La congregación de las Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús está celebrando el 125 aniversario de su fundación y el centenario de la muerte de su fundadora, beata Piedad de la Cruz Ortiz Real. Por este motivo, la Santa Sede les ha concedido un Año Jubilar que dará comienzo el próximo 26 de febrero, viernes, con una Misa de acción de gracias. Presidida por el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, dará comienzo a las 19:00 horas en la capilla del colegio que las religiosas tienen en la c/Valderribas, 2. En ella está previsto que concelebren el vicario de la zona, Juan Carlos Merino, y sacerdotes dominicos de la parroquia Nuestra Señora de Atocha, a la que pertenece el centro, así como presbíteros que han atendido pastoralmente el colegio. Como invitados especiales, asistirán los alumnos de 4º de la ESO y de 1º y 2º de bachillerato, acompañados por sus familias. También estarán acompañando a las religiosas profesores del centro, miembros de la junta de la APA y del Consejo Escolar.
Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús
Piedad de la Cruz Ortiz Real nació en Bocairente (Valencia) el 12 de noviembre de 1842, siendo bautizada con el nombre de Tomasa. Ocupaba el quinto lugar entre ocho hermanos. A los diez años hizo su primera Comunión. Este encuentro con Cristo en la Eucaristía la marcó para siempre. Completó su formación humana y espiritual en el colegio de Loreto que las religiosas de la Sagrada Familia de Burdeos tenían en Valencia. Cuando pidió ingresar en el noviciado de ese Instituto, su padre, considerando la situación política de la época y la juventud de Tomasa, la obligó a volver a casa.
Tres aspectos caracterizaron su vida en Bocairente: el espíritu de piedad y oración, su dedicación a hacer el bien a los niños pobres, los ancianos y enfermos y el tesón en dar una respuesta a aquello que sintió en su interior el día de la primera Comunión.
Parece que Tomasa podría realizar el sueño de consagrarse al Señor en un convento de Carmelitas de clausura en Valencia, pero una enfermedad la obligó a abandonar el noviciado y volver a la casa paterna. Una vez recuperada, hizo un nuevo intento de ingresar en un convento de clausura, y otra vez ocurrió lo mismo. A través de estos acontecimientos, descubre que Dios no la quería por ese camino.
Con la certeza de sentirse llamada a una vida de especial consagración, Tomasa se dirigió a Barcelona. Allí, después de muchas dificultades, el Señor respondió a la búsqueda vocacional de Tomasa haciéndola vivir una profunda experiencia mística, en la que el Corazón de Jesús, mostrándole su hombro izquierdo ensangrentado, le dijo: «Mira cómo me han puesto los hombres con sus ingratitudes, ¿quieres tú ayudarme a llevar esta cruz?». A lo que Tomasa respondió: «Señor, si necesitas una víctima y me quieres a mí, aquí estoy, Señor». Entonces, el Redentor le dijo: «Funda, hija mía, que de ti y de tu Congregación siempre tendré misericordia».
Desde ese momento, comprendió que Dios le pedía dar vida a un nuevo Instituto. El interrogante ahora era dónde fundar, dónde dar respuesta positiva a la invitación de Cristo a llevar la cruz de los más pobres, de los que menos cuentan para este mundo. El Obispo Jaime Catalá fue quien le indicó que le abriera el corazón a su confesor y que hiciera lo que él le indicaba.
Las inundaciones del río Segura que en 1884 habían destrozado la huerta murciana, y la escasez de congregaciones religiosas en esta zona hizo que la orientara hacia esos lugares de mayor necesidad. En el mes de marzo, Tomasa, acompañada de tres postulantes, salió de Barcelona camino de Puebla de Soto, a 1 km. de Alcantarilla, para fundar allí, con la autorización del Obispo de Cartagena-Murcia, la primera Comunidad de Terciarias de la Virgen del Carmen. Los habitantes de la huerta murciana aún no se habían repuesto de la tragedia de las inundaciones de 1884 cuando apareció el cólera. Tomasa —que por entonces había tomado el nombre de Piedad de la Cruz— y sus Hijas se multiplicaban en el cuidado a los enfermos y a las niñas huérfanas en un hospitalillo que ella llamó de «La Providencia». Iban llegando otras jóvenes, atraídas por el modo de vivir de aquellas primeras Terciarias Carmelitas. La Casa se quedó pequeña, hubo que comprar la de Alcantarilla. También se estableció una nueva Comunidad en Caudete...
Aparecieron algunas tensiones entre las Comunidades de Alcantarilla y Caudete, ya que la Congregación no tenía aún la aprobación diocesana. En el mes de agosto, las Hermanas de Caudete se dirigieron a Alcantarilla y se llevaron las novicias, dejando a Madre Piedad sola con Sor Alfonsa. Fueron días de mucho dolor. La Fundadora se refugió en la oración, se postró ante el Cristo del Consuelo y allí permaneció horas y horas clavada a sus pies.
El Obispo Bryan y Livermore envía a Tomasa y a su fiel compañera, Sor Alfonsa, al Convento de la Visitación de las Salesas Reales en Orihuela para hacer un mes de ejercicios espirituales y para proyectar una nueva Fundación, tomando como protector a un Santo Obispo. Aquí, el Espíritu Santo iluminó vivamente a M. Piedad, al tiempo que la llenaba de fuerza profética, le mostraba su verdadero Carisma, y el título de su Congregación, que estaría bajo el patrocinio de San Francisco de Sales. El 8 de septiembre de 1890 nacía, después de muchas dificultades y tribulaciones, la Congregación de Hermanas Salesianas del Sagrado Corazón de Jesús, donde el Corazón de Cristo quiere ser amado, servido y desagraviado de las ofensas que recibe de los hombres. Y al amar, servir y desagraviar, ver el rostro del Señor en las niñas huérfanas, en las jóvenes obreras, en los enfermos, en los ancianos abandonados... y ayudarles a llevar la cruz. Con el carisma de hacer sensible ante los hombres, especialmente pobres, el amor del Padre Providente, manifestado en el Corazón misericordioso de Jesús abierto en brazos de la Cruz.
Madre Piedad había renunciado al mundo pero no había «huido» del mundo, sino que seguía en él haciendo el bien y luchando contra el mal. Testigos de ello fueron tantos matrimonios rotos o a punto de romperse, tantas jóvenes a las que iba a buscar a las fábricas para formarlas en la escuela dominical, niñas sin hogar a las que amó entrañablemente, ancianos solos, enfermos... Expiró con el crucifijo en los labios el sábado 26 de febrero de 1916.
El 6 de febrero de 1982 tuvo lugar en la Diócesis de Cartagena-Murcia la apertura del Proceso de Beatificación y Canonización de la Sierva de Dios. El 7 de mayo de 1983 fue clausurado dicho Proceso, pasando a Roma, que aprueba la validez del mismo el 3 de febrero de 1984. El 1 de julio de 2000, en el Vaticano, en presencia de S.S. Juan Pablo II, se dio lectura al Decreto de reconocimiento de Virtudes Heroicas, y el 12 de abril de 2003 al Decreto sobre el milagro, dando paso así a la Beatificación en Roma el 21 de marzo de 2004.