La Virgen de la Almudena resplandecía como nunca en su camarín de la catedral en la tarde de este 22 de mayo. Policìas minucipales de Madrid, vestidos de gala, custodiándola, y toda la escalinata adornada de rosas blancas para recibir el homenaje de sus damas de la Corte de Honor, que celebraban la fiesta capitular, su día grande, y también el 75 aniversario de la coronación canónica de la Virgen. Por eso, 75 damas depositaron en el altar 75 claveles rojos y amarillos con la que formaron una bandera de España, «la que hace que todos nos sintamos unidos».
Así se expresaba la presidenta de la Corte, Águeda Castellano, al comienzo de la celebración, en la que agradecía la presencia de otras hermandades, «ejemplo vivo de esta fraternidad entre nosotros». También daba las gracias al cardenal José Cobo, arzobispo de Madrid, que presidía la Eucaristía, por su «compromiso de cariño con la Corte». «Nos tiene a su disposición», le decía.
Durante su homilía, el cardenal Cobo ha recordado que celebrar a la Virgen es «reconocer a Dios y su presencia en medio de nuestras vidas, de nuestra sociedad». Lo «peculiar» de esta Virgen, ha señalado aludiendo a la forma en que se hizo presente en Madrid, es que «necesita ser encontrada; necesita que salgamos de lo nuestro, de lo que siempre hemos hecho, para encontrarla allí donde los muros se derriban». Y ha enfatizado: «Es la única forma de encontrarla, tirando muros».
El arzobispo de Madrid ha querido ir más allá de la simple corona física de la Virgen para profundizar en las diferentes coronas que ella lleva. Para ello, ha comenzado diciendo las que no son suyas, que son la del poder, la de «utilizar a Dios para nuestro beneficio» y la de «yo le dio a Dios lo que tiene que hacer». Otra corona que no es de María, ha observado el cardenal, es la del lujo. «A veces nos olvidamos de los sencillos, de los pobres, de los últimos; pero cuando las coronas de oro no acogen a los más pobres, no son de María». Otra corona es la de «una vez al año», cuando »la queremos mucho en algunos momentos» pero en el «curso de la vida podemos olvidarnos de Ella o de lo que implica ser discípulos como Ella».
Frente a todas estas imágenes falsas de la corona de María, el arzobispo ha invitado a ver las auténticas. La primera «es el don de poder seguir a Jesús», ha aseverado. Y hacerlo como Ella lo hizo, acompañada de los discípulos, «en un momento en el que hablamos de caminar juntos, de sinodalidad, de ir con otros». La Virgen, ha recordado, «no va donde quiere, va donde está Jesús». Si se pierde, ha relatado, lo busca; si está en el calvario, Ella está; también en el sepulcro. «María va donde está el Hijo, y nos pide a nosotros hacer lo mismo».
Hay otra corona, en palabras del cardenal Cobo, la de «mirar la vida con los ojos de Dios». Ella, como en el Evangelio proclamado que recogía el relato de las bodas de Caná, «aprende en la boda a ver lo que falta; una mirada muy maternal y muy femenina». Y cuando falta algo, «se lo pide a Jesús». Hoy, ha continuado, «María nos pregunta si, como Iglesia, como discípulos, estamos atentos a lo que falta para presentárselo a Dios».
Y una última corona es «la que le colocamos cuando Ella dice “haced lo que Él os diga”». Esto, ha incidido el arzobispo de Madrid, «es lo que nos dice esta tarde; esa es la corona de la Virgen y la que nos quiere poner a nosotros». Significa «aprender a vaciarse para llenarse del vino de Jesús; un vino del que todos beban». «Transformemos nuestra vida en vino bueno para todo aquel que necesite de Jesucristo», ha concluido.
Corte de Honor de Santa María la Real de la Almudena
La historia de la Corte de Honor de Santa María la Real de la Almudena se remonta a 1911, cuando se inaugura la cripta de la Almudena al final de la calle Mayor, muy cerca del lugar en el que apareció de manera milagrosa la Virgen, escondida tras unos muros, en el siglo XI. Frente a la cripta estaba el palacio de la infanta María Teresa de Borbón quien, de camino al Palacio Real, entraba para rezar a la Almudena. Como lo normal es que se encontrara el templo vacío de fieles, pensó en crear una congregación de damas que hicieran turnos para que la Virgen nunca estuviera sola. Para ello fundó la Corte de Honor de Santa María la Real de la Almudena.
En 1971 nace la Obra de Caridad de la Corte de Honor, siendo en este momento más de 2.500 damas y niños que con su contribución hacen que la Corte de Honor sea la mano caritativa de la Virgen de la Almudena. Una labor que se destina a familias, niños, apadrinamientos y becas del Seminario Conciliar de Madrid. De la Corte de Honor forman parte las religiosas de casi 40 monasterios y conventos de clausura de toda España, que son conocidas como damas orantes. La Corte de Honor las ayuda puntualmente y ellas, por su parte, colaboran con una cuota de oraciones que ofrecen diaria, semanal o mensualmente.
Una corona de todos para la Virgen de todos
La coronación canónica de la Virgen de la Almudena había sido solicitada al Papa por el patriarca de las Indias Occidentales y obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay, como regalo al pueblo de Madrid por sus 25 años de ministerio episcopal. Cuentan las crónicas que aquel 10 de noviembre de 1948 Madrid se levantó de gala, en un ambiente de fiesta grande. Las calles engalanadas, las mujeres de mantilla, un baldaquino montado en la plaza de la Armería del Palacio Real para acogerla y toda una ciudad pendiente de un día histórico.
La Virgen recibió ese día una corona que había sido fabricada por el platero madrileño Juan José García con una singularidad, y es que, en una posguerra «sin dinero», se hizo con las aportaciones de los madrileños. Anillos de boda, sortijas, pendientes, diamantes… Desde el más sencillo hasta el más noble, los madrileños aportaron, y por eso esta fue una corona de todos para la Virgen de todos. Ese día se coronó también a su Hijo —se hace siempre que la Virgen lleva Niño—, y se la nombró capitana general del Ejército, de ahí el fajín que luce cuando procesiona. Durante la coronación, se pidió a María su protección como Reina de la misericordia y Reina de la paz.
Actualmente, la Almudena tiene cuatro juegos de coronas. El de la coronación es el que utiliza en las solemnidades especiales en la catedral, sobre todo el día de su fiesta, y nunca la luce fuera de su casa. El juego de diario es un encargo que se hizo a la casa Ansorena en 1911. Y para procesionar vestía, hasta hace unos años, la conocida como corona imperial, una pieza en plata sobredorada de gran valor del orfebre Luis Pecul, que data de 1828 y fue restaurada en 2002. Ahora, la Almudena sale a la calle con una corona realizada gracias a una donación anónima, más sencilla desde el punto de vista artístico, pero muy lucida y cómoda para la talla de la Virgen.