El Centro Mariápolis Luminosa acogerá este fin de semana, días 3 al 5 de mayo, el encuentro Gotas de Espiritualidad. En esta tercera edición, convocado con el lema Un anuncio que cambia la vida.
Francisco Tomás Tomás, párroco de San José Obrero Las Matas, acompañará a los participantes y celebrará la Eucaristía cada una de las jornadas. «El encuentro - explica - está abierto a todas las personas del movimiento de los Focolares que quieran profundizar en la vida mística». «En la primera convocatoria - prosigue - el título era Del castillo interior al castillo exterior. Y contó como ponentes con el padre José Damián Gaitán, carmelita descalzo, profesor emérito de la UESD, un gran experto en espiritualidad; con José María Quintas, focolarino especializado en mística, y con Cheli del Pozo, otra focolarina pedagoga, profesora de universidad. La segunda edición, con los mismos ponentes, tenía como título Enciende tu vida interior. Y en esta tercera se pretende seguir profundizando en esa línea».
Para Francisco Tomás, «el padre carmelita Jesús Castellanos, muerto prematuramente, gran profesor en Roma y quizá uno de los mejores especialistas en espiritualidad a lo largo de la historia, hablando de la de Chiara Lubich, decía que a lo largo de la historia de la Iglesia se habían dado muchas espiritualidades, pero todas prevalentemente personales, sin quitar por supuesto el aspecto comunitario, puesto que todas son iglesia; pero, precisamente con Chiara Lubich, quizás nos encontramos por primera vez una espiritualidad prevalentemente comunitaria, sin que eso le reste su base personal necesaria». «Una espiritualidad - añade - en la cual el castillo interior que santa Teresa encontraba en el fondo de su alma recogiéndose con Su Divina Majestad, como ella decía, Chiara Lulbich lo proponía para esa misma unión con Dios en medio del trabajo, de la familia y de la sociedad, para transformar también este mundo y todas sus realidades en un castillo donde pudiera reinar el amor de Dios entre unos y otros. Chiara Lubich proponía esto de un modo sencillo pero profundísimo, de tal manera que podía valer tanto para niños como para teólogos, para personas sencillas, para religiosos y sacerdotes, y para cualquier tipo de profesional».
Partiendo de la experiencia de las dos convocatorias anteriores, señala que «a estos encuentros suelen acudir una cincuentena de personas, algunos del movimiento de los Focolares, y otros que no lo son pero que quieren conocer la espiritualidad de comunión que no en vano Juan Pablo II propuso después para toda la Iglesia en la exhortación apostólica Novo Millennio Ineunte». Y es que, afirma, «tenemos que aprender a dejar que Jesús en mí ame a Jesús en el otro, que la Trinidad que habita inhabita en mí ame también a la Trinidad que inhabita en la persona que tengo delante, donde las diferencias no son motivo de enfrentamiento sino una oportunidad de enriquecimiento mutuo y de vivir el amor recíproco que Jesús nos enseña, tanto de modo personal como de modo comunitario».
En cuanto al desarrollo del fin de semana, indica que «se realiza de una manera muy dinámica, tratando de poner en práctica desde el primer momento el amor recíproco entre todos los participantes, y luego también en los momentos de charlas explicativas de la espiritualidad de Chiara Lubich o de algún gran místico, en momentos de oración y meditación, y también en dinámicas grupales que desarrollen la temática, que este año está basada en el sentirnos enviados. Llamados y enviados. Llamados, amados, elegidos y enviados para una nueva evangelización. Porque la mística no es para que se reduzca a uno solo en su unión con Dios, sino que ésta tiene que trascender hacia afuera e ir empapando la sociedad de Divino, como decía en alguna de sus meditaciones Chiara Lubich», concluye.
«He aquí el gran atractivo
de nuestro tiempo:
penetrar en la más alta contemplación
y permanecer mezclado con todos,
hombre entre los hombres.
Diría aún más: perderse en la muchedumbre
para impregnarla de lo divino,
como se empapa
un trozo de pan en vino.
Diría aún más:
siendo partícipes de los designios de Dios
sobre la humanidad,
trazar en la multitud estelas de luz
y, al mismo tiempo, compartir con el prójimo
la injuria, el hambre, los golpes,
las breves alegrías.
Porque el atractivo
del nuestro, como el de todos los tiempos,
es lo más humano y lo más divino
que se pueda pensar:
Jesús y María:
el Verbo de Dios, hijo de un carpintero;
la Sede de la Sabiduría, ama de casa».
Chiara Lubich, El atractivo de nuestro tiempo. Escritos Espirituales/1, (Ciudad Nueva, Madrid, 1995, p.27.)