Madrid

Las Descalzas Reales ofrecen una novena en honor a la Virgen del Milagro

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El próximo jueves, 11 de mayo, a las 19:00 horas, la capilla del monasterio de las Descalzas Reales (plaza de las Descalzas, 3) acogerá la celebración de una solemne Eucaristía en honor a su patrona, la Virgen del Milagro. A su término, la imagen de la Virgen será sacada en procesión por el claustro del monasterio. Y, a continuación,  se dará a venerar a los fieles.

Como preparación a esta fiesta, desde este miércoles, 3 de mayo, se celebrará una novena en su honor. La Misa, a las 19:00 horas, estará predicada por el padre Miguel Vallecillo Martín, ofm.

Virgen del Milagro

La fiesta de la Virgen del Milagro se celebra el 11 de mayo. Sobre su origen se tiene por más cierto que un ermitaño la adquirió en Roma, a donde fue con motivo de un jubileo. La llevó a Valencia y la colocó en un altar que edificó en una ermita vecina. Pronto alcanzó mucha devoción en la región y especialmente de doña Francisca de Castro, duquesa de Gandía. Cuando falleció el ermitaño dejó todos sus vienes a doña Leonor de Borja, hija de los duques de Gandía, que puso la imagen en la capilla del palacio. Falleciendo doña Leonor, dejó el cuadro a su hermana, sor Juana de la Cruz, religiosa del convento de Gandía, del seráfico orden en la Primitiva Observancia de Santa Clara.

En el año 1557 se concluyó la construcción del monasterio de las Descalzas Reales, en Madrid, a expensas y cuidado de la princesa doña Juana de Austria, que siendo este monasterio de la misma orden del de Gandía, llamó para primera abadesa a sor Juana de la Cruz, la cual estimó mejor llevarse la imagen de la Virgen del Milagro. La colocaron en la clausura en una devotísima capilla.

La pusieron el nombre del Milagro, por el más señalado prodigio, que ejecutó en poder del ermitaño, aunque los muchos que ha obrado después le han confirmado el título de justicia.

Un caballero valenciano, que había empleado su vida en los pasatiempos inútiles de la mocedad, llegó a los últimos trances de la muerte, y alucinado con las sombras de sus delitos dio en uno de los mayores, que fue la desconfianza de la Divina Misericordia; pues aunque él no la merecía, no había de desecharla; conociendo que Dios siempre quiere perdonar, como el hombre se quiera arrepentir.

Los parientes, que deseaban que un alma con tanto escándalo no se perdiese, pidieron al ermitaño que tomase a su cuenta el conseguir de María Santísima que se le ablandase el corazón, para confesar sus delitos, por cuyo humilde arrepentimiento pudiese, con la divina gracia, conseguir el alivio de su conciencia.

El ermitaño, poniéndose a los pies de su santa imagen, la pidió encarecidamente este beneficio, pasando a empeñarla a un visible prodigio, que le sirviese de señal cierta del buen logro de su pretensión; y así la pidió, que con alguna exterior demostración le manifestase su agrado, y la certidumbre del suceso. Aquí se vio el maravilloso portento, de que esta santa imagen, que tenía siempre bajos los ojos, e inclinados a su Hijo, los levantó al Cielo; postura que aún después de tantos años ha conservado.

Reconocieron en su casa los parientes el auxilio poderoso de María Santísima; pues el enfermo, ya dócil, pidió confesor, a quien declaró sus grandes delitos, con doloroso arrepentimiento, y dejando a todos consolados por las siguientes demostraciones de buen cristiano, hicieron concepto de su dichosa salvación.

Pasaron a dar gracias al ermitaño de su devota tarea, y unos y otros dieron los agradecimientos a quien era la Autora de tan alto beneficio; contándoles al mismo tiempo la elevación de los ojos en la santísima imagen, como señal exterior del buen logro de sus pretensiones. Admiraron, como debían, el prodigio, y corriendo la voz por toda Valencia, vinieron muchos a venerar esta imagen, no pudiendo negar la novedad los que antes habían reparado bien en la pintura; y desde luego en conformes votos, se le aplicó el nombre, de la Virgen del Milagro.

En la actualidad, la tabla de la Virgen del Milagro, de Paolo de San Leocadio, se encuentra en el altar mayor de la iglesia.

La iglesia de San Ginés acoge una conferencia sobre 'Indigenismo y evangelización'

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La iglesia de San Ginés (Arenal, 13 – metro Sol y Ópera) acoge este miércoles, 3 de mayo, a las 19:30 horas, una conferencia sobre Indigenismo y evangelización, organizada por el Foro Digital Reasons. En ella, María Saavedra, profesora de Historia del CEU y coautora del libro Indigenismo y administración. La primera expansión del cristianismo en América, intentará responder a  cuestiones como: ¿Qué hay de cierto en la leyenda negra sobre la colonización de América?.

La parroquia San Eduardo y San Atanasio conmemora a su patrono

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Este martes, 2 de mayo, se celebra la festividad litúrgica de san Atanasio. En esta jornada, la parroquia San Eduardo y San Atanasio (c/General Margallo, 6) celebrará su fiesta patronal con una Misa solemne, a las 19:00 horas.

San Atanasio

San Atanasio fue desterrado cinco veces por defender la religión. Nació en Alejandría, Egipto, hacia el año 297. Siendo todavía un niño en el año 311, presenció el martirio de su obispo Pedro de Alejandría y de otros cristianos, muertos en la persecución que hicieron los paganos. Luego supo con alegría que el año 313 el emperador Constantino declaraba la libertad religiosa para los cristianos.

Con grandes cualidades para la oratoria y una brillante inteligencia, se dedicó a prepararse para el sacerdocio, y siendo diácono fue escogido como secretario de Alejandro, arzobispo de Alejandría. A los 23 años escribió su primer libro acerca de la Encarnación de Jesucristo.

Por aquel tiempo apareció en Alejandría un hereje llamado Arrio, que negaba la naturaleza divina de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Atanasio se dedicó a combatir contra esta herejía. Colaboró para que los obispos del mundo se reunieran a discutir sobre esta herejía que tanto daño estaba causando a la Iglesia. Así, se dio el Primer Concilio, el Concilio de Nicea, en el año 327, donde condenaron a Arrio y decretaron que debía ser derrotado. San Atanasio asistió a ese Concilio como secretario y consejero de su obispo Alejandro.

Fue el obispo más famoso de su siglo. Tuvo que vivir en una época sumamente difícil y combatir contra los enemigos de la Verdad. En sus 45 años de sacerdocio no dejó nunca de predicar en favor de Jesucristo. Murió el 2 de mayo del año 373, a los 76 años.

El arzobispo preside el rito de admisión a Órdenes en el Seminario Conciliar

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Este martes. 2 de mayo, el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, presidirá el rito de admisión a Órdenes en el Seminario Conciliar (c/San Buenaventura, 9). La ceremonia dará comienzo a las 19:00 horas en la capilla del centro.