Madrid

Arzobispo ortodoxo advierte sobre el “exterminio silencioso y progresivo” de cristianos

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Monseñor Siluan Muci, arzobispo metropolitano de la Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa del Patriarcado de Antioquía, dio a conocer una declaración con motivo de las conmemoraciones de todos los genocidios perpetrados por el Imperio Otomano, cuando se cumplen 100 años del exterminio armenio y dos años del secuestro de dos arzobispos de Alepo, en Siria.

El metropolita ortodoxo, titular del arzobispado de Buenos Aires y toda la Argentina, con sede en el barrio porteño de Palermo, difundió un mensaje titulado “Ofrendando y ofrendados por la fe”, en el que también advierte “por el exterminio silencioso y progresivo de la presencia cristiana en Medio Oriente”.

Comunicado del metropolita
“Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, y por eso fue reconocido como justo, como lo atestiguó el mismo Dios al aceptar sus dones. Y por esa misma fe, él continúa hablando, aún después de su muerte” (Hebreos 11:4)

El Oriente cristiano sigue los pasos de su Maestro, ofrendándose y, a su vez, ofrendados, sobre el altar del martirio: “El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño” (Mateo 10:24). Esta ofrenda-martirio es el cáliz que muchos hermanos nuestros bebieron y beben en la actualidad, confirmando la palabra del Señor a Juan y a Santiago al umbral de su pasión: “Ustedes beberán mi cáliz” (Mateo 20:23).

Es cierto que la historia de los cristianos en Medio Oriente es penosa y gloriosa a su vez. Penosa por tantos sufrimientos y dolores que padecen en la tierra, y gloriosa por la dignidad y la gracia que reciben en el cielo. Es una historia cuyas raíces remontan a la creación, al relato del libro del Génesis sobre el primer crimen perpetrado en la historia, el de Caín matando a su hermano Abel (4:8). Desde su punto de vista, Caín sacrifica, sobre el altar de su degeneración, a Dios y a su hermano. De esta manera, Caín atenta irremediablemente contra las dos dimensiones existenciales de su vida, tanto vertical como horizontal, cuando atenta contra la adoración verdadera y la hermandad.
En cambio, en su persona, Abel salva, “ofrendando y ofrendado por la fe”, la adoración verdadera a Dios y la ofrenda. Además, Dios acepta la ofrenda de Abel, y lo recibe a él como ofrenda. Más adelante, al hacer memoria y recordar este episodio, el Apóstol Pablo subraya la fe de Abel y su repercusión hasta el día de hoy: “Por la fe, Abel ofreció a Dios un sacrificio superior al de Caín, y por eso fue reconocido como justo, como lo atestiguó el mismo Dios al aceptar sus dones. Y por esa misma fe, él continúa hablando, aún después de su muerte” (Hebreos 11:4).

Hoy en día, esta voz de Abel repercute muy fuertemente, pues los cristianos de Oriente en general, y de Medio Oriente en especial, hacen memoria de atrocidades perpetradas contra sus propias comunidades, a fines del Imperio Otomano, a partir de 1915 y en adelante. De acuerdo a los historiadores, una política de exterminio metódico, sin precedente en la historia, se llevó a cabo por medio de manos turcas, la cual causó el martirio de unos cinco millones de cristianos, Asirios, Caldeos, Sirianos, Armenios y Ortodoxos, entre hombres, mujeres y niños. Tal es así que la Iglesia Armenia y la Iglesia Siriana Ortodoxa se encuentran celebrando esta semana el Centenario del Genocidio Armenio y el Centenario del Genocidio “Sayfo”, el 24 y el 19 de abril respectivamente. Si bien nuestro Patriarcado no declaró un año centenario, aunque esto se justifica por los más de dos millones de ortodoxos mártires (sirios, libaneses y griegos), nos encontramos unidos a todos los cristianos en esta expresión de fe y de memoria, ya que es el mismo escenario que se repite y se plantea hoy en día a los cristianos en Oriente.

Por estas razones, nuestro Patriarca, S. B. Juan X de Antioquía, junto a sus hermanos S.B. el Patriarca Efrén II de la Iglesia Siriana Ortodoxa, S.B. el Patriarca Teodoro II de la Iglesia Copta y S.B. el Patriarca Cardenal Bichara Al Rai de la Iglesia Maronita, entre otros, participan de las celebraciones que se realizan en Armenia con motivo del Centenario del Genocidio Armenio.

Estamos convencidos de que, sin un reconocimiento de lo sucedido en 1915 y de sus rasgos que continúan hasta la actualidad, y sin un compromiso verdadero, claro y concreto, por parte de las potencias, grandes y regionales, en priorizar y adoptar la voz de Abel sobre la voz de Caín, y trabajar efectivamente en este sentido, no es posible evitar que el altar de Caín se vuelva a llenar de otras ofrendas. A nadie convence esta abominación del ser humano, ni la falta de capacidad y determinación política a nivel mundial para poner fin a esta escalada inhumana desastrosa contra toda razón y lógica, como así también contra todo derecho humano básico.

Por ello, hoy 22 de abril, bisagra que une a ambos centenarios, fecha en la que recordamos a los dos arzobispos de Alepo, S.E.R. Arzobispo Youhana (Ibrahim) y S.E.R. Metropolita Pablo (Yazigi), secuestrados en Siria el 22 de abril de 2013, bregamos para que dichas atrocidades nunca vuelvan a suceder, porque estamos seriamente preocupados por el exterminio silencioso y progresivo de la presencia cristiana en Medio Oriente, acción que se ve acompañada por el desinterés político, la hipocresía y el silencio cómplice internacional.

En la luz del tiempo pascual que vivimos, entendemos que, en todo esto, la actitud de todos es determinante: “En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios” (Juan 3:19-21).

Por todo ello, elevamos nuestra oración por la paz y por la convivencia pacífica y solidaria entre todos los que habitan aquella tierra desde siglos, rogando que el Señor ilumine la consciencia y el accionar de todos los que puedan aportar una luz de su resurrección a esta situación frenética para frenarla y para recomponer todo a favor del ser humano por encima de todo interés o beneficio material.

El Arzobispo de Madrid preside el sábado la Misa de Inauguración, con Consagración y Dedicación del Altar de la Parroquia de San Hilario de Poitiers

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El 11 de octubre de 2013 era colocada la primera piedra del templo parroquial de San Hilario de Poitiers, perteneciente a la Vicaría VI, comenzando unas obras que han concluido a finales de marzo de 2015. Un total de 14 meses durante los cuales se ha edificado un templo en dos plantas: en la baja, salón y salas; y en la principal, templo, capilla, despachos, salas de catequesis y dos viviendas para los sacerdotes que atienden la Parroquia.

La Misa de inauguración de San Hilario de Poitiers, con Consagración y Dedicación del Altar, tendrá lugar este sábado, 25 de abril, a las 19,00 horas. Presidida por el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, concelebrarán el Vicario Episcopal de la VI, Jorge C. Ávila, el párroco, Julio Palomar, y Antonio Ávila, sacerdote adscrito a la Parroquia, entre otros presbíteros. A la misma están invitados a asistir numerosos feligreses y fieles de la zona, que al finalizar la celebración podrán compartir un tiempo con el Arzobispo madrileño.

Creada el 1 de junio de 2004, esta Parroquia ha venido realizando su labor litúrgica, catequética y caritativa desde un prefabricado. Atiende a una población de unos 7.000 feligreses, en su mayoría familias jóvenes con niños, que viven en un barrio relativamente nuevo, con posibilidades de crecimiento en el Plan Campamento. Numerosos voluntarios en la Parroquia ejercen su labor en proyectos del Arciprestazgo Santísimo Cristo del Amor, al que pertenece la parroquia. Y es que, según el párroco, Julio Palomar, hay más necesidades en el entorno que en la propia Parroquia. De hecho, además de voluntarios, desde la Parroquia ofrecen al Arciprestazgo colaboración económica, por ejemplo a través de becas de comedor.

Dedicado a San Hilario de Poitiers, el templo parroquial celebra su fiesta patronal el 13 de enero.

El Resucitado nos lleva siempre de la duda a la confianza

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Confiar en el Señor es la petición que nos hace el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, en su carta semanal. En ella nos recuerda que “cuánto hombres y mujeres en nuestros días viven marcados por las dudas, los miedos, las inquietudes, la desorientación, la desesperanza, la desilusión y el sin sentido de la vida”, asegurando que “para salir de esta situación es necesario que escuchemos al Señor una y otra vez: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás” (Jn 11, 25-26). Esta realidad que nos manifiesta Jesucristo, diciéndonos lo que Él es para nosotros, nos hace acudir a su Persona para beber, para entrar en comunión con Él, para vivir en su amor infinito que es fuente de vida”.

A todos los hombres, “los que tenéis fe y vivís en una adhesión sincera a Jesucristo siendo miembros activos de la Iglesia, y a los que por los motivos que fuere dudáis o no creéis en Jesucristo”, Mons. Osoro formula “las mismas preguntas que les hizo el Señor a los primeros discípulos: ¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro corazón?”. Afirma que “es muy importante que nos veamos en la verdad de todos los sentimientos que están en el fondo de nuestras vidas. Hay miedos y falta de confianza, hay soledades y tristezas. No sabemos salir por nosotros mismos de esta situación. Y Jesucristo, mientras vamos por el camino de la vida, por esa senda en la que se construye nuestra historia personal y colectiva, se presenta en medio de nosotros. Tengamos la valentía de escucharle y acogerle. Tengamos la osadía de acoger las preguntas que nos hace en lo más profundo de nuestro corazón. Pero, primero, seamos valientes para escuchar lo que nos dice: “Paz a vosotros”. ¿Qué paz es esta? Es el mismo Cristo”. Y es que, añade, “es importante experimentar que la paz es el mismo Jesucristo. Por eso, el ser humano necesita acoger al Señor, que es acoger la paz, para quitar los miedos, las dudas, los desconciertos, todos los estados anímicos que nos impiden ser felices y no nos dejan hacer felices a los demás. Y que destruyen al hombre y la convivencia entre todos. Hemos de acoger con confianza al Señor”.

“Lo primero que entrega Jesucristo a los hombres que le abren las puertas de sus vidas es la paz”, apunta. Y es que, “Él es la paz. Él es modelo, y da fondo y forma a quien lo acoge en su Vida. Esa Vida es la Paz de Jesucristo, que da a todo ser humano capacidad y gracia para expresar, manifestar y hacer en este mundo que el Amor de Dios sea la fuerza que construye, dinamiza y une a todos los hombres, capacitándonos para crear la “cultura del encuentro”. La Paz que regala el Señor es el conjunto de bienes mesiánicos. Es un don que se nos ofrece; es Cristo mismo, un regalo inmenso para que el hombre, acogiendo al Señor en su vida, dejando que su vida entera sea ocupada por Él, sea capaz de realizar la revolución auténtica que da un rostro de novedad absoluta al hombre y a la historia, haciendo posible que se pongan los cimientos de la civilización que da el Resucitado. Cimientos nuevos para un mundo nuevo. ¡Atrévete a vivir así!”, invita.

Para Mons. Osoro, los “miedos, dudas, desconciertos, reflejan todo un estado de ánimo que Jesús quiere quitar de sus vidas”, porque “con ese estado anímico no se puede hacer nada de nada. Los discípulos del Señor tienen que ser instrumentos de cambio real en este mundo, tienen la Vida misma del Señor y, por ello, es necesario que vivan en su confianza. Nosotros necesitamos pasar de la duda a la confianza. Para ello, no hay más remedio que volver la mirada al Señor, como nos invita el Papa Francisco”. “El Resucitado, prosigue, es la persona entera de Jesús. Mirar las manos y los pies de Jesús es volver a descubrir esas manos que curan, que liberan, que despiertan vida, que son vitalizantes, que acarician a los niños, que expulsan demonios, que lavan los pies y vendan las heridas, que multiplican los panes y nos hacen descubrir que la lógica del hombre no es la de Dios, que bendicen y perdonan. Y los pies de Jesús, que abren camino, que son pacientes y ligeros, que se gastan de tanto caminar en búsqueda de las ovejas perdidas, que son pies entregados en búsqueda de todos los hombres sin excepción, pies que regalan y acercan el abrazo y la misericordia de Dios a todos los hombres”.

“Pasemos de la duda a la confianza en el Resucitado, exhorta. Él viene a poner Luz en nuestra oscuridad, a regalarnos esperanza, a darnos su amistad”. Y anima a “tener modelos para pasar de la duda a la confianza en Jesucristo”, asegurando que “escuchar y entender nos llevan siempre a la confianza”. “Pasar de la duda a la confianza nos hace experimentar estas bienaventuranzas:

1) Bienaventurados, porque en la confianza tenemos los mismos sentimientos de Cristo.

2) Bienaventurados, porque en la confianza creemos en el amor: Dios es amor. Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él.

3) Bienaventurados, porque al darnos la vida el Señor nos convierte en evangelios vivientes: “no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1).

4) Bienaventurados, porque hemos sido llamados a ser discípulos misioneros: id por todo el mundo y proclamar la buena nueva a toda la creación.

5) Bienaventurados, porque en Cristo encontramos la fuerza necesaria para vivir el amor fraterno.

6) Bienaventurados, porque en cualquier oscuridad tenemos siempre la Luz, que es Cristo.

7) Bienaventurados, porque ser cristianos es pertenecer a Cristo y tenerlo como único dueño y Señor de nuestra vida y de la historia.

8) Bienaventurados, porque en Jesucristo encontramos la verdad de Dios y la verdad del hombre, la gloria de Dios y la gloria del hombre”, concluye.

El mundo desde los ojos de Don Bosco

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La emigración, el papel de los laicos, la mujer, el protagonismo de los jóvenes, la educación... Son solo algunos de los temas de actualidad que se abordan en el libro `Don Bosco hoy`, presentado ayer en el colegio Salesianos Atocha como un "homenaje español" al fundador de la congregación salesiana en el Bicentenario de su nacimiento.

El teatro del colegio se llenó de decenas de miembros y amigos de la Familia Salesiana para escuchar al autor del libro, Ángel Expósito, y a uno de sus principales protagonistas, el Rector Mayor de los Salesianos, Ángel Fernández Artime.

De la entrevista del periodista al décimo sucesor de Don Bosco y el análisis de expertos, surge un libro en el que se pretende establecer "un diálogo con la cultura" y ofrecer una visión del mundo "desde la sensibilidad salesiana", tal como explicó Don Ángel Fernández. Por su parte, Expósito resaltó la enorme coincidencia entre los problemas con los que se encontró Don Bosco hace 200 años y los que se viven en el mundo actual.

Un drama "imperdonable"
Tanto en la presentación en el teatro como en la rueda de prensa anterior, Ángel Fernández Artime denunció la indiferencia ante la muerte de cientos de inmigrantes en el Mediterráneo y pidió una "intervención estructural" como respuesta a esta situación de "descarte estructural".

El Rector Mayor también lamentó la emigración forzosa de sus compatriotas y el drama del paro entre "una de las generaciones mejor preparadas" de las últimas décadas. En este sentido, subrayó la necesidad de creer en el potencial de los jóvenes, como lo haría Don Bosco: Ellos "nunca son un problema". También se pronunció a favor de "un gran pacto permanente" en materia de educación.

El décimo sucesor de Don Bosco reiteró su sintonía con el Papa Francisco, al que ya conocía como cardenal Bergoglio en Argentina. Además, destacó la buena salud de la Familia Salesiana y dio la clave para seguir adelante en los próximos años: "La gran fortaleza la tenemos en el trabajo compartido con los laicos".

Un encuentro en el aeropuerto
"Es usted el Padre Ángel Fernández, ¿no?". De esta manera, más o menos, abordó Carmen Magallón, presidenta de Romana Editorial, al Rector Mayor en un providencial encuentro que tuvieron en un aeropuerto. Según explicó Magallón ayer, ella tenía en mente un libro hiciera llegar al gran público la figura de Don Bosco en el año del Bicentenario, tal como pretende esta obra.

El provincial de la Inspectoría Santiago el Mayor, Juan Carlos Pérez Godoy, destacó que la entrevista de Ángel Expósito a Don Ángel Fernández "ha abierto el corazón del Rector Mayor".

El arzobispo de Madrid, Monseñor Carlos Osoro, fue el encargado de cerrar el acto de presentación con unas breves palaras en las que mostró su admiración por la confianza que depositaba Don Bosco en los jóvenes. Insistió en la importancia de la juventud hoy, y en la necesidad de que la sociedad se preocupe más por ellos. Evocó el sueño de Don Bosco, y animó a los presentes a seguir soñando. Concluyó su breve intervención con el saludo de Buenas Noches, afirmando que el libro `Don Bosco hoy` "presenta a un hombre de Dios que supo comunicar a Dios".