Madrid

Eucaristía en la Parroquia Nuestra Señora de la Vega en la fiesta del Beato Ceferino Giménez Malla, el Pelé

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La Parroquia Nuestra Señora de la Vega (c/Chantada, 28) acogerá el próximo 4 de mayo, a las 17,00 horas, una solemne celebración de la Eucaristía con motivo de la festividad litúrgica del Beato Ceferino Giménez Malla, más conocido como El Pelé. Organizada por la Delegación de Pastoral Gitana, la Misa estará presidida por el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro. Concelebrarán Javier Cuevas, Vicario Episcopal de la VIII, Vicaría a la que pertenece la Parroquia; Ramón López Merino, párroco y Delegado Episcopal de Pastoral Gitana; y sacerdotes de las parroquias de la zona. Además, miembros de la etnia gitana participarán de forma activa a través de los cánticos y las lecturas. Al concluir la ceremonia, Mons. Osoro mantendrá con ellos su primer encuentro desde que llegara a la diócesis de Madrid.

Con esta Eucaristía se conmemoran también los 50 años de construcción de la parroquia. Por eso, en los locales parroquiales se puede visitar una breve exposición fotográfica resumen del trabajo realizado por la Delegación de Pastoral Gitana, con sede en la Parroquia, en estos últimos diez años. Además, la Misa servirá como preparación al encuentro que el Papa Francisco mantendrá en Roma, en octubre de este año, con los gitanos, en el el 50 aniversario del que mantuvo el Papa Pablo VI en Pomezia (Italia). De hecho, la Delegación de Pastoral Gitana quiere hacerse presente en este evento. Por ello, el lunes 4 de mayo presentarán a Mons. Osoro las cartas que se van a enviar a las parroquias de la diócesis solicitando ayuda económica para que los miembros de la etnia gitana puedan viajar a Roma para participar en este encuentro.

Ceferino Giménez Malla nació en Benavent de Segriá (Lérida) en 1861. Hombre de profundas convicciones religiosas, se ganaba la vida con la venta de caballos. En 1902 ingresó como laico en la Orden Franciscana Seglar. Durante la Guerra Civil fue detenido y murió fusilado en Barbastro, rosario en mano, el 9 de agosto de 1936. San Juan Pablo II lo declaró beato en 1997, y su proceso de canonización está en su fase final. Según destacó san Juan Pablo II en la homilía de la misa de beatificación de ‘El Pelé’, “su vida muestra cómo Cristo está presente en los diversos pueblos y razas y que todos están llamados a la santidad, la cual se alcanza guardando los mandamientos y permaneciendo en su amor”.

“La Evangelii Gaudium es una referencia necesaria para el conjunto de la pastoral de la Iglesia en los próximos años” afirma Mons. Osoro

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Ayer por la tarde, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, impartió la ponencia “Claves pastorales de la Evangelii Gaudium”, con la que clausuró el XVII Curso de Antropología Filosófica organizado por la Fundación Universitaria Española (FUE), que ha venido abordando el tema “Evangelii Gaudium. La novedad del Evangelio en clave ‘Franciscana’”.

El Arzobispo de Madrid comenzó su intervención citando al Papa Francisco a propósito de la Resurrección: “‘En la fiesta que hace poco hemos celebrado, decía que a pesar de todas las miserias, las injusticias y monstruosidades existentes sobre la Tierra, en Él se ha inaugurado el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario, pero el mal y la muerte están derrotadas para siempre. Sus fuentes se han secado, la realidad es que Jesús es el Señor del mundo, el mal ha sido vencido por la redención que Él obra, el mundo nuevo ya ha comenzado’. Esas palabras del Papa creo que nos sitúan en la partitura, vista desde lejos, de las claves pastorales de la Evangelii Gaudium”.

Y es que, para Mons. Osoro, la Evangelii Gaudium “es una referencia necesaria para el conjunto de la pastoral de la Iglesia en los próximos años” por “muchos motivos…. Dios se comunica al hombre mediante hechos y palabras, muy relacionados. Las palabras explican los hechos y los hechos confirman las palabras. Estamos asistiendo a esta comunicación, que el Papa quiere que tenga la Iglesia. Él habla con palabras, pero sobre todo lo hace con los hechos. Por tanto, se nos abre una primera exigencia pastoral de peso: no vale el ‘siempre ha sido así’. Los hechos, los gestos, contarán más que las palabras”.

Además, “se está dando un fenómeno curioso”. Así, dijo que el Papa Francisco está utilizando “citas de Juan XXIII, del Beato Pablo VI, de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI” porque “cobran una evidencia tal que, a través de su vida, se hacen creíbles. La realidad es más importante que la idea. Desconectada la idea original de la realidad, equivale a reducir el Evangelio a pura retórica. Por eso, Evangelii Gaudium nos impulsa a poner en práctica la palabra, a realizar obras de justicia y caridad en las que la palabra se hace fecunda. Se nos invita a vivir una responsabilidad especial”, aseguró.

“Todos los discípulos de Cristo, apuntó, tenemos que vivir una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría. A nadie se le puede ocultar que lo que estamos viviendo en la Iglesia tiene un nombre: reforma. Para nosotros, que vivimos en el mundo occidental y en Europa, ésta no es extraña, y menos este año que celebramos los 500 años el nacimiento de Teresa de Jesús. Ella es una mujer que hizo reforma. Por eso, el Papa quiere una reforma en la Iglesia, entre nosotros, un proyecto sugerido por él; pero, sin embargo, recoge lo que él ha explicitado en la Evangelii Gaudium: la novedad no como simple concepto sino hecha experiencia de vida personal y eclesial”.

Iglesia misionera
Por eso, continuó, “esta etapa evangelizadora, marcada por la alegría, tiene un sentido programático. Está llamada a tener consecuencias importantes, como nos dice el Papa en el número 25 de la Evangelii Gaudium. Hay que recordar los últimos sínodos de la Iglesia: es la novedad. Es verdad que no se nota en toda la iglesia, pero hay minorías que lo experimentan. Es bueno que descubramos que la Evangelii entrega a la iglesia lo que el Concilio Vaticano había dicho, pero nos lo recuerda con frescura especial: la Iglesia tiene que ser misionera y salir de sus propios círculos, se tiene que hacer presente. Y nos exige lo que el Papa llama una conversión pastoral, que supone la conversión personal”.

Advirtió que “el Papa Francisco no es solo palabra, es vida, es gesto, historia concreta, expresión, belleza. ¿Adónde habrá que mirar para encontrar el estilo de vivir la Iglesia que sea suelo nutricio de experiencia profunda de Dios?”, se pregunta. “El Papa nos lo dice: volvamos a Jesús”, aseveró.

Volver a Jesús
“¿Qué tendremos que hacer en la Iglesia para avanzar en esta línea?”, se cuestionó. “Sin vida nueva, sin espíritu evangélico, sin una iglesia fiel a su propia educación, cualquier estructura nueva se corrompe a los dos días. No cambia nada. El peligro no es teórico: por eso, es importante que pongamos los ojos en Jesús, conscientes de que si no sentimos el intenso deseo de comunicar unido al deseo de orar para pedirle al Señor que vuelva a cautivar a los discípulos, cristianos, a los miembros de la Iglesia, que vuelva a tocar nuestra existencia, estamos perdiendo el tiempo. Tenemos que perseverar en una evangelización fervorosa, que nace del encuentro con el Señor. Por eso, una de las líneas apremiantes de las claves pastorales de esta conferencia, y el Papa insiste en los comentarios que hace de esta exhortación, es volver a Jesús. Cada uno de nosotros sabe que como misionero nunca deja de ser discípulo. Jesús camina con nosotros, respira con nosotros, cada uno de nosotros percibe o tiene que percibir a un Jesús vivo en medio de la tarea que tiene que realizar. Se trata de descubrirlo y vivir una experiencia del Señor en los más profundo de nuestro corazón”, señaló. “Tenemos que abrirnos sin temor a la acción del Espíritu Santo para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta, en todo tiempo e incluso en estos momentos en que hay contracorriente”, invitó.

A continuación, presentó “ejes temáticos que podrían ser líneas fuerzas para nosotros”. El primero, “volvamos al Evangelio. Si Jesús es el rostro del amor de Dios, acojamos ese rostro. La imagen de Dios que subraya el Papa incide en fuertes subrayados, por ejemplo misericordia, perdón, cercanía, paciencia, sorpresa, novedad. Esta es una imagen que choca con la que a veces se anuncia en nuestra vida. Entrar en el corazón del Evangelio, con mis limitaciones, pero sabiendo que el Señor viene en ayuda de mi debilidad. No midamos con nuestro rasero, sino con el de Dios. Volvamos al Evangelio”.

Otro, “vivir una experiencia eclesial profunda. Una Iglesia misionera, convertida para la misión” con “dos referencias: Cristo y los hombres. A veces los cristianos miramos hacia nosotros. Una iglesia madre, una iglesia lugar de misericordia… una iglesia de puertas abiertas. Los grandes evangelizadores de la iglesia fueron los hombres que abrieron puertas”, consideró. Un lugar de misericordia, prosiguió, “que pueda integrar una pastoral de la acogida y del acompañamiento personal en los diversos procesos que tienen los hombres. Una madre de corazón abierto que no teme salir, como no temió el Señor venir a este mundo. Esta es la Iglesia de Cristo: una Iglesia del Señor. Cada cristiano debe saber que es un instrumento de Dios para liberar, para acercarse a los que más lo necesitan, a los más pobres”, afirmó.

Otro de los ejes que presentó en su intervención fue el de la pastoral de la mirada. Para el Arzobispo de Madrid, “evangelizamos cuando tratamos de afrontar los diversos desafíos que se puedan presentar en este mundo. Todos los desafíos. Pero lo hacemos a la manera y al estilo de Jesucristo”.

Se preguntó por el significado de “lo que nos dice el Papa en la Evangelii Gaudium” acerca “de los ojos iluminados por la luz de Jesucristo Resucitado”. “Se trata de ver, pero es un ver distinto, con prejuicios, porque nadie tiene un ver aséptico. El cristiano tiene que ver con los ojos de Jesús. Hemos de tener los ojos de Jesús para ver la realidad: es una clave pastoral importante. El mandato misionero, la lógica de la alegría del encuentro, la lógica del Evangelio es la lógica de ir a encontrarme con todos los hombres, estén en la situación que estén. Los discípulos de Jesús salimos a la vida porque no queremos que nadie muera: queremos que todos lleguen a encontrar a nuestro Señor. Y lo hacemos a nuestra manera”. Y es que, “la realidad nos reclama ojos para ver: los ojos de Jesús. Nos reclama mirar a los otros con alma” y “desde lo hondo. El otro es imagen de Dios, sea quien sea, aunque sea mi enemigo”.

“Hay que mirar a los otros con alma, añadió. Es una gran terea que tenemos que tener los cristianos. No es fácil esta mirada. Se necesitan muchas horas de oración y de comunión con nuestro Señor… Pero es urgente. Si queremos hacer una cultura del encuentro, los cristianos tenemos que hacer esta mirada de alma. Y tenemos que hacer un entrenamiento de apertura… Es necesaria una espiritualidad esencial y fundamental, profunda, que nos lleve a vivir de otra manera diferente, en el desborde de la alegría y la gratitud, en la lógica de la alegría valiente y audaz, misionera, que se nos da cuando dejamos de hacer desencuentros. Y que percibimos en nuestra vida. Esto supone una espiritualidad de comunión con nuestro Señor, que es la que el Concilio Vaticano II nos ha insistido que vivamos. Es la espiritualidad eucarística de San Juan Pablo II”, concluyó.

Después de su intervención, el Arzobispo de Madrid visitó a las Cruzadas de Santa María en el Hogar de Rovacias, y rezó ante la tumba del fundador, P. Tomás Morales.

La Parroquia Nuestra Señora de las Angustias acoge una Eucaristía en el Día del Trabajo

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Mañana, viernes 1 de mayo, se celebra el Día del Trabajador.

Como viene siendo habitual en esta jornada, Pastoral del Trabajo organiza una solemne Eucaristía, que dará comienzo a las 10,00 horas en los locales de la Parroquia Nuestra Señora de las Angustias (c/Rafael de Riego, 16). La Misa estará presidida por Mons. Carlos Osoro, Arzobispo de Madrid.

El Arzobispo de Madrid recuerda que el trabajo es un derecho fundamental y bien para el hombre

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Con motivo del Día del Trabajo que se celebra mañana, 1º de mayo, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, ha hecho pública una carta en la que recuerda que “el trabajo es un derecho fundamental y bien para el hombre”. En ella se dirige “a todos los cristianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que deseáis que todos los derechos de las personas sean respetados, valorados y promovidos” y les invita a “seguir poniendo de relieve que el trabajo humano es una clave, quizá la clave esencial, de toda la cuestión social, si tratamos de verla verdaderamente desde el punto de vista del bien del hombre. Por eso es bueno acercarnos a esta realidad tan necesaria para el ser humano y para su familia. Y la solución, que ciertamente es cada vez más compleja, se ha de buscar en la dirección de hacer ‘la vida humana más humana’, como nos decía el Concilio Vaticano II en la Constitución Gaudium et spes, 38, con ese ‘humanismo verdad’ que nos regala y revela Jesucristo”.

“El hombre, apunta, es el camino de la Iglesia, el primer camino de la Iglesia. La responsabilidad y la atención al hombre se la ha confiado Cristo. Ese hombre, que es la única criatura que Dios ha querido por sí misma y sobre la cual tiene su proyecto. El hombre real, concreto, histórico. La Iglesia en el cumplimiento de su misión no le puede abandonar. Y es este hombre el que inspira toda su doctrina social. Tengamos la valentía de mirar al hombre inserto en la compleja trama de relaciones sociales de hoy, y descubramos, una vez más, la centralidad del hombre en la sociedad. El amor por el hombre se concreta, también, en la promoción de sus derechos fundamentales, entre los que se encuentra el derecho al trabajo. Acompañemos al hombre en este camino por la tierra tal y como nos manda Jesucristo”

“Suscitemos en el corazón de cada hombre, prosigue, la convicción de que construye fraternidad cuando defiende la dignidad y los derechos humanos, la convivencia entre todos los hombres, la cultura del encuentro, la civilización del amor”. Anima a “evitar siempre un error: ser egoísta y sólo egoísta”. Y aconseja vivir “viendo todo lo que puedes hacer, cómo puedes prodigarte, cómo ensanchar la esfera de toda la tierra y el corazón de todos los hombres, cómo puedes servir más y mejor a todos para hacer de este mundo una realidad de corazones buenos y felices. No salgas a pasear con las manos vacías y temblorosas. Hay muchas necesidades. No pases de largo con indiferencia por el camino y por la historia. Hace falta construir un mundo mejor. ¡Es tiempo de construir! Más aún, de construir constructores, apóstoles que militan y promueven con toda su vida ese derecho fundamental del hombre que es el trabajo y que es un bien para la humanidad”.

Trabajo digno
El Arzobispo de Madrid exhorta a empeñar “todas nuestras energías en superar todo aquello que condena y deja en el margen de la vida a los hombres. No pertenece al ser humano la cultura del descarte sino la del encuentro, que es la que reconoce que todos somos hijos de Dios y hermanos. Hemos de buscar todos juntos que los derechos fundamentales del hombre sean reconocidos, buscados y entregados a todos los hombres. Tenemos que llegar a que la liberación y la novedad que trae Jesucristo, se haga verdad y vida en rostros concretos de hombres y mujeres que están padeciendo la falta de un trabajo digno”, algo que se logrará “descubriendo los cristianos, para nosotros y para todos los hombres, que entre evangelización y promoción humana existen lazos muy fuertes, vínculos de orden antropológico, ya que el hombre que evangeliza y quien recibe el anuncio no son seres abstractos, sino hombres y mujeres concretos que dan de lo que han recibido”.

Asegura que para “proclamar el mandamiento nuevo” hay que “promover el verdadero y auténtico crecimiento del ser humano, regalándole lo que Dios mismo le ha dado, el ser imagen y semejanza de Él, y con ello, entre otros derechos, el del trabajo”. “La Iglesia, afirma, considera importante y urgente la edificación de estructuras más justas y más respetuosas de los derechos humanos. Pero es consciente de que aún las mejores estructuras, los sistemas más idealizados, se convierten en inhumanos si no se logra en el ser humano una conversión del corazón y de la mente, la estructura del ‘hombre nuevo’, el que ‘ha nacido de nuevo’ y tiene las entrañas que le ha regalado como gracia Jesucristo, y sabe dárselas a todos los que se encuentra en el camino de su vida. Hombres y mujeres nuevos para mantener, verificar con obras y palabras la grandeza de la dignidad de todo ser humano, y la de ser testigos de esa grandeza manifestada y revelada en Jesucristo, pues es Él quien nos revela la gloria del hombre cuando se aproxima a su vida la gloria de Dios”.

En la Biblia, dice, “se nos muestra cómo el trabajo pertenece a la condición originaria del hombre”. Y advierte que “el trabajo tiene una importancia primaria para la realización del hombre y para el desarrollo de la sociedad” por lo que considera necesario “que se organice y se desarrolle en el total y absoluto respeto a la dignidad humana y al bien común”. El trabajo, añade, “pertenece a la condición originaria del hombre, está en función del hombre y no el hombre en función del trabajo. El primado del hombre sobre la obra de sus manos tiene por finalidad el verdadero progreso de la persona y del bien común”.

Evangelio del Trabajo
Por eso, “en esta fiesta de San José obrero, Fiesta del trabajo, os invito a todos los cristianos al compromiso de vivir y testimoniar el Evangelio del trabajo. La finalidad última del trabajo es la construcción del reino de Dios” por lo que “el trabajo de los hombres tiene que aparecer como una expresión especial de su semejanza con Dios, y como capacidad y participación en la obra de Dios. Se ha de promover por tanto, el trabajo por encima de otros fines económicos. La dignidad de la persona requiere que las opciones económicas no hagan aumentar las desigualdades, y requiere también, asumir el compromiso de seguir buscando como prioridad el objetivo del acceso al trabajo por parte de todos”.

“El trabajo es un bien de todos, que debe estar disponible para todos. Es un objetivo obligado en todo ordenamiento económico orientado hacia la justicia y el bien común. La capacidad propulsora de una sociedad orientada hacia el bien común y que proyecta presente y futuro, se mide también a partir de las perspectivas del trabajo que puede ofrecer. Busquemos para todos un trabajo digno. Es el fundamento sobre el que se forma la vida familiar, que es un derecho natural y una vocación del hombre y de la mujer”, concluye.