La catedral de la Almudena acogió el lunes, 28 de septiembre, la tradicional Misa de envío de profesores organizada por la Delegación Episcopal de Enseñanza y Cultura con motivo del inicio del curso pastoral. Un «curso especial» en el que mucha gente sufre y necesita ser acompañada, tal y como recordó durante la homilía el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro.
Utilizando palabras de san Juan Bosco, fundador de los salesianos, con una profunda vocación educativa, aseguró que «vuestra vida, la vida del educador, es una cuestión de amor». «En estas vueltas por la tierra» se ve cómo «esta pandemia está tocando la vida de tantos y tantos hombres» y se descubre el papel de «tanta gente que en estas circunstancias está dando la vida por los demás», de todos los «educadores que […] no les importa el gastar tiempo con los jóvenes y con los niños para regalarles la noticia más importante, la que en estos momentos quizá puede entregar alguna luz».
«Hay que tocar el corazón del ser humano y esto es la educación». «Tocad el corazón», pidió. Frente al interés por el triunfo, por el «a ver quién gana más», el arzobispo de Madrid se fijó en la respuesta que vino a dar Job ante sus desdichas: «Solo necesito a Dios». «Esta es la necesidad fundamental que tienen los hombres», aseveró, y les indicó que, como educadores, «tenéis que llevar a entender la necesidad de Dios para el corazón de los hombres y para que subsista esta humanidad, sirviendo a los demás y no sirviéndonos de los demás».
Fijarse en todos los hombres
En una catedral de la Almudena limitada en su aforo para mantener las medidas de seguridad, el cardenal Osoro aseguró que «Jesús nos hace ver que tenemos que fijarnos en todos los hombres». «Lo importante es que sean hombres y mujeres de bien», añadió, «que pongan el corazón en los demás» porque «a la larga, quien hace el bien, se encuentra y se topa necesariamente con Dios».
Asimismo, mostró su cercanía al reconocer las dificultades que afrontan hoy en día los profesores, máxime los de Religión, «porque en el fondo, en esta cultura, un Dios que nos dice que somos hermanos y que nos impide cascarnos unos a otros, estorba». «Sed humildes y pequeños, entregad la presencia de Dios. El niño, en cuanto le abres los brazos, se tira a ti. Abrid los brazos a todos los hombres», apuntó.
El deseo del arzobispo de Madrid para los docentes en este curso es que «intentéis educar en la Verdad». «Es Jesús el que os va a impulsar a no tener miedo en las circunstancias difíciles que vivimos en la pandemia, pero también que vivís por entregar esa noticia de que la trascendencia y lo religioso no es un adyacente para el ser humano», concluyó.
