A Alonso Salcedo (28 años) lo conocimos un Día del Seminario, en plena pandemia. Entonces estaba en 4º curso, y la entrevista la hicimos en la huerta, donde los seminaristas habían montado unos bancos con mesas para poder respirar al aire libre. Ahora volvemos con él al mismo sitio, ya siendo diácono y a escasos días de su ordenación, el próximo 27 de abril. Empieza invocando al Espíritu «para que me ayude un poquillo». «Inspírame siempre lo que debo decir […] para gloria de Dios, bien de las almas…».
Este joven, el quinto de siete hermanos y todos varones, le ha dado todo su corazón Dios y «ahora, haz tú lo que quieras». Por eso, vive su vida «intentando dejarme sorprender por el Señor». Como cuando fue por primera vez a aquella adoración de los primeros viernes de mes que inauguró el arzobispo emérito de Madrid, cardenal Carlos Osoro, en la catedral de la Almudena para jóvenes. Entró con una vida y salió sabiendo que ya nada iba a ser igual.
Desde pequeño había tenido «una relación muy natural con el Señor» pero en la adolescencia, cuando surgió el tema de la vocación, se atoró. La entrada en un convento de clausura de una conocida, «inteligente, simpática, de una familia muy normal», y las hermanas que allí vivían, «todas jóvenes, felices», le hizo «flipar». Pensó para sí mismo: «Si el Señor te llama al sacerdocio, puedes ser inmensamente feliz, como estas monjas».
Aquel día en la catedral, de rodillas ante el Santísimo, supo de repente que «el Señor estaba pasando por delante, igual que cuando los apóstoles estaban limpiando las redes y pasó Jesús». Y se lanzó a la piscina: «Señor, ¿quieres de mí ser sacerdote?». Le entró el vértigo porque tuvo la certeza de que sí. (En la imagen inferior, en su ordenación diaconal).
Nervioso pero confiado
Ya en tercero, durante unos ejercicios espirituales, Alonso tuvo una «llamada fuerte a ser consuelo de Cristo en mis hermanos». Estas semanas previas a la ordenación «le pedía mucho a la Virgen María y a San José que me preparasen el corazón para decir, igual que ellos, mi “hágase” para siempre para ser sacerdote del Señor y de su Iglesia».
Un «para siempre» que tan poco se lleva en la sociedad actual y ante el que Alonso se sitúa ya desde el mismo momento en que se viste de clerygman. «Implica el hecho de ser una figura pública, que todo el mundo te mire como sacerdote y todo lo que representas». Este para siempre es un «signo para toda la sociedad, en un tiempo que se necesita mucho más el compromiso y testimonio de fidelidad», que no es «mío; si no estoy sostenido por el Señor, es imposible». De hecho, su lema sacerdotal es Cuando soy débil, entonces soy fuerte. «Si confío en Él, Él me sacará de todas», y ríe abiertamente. Un sacerdote ya mayor le dijo el otro día: «Alonso, no te mires mucho a ti mismo, mira a Jesucristo». «Pues es verdad», resume el joven.
Los días previos a la ordenación los vive Alonso con nervios, «quién no estaría nervioso», pero por otro lado sueña con dos momentos concretos: el primero, la postración en las letanías de los santos, «para decir “aquí me tienes, Señor”». El segundo, «cuando me impongan la casulla», que será un sacerdote de su colegio que le dará el relevo.
También en este tiempo Alonso palpa la alegría de su gente. «Cuando uno dice que sí a Dios, el Señor entra hasta el fondo no solo de la vida personal, sino de la vida de toda la familia». Pero no solo en su familia —«mi madre, que está preparando la comida del día siguiente y el ir con ella a comprar la casulla; mi padre, recordándome que es muy importante dar gracias a Dios»—. También entre los feligreses de su parroquia, Nuestra Señora del Buen Suceso. «Noto mucho la oración de la gente».
En este sentido, y al hilo del carta de Pascua publicada por el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, en la que destaca la vocación laical, Alonso reconoce que su parroquia «no se mantendría si no fuese por los laicos». Es una «barca muy grande» en la que los sacerdotes animan lo que el Espíritu Santo ya está suscitando, subraya. «La misión es de todos, y eso nos viene por el Bautismo».
Acompañar a adolescentes, el fútbol y las cervezas con amigos
Sobre su futuro sacerdocio, «el Señor hará lo que quiera», pero a Alonso le encanta estar con los adolescentes, aunque abierto a lo que disponga Dios a través de su obispo. En esto el joven seminarista tiene claro que en la ordenación «prometo obediencia al obispo y así lo quiero», y aunque «habrá momentos nada fáciles, espero que con la oración y con la confianza en mi obispo decir siempre que sí por ver la voluntad de Dios detrás». Además, «el que me llamó me dará la fuerza para obedecer».
A esto, reconoce, les ha ido «entrenado el seminario», pero también en otros asuntos. «Me ha ayudado mucho a un crecimiento humano; soy consciente de que tengo mis virtudes y mis debilidades, y saben perfectamente a quién ordenan, y esto me da mucha paz». Sobre sus formadores, seminaristas, directores espirituales, expresa un elocuente «bendito sea Dios que me han acercado a Jesucristo». «Estoy muy orgulloso de mi seminario». No se olvida Alonso de sus «buenos amigos curas» con los que comparte vida: «El jugar al fútbol y después tomarnos una cerveza juntos tranquilamente a mí me da la vida».
Concluimos con Alonso preguntándole de quién se acuerda estos días especialmente. «De mis abuelas, la Paca y Tata. Mucho tienen que ver con mi vocación, rezaban para tener en su familia un sacerdote y lo han conseguido». En concreto, su abuela Tata «sé que va a estar muy cerquita de la Almudena» ese día, porque cuando, ya enferma y con dificultades de memoria, él le llevaba la comunión, cantaba el «salve, Señora, de tez morena…».
Alonso recibirá la ordenación sacerdotal el sábado 27 de abril en la catedral de la Almudena a las 18:00 horas, y celebrará su primera Misa en la parroquia Nuestra Señora del Buen Suceso (Princesa, 43) el jueves 9 de mayo a las 20:30 horas.