- Titulo: Infomadrid / B. Aragoneses
Cerca de 2.000 jóvenes en la catedral de la Almudena y el silencio sobrecogía mientras se oraba por las víctimas de la DANA. Así comenzaba la vigilia de la Virgen de la Almudena, cita ineludible en las horas previas a la celebración de la fiesta de la patrona de Madrid.
Los jóvenes acudían a la Madre, a la mujer que, como dijo el cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, «ayuda a ver que Jesús es real» porque «para Ella, Dios no era una idea ni un sentimiento». Quizá por eso, la mayoría de los jóvenes se apiñaban a sus pies, bajo el camarín, lo más cerca de esta mujer que enseña, como aseguró el arzobispo, a estar firmes en la fe y a caminar juntos.
Efectivamente, Ella aglutinó de nuevo a los apóstoles cuando estaban perdidos y desorientados, trasladó el cardenal Cobo durante su meditación. Como los discípulos, que fueron a Jerusalén, «hoy vamos a nuestro Madrid, con sus historias y con sus peculiaridades».
Y al igual que los primeros cristianos de Madrid, que «lo primero que notaron es que necesitaban a María», ahora, aseguró el cardenal, «es nuestro turno, el turno de caminar juntos y de pedirle a la Virgen cómo vivir esta fortaleza» a la que alude su nombre árabe.
Llevar a Madrid alegría y esperanza
Es el turno, por ejemplo, de Ángel (en la imagen inferior, a la izquierda), un joven de 16 años que ha acudido con sus compañeros de catequesis de Confirmación. Lo hacía casi como si fuera la primera vez, «el año pasado solo estuve a medias porque tenía entrenamiento», y con ganas «de saber de qué se trata la vigilia y de conocer más al obispo».
Es el turno de tantos jóvenes que se confesaban con sacerdotes dispuestos en las capillas laterales y en todos los confesionarios del primer templo de Madrid. El turno de Lucía, que acude porque venía su grupo de la parroquia, «me hablaron y me llamó la atención».
El turno de los chavales del colegio diocesano Nuestra Señora de Delicias que este año harán la Confirmación, y a los que impresiona ver a tantos jóvenes cristianos, como ellos. El turno de un chaval con una sudadera en la que se leía «que el amor sea la respuesta a todo».
El de los aún jóvenes de espíritu, como Ana María, que tiene «70 y más» y no esconde su sonrisa ante tanta alegría juvenil, porque «la fe está viva» y esto «da mucha esperanza». Es el turno de los pequeños de verdad, como Clementina, de 11 años, que le pide a la Virgen «por mi abuelo, que le echo de menos». Y será también el turno del bebé José Miguel, que el año pasado acudió a la vigilia cuando aún en la tripa de Ana, su madre.
«¿Te atreves a decirle que sí a Dios?», sugirió a todos ellos el arzobispo de Madrid. Porque «esta noche, Dios nos pide permiso para entrar en Madrid; en tu casa, en tus problemas y en tus líos». Esta noche, dijo, Dios pregunta a los jóvenes de Madrid: «¿Me dejas realmente que yo entre en ti? ¿Dejas que la esperanza y la alegría que el mundo necesita entre a través tuyo?».
Derribando muros
La Virgen de la Almudena es maestra de cómo tirar muros, y de esta manera, «nos llama a construir grupos y comunidades que derriben murallas». También, como madre, «se hace hogar, como esta catedral», apreciaba el cardenal Cobo. Ella «quiere que vengamos a su casa, y quiere que a vuestros amigos los traigáis a casa». Pero «está esperando vuestro sí para traer a vuestra gente a casa». Y afirmó el cardenal: «Madrid necesita jóvenes creyentes que digan que sí». «Necesitamos gente que busque a María, peregrinos de esperanza».
Pero con María, aparte de decir sí, ver a Dios y tirar muros, apreció el arzobispo de Madrid, «aprendemos también a valorar la diversidad, y que cada hijo suyo es distinto». «Nuestros barrios están llenos de semillas de Dios», indicó, y apreció que «la diversidad no es mala, es necesaria». Así, animó a derribar «los muros de las ideologías, de las diferencias que nos separan».
No se olvidó el arzobispo de Valencia, y también a los pies de Cristo Eucaristía, en la adoración —parte central de la vigilia junto con la proclamación de la Palabra de Dios—, se pudo escuchar el testimonio de Jorge, un joven de 22 años de la parroquia de Algemesí (Valencia): «En mi parroquia he encontrado consuelo y un lugar donde he descansado siempre, pero sobre todo esta última semana».
La vigilia terminó con la despedida del arzobispo de Madrid, que hacía un guiño «a los calamares» en forma de bocata con los que muchos iban a acabar la noche. «Seguid anunciando lo vivido», concluyó.