Cáritas Madrid no cuenta con un programa específico de atención a víctimas de violencia machista, pero «sí damos a las mujeres en situación de vulnerabilidad o que han sido víctimas de violencia o abuso una atención integral».
En este sentido ofrecen acompañamiento y productos de primera necesidad a mujeres en situación de exclusión; alojamiento a familias monoparentales; residencia temporal para madres solas; un centro de día y noche para mujeres sin hogar; o un programa de actividades lúdicas y educativas para favorecer la autonomía, la autoestima o el desarrollo personal y social de mujeres mayores, con problemas de salud mental o sin redes de apoyo. Asimismo, otra de las acciones que llevan a cabo es ofrecer información, o bien para derivar en los casos de detención de violencia a recursos públicos u otras entidades especializadas en estos casos, o bien para sensibilizar sobre la importancia y la necesidad de promover el cuidado y la igualdad.
En este sentido, coincidiendo con este 25 de noviembre, Cáritas Madrid recoge una reflexión que plantea a través de un cuento de Alejandro Illescas, acerca de que la fuerza no ayuda a conquistar ni el amor ni los corazones.
Alejandro Illescas - "El mensaje de la espada"
En tiempos de guerras entre los reyes sarracenos, corrió de boca en boca la leyenda de que quien se apoderara de la espada Asharaf, ejercería un dominio absoluto sobre todas las tierras del Islam.
Apoderarse de la espada no era empresa fácil. Había que descubrir primero dónde estaba, llegar hasta el lugar y hacerse con ella en competencia a muerte, ya que todos los reyes anhelaban poseerla. Nadie escatimaba fuerza ni ingenio para llegar a poseer la espada triunfadora.
Tras muchas peripecias, uno de los reyes logró hacerse con ella. Se aseguró de que era la auténtica espada Asharaf e inmediatamente se lanzó al campo de batalla para sojuzgar a los demás reyes. Se sabía invencible, y estaba impaciente por ejercitar el poder que le concedía la espada.
Sin embargo, no le salieron las cosas como esperaba. En la primera y apresurada batalla a que se lanzó, fue derrotado, y él mismo murió en la lucha, atravesado por la propia espada que él estaba seguro que le daría la victoria. Murió con una mueca de sorpresa en los labios, como si preguntara cómo podía haber sucedido aquello. Si esa era la auténtica espada Asharaf, ¿cómo le había traicionado en su primer encuentro?
La misma sorpresa se dibujaba en el rostro de los vencedores, que sacaron con cuidado la ensangrentada espada y la examinaron con precaución. No fue difícil explicar el enigma. Una vez limpia de sangre, la espada reveló en su hoja, de arriba a abajo, en filigrana vertical, una inscripción artística muy clara que cualquier árabe podía leer al instante. La inscripción decía: "No luches nunca con la espada. En paz y concordia se unirán tus hermanos a ti".
Ese era el mensaje de la espada Asharaf. Su nuevo dueño lo entendió, renunció a la lucha, emprendió el camino de la paz y los demás reinos se unieron a él en unidad y fraternidad.