Ayer por la tarde, el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, impartió la ponencia “Claves pastorales de la Evangelii Gaudium”, con la que clausuró el XVII Curso de Antropología Filosófica organizado por la Fundación Universitaria Española (FUE), que ha venido abordando el tema “Evangelii Gaudium. La novedad del Evangelio en clave ‘Franciscana’”.
El Arzobispo de Madrid comenzó su intervención citando al Papa Francisco a propósito de la Resurrección: “‘En la fiesta que hace poco hemos celebrado, decía que a pesar de todas las miserias, las injusticias y monstruosidades existentes sobre la Tierra, en Él se ha inaugurado el orden definitivo del mundo. Lo que vemos con nuestros ojos puede sugerirnos lo contrario, pero el mal y la muerte están derrotadas para siempre. Sus fuentes se han secado, la realidad es que Jesús es el Señor del mundo, el mal ha sido vencido por la redención que Él obra, el mundo nuevo ya ha comenzado’. Esas palabras del Papa creo que nos sitúan en la partitura, vista desde lejos, de las claves pastorales de la Evangelii Gaudium”.
Y es que, para Mons. Osoro, la Evangelii Gaudium “es una referencia necesaria para el conjunto de la pastoral de la Iglesia en los próximos años” por “muchos motivos…. Dios se comunica al hombre mediante hechos y palabras, muy relacionados. Las palabras explican los hechos y los hechos confirman las palabras. Estamos asistiendo a esta comunicación, que el Papa quiere que tenga la Iglesia. Él habla con palabras, pero sobre todo lo hace con los hechos. Por tanto, se nos abre una primera exigencia pastoral de peso: no vale el ‘siempre ha sido así’. Los hechos, los gestos, contarán más que las palabras”.
Además, “se está dando un fenómeno curioso”. Así, dijo que el Papa Francisco está utilizando “citas de Juan XXIII, del Beato Pablo VI, de san Juan Pablo II y de Benedicto XVI” porque “cobran una evidencia tal que, a través de su vida, se hacen creíbles. La realidad es más importante que la idea. Desconectada la idea original de la realidad, equivale a reducir el Evangelio a pura retórica. Por eso, Evangelii Gaudium nos impulsa a poner en práctica la palabra, a realizar obras de justicia y caridad en las que la palabra se hace fecunda. Se nos invita a vivir una responsabilidad especial”, aseguró.
“Todos los discípulos de Cristo, apuntó, tenemos que vivir una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría. A nadie se le puede ocultar que lo que estamos viviendo en la Iglesia tiene un nombre: reforma. Para nosotros, que vivimos en el mundo occidental y en Europa, ésta no es extraña, y menos este año que celebramos los 500 años el nacimiento de Teresa de Jesús. Ella es una mujer que hizo reforma. Por eso, el Papa quiere una reforma en la Iglesia, entre nosotros, un proyecto sugerido por él; pero, sin embargo, recoge lo que él ha explicitado en la Evangelii Gaudium: la novedad no como simple concepto sino hecha experiencia de vida personal y eclesial”.
Iglesia misionera
Por eso, continuó, “esta etapa evangelizadora, marcada por la alegría, tiene un sentido programático. Está llamada a tener consecuencias importantes, como nos dice el Papa en el número 25 de la Evangelii Gaudium. Hay que recordar los últimos sínodos de la Iglesia: es la novedad. Es verdad que no se nota en toda la iglesia, pero hay minorías que lo experimentan. Es bueno que descubramos que la Evangelii entrega a la iglesia lo que el Concilio Vaticano había dicho, pero nos lo recuerda con frescura especial: la Iglesia tiene que ser misionera y salir de sus propios círculos, se tiene que hacer presente. Y nos exige lo que el Papa llama una conversión pastoral, que supone la conversión personal”.
Advirtió que “el Papa Francisco no es solo palabra, es vida, es gesto, historia concreta, expresión, belleza. ¿Adónde habrá que mirar para encontrar el estilo de vivir la Iglesia que sea suelo nutricio de experiencia profunda de Dios?”, se pregunta. “El Papa nos lo dice: volvamos a Jesús”, aseveró.
Volver a Jesús
“¿Qué tendremos que hacer en la Iglesia para avanzar en esta línea?”, se cuestionó. “Sin vida nueva, sin espíritu evangélico, sin una iglesia fiel a su propia educación, cualquier estructura nueva se corrompe a los dos días. No cambia nada. El peligro no es teórico: por eso, es importante que pongamos los ojos en Jesús, conscientes de que si no sentimos el intenso deseo de comunicar unido al deseo de orar para pedirle al Señor que vuelva a cautivar a los discípulos, cristianos, a los miembros de la Iglesia, que vuelva a tocar nuestra existencia, estamos perdiendo el tiempo. Tenemos que perseverar en una evangelización fervorosa, que nace del encuentro con el Señor. Por eso, una de las líneas apremiantes de las claves pastorales de esta conferencia, y el Papa insiste en los comentarios que hace de esta exhortación, es volver a Jesús. Cada uno de nosotros sabe que como misionero nunca deja de ser discípulo. Jesús camina con nosotros, respira con nosotros, cada uno de nosotros percibe o tiene que percibir a un Jesús vivo en medio de la tarea que tiene que realizar. Se trata de descubrirlo y vivir una experiencia del Señor en los más profundo de nuestro corazón”, señaló. “Tenemos que abrirnos sin temor a la acción del Espíritu Santo para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta, en todo tiempo e incluso en estos momentos en que hay contracorriente”, invitó.
A continuación, presentó “ejes temáticos que podrían ser líneas fuerzas para nosotros”. El primero, “volvamos al Evangelio. Si Jesús es el rostro del amor de Dios, acojamos ese rostro. La imagen de Dios que subraya el Papa incide en fuertes subrayados, por ejemplo misericordia, perdón, cercanía, paciencia, sorpresa, novedad. Esta es una imagen que choca con la que a veces se anuncia en nuestra vida. Entrar en el corazón del Evangelio, con mis limitaciones, pero sabiendo que el Señor viene en ayuda de mi debilidad. No midamos con nuestro rasero, sino con el de Dios. Volvamos al Evangelio”.
Otro, “vivir una experiencia eclesial profunda. Una Iglesia misionera, convertida para la misión” con “dos referencias: Cristo y los hombres. A veces los cristianos miramos hacia nosotros. Una iglesia madre, una iglesia lugar de misericordia… una iglesia de puertas abiertas. Los grandes evangelizadores de la iglesia fueron los hombres que abrieron puertas”, consideró. Un lugar de misericordia, prosiguió, “que pueda integrar una pastoral de la acogida y del acompañamiento personal en los diversos procesos que tienen los hombres. Una madre de corazón abierto que no teme salir, como no temió el Señor venir a este mundo. Esta es la Iglesia de Cristo: una Iglesia del Señor. Cada cristiano debe saber que es un instrumento de Dios para liberar, para acercarse a los que más lo necesitan, a los más pobres”, afirmó.
Otro de los ejes que presentó en su intervención fue el de la pastoral de la mirada. Para el Arzobispo de Madrid, “evangelizamos cuando tratamos de afrontar los diversos desafíos que se puedan presentar en este mundo. Todos los desafíos. Pero lo hacemos a la manera y al estilo de Jesucristo”.
Se preguntó por el significado de “lo que nos dice el Papa en la Evangelii Gaudium” acerca “de los ojos iluminados por la luz de Jesucristo Resucitado”. “Se trata de ver, pero es un ver distinto, con prejuicios, porque nadie tiene un ver aséptico. El cristiano tiene que ver con los ojos de Jesús. Hemos de tener los ojos de Jesús para ver la realidad: es una clave pastoral importante. El mandato misionero, la lógica de la alegría del encuentro, la lógica del Evangelio es la lógica de ir a encontrarme con todos los hombres, estén en la situación que estén. Los discípulos de Jesús salimos a la vida porque no queremos que nadie muera: queremos que todos lleguen a encontrar a nuestro Señor. Y lo hacemos a nuestra manera”. Y es que, “la realidad nos reclama ojos para ver: los ojos de Jesús. Nos reclama mirar a los otros con alma” y “desde lo hondo. El otro es imagen de Dios, sea quien sea, aunque sea mi enemigo”.
“Hay que mirar a los otros con alma, añadió. Es una gran terea que tenemos que tener los cristianos. No es fácil esta mirada. Se necesitan muchas horas de oración y de comunión con nuestro Señor… Pero es urgente. Si queremos hacer una cultura del encuentro, los cristianos tenemos que hacer esta mirada de alma. Y tenemos que hacer un entrenamiento de apertura… Es necesaria una espiritualidad esencial y fundamental, profunda, que nos lleve a vivir de otra manera diferente, en el desborde de la alegría y la gratitud, en la lógica de la alegría valiente y audaz, misionera, que se nos da cuando dejamos de hacer desencuentros. Y que percibimos en nuestra vida. Esto supone una espiritualidad de comunión con nuestro Señor, que es la que el Concilio Vaticano II nos ha insistido que vivamos. Es la espiritualidad eucarística de San Juan Pablo II”, concluyó.
Después de su intervención, el Arzobispo de Madrid visitó a las Cruzadas de Santa María en el Hogar de Rovacias, y rezó ante la tumba del fundador, P. Tomás Morales.