- Titulo: Infomadrid/ M.D.Gamazo
- Firma: Marta Amorós, del Ordo Virginum: «Siempre que le buscamos, el Señor sale a nuestro encuentro»
- Fin Agenda: 19-04-2024
Este domingo, 21 de abril, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y la Jornada de Vocaciones Nativas, con el lema Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros.
Marta Amorós pertenece al Ordo Virginum: «Es una vocación - explica - que ha estado presente desde la primitiva iglesia cristiana. Desde los comienzos del cristianismo hubo mujeres que se sintieron llamadas a entregar su vida a Dios, y lo hacían consagrando su virginidad de manera perpetua, para amar a Cristo más ardientemente y servir con mayor libertad a sus hermanos. Hay muchos textos de los santos Padres de la Iglesia que hablan de esta vocación».
A pesar de su antigüedad, prosigue, «el actual rito de consagración de vírgenes fue promulgado el 31 de mayo de 1970, tras la revisión a la que fue sometido en el Concilio Vaticano II, momento en el que esta vocación vuelve a tener un gran auge dentro la Iglesia. El código de derecho canónico de 1983 la reconoce en el canon 604». «En el año 2018 - continúa - se publicó la Instrucción Ecclesiae Sponsae Imago que refleja claramente las tres características propias de nuestro carisma: virginidad, esponsalidad y maternidad espiritual».
Historia de una vocación
«En el año 1999 se consagraron las primeras vírgenes consagradas en el Ordo Virginum en nuestra diócesis», señala, aunque por entonces Marta Amorós no las conocía.
«Desde la adolescencia - confiesa - me planteé que Dios quería que le entregase la vida entera a su servicio. En el ambiente familiar en el que he crecido, lo que conocía más de cerca era el Opus Dei, pues mis padres eran los dos miembros supernumerarios y el espíritu de la Obra se vivía en casa con naturalidad. Sin embargo, ese no resultó ser el camino que Dios tenía preparado para mí... Durante un tiempo, ya con la carrera terminada y trabajando, pensaba que mi vocación sería el matrimonio y, en cierto modo, enterré aquella idea fantasiosa de la adolescencia. Pero, cuando el Señor está empeñado en algo, coloca en nuestro camino las circunstancias y personas necesarias para hacérnoslo ver». Así lo vivió Marta. «De una manera casual y por pura comodidad comencé a asistir a Misa los domingos a mi parroquia de toda la vida, pues hasta entonces acudía a Misa donde mejor me pillara. Por aquel entonces, mi prioridad del fin de semana era salir por las noches con mis amigas buscando distraerme después de una semana de intenso trabajo. En mi parroquia conocí a un sacerdote que, de forma muy respetuosa, pero sin desfallecer, me ofrecía la posibilidad de tener dirección espiritual cuando acudía a confesarme. Debo reconocer que me llamó la atención que siempre estaba en el confesionario. Y terminé por acceder a la dirección espiritual, sin saber muy bien por qué».
«Y así comenzó todo... La idea adolescente no era una fantasía de la imaginación y, a medida que retomé la oración personal y la Eucaristía diaria, se imponía con más fuerza». En este marco, añade, «fue mi director espiritual quien me habló de esta vocación. Y, tras un tiempo de discernimiento, entendí que era ahí donde Dios me quería. Fui consagrada en la catedral de la Almudena el día 10 de diciembre de 2016».
Vivir fieles a Cristo
Marta Amorós asegura que «la ceremonia de consagración de vírgenes es de una belleza extraordinaria. Está presidida por el ordinario del lugar, que es de quien dependemos. Y, en ella, hacemos públicamente promesa de guardar castidad perfecta y de vivir fieles a Cristo conforme a los consejos evangélicos. A lo largo de la celebración se nos hace entrega de tres signos que son propios de nuestra vocación: el velo, pues estamos veladas para el mundo para vivir para Cristo, el anillo como signo de nuestra esponsalidad y unión con Cristo, y el libro de la liturgia de las horas, que se nos encomienda de una manera especial para que a diario recemos al menos Laudes y Vísperas».
«Nuestra vida en medio del mundo -relata- es como toda vocación, un reto diario. No vivimos en comunidad, pues no somos una orden religiosa, y no tenemos unas reglas de vida, pues no tenemos un fundador/a. En palabras de Benedicto XVI en un discurso que dirigió a un grupo de vírgenes consagradas el 15 de mayo de 2008 con ocasión del segundo congreso del Ordo Virginum: "Entre vosotras hay diversos estilos de vida y modalidades de vivir la virginidad consagrada...". Vivimos, eso sí, una comunión entre nosotras, pues nos une una misma vocación y por eso constituimos un Orden». Así, apunta, «tenemos encuentros mensuales, a nivel diocesano, para vivir un día de retiro espiritual y/o de formación; debemos velar y cuidar unas por otras para mantenernos fieles en nuestro camino. La Eucaristía ha de ser el centro de nuestro día, y la oración personal debemos cuidarla como algo esencial en nuestras vidas. Considero que es necesario tener un director espiritual que nos acompañe y dirija. Además, hay encuentros anuales a nivel nacional y congresos internacionales».
«Animo a la gente joven a que hagan oración personal, a solas con el Señor en el sagrario o en su habitación. El Señor, siempre que le buscamos, sale a nuestro encuentro. Pero hay que buscarlo, eso sí», concluye.