Madrid

Santa María de Santa Eufrasia Pelletier - 24 de abril

  • Titulo: Zenit
Rosa Virginia nació el 31 de julio de 1796 en la isla de Noirmoutier, Francia, en medio de la Revolución francesa. Fue el lugar elegido por sus padres para refugiarse al producirse el levantamiento de La Vendée. Estos valientes defensores de sacerdotes y religiosos, por cuyas acciones en su favor debieron abandonar su lugar de origen, la bautizaron por su cuenta de forma clandestina. Cuando la niña tenía un año, el primer presbítero que desembarcó en la costa confirmó el sacramento. El estrecho vínculo que la familia continuó manteniendo con estos confesores de la fe hizo que Rosa creciera bajo el sólido fundamento de la misma. Al recibir la primera comunión sintió la llamada a la consagración. En 1805 murió una de sus hermanas y al año siguiente su padre. Entonces su madre decidió enviarla a Tours. Quedó bajo el amparo de la madre Pulchérie, fundadora de la Asociación católica. Era una persona estricta con las alumnas. Pero este trato riguroso fue conveniente para la santa, quien a los 17 años, siendo una joven bien parecida, eligió seguir a Cristo.

Desde el principio supo que debía salvar el escollo de su fuerte temperamento. Impulsiva y poco dada a la contención verbal, su tendencia a responder con salidas de tono y un apego al propio criterio ponían su voluntad y vocación en peligroso disparadero. El arrepentimiento y la aflicción que llegaban después, unido a las penitencias que se imponía, revelaban su nobleza. Pero eran caballos de batalla que le dominaban y si deseaba unirse a Cristo tenía que purificar sus tendencias. Su determinación a luchar era incontestable, y así se lo dijo a su hermana: «Será necesario doblegarme, lo sé, pero seré religiosa». Lo que vivió en el centro junto a la madre Pulchérie fue un entrenamiento para lo que tendría que asumir. En esta época tuvo noticias de la existencia del Instituto de Nuestra Señora de la Caridad y del Refugio. San Juan Eudes lo había fundado en 1641 con objeto de proporcionar una vida digna a las mujeres descarriadas (llamadas Magdalenas), y a las que podían caer en redes mafiosas movidas por desaprensivos.

Rosa ingresó en el convento de Tours en 1814 y se le encomendó ser catequista de las jóvenes. En el momento de profesar decidió tomar el nombre de Teresa. Es lógico pensar que la imponente y arrebatadora personalidad de esta mujer castellana que volcó su pasión en Cristo le sedujese. Que le hiciese creer que con este referente, junto a la gracia, también ella podría escalar las altas cimas de la santidad. Por eso quiso unirla a su persona. Pero a la superiora le pareció excesivo. Teresa de Jesús había sido una santa de tal calibre que juzgó presunción que Rosa Virginia pensase en él para llevarlo en su honor. «¿Teresa? ¿Tú, Teresa? ¿Una mujer tan grande? ¿Por quién te tienes?! ¿Pretendes igualarla, pobrecita aspirante a la perfección religiosa? Ve a buscar en la ‘Vida de los Santos’ el nombre más humilde y escondido que haya». Sin mostrar resistencia alguna, humilde y generosa, abrió las páginas del santoral y eligió el nombre de una sencilla mujer que había conquistado la santidad: Eufrasia.

A los 29 años fue designada superiora de la Orden. Pero, poco a poco, iba viendo que la Institución no era para ella. Intuía que debía moverse con horizontes más amplios. «Yo no quiero que se diga que soy francesa. Yo soy italiana, inglesa, alemana, española, americana, africana o hindú. Yo soy de todos los países donde hay personas que salvar». En Angers habían solicitado una nueva fundación, y allí se trasladó para vivir en una casa refugio existente en la ciudad denominada «El Buen Pastor». Su ímpetu apostólico hizo de este centro un lugar fecundo desde el principio. Movida por él, solía decir: «Nuestra vida debe ser siempre el celo; y este celo debe abrazar al mundo entero». A los cuatro meses tenían más de ochenta nuevas vocaciones, una comunidad de contemplativas y una segunda rama que ha perdurado hasta nuestros días. Debía volver a Tours, pero la gente que la quería se opuso a su partida. Entre tanto, se percató de la conveniencia de fundar un generalato. Salía al paso de eventuales dificultades que podrían surgir si cada casa dependía de un prelado distinto. Además, juzgó que si existía una superiora general podría cubrir las necesidades que surgieran trasladando a las religiosas donde fuese conveniente. No tardaron en saltar a la palestra murmuraciones, incomprensiones y signos de desaprobación de quienes no compartían la obra. Fueron especialmente ácidos al ser elegida unánimemente por todas las religiosas como superiora general. «Me habéis nombrado superiora: soy indigna de ello, estoy confusa; pero en fin, ya que soy la superiora, fundaremos las ‘Magdalenas’». La acusaron, entre otras cosas, de ambición personal, afán de poder, espíritu de innovación… Fueron momentos de gran dolor, una prueba que afrontaba confiada en Dios. Una noche escribió al papa: «Si el Santo Padre encuentra dificultad en que yo sea la superiora general, me someto humildemente».

Las peticiones para que abriera fundaciones en otros lugares, incluida Roma, no cesaban y el pontífice Gregorio XVI le dio su bendición en 1835: «Ahora voy a ser yo quien va a sostener vuestro Instituto». Con su aquiescencia puso en marcha la Congregación de Nuestra Señora de la Caridad del Buen Pastor. Erigió en vida más de cien casas en casi todos los continentes, sin viajar y sin los medios de comunicación que existirían después. Como aquello que se ama es por lo que se lucha y se da la vida, sus hermanas eran sostén y aliento en su dulce caminar junto a Cristo: «Como he dado a luz a mis hijas en la cruz, las quiero más que a mí misma. Mi amor tiene sus raíces en Dios y en el conocimiento de mi propia miseria, pues comprendo que a la edad en que hacen la profesión, yo no hubiese sido capaz de soportar tantas privaciones y un trabajo tan duro». Murió en Angers el 24 abril de 1868. Pío X la beatificó el 30 de abril de 1933. Y Pío XII la canonizó el 2 de mayo de 1940.

Eduardo Verástegui presenta película “Little boy” al Papa Francisco

  • Titulo: ACI Digital
El conocido actor y productor mexicano, Eduardo Verástegui, llegó al Vaticano para presentarle al Papa Francisco y a diversos miembros de la Curia su más reciente película titulada “Little boy”.

En un ambiente distendido, Verástegui fue recibido por el Santo Padre y le entregó una copia de la cinta cuyo estreno será este viernes 24 de abril en Estados Unidos y el próximo 15 de mayo en México.

Entre los actores de la cinta están Kevin James, Emily Watson, Tom Wilkinson, Cary-Hiroyuki Tagawa, David Henrie, Ted Levine, Michael Rapaport, Ali Landry y Ben Chaplin. Jakob Salvati es el niño que le da vida al pequeño Peppe Flynt Busbee, el protagonita de la película.

Verastegui dijo que presentar la cinta al Pontífice ha sido causa de una gran alegría ya que "se hizo con mucho amor".

"Todo ocurre en los años 40, en un pueblito pequeño de Estados Unidos, y trata de un niño que tiene ocho años y le apodan Little Boy. Este chico no tiene amigos y es maltratado por los demás, pero eso no le importa porque se refugia en el cariño de su papá. Un día lo mandan a la guerra y el niño tendrá que enfrentar la vida solo", dijo Verástegui.

El último adiós al Cardenal George, bastión de la Iglesia en Estados Unidos

  • Titulo: ACI Digital
Nueve cardenales, más de 50 obispos incluido al Nuncio Apostólico y una gran cantidad de fieles se congregaron hoy en la Catedral local para darle el último adiós al Cardenal Francis George, que sirviera como Arzobispo de Chicago por más de 17 años y que fuera uno de los referentes de la Iglesia Católica en Estados Unidos.

El Arzobispo de Seattle, Mons. Peter Sartain, tuvo a su cargo la homilía de la Misa de cuerpo presente, en la que recordó que “la fe del Cardenal fue simple, directa, sin pretensiones ni vergüenzas. Era espontáneo, recto, profundo y con el ánimo alegre”.

“Fue completamente cristiano, completamente sacerdote, en ninguna circunstancia le parecía inapropiado dar testimonio de Cristo. ¿Cómo no podría dar testimonio de Cristo en todo lugar?”, dijo el Prelado.

Mons. Sartain también resaltó la “profunda vida interior” del Cardenal George que estaba anclada en “la esperanza en el Señor” lo que le permitió vivir “una vida de con convicción y coraje”.

“Nadie –prosiguió– podría disputar los extraordinarios dones intelectuales que Dios le dio a Francis George, y tampoco nadie podría ir contra el entusiasmo que puso al poner por obra estos dones”.

“Lo que Francis George ha recibido también nos lo dio a nosotros. Entonces eso está en la Iglesia y así seguirá. Ahora a través mío y de ustedes”, concluyó el Arzobispo.

Por su parte el actual Arzobispo de Chicago, Mons. Blase Cupich, agradeció a los amigos y familiares del fallecido Cardenal a quien describió como “un gran líder”.

El Cardenal George será enterrado en el cementerio All Saints en Des Plaines en Illinois, junto a la tumba de sus padres.

Francis George trabajó muy activamente para responder ante la crisis de los casos de abusos sexuales cometidos por algunos miembros del clero y fue un importante referente en la lucha contra el mandato abortista de la administración Obama que va contra la libertad religiosa de la Iglesia al imponer en los seguros de salud la esterilización, la anticoncepción y el aborto.

El Cardenal Francis George, Arzobispo Emérito de Chicago (Estados Unidos) falleció el 17 de abril a la edad de 78 años luego de luchar durante varios años contra el cáncer.

En enero de este año, el Cardenal había decidido abandonar el tratamiento experimental contra el cáncer que padecía desde el año 2006, luego de que este no tuviera efectos positivos en su salud.

El fallecido Purpurado fue el primer nativo de Chicago en ser Arzobispo de esta ciudad, estuvo a la cabeza de esta arquidiócesis entre 1997 y 2014.

Entre las muchas frases que ha dejado como legado para la Iglesia en Estados Unidos está aquella en la que decía que “yo espero morir en la cama, mi sucesor morirá en prisión y su sucesor morirá mártir en la plaza pública".

En una carta pastoral de 2012, el Cardenal explicó que la frase se hizo viral y en muchos casos “se omite de lo que dije es una frase final que añadí sobre el obispo que vendría después de un posible obispo mártir: ´Su sucesor recogerá los pedazos de una sociedad en ruinas y lentamente ayudará a reconstruir la civilización, como ha hecho la Iglesia tan a menudo en la historia´”.

“Lo que yo dije no fue ´profético´, sino una forma de obligar a la gente a pensar fuera de las categorías habituales que limitan y en ocasiones envenenan tanto el discurso privado como el público".

Iglesia apostólica armenia declara “mártires” a víctimas del genocidio armenio

  • Titulo: ACI Digital
La Iglesia Apostólica Armenia canonizó este jueves al millón y medio de cristianos armenios que murieron en el genocidio cometido entre 1915 y 1917 por el Imperio Otomano (hoy Turquía).

La ceremonia forma parte de las conmemoraciones por los cien años del inicio del holocausto y cuya fecha central es mañana 24 de abril.

La canonización fue presidida por el Katolikós Karekín II, Patriarca Supremo y Catolicos de todos los Armenios, y se realizó en la catedral de Echmiadzin. La Iglesia Apostólica Armenia se separó de la comunión con Roma en el siglo V, sin embargo, en la actualidad participa en el diálogo ecuménico para alcanzar la unidad de los cristianos. Es diferente de la Iglesia Católica Armenia, que reconoce el primado de Pedro.

En el acto estuvieron presentes descendientes de las víctimas del “primer genocidio del siglo XX”, tal como señaló el Papa Francisco el 12 de abril en un discurso que no fue del agrado del gobierno turco, que aunque acepta las muertes, se niega reconocer la palabra “genocidio”.

“Durante los años terribles del genocidio de los armenios –señaló Karekín II–, millones de nuestro pueblo fueron desarraigados y masacrados de manera premeditada, siendo pasados por el fuego y la espada, probando los amargos frutos de la tortura y la pena”.

“Sin embargo –añadió-, en medio de tormentos horribles y de cara a la muerte, permanecieron fortalecidos por el amor de Cristo, llevando el testimonio de una fe inquebrantable, de acuerdo con las palabras apostólicas: ‘Si son vituperados por el nombre de Cristo, son bienaventurados, porque...el Espíritu de Dios está en reposo en ustedes’".

Para mañana viernes se espera la participación de cientos de miles de personas, incluyendo jefes de estado.

En los últimos años Turquía y Armenia trabajan en el restablecimiento de relaciones diplomáticas. Sin embargo, uno de los obstáculos es la reticencia de Ankara de reconocer la existencia del genocidio, que implicó la deportación forzosa y exterminio de entre un millón y medio y dos millones de cristianos armenios por parte del Imperio Otomano.

Las palabras del Papa

El domingo 12 de abril el Papa Francisco conmemoró con miles de fieles los cien años del martirio armenio.

“La humanidad conoció en el siglo pasado tres grandes tragedias inauditas: la primera, que generalmente es considerada como ‘el primer genocidio del siglo XX’, afligió a su pueblo armenio –primera nación cristiana–, junto a los sirios católicos y ortodoxos, los asirios, los caldeos y los griegos. Fueron asesinados obispos, sacerdotes, religiosos, mujeres, hombres, ancianos e incluso niños y enfermos indefensos”, expresó.

“Hoy recordamos, con el corazón traspasado de dolor, pero lleno de esperanza en el Señor Resucitado, el centenario de aquel trágico hecho, de aquel exterminio terrible y sin sentido, que vuestros antepasados padecieron cruelmente. Es necesario recordarlos, es más, es obligado recordarlos, porque donde se pierde la memoria quiere decir que el mal mantiene aún la herida abierta; esconder o negar el mal es como dejar que una herida siga sangrando sin curarla”, añadió.

Ese mismo día, Turquía llamó al Nuncio Apostólico en el país, Mons. Antonio Lucibello. Dos días después el presidente turco Recep Tayyip Erdogan atacó al Pontífice y lo acusó de sacar los hechos de su “contexto”. “Yo condeno al Papa y le advierto de que no cometa errores como este otra vez”, expresó.

Sin embargo, el 15 de abril el Parlamento Europeo aprobó una resolución donde elogia el discurso de Francisco y llama a Turquía a reconocer que lo sucedido entre 1915 y 1917 fue un “genocidio”.

Al día siguiente, Radio Vaticana publicó la declaración del vocero vaticano, P. Federico Lombardi, quien explicó que las palabras del Papa Francisco “se insertan en una línea ya trazada por Juan Pablo II”. “Lo que ha dicho el Papa me parece claro como el sol. Ha usado el término ‘genocidio’, continuando con el uso ya acuñado de esta definición, de esta palabra”, señaló.