Madrid

Adoración Perpetua en la Capilla de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada

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La Capilla de la Casa de las Misioneras del Santísimo Sacramento y María Inmaculada (c/ Travesía de Belén, 1, esquina San Lucas, 7) está abierta al público para la Adoración Perpetua.

Conocida popularmente como `Cachito de cielo`, en ella está expuesto el Santísimo Sacramento para su Adoración de lunes a domingo, durante las 24 horas.

El Cardenal Rouco se despide con una Misa en la Catedral

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El Cardenal Antonio María Rouco Varela, Arzobispo Emérito de Madrid Administrador Apostólico, está celebrando diversos actos de despedida de sus diocesanos.

Así, a las 12,00 horas de este sábado, 11 de octubre, presidirá una Eucaristía en la Catedral de la Almudena. A la misma están invitados a asistir todos los fieles que lo deseen.

Además, el Cardenal también está visitando las ocho Vicarías territoriales, reuniéndose con los sacerdotes, religiosos, religiosas y feligreses. Y manteniendo encuentros con miembros de diversos Consejos y organismos diocesanos.

Misa de Acción de Gracias en la Vicaria III por los 20 años de Pontificado del Cardenal Rouco Varela

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En la Parroquia de Nuestra Señora del Buen Consejo y San Isidro (la antigua Colegiata) completamente llena de fieles, se celebró este lunes, 6 de octubre, a las 19,00 horas, la Misa de Acción de Gracias a Dios de la Vicaría III por los 20 años de Pontificado en la Archidiócesis de Madrid del Cardenal Arzobispo D. Antonio María Rouco Varela. Concelebraron el Vicario Episcopal de la III, Alfonso Lozano Lozano, acompañado por los Arciprestes, 71 sacerdotes y dos diáconos. Asistieron los miembros del Consejo Pastoral de Vicaría, de los Consejos Pastorales Parroquiales, de Cáritas de la Vicaría III, así como miembros de las Hermandades y Cofradías de la Vicaría III, con sus Hermanos Mayores y Juntas de Gobierno.

Al comienzo de la celebración, el Vicario Episcopal dijo al Cardenal: “la Providencia ha querido que celebráramos, en la Vicaría III, esta Eucaristía de acción de gracias por los 20 años de su Pontificado en la Archidiócesis de Madrid, el mismo día que la Iglesia universal celebra la fiesta mayor de las témporas de acción de gracias por los frutos de la recolección, y por los bienes que el Señor la ha concedido a lo largo del curso pasado. Tal coincidencia pareciera un signo del Señor, pues de este modo no sólo la Vicaría III, ni la Archidiócesis de Madrid en su conjunto, sino la Iglesia universal es la que presenta agradecida entre sus frutos a Dios, este año, su Pontificado”.

“«Por sus frutos los conoceréis, dice el Señor», citó. Por tanto, son los frutos, no las impresiones o consideraciones personales favorables o desfavorables, los que permiten juzgar de modo acertado toda obra humana, y, por tanto, también su pontificado. Sin pretender ser exhaustivo, permítame nombrar algunos de los frutos más visibles, reconocidos por todos, por los que hoy damos gracias a Dios. A través de ellos, podemos reconocer con claridad lo que ha movido su corazón a lo largo de este pontificado y de su vida”. Así, mencionó “los puntos más visibles y reconocidos por todos: las 70 nuevas parroquias, la erección de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, el Seminario, del que han salido más de 400 nuevos sacerdotes; su cercanía y acompañamiento de Cáritas, la aplicación del Concilio Vaticano II, muy determinada por la concepción del Derecho Canónico que D. Antonio, juntos a otros amigos, ha sostenido, creando escuela en la Iglesia; el abrazo a todas las realidades eclesiales; y el impulso de la religiosidad popular mediante el apoyo a las Cofradías y Hermandades”.

“El concepto de mérito que la tradición católica nos enseña, dijo, según el cual todo es gracia y el mérito del hombre consiste en aceptarla, secundarla y en dejarse hacer por ella, nos permite esta tarde, por una parte, elevar nuestra acción de gracias, junto a toda la Iglesia, al misterio del Dios Uno y Trino, fuente, sostén y meta de su pontificado y de la vida de la Iglesia, y, al mismo tiempo, con todo afecto darle las gracias a Usted, pues sin su sí a la gracia no hubiera sido posible para Dios hacer obras grandes en su vida, no hubieran sido posible los frutos por los que ahora damos gracias a Dios”.

Concluyó señalando que, “como sabemos que estamos en camino, y que nuestra libertad ha de luchar en debilidad cada día para responder a la iniciativa del Señor, queremos también ofrecer esta eucaristía, unidos a toda la Iglesia, bajo la intercesión de la tan querida Virgen de la Almudena y de san Isidro, por Usted. Que el Señor le siga sosteniendo en su nueva situación de forma que le veamos, como hasta ahora, agradecido a Dios por permitirle vivir entregando su vida de forma completa a la Iglesia y por la Iglesia. Señor Cardenal, cuente con nuestra amistad y con nuestra oración. Nosotros contamos con la suya”.

En su homilía, el Cardenal comenzó haciendo referencia al concepto de mérito tal y como la Iglesia Católica lo ha vivido y expresado a lo largo de la historia, según el cual, todo es gracia, aunque sin este movimiento de la libertad, Dios tampoco podría hacer su obra en el hombre. A continuación, describió la obra de la gracia de Dios en su vida, haciendo memoria de los dones que Dios le ha concedido a través de su familia, la vida de su pueblo, sus maestros, su párroco y sus amigos. Y después describió el don de la vocación sacerdotal y episcopal. Terminó su homilía, al igual que san Juan Pablo II en Cuatro Vientos, afirmando que dar la vida a Cristo a través de la entrega completa a la Iglesia en el ministerio episcopal ha llenado su vida de agradecimiento: a Dios y al pueblo cristiano. “Vosotros me dais gracias a mí, y dais a gracias a Dios por mí; pero también yo quiero dar las gracias a Dios y daros las gracias también a vosotros: gracias por vuestra colaboración. La colaboración que me habéis prestado ha sido esencial para la realización de mi ministerio en este querido y viejo Madrid”, aseguró.

Tras la Santa Misa, el Sr. Cardenal, tras saludar a los fieles, tuvo una cena con los sacerdotes en la que éstos le expresaron su acción de gracias y él compartió el recorrido de sus 20 años de pontificado en la Archidiócesis de Madrid.

Tres obispos misioneros darán su experiencia en Camboya, Venezuela y República Centroafricana

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Con el lema “El Domund, al descubierto”, el Centro Cultural Arganzuela (c/Canarias, 17) está acogiendo un amplio programa de actos con motivo de esta campaña de OMP.

Así, a las 19,00 horas de esta tarde dará comienzo una mesa redonda con Testimonios misioneros. Moderada por el P. Luis Ángel de las Heras, Presidente de CONFER, contará con las intervenciones de Mons. José Ángel Divassón, Obispo Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho (Venezuela), Mons. Juan José Aguirre, Obispo de Bangassou (R. Centroafricana) y Mons. Enrique Figaredo, Prefecto Apostólico de Battambang (Camboya).

Monseñor Enrique Figaredo nació en Gijón en 1959. Tras ingresar en el noviciado de la Compañía de Jesús en 1979, fue voluntario del Servicio Jesuita al Refugiado con los camboyanos en Tailandia, donde comenzó a trabajar con los discapacitados. En 1992 marchó a Camboya, acompañando a los refugiados en su vuelta a casa después de una guerra civil que había arrasado el país, y de la dictadura de Pol Pot (1975-1979), que acabó con la vida de más de dos millones de personas y dejó el país sembrado de minas antipersona -se calcula que al final de la guerra había 10 millones de habitantes y 11 millones de minas-. En Camboya fundó una escuela de formación profesional, donde se desarrolló un sistema de silla de ruedas adaptada a la vida de los campesinos camboyanos. En el año 2000 fue nombrado Vicario Apostólico de Battambang, una de las zonas más castigadas por la guerra. Desde entonces ha trabajado por la evangelización y la promoción social de los camboyanos a través de centros de salud, educación y formación.

Jose Ángel Divasson nació en Artajona (Pamplona) en 1939. Hizo la profesión religiosa como salesiano el 16 de agosto de 1955 y en octubre del mismo año partió hacia Venezuela como misionero. En Caracas fue director de las comunidades de Sarría y de Valera y superior provincial; y trabajó en un Centro de Evangelización y Promoción en una de las grandes barriadas de Caracas. Su Santidad Juan Pablo II lo nombró en marzo de 1996 Vicario Apostólico de Puerto Ayacucho, en el Estado de Amazonas, que ocupa una quinta parte del territorio de Venezuela y cuenta con 200.000 habitantes. Es pastor de este Territorio de Misión desde entonces, y atiende a las comunidades indígenas -repartidas en 20 etnias-, a orillas del río Orinoco.

Monseñor Juan José Aguirre nació en 1954 en Córdoba. Fue ordenado sacerdote con 26 años, en el seno de la familia comboniana. Se marchó de misionero a República Centroafricana, donde lleva más de 30 años. En el año 1998 fue consagrado obispo, y dos años más tarde fue nombrado obispo de Bangassou. Aguirre ha sido promotor de numerosas obras de atención y promoción social en la diócesis; entre ellas, varias escuelas de educación infantil y primaria, dos institutos de educación secundaria y bachillerato, una escuela técnica, un espacio internet, un orfanato, dos hospitales con quirófano, un centro de atención a enfermos de sida en fase terminal y diversos proyectos de animación rural. Ha acompañado a su pueblo en los diversos ataques recibidos por los rebeldes yihadistas, y ha mostrado que un pastor no abandona a sus ovejas en tiempo de dificultad.