Fue un sacerdote el que presentó a José Antonio Cobos (85 años) y Marti Sánchez (83) hace exactamente 52 años. «Amigo mío desde pequeños», precisa José Antonio, al otro lado del teléfono desde su casa de Madrid, pocos días antes de celebrar sus 50 años de casados. José Antonio había enviudado hacía poco y tenía tres niños pequeños. No pensaba en una nueva boda, pero el sacerdote, Juan Bautista, le habló de Marti, una joven feligresa suya en Jaraiz de la Vera (Cáceres). «Tienes que conocerla», le dijo. «Yo no he pensado todavía en casarme». «Pero conócela», insistió el sacerdote.
Como José Antonio vivía ya en Madrid por trabajo — aunque es natural de Serradilla, a poco menos de una hora en coche de Jaraiz —, lo primero que hizo fue escribir una carta a Marti. «El cura le había dicho que tenía uno o dos hijos; un amigo mío común, que dos, y yo en la carta le conté que tres». Así que la respuesta de Marti, cuando se vieron ya en persona, vino con broma, «que si había alguno más».
Ambos se encontraron por primera vez en Jaraiz y empezaron un noviazgo que duró dos años. Se veían algunos fines de semana, «unas veces venía ella a Madrid y otras iba yo al pueblo», se llamaban por teléfono y se escribían cartas. «Las esperábamos como agua de mayo», se ilusiona José Antonio al recordar. La pareja se casó en Plasencia — en una ceremonia oficiada por su amigo el sacerdote — y lo celebraron en un restaurante de la ciudad.
Tras el matrimonio llegaron dos hijas más y, con el tiempo, 12 nietos. La semana pasada celebraron la boda de uno de ellos en Ciudad Real. «¡Yo tengo ya ganas de ser bisabuelo!», se adelanta José Antonio. Cuenta que, al margen de las ocasiones que vayan surgiendo, no perdonan las dos citas que tienen al año para juntarse todos: el Sábado Santo y en Navidad. Si hacen balance de estos 50 años, el marido lo tiene claro: «Han sido estupendos; nos hemos querido mucho y hemos sido muy felices». Y tiene un firme propósito, el de «vivir todavía muchos años más» y poder llegar a las bodas de platino.
«Que se sepan querer»
A los futuros matrimonios, José Antonio les da un consejo: «Que se sepan querer, que pongan los medios para ello y que vayan viviendo la vida, el día a día». Y añade, con sencillez pero con rotundidad: «En nosotros ha hecho mucho la fe en el Señor». No considera que haya habido momentos excesivamente malos, «gracias a Dios», aunque, como en toda pareja, y esto lo añade Marti, «hay que aguantarse mucho, porque también discutimos». Pero, resuelve su marido, «cuando nos acostamos tiene que estar arreglado todo».
A estas alturas de la vida, apunta Marti, «el amor es de otra manera, más sosegado, más tranquilo», más profundo. El matrimonio celebrará ese amor el próximo domingo, 26 de mayo, a las 12:00 horas, en la Eucaristía solemne de la catedral de la Almudena para dar gracias por aquellos que hacen este año sus 25 años de casados, 50 o 65. En concreto, habrá 44 matrimonios celebrando sus bodas de plata; 15 sus bodas de oro y dos sus bodas de platino.
José Antonio y Marti se enteraron porque el párroco de San Millán y San Cayetano, Santos Urías, se lo comentó hace unos días. Allí tiene la sede la hermandad del Cristo de Serradilla de la que José Antonio es presidente. Ellos serán, además, quienes hagan las preces en la Misa de la catedral. Y el día 7 de julio, que es cuando en realidad hacen sus bodas de oro, lo celebrarán en su tierra, con una ceremonia en el santuario del Cristo de la Victoria de Serradilla y una comida familiar en Jaraiz en la que se juntarán medio centenar de personas. Hace 50 años, su boda «resultó muy bien»; ahora, esperan con ilusión esta nueva celebración.