madrid monseñor Jesús Vidal—. Además, ha agradecido la labor de los 33 voluntarios de la delegación, personas ya implicadas en otras actividades y cuya tarea «ha sido realmente una escuela de entrega y servicio».

Igualmente, ha agradecido «la presencia de un pequeño equipo de medios que han ayudado a que esta experiencia se haya podido comunicar», y la acogida de Portugal, en primer lugar de la archidiócesis de Braga en los Días en la Diócesis. «Ha sido una semana de inmersión en sus costumbres y de amabilísima acogida», y unos días que se vivieron con mucha «serenidad».

El encuentro de los españoles del lunes 31 de julio, eucarístico y festivo, facilitó la integración, no solo de los peregrinos provenientes de diferentes comunidades autónomas, sino entre los propios madrileños, los que ya llevaban allí desde el día 26 de julio y los que llegaban a la JMJ ese lunes. «La Conferencia Episcopal Española se volcó para que eso fuera como la puerta de entrada a la JMJ».

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A partir de entonces, comenzó un programa «intenso en camino ascendente hacia la plenitud del encuentro con el Señor; el pastor [el Papa] estaba allí, y toda la catolicidad». En este sentido, destaca el hecho de que por primera en una JMJ hayan estado representados todos los países del mundo excepto Maldivas, de modo que los jóvenes pudieron ver que «hay cristianos en todos los países del mundo». Los jóvenes experimentaron así la Iglesia universal, y trasladaban al ver esto que «no se sentían solos». Esta generación, apunta Moreno, «es muy receptiva a la dimensión espiritual de la fe», y tienen «sed de Dios ante un mundo que les manifiesta todo lo contrario».

En este punto destaca el vía crucis, grandioso en la Colina del Encuentro, «con esas 14 situaciones de cruz que hoy se viven en el mundo de los jóvenes», y también la vigilia en el Campo de Gracia, con esa representación de unos jóvenes que no conocen a Jesús» y que, cuando lo hacen, sus vidas cambian radicalmente, «sobre todo la radicalidad de la felicidad». De este acto la delegada destaca esas palabras del Papa Francisco, «no tengan miedo», en una generación que «les cuesta comprometerse», y esa llamada a vivir en el mundo real y no en el virtual.

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La diócesis, en camino

La JMJ hablaba de camino, de ese que María inició en busca de su prima Isabel, y esto es lo que ha sido para la diócesis de Madrid. La JMJ «se ha vivido con tanta plenitud» porque ha sido un camino de todo el curso, de parroquias, movimientos y asociaciones, subraya la delegada, todos «conjuntamente». «No fue algo improvisado», el terreno estaba preparado. En sus encuentros con los madrileños, de manera más multitudinaria en la Eucaristía de Braga, el día 28 de julio, y en el encuentro Rise Up del día 2 de agosto, el arzobispo les pidió que fueran conscientes de lo que estaban viviendo, y que lo anotaran en un cuaderno «para que a lo largo del curso se pudiera compartir», y les «convocó a impulsar el camino de anuncio y misión». Asimismo, les invitó «a cultivar la relación con Dios, con los hermanos y con la casa común», sin perder de vista «a los últimos, a los vulnerables».

El gran reto ahora, sostiene Moreno, es «continuar con una pastoral que sea consecuente con esta transfiguración», una pastoral «más audaz, más propositiva, capaces de construir una verdadera comunión teniendo en cuenta los diversos matices y la riqueza de la diócesis». Estos acontecimientos tan significativos, como la JMJ, «no son ni pueden ser fuegos artificiales».

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Es cierto que ha habido «momentos muy fuertes con el corazón de los jóvenes tocados por las palabras del Papa», como lo demostraban los silencios contemplativos que se han vivido, pero «la novedad está en que el camino que veníamos haciendo recibe un mensaje claro de transfiguración en la experiencia de Dios». Así, «el “levántate y ponte en camino” es lo que tenemos que hacer. Eso que dijo el Papa de que «somos llamados porque somos amados», concluye la delegada de Jóvenes, «es un mensaje que tenemos que hacer verdad, que vivir en la Iglesia diocesana».

La Delegación de Jóvenes convoca a todos los peregrinos y también a aquellos que no pudieron acudir a Lisboa, a un encuentro post JMJ que se llamará Madrid Live Meeting 23, el día 7 de octubre en la explanada de la catedral de Santa María la Real de la Almudena para seguir por este camino.

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Así viven Nacho y Begoña la JMJ Lisboa 2023: «La discapacidad no te impide, solamente te acompaña»

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Begoña tuvo muchas, muchas dudas, antes de decidirse a venir a la JMJ Lisboa2023. No fue fácil lanzarse a peregrinar teniendo que hacerlo en silla de ruedas. «Es complicado, no te voy a mentir; si ya de por sí lo es, con una discapacidad, más». La joven, de 20 años, forma parte de la expedición madrileña que está en la JMJ integrada en la Delegación Episcopal de Jóvenes. Ella viene con la parroquia San Ignacio de Loyola, de Torrelodones, en un grupo que incluye a chavales del colegio diocesano del mismo nombre. Son un centenar.

La joven habla con serenidad, piensa las palabras, no se apresura. Tiene una mirada tranquila que refleja una gran seriedad de vida. «No me gusta salir de lo que ya conozco, pienso mucho todo… No me veía muy capaz de venir». Sus necesidades especiales contrastaban con la autonomía del resto, «¿cómo voy a hacer?».

Pero Begoña tenía amigos que son como los camilleros del Evangelio, esos que no se rinden ante la imposibilidad del otro, y «me animaron bastante; vi tranquilidad en sus ojos, me transmitieron paz y la sensación de que me iba a sentir como en casa». Así que, «¿por qué no intentarlo?». Estos días, Begoña está experimentado la ayuda de los que tiene alrededor. Sin ellos, nada hubiera sido posible. Literalmente, «me ayudan a vivir». Y le hacen «ver a Dios». «Dios siempre está con nosotros, y yo lo veo en los demás ayudándome a mí».

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También Nacho (22 años) tiene claro que él está en Lisboa por la gente que se ha implicado. En especial, Hugo (19), con el que ha forjado una amistad auténtica y profunda. Reconoce estar «un poco cansado», aunque él se trajo un colchón hinchable para el suelo del polideportivo porque tiene dolores de espalda. Tiene claro que su «condición diferente al resto» (parálisis cerebral), «no te impide, solamente te acompaña».

En esta JMJ, Nacho se ha dado cuenta «de la gente buena que hay por el mundo». Los más cercanos, el grupo con el que ha venido, junto a Begoña, a Lisboa. «Las personas con discapacidad tenemos muchas limitaciones, y hay mucho esfuerzo detrás». Pero cuando «hay personas que te ayudan, te dan la vida». El estar en la JMJ para Nacho «es complicado, pero merece totalmente la pena». Él tiene claro, además, a lo que se va a una JMJ, «a ver lo que quiere Jesucristo de cada uno».

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Pablo, madrileño integrante del cuerpo de baile de la JMJ: «El Papa nos dijo: “¡Son muy bravos!”»

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Fue quien recogió la cruz entre la decimotercera y la decimocuarta estación del vía crucis que el Papa presidió este viernes, 4 de agosto, en la Colina del Encuentro, en Lisboa. Pablo Izquierdo de Mendoza (25 años) es de Madrid y forma parte del cuerpo de baile de la JMJ que estos días están coreografiando los actos centrales de la JMJ Lisboa 2023. En lo más alto de la estructura de cubos azules que forman el escenario instalado en la Colina del Encuentro (que simulan una cascada de agua en azul, el color de la Inmaculada), Pablo acompañó con sus gestos la estación en la que Jesús es depositado en el sepulcro, y en la que se meditaba sobre el miedo de los jóvenes al futuro.

No fue fácil porque, al ser la parte más alta del escenario, el viento se notaba con fuerza. Pero las vistas que Pablo tenía desde allí, de los 800.000 peregrinos congregados, fueron únicas. Hablamos con él al terminar el vía crucis, y nos cuenta sus impresiones sobre el Papa Francisco que, saltándose todo el protocolo, pidió a los bailarines que se acercaran al terminar. «¡Son muy bravos, ustedes!», les dijo. Pablo, en su saludo personal, bromeó con él. «Santidad, me he subido al ego argentino para bailar el vía crucis». «Ay, mirá este sinvergüenza…», le respondió riendo el Papa. «Fue como estar con el abuelo de todos». Ya sabían los bailarines que el Papa estaba «muy satisfecho» con su trabajo desde que los vio en la ceremonia de acogida, «y ya nos dio mucho ánimo».

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Ensayos de 13 a 14 horas diarias

Hace dos meses, Pablo supo que había sido seleccionado para formar parte del equipo de artistas de la JMJ. Bailarín profesional de danza española, se había presentado al casting, una selección dura de un mes en varias fases que le coincidió, además, con la época de exámenes en la Universidad San Dámaso, porque Pablo, además, está estudiando Ciencias Religiosas. «Me levantaba a las 4:00 horas de la madrugada, me aprendía la coreografía, la grababa y enviaba, y me ponía a estudiar».

Cuando le dijeron que estaba admitido le surgieron los miedos, porque sería la primera vez que bailaba tras una recuperación de año y medio por una fractura de cadera. «Por eso empecé Ciencias Religiosas», en la convalecencia, aclara. Ahora, la JMJ «ha sido mi vuelta a la profesión» y, además, «para poner los talentos al servicio». Reconoce que en este tiempo no ha tenido ni un dolor, «ya se lo dije al Señor en el sagrario antes de venir, “si esto es tuyo, lo vas a hacer posible”, así que sí debe ser suyo», ríe.

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Una vez seleccionado, Pablo se trasladó Portugal junto a los otros 54 integrantes del cuerpo de baile de los cinco continentes. «Hay 23 nacionalidades distintas», lo que ha supuesto una riqueza inmensa. «Aquí también se ve la catolicidad de la Iglesia; cuando rezamos el rosario, es precioso que cada misterio se haga en eslovaco, inglés, francés, vietnamita…». Se alojan en Cascais, en un colegio cedido cuyos anteriores inquilinos fueron niños ucranianos. Han estado ensayando entre 8 y 9 horas diarias, y estos últimos días, antes de que todo comenzara, entre 13 y 14 horas.

«Ahora se trata de mantener la calma y hacerlo todo muy profesional», cuenta, porque ellos son también «peregrinos y voluntarios», pero «tenemos que controlar el furor de estar con el Papa» para «ayudar a la gente a que viva bien la ceremonia». Para eso «tenemos que ser profesionales». Este sábado, 5 de agosto, su escenario de la Colina del Encuentro cambiará por el del Campo de Gracia, donde participarán también en la vigilia de la noche dando paso al Santísimo Sacramento para su adoración.

Destaca Pablo el papel de Matilde Trocado, la directora artística, que ya dirigió un musical sobre san Juan Pablo II en la JMJ Madrid 2011. «Ha hecho una apuesta arriesgada de la puesta en escena; la visión artística del tema es totalmente novedosa», algo que quedó patente en el vía crucis. Ayuda también el escenario, «que ha sido construido para esto», y las pinturas de las lonas, que «hizo un diseñador que trabaja con Scorsese».

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Segunda JMJ

Para Pablo, esta es su segunda JMJ. La primera, la de Cracovia 2016, fue especial porque la vivió recién convertido. Una entrada en la Iglesia de la mano de santa Teresa de Jesús. Hijo de padres agnósticos, en su casa no se hablaba de religión y él nunca tuvo ningún contacto con la Iglesia. Sí recibió el Bautismo al nacer, «el 18 de diciembre, el día de la Virgen de la Esperanza», como un guiño a su futuro. La Virgen le acompañó también en su infancia porque la de los Remedios, la patrona de su Colmenar Viejo (Madrid) natal, es muy querida en la localidad.

En 2015, con motivo de la celebración del Año Jubilar Teresiano, algo empezó a cambiar en él. Estaba en 1º de Bachillerato y ya tenía grandes inquietudes culturales. «Ese año, todo era santa Teresa, en el arte, la literatura…». Comenzó a empaparse de su vida, y una noche, «viendo la serie sobre su vida de Concha Velasco», todo cambió. Como Edith Stein, toda una noche viviendo a la santa de Ávila y todo da un vuelco. «Al día siguiente llamé a una compañera de clase que sabía que practicaba y le dije: “Llévame a ver a tu párroco”». Era el día de san José, «para que veas los hilos» de su conversión.

Comenzó entonces un acompañamiento en la parroquia San Antonio de la Florida que le llevó a recibir la Primera Comunión y la Confirmación a las 17 años, y que continúa en el grupo Horeb, de discernimiento vocacional de la diócesis de Madrid. Pablo también está involucrado en la Red Fratelli, que los jóvenes de la diócesis pusieron en marcha, impulsado por el arzobispo emérito, cardenal Carlos Osoro, como una forma de participación en la vida social y política.

Sus padres siguen siendo agnósticos y «flipan en todos los colores» con él, pero le respetan y acompañan. El año que se convirtió, como regalo de cumpleaños lo llevaron al sepulcro de santa Teresa, y la JMJ Cracovia 2016 fue su regalo de Comunión y Confirmación. Para Pablo, el Papa Francisco ha sido su Papa, «yo he crecido con sus enseñanzas». Por eso, tiene grabadas a fuego eso de «hagan lío» o «no balconeen la vida». En el vía crucis él balconeó bastante —«el objetivo era mirar a la estatua del marqués de Pombal para no perder el equilibrio»—, aunque, esta vez, fue para «poner los talentos al servicio».

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El arzobispo de Madrid anima a los jóvenes a que la JMJ «no sea un Instagram, que pasa y se va»

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Quedamos con José Cobo a las 11:00 horas en el hotel en el que se aloja con el resto de los obispos españoles que están en Lisboa, que son 70, casi todos. Llegamos puntuales, pero él ya nos está esperando. Un café con leche, un vaso de agua y primera pregunta: ¿en qué cambia una JMJ como arzobispo? «La JMJ es un regalo que no depende de nosotros, pero cambia la mirada». Es ver, explica, en dos direcciones: «Lo grande que es la Iglesia y el buen futuro que tiene, y ver nuestra diócesis». Como arzobispo es, «de repente, colaborar en la responsabilidad de hacer posible el Espíritu» para que «la Iglesia se una», así como que la diócesis «esté conectada y se sienta parte del mosaico de la Iglesia».

Su día a día en la JMJ Lisboa 2023 es «ir a donde te lleven», ríe, «porque el horario está tan ajustado, son tantas cosas y tantos lugares…». Ya aterrizando, en definitiva se trata de «estar con la gente de Madrid y con el resto de obispos», porque estos eventos son «una buena oportunidad, un momento de convivencia, de contar, charlar…». Tiene «mucho de convivencia», mucho de «esperas juntos» y de «ir viendo a la gente».

Sobre cómo esperan los jóvenes la llegada del Papa, el prelado aclara que estos son chicos que «no han tenido la oportunidad de vivir directamente al Papa, aunque sí de una forma nueva a través de las redes». Para ellos, Francisco «es alguien familiar y cercano», y «ahora se van a encontrar personalmente con alguien que conocen». Y otra cosa más, «el Papa cuenta con ellos y quiere que ellos estén juntos», siempre «como semillas para construir después».

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El «don del acompañamiento»

Si hay algo que caracteriza a los jóvenes madrileños que están en Lisboa 2023 es, en palabras del neocardenal, el «don del acompañamiento». Cada grupo, afirma, viene con sacerdote, catequista, religioso… Esto «es una suerte», porque teniendo que «aprender a convivir en un mundo secularizado», en la diócesis se ha dado con la tecla del acompañamiento, que «es fundamental».

En este «don del acompañamiento» juegan un papel las familias, aunque reconoce que «hay muchos jóvenes que son un milagro», y para ellos están las comunidades. «A veces no nos damos cuenta» de la «riqueza» que «tenemos en Madrid; hay mucha gente joven muy centrada, que se está cuestionando la vida». El reto es «acompañarles desde la fe» y que «se sientan útiles, que no se miren el ombligo y se lancen al compromiso». En el acompañamiento también se les ayuda a «descubrir qué pide Dios de ellos para vivir su vida según el plan de Dios».

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El antes, durante y después de la JMJ

La idea de monseñor Cobo es que «la JMJ siga». «Es gente que en Madrid ha estado haciendo un proceso, y vuelve y continúa con ese proceso». Se insistió mucho en los momentos previos y se ha hecho «una buena preparación, sabiendo a lo que se venía». Estos días ha habido un momento muy intenso que ha sido la convivencia en los Días en las Diócesis, que los madrileños vivieron en la diócesis de Braga. «Si estos días los jóvenes van a ver la cara de la Iglesia más universal, más festiva, en los Días en las Diócesis han visto la cara más familiar y acogedora».

«Han aprendido la experiencia de verse totalmente queridos, simplemente porque vienen de una parroquia», por personas que los acogían porque eran cristianos. «Esto los jóvenes lo han vivido como un regalo de Dios», una imagen de Iglesia que abre las puertas, «seas quien seas», y que luego «te llevas el regalo del queso», que la fe también pasa por los detalles concretos, afirma.

Los jóvenes que están ahora en la JMJ, «la perla preciosa», son el presente de la Iglesia pero llegará un momento que dejarán de serlo. «Tiene una capacidad para ver, para unirse, es lo que el Papa llama la amistad social: el que tengan experiencia de amistad social en la diversidad es una aportación que pueden hacer a la sociedad. Imagínate un millón de jóvenes diciendo que es posible estar juntos, que es posible rezar juntos…».

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Narrar sus experiencias

Para que haya esa continuidad, esa post JMJ en la que tanto insiste el arzobispo de Madrid, se está ya invitando a los jóvenes a que «hagan experiencia de ello» y lo cuenten, los narren, «que no sea un Instagram que pasa y se va», sino una siembra para llevarlo de vuelta a casa. «Que esto no se pierda, que sirva para crecer, para descubrir cada una la vocación que tiene y para descubrirnos como diócesis». Él mismo les pidió a los jóvenes en la primera Eucaristía que celebró con ellos, el pasado 28 de julio, en Braga, que fueran puentes, que esta «experiencia de fraternidad y acogida la llevaran a sus parroquias y movimientos» para que «podamos crecer en diocesanidad y en eclesialidad desde lo que han vivido ellos».

En este sentido, el prelado afirma que en Madrid, «que tiene todas las realidades» de Iglesia, «tenemos la tentación de ir trabajando cada uno en lo nuestro». Ante esto, «los jóvenes cuando salen de la realidad de Madrid y ven la grandiosidad de la Iglesia, y que podemos estar rezando juntos, conviviendo juntos, comiendo juntos», podrán decirle a la Iglesia de Madrid que «esto es posible». Y lanza desde Lisboa un reto a los jóvenes: que ayuden a las parroquias «transiten los puentes» para conocerse entre ellas, los jóvenes, los feligreses, los sacerdotes…

En septiembre se organizará un encuentro para que tengan «un momento de relectura de lo vivido, y en octubre se celebrará un encuentro diocesano de juventud para trabajar «qué ha supuesto este chute de la JMJ». Aquí, «Dios va haciendo su tarea», y los «jóvenes nos están demostrando que si nos ponemos en marcha y nos ponemos juntos, el Espíritu actúa, y crea unidad y lanza mensajes a nuestro mundo».

La delegación madrileña es la más numerosa de las españolas en la JMJ Lisboa 2023, con 7.000 jóvenes inscritos más entre 4.000 y 5.000 de congregaciones religiosas.

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