Enrique Olmo, párroco de San León Magno, ha sido reelegido por sus compañeros como arcipreste de Delicias-Legazpi para los próximos tres años. A la hora de definir cuál es su misión, confiesa que «lo más sencillo es comenzar explicando que un arciprestazgo es una división territorial de la diócesis que agrupa a varias parroquias cercanas, que tienen no solo la proximidad territorial sino una serie de características comunes. A veces la división del territorio no lo posibilita, pero suele ser lo habitual. Es una agrupación pastoral de parroquias cercanas para facilitar el trabajo en común», resume.
«Y el arcipreste -prosigue- es uno de los sacerdotes de las parroquias del arciprestazgo» que, a su juicio, representa más «un elemento de comunión y moral que un valor jerárquico, o un cargo de poder…». Medio en broma, comenta que «tengo un compañero arcipreste que dice que la elección de arciprestes es parecida a la de delegado de clase: el elegido es el que va a por la tiza, a por el papel, el que hace los recados… A veces parece como si pudiera ser eso», afirma, «pero no lo es. Es un cargo de comunión, de confianza de los compañeros sacerdotes, entre nosotros y en relación con la jerarquía de la Iglesia, con los vicarios episcopales y con el obispo. No es solamente un chico de los recados, sino más bien un elemento de comunión en la Iglesia. Y yo, después de seis años como arcipreste, y a punto de comenzar otro trienio, me he dado cuenta de que eso es lo fundamental», asegura.
Confianza y comunión
El actual arcipreste de Delicias-Legazpi explica que «a los arciprestes los nombra el obispo, pero no los propone él directamente, sino que cada tres años se convocan elecciones entre los sacerdotes que forman el arciprestazgo, y en ellas se eligen tres nombres. Esa terna se presenta al obispo y lo normal es que elija al que le parezca bien, pero teniendo en cuenta el orden que le han propuesto los sacerdotes. Normalmente suele escoger al primero, salvo que haya algún tipo de renuncia … Pero no es matemático. Por eso digo que es un cargo de confianza, de comunión: porque lo elegimos los mismos sacerdotes compañeros», insiste.
Manifiesta que «una de las cosas que más me satisface de haber sido arcipreste durante seis años, y volverlo a ser ahora, es que los compañeros confían en mí para que ejerza este ministerio: se lo proponen al obispo, y el obispo confía también en ti para que ejerzas esa labor. Con lo cual, creo que es un elemento de cohesión, de comunión, más que pastoral o de poder. En el fondo, uno solo es arcipreste durante tres años, y luego eligen a otro, o te reeligen, pero no puedes ser arcipreste más de tres veces seguidas. Luego, es obligatorio que salga elegido otro», remarca.
En este sentido, señala que «cada parroquia tiene un equipo de sacerdotes, un consejo de pastoral y un ambiente en el que se desarrollan las actividades. Y el arcipreste no manda en ella, sino que es un elemento de comunión, de apoyo, de confianza, de relación… Y, más que mandar, lo que hace es coordinar».
Cuidar a los compañeros
Para Enrique Olmo, «la misión básica de un arcipreste es cuidar de los compañeros. Es muy importante: estar pendiente por si uno está enfermo, averiguar por qué falta, suplir o buscar a un compañero porque alguien se pone enfermo y no puede decir Misa… Cuidar un poco de todos… De todos los sacerdotes del arciprestazgo -incide-, sobre todo de los enfermos, de los más mayores». Una percepción, apunta, compartida por otros arciprestes. «Algún compañero que ha dejado de ser arcipreste decía que para él había sido una gozada haber podido acompañar a sacerdotes mayores en los últimos momentos … Estar con ellos en la enfermedad, administrarles los sacramentos en el momento de la muerte… O estar con ellos en general». Y, añade, «creo que es una labor bonita. Porque, ¿quién cuida de nosotros? Los sacerdotes somos célibes, los miembros de nuestra familia a veces son mayores que nosotros, y si no tienes hermanos o sobrinos, ¿quién cuida de ti? Pues nos cuidamos nosotros mismos. Y nos cuidamos entre los compañeros… Y esa labor muchas veces la ejerce, o la debería de ejercer, el arcipreste».
«No tienes autoridad para regañar a nadie -advierte-, o para mandar a nadie que haga las cosas, porque lo que tienes es una autoridad más moral que jerárquica… Pero el arcipreste es una figura que intenta estar al cuidado sobre todo de los sacerdotes. Y, luego, coordinar, para intentar que la pastoral de las parroquias tenga una idea de conjunto, un rumbo común… Cada uno con su naturaleza y sus características, pero todos inmersos en lo que el obispo y la Iglesia nos pide a través de los planes pastorales; que participemos en los actos diocesanos, que tengamos una formación común con criterios comunes, que tengamos sobre todo unos elementos de evangelización y de misión también comunes…».
Arciprestazgo variopinto
En concreto, el arciprestazgo Delicias-Legazpi «está integrado por siete parroquias: San León Magno, que es la mía, Nuestra Señora de Europa, San Basilio el Grande, la Beata María Ana de Jesús, Santos Inocentes, Nuestra Señora de las Delicias y Nuestra Señora de las Angustias. Y somos unos 18 sacerdotes en total, entre párrocos, vicarios parroquiales y algún jubilado que colabora como adscrito».
Lo describe como «un arciprestazgo muy variopinto dentro de la zona en la que estamos de la Arganzuela. Históricamente, ha sido un lugar que en sus inicios ocupaba una zona industrial, con cierta marginalidad. De hecho, cuando surge la diócesis de Madrid, en esta zona solo había una parroquia, la del Purísimo Corazón de María. Junto con Nuestra Señora de las Angustias, son las dos más antiguas del territorio. Las demás parroquias fueron naciendo entre naves industriales, chabolas, áreas de nuevas construcciones … Un paisaje que ha ido cambiando conforme se han ido eliminando los espacios industriales y construyendo edificios nuevos … Ahora te encuentras con una población bastante envejecida y con muchos migrantes, sobre todo en edificios antiguos, pero también con gente que ha llegado hace poco a las nuevas construcciones y que tienen un nivel social y educativo muy diferente. Por eso, el territorio es muy heterogéneo en ese sentido».
Realidad pastoral
«Una de las fortalezas de nuestro arciprestazgo -indica- siempre han sido las Cáritas parroquiales, que han trabajado en comunión. Desde siempre. Es una fortaleza que tenemos, y que procuramos mantener. Y otro de los retos que tenemos, sobre todo desde la visita pastoral, que nos lo propuso don José, es el de la formación de los laicos y el integrarles en la corresponsabilidad de la pastoral de la iglesia». Recalca que «una de las fortalezas que tiene todo Madrid es el hecho de que Cáritas siempre ha trabajado con los laicos en comunión. Creo que no hay otra realidad -ni catequesis, ni liturgia, ni formativa- que tenga tanta reunión formativa y de comunión como las Cáritas de los arciprestazgos y de las vicarías. Y ese modelo lo hemos intentado copiar para otras realidades, como son las Mesas de Jóvenes, de Pastoral Familiar, de Liturgia, de otros ámbitos pastorales… porque hemos vivido lo bien que ha funcionado, desde hace años».
Así, la formación de los laicos en el arciprestazgo se cuida mediante iniciativas «que van más allá de lo parroquial. Se imparten cursos de formación social o de diversos temas … Son cursos comunes para todos los laicos del arciprestazgo, que sobre todo están vinculados a la Escuela de Evangelizadores. La gente responde, aunque es complicado, porque tienen trabajo, vida familiar… Por eso, la Escuela de Agentes de Evangelización, que es un sistema virtual, facilita que cada uno pueda hacer la formación a su ritmo».
El nuevo arcipreste de Delicias-Legazpi incide mucho en la necesidad de formación de los laicos, ya que «cada vez somos menos sacerdotes. Además, hay cosas que no las tiene que estar haciendo un sacerdote. Es importante involucrar a laicos en labores de responsabilidad, como llevar la economía, los grupos de pastoral, formarse para asistir a los enfermos, atender las Cáritas o la liturgia… Es importantísimo. Porque una parroquia no es el sacerdote. El párroco es el que la preside, pero hay un día que se va, y ahí se queda la parroquia, ahí se quedan los feligreses…. No se puede estar dependiendo de quién venga, sino que es la propia parroquia la que tiene una historia, un proyecto pastoral, unos retos que asumir, unas carencias… Y esa responsabilidad no recae solo en el equipo sacerdotal y en el párroco, sino en toda la comunidad parroquial. Lo bonito es descubrir, o ir caminando juntos, en el sentido de la sinodalidad: de dónde venimos, cuál es nuestra historia, qué retos tenemos, hacia dónde queremos caminar en comunión con la diócesis».
Retos de futuro
Los proyectos comunes de la Vicaría V, como Mesa de Jóvenes, de Pastoral Familiar, de Liturgia, también tienen su proyección en el arciprestazgo. «La Vicaría es mucho más grande -declara-. La V llega hasta Villaverde. Y la realidad que vivimos en nuestro arciprestazgo no es la misma que la que se vive en Villaverde, en Orcasitas o en Usera… Tiene sus peculiaridades. Además, el arciprestazgo y el arcipreste tienen una cercanía mayor que la de un vicario, porque está más en contacto con la realidad de cada parroquia. En nuestra vicaría hay seis arciprestazgos, y cuando me reúno con los distintos arciprestes y con el vicario te das cuenta de lo distintas que son unas zonas y otras, y las necesidades de un sitio en comparación con otro. Entonces, que haya estos órganos de comunión también a nivel arciprestazgo ayuda a centrar la pastoral concreta de las parroquias».
A Enrique Olmo le quedan por delante tres años más para desempeñar su labor como arcipreste en el territorio. Preguntado por los retos que se plantea de cara al futuro, responde: «la misión de evangelizar, que es un reto de siempre. Que cada vez tengamos más elementos de comunión: no solo hacer cosas juntos, sino sentirnos miembros de una familia que se cuida, que se conoce y que se quiere. Y el reto de ir formando cada vez más a los laicos para que se corresponsabilicen con la pastoral», concluye.