Este lunes, solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz, monseñor Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, presidió una celebración de la Eucaristía en la parroquia de San Miguel, de Fuencarral, conmemorando el 450 aniversario de la llegada a la localidad del Santísimo Cristo de la Vera-Cruz, una de las grandes devociones del pueblo. Con él concelebraron el párroco, Javier Palacios, y los sacerdotes de la parroquia, Julián Recio, Alexander Martínez, Lorenzo Cruz y Manuel López Agüi. El diácono permanente Ángel Rubio fue el encargado de proclamar el evangelio.
En su homilía, monseñor Osoro señaló que “es una gracia especial estar aquí con vosotros, celebrando el 450 aniversario de la llegada de la primitiva imagen del Cristo de la Vera-Cruz a Fuencarral. Es una gracia de Dios poder seguir contemplando la imagen de Cristo, que nos ayuda a entender lo que somos y también lo que Dios desea de nosotros. Esta imagen representa la historia y el amor de un pueblo a Jesucristo Nuestro Señor”. A continuación, evocó distintos momentos de la historia desde la primitiva imagen, rescatada por la Emperador Carlos V, hasta la actualidad. “De una u otra manera, esta parroquia se incorpora a esa adhesión sincera a nuestro Señor” a través del Cristo de la Vera-Cruz, dijo.
En alusión a las lecturas proclamadas, exhortó a los presentes a no olvidar “las acciones del Señor. “Dios nos habla, nos escucha, nos enseña, inclina el oído, abre su boca. Dios es alguien a quien buscan todos los hombres", aseguró. “Cuando los hombres buscan a Dios, como vuelven la cara a Dios, es porque tienen necesidad de Dios, necesitan una roca firme en la que apoyar su vida”. Algo que, a su juicio, hoy “tiene una actualidad inmensa, porque en esa apariencia de olvido de Dios hay un vacío en la existencia del ser humano, que está dando gritos porque quiere roca, quiere un lugar donde sustentarse, quiere volver a Dios aunque no sepa del todo cómo es y quién es. Y para eso el Señor nos convoca a todos: para que digamos con nuestra vida quién es este Dios que pone su corazón en la vida de todos nosotros”.
Para no olvidar las hazañas del Señor, invitó a reflexionar sobre tres aspectos. En primer lugar, dijo, “contemplemos a Cristo y a este crucificado”. En este sentido, habló del veneno que hay en el corazón de los hombres, “el veneno que rompe nuestra vida, la falta de amistad con Dios, el desengaño, la turbación, la mentira, el miedo, la torpeza, el caminar sin luz. Ese es el veneno verdadero de los hombres”. “Mirad al que crucificaron, que siendo Dios vino como uno de nosotros: nació de una mujer, de la santísima Virgen María, vivió en el vientre de la virgen María, siendo Dios nació en Belén, en un portal, en un lugar inhóspito, lo tenía todo, dueño de todo, y nace sin nada, ni siquiera su propia casa. Una casa que estaba vacía en aquel momento pero que tenía dueño. Contemplad a Cristo crucificado, contemplarlo porque nadie ha subido al cielo, sólo él ha bajado del cielo y sólo él nos dice a nosotros quién es el hombre y quién es Dios”.
Para el arzobispo de Madrid, “los seres humanos necesitan mirar al que bajó del cielo, al que se ha hecho como nosotros, que nos ha dicho quién es Dios y al mismo tiempo nos dice quién es el hombre... Dios quiso entregar la luz y decir a los hombres que ha vencido a la muerte y que todo el que se une a él, y entra en comunión con él, vence la muerte, tiene vida, es resucitado”, aseguró. “Cristo nos rebela que el hombre participa de la eternidad de Dios, conquistada por Dios. Pasando por uno de tantos, puede mostrarnos la realidad que quiere que tengamos en nuestra vida. Contemplemos a este Cristo y a este crucificado”, invitó. “Para vivir en este mundo, tenemos que ver los gestos y las miradas” del Señor, prosiguió. Por ello, insistió: “miradle en la cruz. En el momento culmen de su vida, cuando la está entregando, cuando le están ridiculizando, cuando se están riendo de Él, sigue regalando el amor a los hombres”. Y “mirad sus obras: cura, perdona, tiene compasión, quiere a la gente, no echa nada en cara... sus miradas son miradas de amor. A nosotros, el Señor nos mira con amor. Contemplad siempre a Jesucristo”.
En segundo lugar, “creed en Cristo para tener vida... Creed en el amor de Dios. Todo el que cree en el Señor tiene vida eterna; sí, tiene la vida de Jesús. La tenemos en el bautismo que recibimos, la tenemos en nosotros, y Él, con su vida, pasó haciendo el bien. Tenemos su vida, hermanos”. Por eso, preguntó a los presentes si hacemos el bien, si miramos a los demás como miraba Jesucristo, si les damos la mano como lo hacía Jesucristo. “Creamos en el Señor para tener vida”, exhortó.
Por último, invitó a “acoger el amor de Cristo” porque “Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar el mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. “Dios no viene a hacer un juicio, que eso es lo que hacemos nosotros. Dios ha venido a este mundo para salvarlo dando vida”. “Acoger el amor de Cristo en nuestra vida es una necesidad imperiosa. Acoger su amor. Decidle: dame tu corazón”. Insistió en que “este mundo necesita globalizar el amor de Dios”. “Juntos, con el amor de Dios, hacemos bien. Acojamos esta predicación con la vida de los cristianos: es necesaria, es urgente para los hombres” advirtió.
Concluyó su homilía afirmando que la imagen del Cristo de la Vera-Cruz “nos recuerda que hay que contemplar a Jesucristo, que hay que creer en Él, que hay que dinamizar la fe” que es “un don que Dios nos da. Acoged el don de Dios de la fe. Y engrandecer vuestra vida globalizando el amor de Dios. Contempladle. Acoged su amor. Él viene aquí, con nosotros, para que globalicemos su vida, y su vida se sintetiza en esta imagen que es la expresión más grande de amor que se puede dar: dar la vida para que los hombres la tengan en abundancia”.
Al finalizar la Misa, la imagen del Santísimo Cristo de la Vera–Cruz fue sacada en procesión por las calles de la localidad.