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En su homilía, Mons. Osoro deseó a todos “que la paz de Nuestro Señor Jesucristo habite en nuestro corazón”. “Que esta palabra que acabamos de escuchar, dijo, sea una luz tan grande que nos ayude a tener la sabiduría de la que nos habla el Papa Francisco en su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo”. A continuación, resaltó la importancia de esta Jornada Mundial del Enfermo, señalando que, “como nos invita a reflexionar el tema de este año, quizás para entenderla necesitemos la sabiduría del corazón que solamente Dios nos entrega”. “Es cierto que quien sabe abrirse al sufrimiento de los hermanos, quien sabe reconocer a los hombres como imagen y semejanza de Dios, tiene la sabiduría de corazón que Dios nos entrega a todos”.
Para el Arzobispo de Madrid, la Virgen María “es el orgullo del ser humano”, porque “nos supo enseñar, desde el inicio mismo de la vida pública de Nuestro Señor Jesucristo, que nuestra vida lo es para servir al hermano” y “que la vida es verdadera si estamos de verdad con nuestros hermanos en todas las situaciones que viva nuestro prójimo”. Por eso, aseguró, “es muy importante que salgamos de nosotros mismos a los demás, y que veamos todas las situaciones que puedan vivir”, que “nos fijemos en las situaciones que viven los hombres, como lo hizo la Virgen María”, en alusión a las Bodas de Caná. “La Virgen, prosiguió, es el ser humano más perfecto que ha existido”. “Dios la llenó de los dones necesarios para ver cómo el ser humano puede abrirse a las necesidades de los demás”. Y es que, a su juicio, sólo abriéndonos a las necesidades del próximo “está la realización plena de lo que significa ser hermanos”.
Invitó a constatar “la realidad en la que estamos”, como lo hizo la Virgen, “que se fija en los que sufren”. En este sentido, se cuestionó quiénes son los que no tienen vino en estos momentos, en nuestra vida, aludiendo a “los que más sufren. Hoy, apuntó, nos fijamos en los enfermos, en los que tienen más limitaciones reales, en los que tienen una cruz en su vida. También nos fijamos en los que les acompañan”. Y se preguntó si nos acercamos a estas personas, les ayudamos, les acompañamos, les amamos… “La salud, afirmó, se entrega también cuando el que lleva la cruz siente que alguien le quiere, le ayuda…”. Por eso, “la Iglesia tiene que ayudar a derivar la paz, el amor, la entrega, el servicio que el ser humano necesita en cualquier situación de su vida, especialmente cuando está enfermo. Recojamos este reto”. Y expresó su agradecimiento a “todos los que os dedicáis a este mundo de la salud”, de manera especial a los capellanes, manifestando su deseo de que quienes acudan a ellos “encuentren el consuelo y la cercanía de Jesucristo”.
En segundo lugar, animó a festejar “a todos los que sabéis que Dios ha venido a darnos vida. Alegraos con la alegría que viene de Dios”. Así, a los enfermos les dijo que “vuestra cruz es la del Señor”. Y a los sanos les exhortó a acompañar a los que sufren. “Dios no nos deja solos. Nos regala su riqueza, la que aparece en la cruz: en ella encontramos a un Dios que ha querido entregarse por amor, con amor, desde el amor y regalando su amor”.
Por último, invitó a “ser libres”, asegurando que “la liberación llega al hombre siempre, haciendo lo que Él nos diga. Estemos con los demás, salgamos a ellos… La caridad tiene necesidad de ser compartida hasta la máxima explicitud. Y nuestra vida tiene que ser vida para curar, saliendo a las situaciones en las que viven los demás”. “Tenemos que tener tiempo para los demás”, advirtió.
Para el Arzobispo de Madrid, “la respuesta del amor al drama del dolor humano es la que nos da Jesús”. Por eso, “es importante servir a quien más lo necesita” y hacerlo “como el Señor nos enseña”. “Hay mucha gente que sufre, dijo. Pero también es verdad que podemos festejar, porque Dios se ha acercado a nosotros” y el “triunfo es de Dios”. Concluyó invitando a acoger a Nuestro Señor Jesucristo”.