Francisco de Asís Méndez Casariego, fundador del Instituto de Hermanas Trinitarias en 1885 y canónigo del primer Cabildo Catedral de Madrid, murió el día 1 de abril de 1924 en el Hogar Porta Coeli, también fundado por él para niños abandonados.
Con motivo de su declaración como venerable en 1993 por san Juan Pablo II, las Trinitarias encargaron al canónigo de la catedral de la Almudena y capellán del monasterio de la Encarnación, Joaquín Martín Abad, que escribiera una biografía para que se conociera todavía más la personalidad de su fundador, así como su vida y sus obras.
En el día en el que se conmemora el centenario de su muerte, este lunes 1 de abril, Martín Abad nos presenta la figura del sacerdote y fundador. «Nació en 1850, hijo del pintor de Historia de la casa real; y ya en su niñez le conmovía ver a los pobres en las calles de Madrid. En su adolescencia y juventud visitaba como congregante mariano a los enfermos en el Hospital General y daba catequesis en las Escuelas Dominicales. Y cuando un amigo seminarista, al estallar la revolución de 1868, le comunicó que dejaría su vocación para hacerse médico, Francisco, que pensaba estudiar para ingeniero sintió de golpe la vocación sacerdotal para sustituir a quien la abandonaba».
«Recién ordenado sacerdote en 1874 -prosigue- fue coadjutor y luego párroco de la parroquia real, que atendía a toda la jurisdicción palatina y que radicaba en la iglesia del monasterio de la Encarnación porque había sido destruida la iglesia del Buen Suceso de la Puerta del Sol». Como muestra de su celo apostólico, apunta el siguiente detalle: «En la casa parroquial de la Encarnación, él se había instalado en una habitación en la planta baja para que pudieran llamarle fácilmente por la ventana cuando había algún enfermo grave que atender por la noche».
«En unos ejercicios espirituales de neosacerdote -continúa- recibió la inspiración de fundar una congregación religiosa femenina para que atendiera a jóvenes que llegaban a Madrid desde todas las provincias y caían en redes de trata y de explotación. En sus horas de confesionario atendió a la que sería cofundadora con él del Instituto de Hermanas Trinitarias, también venerable ahora, Mariana Allsopp y González-Manrique. Cuando Méndez le expuso el proyecto, le respondió inmediatamente: “Yo tomaré parte en esa fundación”. Y, con media docena de jóvenes, en una Misa en la iglesia de la Encarnación, comenzó el instituto de Hermanas Trinitarias el 2 de febrero de 1885».
Canónigo del primer Cabildo de Madrid
Martín Abad explica que «Francisco de Asís Méndez Casariego fue ordenado presbítero de la archidiócesis de Toledo, pues Madrid todavía no era diócesis. Y cuando en 1885 fue erigida la diócesis de Madrid, en la primera fiesta de la Almudena, el 9 de noviembre, fue nombrado canónigo del Cabildo Catedral con los trámites de entonces, entre el rey Alfonso XII y el primer obispo de Madrid, monseñor Narciso Martínez Izquierdo».
Como canónigo, fue testigo de un triste suceso para la naciente iglesia diocesana. «Coincidió que Francisco estaba en la puerta de la entonces catedral de San Isidro con otros canónigos para recibir al obispo Martínez Izquierdo en el Domingo de Ramos de 1886, cuando un cura llamado Galeote, a quien tomaron por loco, le descerrajó tres tiros, y el obispo murió poco después en una de las estancias del cabildo. Tan solo llevaba siete meses y medio como obispo de Madrid en ejercicio», apunta.
«En los casi cuarenta años de canónigo, desde 1885 hasta 1924, no faltó mañana y tarde a la Misa y al coro capitular, acudiendo a pie incluso en sus últimos años», afirma. Y es que, precisa, «la Eucaristía, y el Oficio divino, eran para él desde su ordenación su razón de ser y de actuar, de vivir y de hacer vivir». Todo ello, conformó a este sacerdote que «entregó su ministerio y vida a la promoción integral de las jóvenes, y es uno de los hombres de Iglesia pioneros en su tiempo de la liberación de la mujer realizada por mujeres y religiosas».
Caridad hacia los más necesitados
Como lección extraída de la vida de Francisco de Asís, su biógrafo destaca que, «la caridad hacia los necesitados, tanto más cuando más necesitados, nace de la Eucaristía. La Eucaristía, Santo Sacrificio y Sagrada Comunión como alimento para el camino, nos empuja al amor verdadero que se autentifica de modo singular cuando amamos a los que llamamos “pobres” y a los que realmente nos son “enemigos”, porque entonces el amor es más gratuito, ya que no busca compensaciones».
En este sentido, señala que «Francisco de Asís descubrió en su tiempo dos pobrezas: las jóvenes estafadas en su dignidad y vida y los niños abandonados en las calles. Y buscó y encontró solución con su fe y su amor. Es, pues, un ejemplo y estímulo para acrecentar nuestra fe y amor en la Iglesia, para buscar y encontrar solución a otras muchas pobrezas de nuestro momento, que lejos y bien cerca nos acucian, y no debemos quedar lejanos ni indiferentes. En la Eucaristía está la presencia real del Señor. Y Él se ha identificado con los “pequeños”, sus hermanos, pues lo que hagamos con ellos, o no, se lo hacemos a Él, o no. Su real presencia y su auténtica identificación», concluye.