Madrid

Conferencia de la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso

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“Anotaciones sobre la reforma del proceso matrimonial canónico” es el título de la conferencia que impartirá el Dr. Mons. Piero Amenta, Auditor del Tribunal de la Rota Romana. Organizada por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, se podrá escuchar el próximo lunes, 20 de abril, a las 12,00 horas en el Aula de Grados del centro académico (c/Jerte, 10).

“El Señor se ha valido para llamarnos a todos a la pertenencia eclesial”

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Este sábado, 11 de abril, la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar celebró su XV Jornada, con el lema “Laicos en medio del mundo, alegres en misión”. El encuentro, que se desarrolló en el Colegio Valdeluz, fue inaugurado por el Arzobispo de Madrid, Mons. Carlos Osoro, con una Eucaristía. En su homilía, afirmó que “es una gracia poder estar reunidos aquí, en esta Jornada que habéis preparado. Y, además, con este título: ‘Laicos en medio del mundo, alegres en misión’. La palabra que el Señor nos acaba de regalar nos ayuda a vivir con más intensidad y profundidad este eslogan”.

Por eso, dijo, “me gustaría acercar a vuestro corazón algo que ya tenéis, pero que es bueno que el Señor nos recuerde: en primer lugar, seamos agradecidos al Señor. Aquí no estamos por casualidad. El Señor se ha valido para llamarnos a todos a la pertenencia eclesial. Se ha fijado en nosotros, nos ha dado un abrazo, nos ha invitado a descubrir su bondad. Por eso, damos gracias a Dios porque es bueno. Y se las damos porque, también, es eterna su misericordia. Tiene un amor capaz de extraer de cualquier situación un bien. Es amor misericordioso. Además, nos da fuerza, porque es poderoso, porque nos hace vivir y descubrir las hazañas que va haciendo en nuestra vida personal y en la historia de todos los hombres. El Señor siempre nos escucha”. Por eso, invitó los presentes a comenzar la jornada “con agradecimiento al Señor… Agradecidos porque el Señor nos ha hecho sus compañeros. Qué maravilla esta expresión que, quizá, hemos meditado pocas veces… cuando a Pedro y a Juan les descubre y sorprenden diciendo de ellos que han sido compañeros de Jesús. Ojalá a nosotros nos descubran también en la vida, y a vosotros como laicos cristianos, porque hemos sido, somos, seguimos siendo, lo queremos ser siempre, compañeros de Jesús”.

En segundo lugar, añadió, dar gracias a Dios “porque nos ha escogido en medio del mundo. Nos ha llamado en medio de todos los hombres… No buscó a los grandes de este mundo para ser sus compañeros. Lo cual no quiere decir que el Evangelio afirme que no tengamos que cultivar la sabiduría” sino que “la elección que Jesús hace es entre la gente del mundo, sin buscar títulos especiales”. Él, recordó, se aparece a María Magdalena, a los discípulos de Emaús, y “a los que había escogido desde el principio como compañeros, a los once que quedaban… y les echa en cara su incredulidad y la dureza de corazón… Los once, incrédulos y duros de corazón. No les afecta nada. Esta es una palabra que tenemos que meter nosotros en nuestra vida”, porque “el corazón se nos hace duro, nos hacemos insensibles a las situaciones que están viviendo los hombres. A veces por eso no somos creíbles”. A pesar de eso, exhortó a dar gracias al Señor “porque nos ha llamado a todos … El Señor no ha venido a escoger santos de altar, sino hombres y mujeres que tenemos nuestras deficiencias, pecados, miserias, nuestro corazón no agradecido”.

Por último, animó a reflexionar “para qué nos ha llamado el Señor”. Ha sido “para estar en medio de los hombres, anunciando la alegría del Evangelio. Agradecidos, escogidos, para estar en el mundo, anunciando la alegría del Evangelio, sin miedos”. “Es, aseguró, lo que estamos llamados, cada día más, a descubrir en esta sociedad y cultura que estamos viviendo: hay que decir sí o no… Si el ser humano es imagen y semejanza de Dios, no hay condiciones”. Por eso, en alusión al lema de la Jornada, afirmó que hay que ser laicos “con la alegría del Evangelio, con la alegría de unos hombres que habiéndonos encontrado con Cristo, haciéndonos compañeros del Señor, seguimos sus huellas y estamos en medio del mundo: en la familia, en la cultura, en la economía, en la política... siendo compañeros de Jesús”. Y es que “es el Señor el que nos ha llamado y el que nos manda salir en medio de este mundo”.

Manifestó su deseo de “que esta Jornada sea un momento de gracia y verificación sincera de nuestro agradecimiento al Señor por haber sido escogidos en medio del mundo… Jesús nos manda estar en medio de los hombres, anunciando esta alegría que es la que necesita este mundo: la alegría del Evangelio no es la alegría del triunfo de la vida, sino que la fuente está en el encuentro con el Señor”. Concluyó invitando a los presentes a encontrarse “con Jesucristo” abriendo las puertas a todos.

“El infinito en movimiento, el movimiento hacia el misterio”

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Este sábado en EncuentroMadrid se han dado cita los cantaores y bailaores Francisco Hidalgo, Ana González, Luis Ortega, Caro Fernández y Caridad Vega, quienes el pasado martes participaron en el espectáculo Inmortal para quererte en el Teatro Infanta Isabel.

Reunidos y moderados por Emilio Pérez, sacerdote diocesano, en lo que ha sido un largo coloquio, el encuentro titulado “Una mirada a la experiencia humana del flamenco” ha comenzado con la pregunta acerca de la vocación a este arte. A ninguno le ha resultado fácil identificar un momento concreto del inicio de su vocación, “yo con 3 ó 4 años me veía en el espejo y me ponía a bailar. Desde luego no es algo que me venga de familia. Mi padre daba palmas pero era soldador, mi madre ponía música pero no tenían que ver mucho con el flamenco”, ha explicado Ana González, conocida como ‘Ana de Cai’. “Yo tampoco recuerdo una fecha exacta. Empiezas casi como un hobby, como un juego”, añadía Luis Ortega. Caridad Vega ha sido quien supo definir más claramente el inicio de su pasión por el arte: “Recuerdo que mi deseo de empezar a cantar era reiterante. Mi familia es cantaora. Cuando veía el flamenco, algo en mí se movía”.

El acto ha tomado cuerpo cuando el moderador Emilio Pérez ha preguntado qué suponía para cada uno de ellos cantar y bailar: “¿Os acerca más al infinito?”. Luis Ortega reconocía que “lo que empieza como un juego o búsqueda, acaba siendo una satisfacción”, y en ese sentido podía afirmar que “sí, las chispas saltan con la búsqueda de esa felicidad, pero es verdad que luego en la profesión, cuando oyes comentarios de lo que han sentido los demás, uno toma una gran responsabilidad. Música y danza es algo también algo personal, de cada espectador. A cada cual le despierta algo distinto”. La bailaora chilena Caro Fernández ha ido más allá en ese sentido de responsabilidad, destacando la obligación del artista de hacer llegar adecuadamente su arte a un público, “ser capaces de transmitirles a ustedes lo que nuestro corazón quiere dar”, expresar lo que el artista no puede decir sino con su arte.

Con una copa de manzanilla regalo de la casa, llegó el turno de preguntar por los maestros, aquellos que marcaron a los que ahora son artistas profesionales. Caridad se ha acordado, por ejemplo, de su tía cantando saetas: “Ella me decía que la saeta no hay que cantarla, sino que hay que rezarla. Ahí hay una conexión en la que te entregas de verdad”. Fue entonces cuando el sentido del arte afloró al ser definido como el vehículo expresivo de la verdad. Son los maestros los que nos acercan a ello, pero no por su técnica, sino por la verdad personal de la historia de cada uno. “Los maestros nos van enseñando todo esto. Entender todo esto no es automático, sino que requiere su tiempo. Yo, por ejemplo, cuando me di cuenta de que esto no era solamente una búsqueda de felicidad fue con la pérdida de mi padre. Descubrí cómo sólo bailando podía cicatrizar mi herida”, confesaba Luis Ortega. Para Ana González, la personalización de su arte también vino de la mano de un maestro, en este caso, de la bailaora Ana Salazar: “Fui a ver a bailar a mi profesora y ahí descubrí a Ana Salazar y vi que cada cual tenía una manera de expresar el flamenco. Yo era muy tímida pero con los años y el tiempo, fui aprendiendo a expresar mi manera de bailar”. Emilio Pérez concluía así un acto en el que salía a relucir la necesidad del arte de los maestros para llegar a ser verdaderamente uno mismo, para abrirse conmovidos al misterio, un “infinito que está en movimiento”, según Caridad Vega. Un infinito por el que uno puede vivir.

“Tenía tanta hambre de volver a verte”

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“Sabía que durante el camino habría chicas, visiones, de todo; sí, en algún lugar del camino me entregarían la perla”. Esta cita del famoso libro de Jack Kerouac “En la carretera” ha sido la primera leída en el encuentro de literatura “Al otro lado del océano” celebrado este sábado en el marco de EncuentroMadrid. Durante el mismo, los participantes han leído una y otra vez diversos fragmentos de diversos –como no podía ser de otra forma– autores literarios que en su obra reflejan, de un modo u otro, queriendo o sin querer, el deseo de infinito que habita en el corazón del hombre.

Varios cientos de personas acudieron al teatro auditorio del recinto ferial de la Casa de Campo para adentrarse en un viaje que, a pesar de poder, de primeras, describirse como literario, ha sido mucho más. ¿Es cada cosa que sucede mucho más de lo que vemos, mucho más de lo que oímos?

“Todo parece repetirse indefinidamente… Necesito una vida apasionante. Poco me importa la forma que tome o el precio que tenga que pagar con tal de que me haga latir el corazón”. Estas palabras, tomadas prestadas de un personaje de un breve relato de F. Scott Fitzgerald, son otro ejemplo de lo que ha sucedido este sábado por la tarde en EncuentroMadrid. Un ejemplo de la necesidad del ser humano de que la vida, su vida, tenga sentido, relieve, densidad, color. Una necesidad que a veces está tan a flor de piel que el hombre no sabe si mirarla o no; y si, en caso de decidir mirarla, cómo hacerlo. “¿Por qué tengo semejantes deseos? ¿Acaso estar hecho así es una broma de mal gusto? No lo admito”. (“Memorias del subsuelo”, Dostoievski). Un deseo que hiere, el nuestro. Un deseo que siempre pide más. Y que, con el paso del tiempo, en algunos ese “algo luminoso pierde su brillo y su esplendor y nos parece un camino que no lleva a ninguna parte, una agrupación de necesidades incoherentes que se desarrollan en el vacío sin objeto y sin fin”.

¿Será cierto que nos movemos sin rumbo? ¿Será que lo que deseamos no sirve para nada? ¿Para qué tanta pregunta, tanto sufrimiento, tanta alegría? Conozcamos la respuesta o no, la experiencia nos indica que somos así. Así como describe el reconocido Albert Camus en su propio diario: “Cielo tormentoso de agosto. Vientos abrasadores. En el este, sin embargo, se vislumbra una banda azulada, delicada, transparente. Imposible de mirar. Su presencia es molesta para los ojos y el alma. Y es que la belleza es insoportable. La belleza nos desespera. Eternidad de un minuto que querríamos estirar en el tiempo”.

El infinito, que da lema a esta edición de EncuentroMadrid, ha sido el protagonista de este acto. Así lo ha reflejado no sólo lo que se ha leído, sino también la propia escenografía, que ha incluido canciones en directo por Javier Andreo y Javier Portela y proyecciones de cuadros que acompañaban las lecturas. Al final de cada intervención se dejaban unos segundos de música clásica que invitaban a los espectadores, discretamente pero con una gran fuerza, a mirar esta cuestión a veces temida, a veces odiada, a veces amada a la cara.

“¿Dónde está el amigo que busco por doquier? Cuando apunta el día, mi inquietud también aumenta. Cuando el día muere, lo busco todavía. Aunque el corazón me abrasa, yo voy siguiendo sus huellas en cualquier brote de vida…”. (“Fresas salvajes”, Ingmar Bergman).

El acto concluía fijando su mirada en la lectura del poeta Charles Pèguy, para quien ese anhelo de aquello que es todo y dura para siempre es el reflejo de Dios mismo. En la referencia a su “Balada del corazón que tanto ha latido”: “¿Hallarás tú alguna vez el fondo?, ¿hallarás tú alguna vez el descanso al atardecer?”, resuena la voz del Padre, la voz del Misterio. La voz de Aquél que te ha creado, que sale a tu encuentro pero de quien huyes, que te busca pero de quien te escondes, que te dice: “Tenía tanta hambre de volver a verte”.