A Felipe Rodrigues, la muerte de su hermano mediano en accidente de tráfico, cuando él tenía 11 años, le marcó profundamente. Y a su familia también. Tanto que ellos, que no eran de ir a Misa los domingos, empezaron una relación con Dios que, en el caso de Felipe, fructificará el sábado 27 de abril con su ordenación sacerdotal en la catedral de la Almudena.
Con Felipe charlamos por primera vez hace un año, cuando le faltaban pocos meses para ser ordenado diácono. El amor de Dios, explicaba, lleva por caminos que quizá nunca se esperaron, pero si uno se confía y abandona en Él, y deja de intentar tener el control de todo, puede realmente llevar una vida plena. Este seminarista decidió «dejar de hacer el tonto y ser feliz», y esta felicidad solo se encuentra «cuando has descubierto el sentido de la vida, que es Cristo».
Felipe tiene 38 años y es nacido en Venezuela, aunque de origen portugués. A España llegó hace seis años después de un intento de vivir en Portugal, tres meses en Argentina y siete años en el seminario de Caracas que después abandonó en medio de una fuerte crisis. «Fue muy difícil», cuando ya casi había terminado el proceso, «volver a buscar el sentido de la vida».
Viajó a Argentina, donde trabajó como fotógrafo con una compañera de la universidad —estudió Publicidad— que era atea pero que, sin embargo, le puso en verdad. «Si crees en Dios, no dejes la fe por los problemas que hayas podido tener; sigue creyendo en Dios».
Camino de vuelta a casa
En 2016 recaló en Madrid; unos amigos le habían ofrecido una habitación y pronto encontró un trabajo. Se acordó de aquello que le dijo su amiga atea, «que no dejara de ir a Misa los domingos», y recaló en la parroquia Nuestra Señora del Pilar, donde había una Eucaristía de dos de la tarde «con gente de espíritu joven». La primera vez que participó, se dieron la mano en el padrenuestro, «algo muy común en Venezuela», y este contacto humano le hizo sentirse en casa.
«Volví a desbloquear muchos recuerdos, dejé que Dios me hablara y lo escuché». Se dio cuenta de que «Dios no me abandonaba nunca» aunque él sentía que «siempre le daba la espalda», y su párroco le planteó la opción de volver al seminario.
Felipe, que había vivido una fe de niño sin apenas Dios, que se encontró con Él tras el fallecimiento de su hermano, que se involucró en su parroquia hasta el punto de plantearse seriamente el sacerdocio, que sin embargó se olvidó de esta posibilidad en su juventud, durante la carrera, que tuvo novia, que trabajó en una revista haciendo crónica social y la frivolidad le hizo darse cuenta de lo que de verdad importa en la vida y entonces, sí, empezó en Caracas en el seminario; que tuvo la crisis, abandonó el camino del sacerdocio, abandonó su país y acabó en España, se vio de nuevo a las puertas de un recorrido que en su país Venezuela había sido muy doloroso. «Estaba a las puertas del diaconado y salí bastante herido en la fe».
«Ahora es que sí»
La llamada a la puerta del Seminario Conciliar de Madrid era la tercera. La tercera vez que lo intentaba. «Voy para que me digan de una vez que no», pensó, «y llevo cuatro años esperando el no», bromea. «En realidad ha sido un no a mis cosas, a hacerme el sordo a Dios», porque «ahora es que sí».
Esta relación con Dios tan de ida y vuelta le ha hecho a Felipe ser consciente de que «la búsqueda de Dios todos la vivimos», y quizá le ha abierto miras: «No hay solo un estilo y forma de ser en la Iglesia». De hecho, su lema sacerdotal es Si no tengo amor, nada soy, «porque yo tengo más certeza y experiencia de Dios con gente que no cree».
La casulla que se le impondrá a Felipe el día de su ordenación ha venido de Venezuela. De allí percibe todo el cariño estos días previos a su ordenación en los que se le vienen muchos rostros a la cabeza. Fundamentalmente el de su padre y el de su hermano. Espera con especial intensidad el momento de la postración, de «tirarme en el suelo y abandonarme por completo» a Dios, después de toda una vida «de querer tener el control».
Como el resto de sus compañeros, ha elegido santos para incorporar a la letanía: los pastorcitos de Fátima, que demostraron, siendo niños, «su amor por todo el mundo», y el beato doctor José Gregorio, «un laico que entregó su vida por los más pobres». Así, estará acompañado de sus orígenes portugueses y venezolanos.
Felipe recibirá la ordenación sacerdotal el sábado 27 de abril en la catedral de la Almudena a las 18:00 horas, y celebrará su primera Misa en la parroquia Nuestra Señora de Moratalaz (Entre Arroyos, 19) el domingo 28 de abril a las 19:30 horas. (En la imagen inferior, durante la celebración de la Cena del Señor, el Viernes Santo de este 2024).