El próximo 25 de octubre, sábado, a las 20 horas, en el Teatro Real de Madrid, se celebrará un Concierto a Beneficio de las obras de la parroquia Santa María la Blanca de Montecarmelo.
La Orquesta Clásica Santa Cecilia, los Coros de la Fundación Excelentia, los solistas Israel Lozano, tenor, Marta de Castro, soprano, Javier Franco, barítono, Sandra Ferrández, soprano y Alberto Núñez, tenor, bajo la dirección del maestro Miguel Ángel Gómez Martínez, ofrecerán “El Caserío”, de J. Guridi, en versión concierto.
Las entradas, a precios populares, de 20 a 120 euros, se pueden adquirir en las taquillas del Teatro Real, con venta telefónica: 902 244 844. www.teatro-real.com.
Existe una FILA 0 para donativos sin asistencia: Parroquia Santa María la Blanca. La Caixa: ES30 2100 5795 9201 0008 1088.
La Vicaría Episcopal para el Clero ha programado para este curso una serie de tandas de Ejercicios Espirituales para sacerdotes.
La última de ellas se desarrollará desde el domingo 23 al viernes 28 de Noviembre. Dirigida por el P. Santiago Arzubialde, sj, se impartirá en Monte Alina (Pozuelo de Alarcón).
Para confirmar asistencia hay que llamar al tel. 91 454 64 62 (Vicaría Episcopal para el Clero).
Este martes, 7 de octubre, el Cardenal Antonio Mª Rouco Varela, Arzobispo Emérito de Madrid Administrador Apostólico, presidió una Eucaristía en la Parroquia de Nuestra Señora de las Delicias con la que se ha despedido de los sacerdotes y feligreses de la Vicaría V. La celebración destacó por la afluencia de presbíteros y miembros de la parroquias de la zona. Y sobresalió la animación litúrgica, sobre todo los cantos, con un coro estupendo procedente de varias parroquias.
La ceremonia comenzó con unas breves palabras del Vicario Episcopal de la V, Ángel Matesanz, en las que aseguró que en la celebración “aunque no todos estamos presentes, todos estamos representados: desde las parroquias de San Cristóbal o Santa Bibiana a las de Cascorro; los barrios más castizos de la Arganzuela, con los vecinos de toda la vida, y los barrios que se van haciendo castizos con los vecinos que han llegado hace poco”.
“Ha querido usted despedirse de nosotros reuniéndonos en la Eucaristía. Revivimos hoy también, una vez más, el envío en misión que a lo largo de veinte años con tanta insistencia nos ha reiterado. Juntos, damos gracias a Dios por las cosas buenas que hemos podido vivir en este tiempo: la comunión de la Iglesia que con tanto empeño ha querido fortalecer, el gozo de anunciar el Evangelio”.
Recordó de manera especial el “plan pastoral que precedió al Año Jubilar 2000: Fortalecer la fe y el testimonio misionero de todo el Pueblo de Dios. Al releer aquellas propuestas comprobamos que no ha dejado de resonar en nosotros durante estos años la llamada a anunciar a Jesucristo, a hacer presente en el mundo la verdad, la vida y la fuerza del Evangelio, decíamos entonces”. También evocó “los trabajos de preparación del Tercer Sínodo Diocesano. Los grupos Sinodales en cada parroquia, en los movimientos”. Aseguró que “cada jornada del Sínodo, en un ejercicio de contraste, pero de comunión fraterna al mismo tiempo, buscábamos los modos más aptos para la transmisión de la fe” y que fue “inolvidable la audiencia de Benedicto XVI a los Sinodales de Madrid: ‘La comunidad de los creyentes, nos dijo, ha de ser portadora de la luz del Evangelio, con la certeza de que la caridad es, ante todo, comunicación de la Verdad’”.
Explicó que “las Constituciones del Sínodo y la evolución de la sociedad hicieron que nuestra mirada y nuestro trabajo se volviera a los jóvenes -la Misión Joven sirvió de preparación y entrenamiento para lo que habría de venir después- y luego a la familia: Vive la familia. Con Cristo es posible. El lema no era voluntarista, sencillamente expresaba la certeza que da la fe”. Además, “el recuerdo de la JMJ lo tenemos mucho más vivo, por lo cercano y lo impresionante del acontecimiento. El esfuerzo gigantesco de esos días no oscurece, sino que agranda la confesión de fe que repetíamos: ‘Arraigados y edificados en Cristo. Firmes en la fe’”. Y la Misión Madrid.
“Al repasar” todos estos acontecimiento “en nuestro corazón”, aseguró, “brota la alabanza a Dios, la alegría y el agradecimiento”. Por eso, apuntó, “sólo en cierto sentido podemos hablar de despedidas”, ya que “en realidad permanecemos todos en la comunión de la Iglesia, cada uno según su vocación, compartiendo la fe, la acción de gracias y el servicio”. En su homilía, el Cardenal habló de la Iglesia misterio de comunión, y subrayó que los conceptos comunidad y sociedad se quedan cortos para expresar lo que es la Iglesia: comunión con el Dios Uno y Trino, comunión de los hombres en Cristo, comunión que nos abre a la Iglesia del cielo. En este sentido, aludió a la Virgen María y a la fiesta litúrgica del Rosario, que se celebraba ese día, con su origen histórico en la batalla de Lepanto. También recordó que la comunión era su lema episcopal. Además, desarrolló cómo la comunión lleva a la misión. Y aprovechó para evocar algunos hitos diocesanos vividos durante estos últimos 20 años de ministerio episcopal, desde su primera Carta Pastoral a la JMJ celebrada en 2011.
Al concluir la Eucaristía, el Cardenal manifestó su serenidad y cercanía en el saludo personal a los fieles que asistieron a la celebración, y a los sacerdotes que compartieron con él la cena.
El 9 de octubre de 1994 salía a la luz el primer número de este semanario, en su primera etapa como Suplemento de religión de La información de Madrid, periódico madrileño nacido pocos meses atrás y que concluía su andadura otro día 9, de julio de 1995, con un Alfa y Omega abierto a la esperanza. Otro 9, de diciembre de ese mismo año, ya semanario independiente, de la mano de ABC, iniciaba la etapa de su crecimiento hasta esa madurez y fecundidad actuales que sólo podía obrar su fidelidad a la bendición de Dios. Escribe el cardenal arzobispo de Madrid:
«Mi saludo más cordial y mi bendición para los lectores de Alfa y Omega y para todos los madrileños. Vuestro…» Eran mis primeras palabras escritas, ¡hace justamente veinte años, los mismos de mi ministerio episcopal en Madrid!, en las páginas recién estrenadas de este querido semanario. En más de una ocasión lo he definido como el milagro semanal, y hoy, con una historia que se acerca ya al millar de semanas, no se puede dudar de que así es, un verdadero milagro, que no lo explican los meros cálculos y medidas humanas. Aquellas palabras mías de bendición encerraban mucho más de lo que yo podía calcular y medir en ese momento, encerraban toda la verdad de la presencia viva y actuante de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo. No otra cosa es la bendición en cristiano.
No ha dejado Dios de bendecirnos, a su Iglesia que peregrina en Madrid, con la luz de su Palabra y la fuerza de su Espíritu, multiplicando la fecundidad cristiana y apostólica de nuestra comunidad diocesana, haciéndola crecer en la comunión y en la misión, y de todas estas bendiciones, Alfa y Omega no ha dejado de dar fe puntualmente, semana tras semana, a la vez que no ha dejado de impulsarlas, siguiendo con fidelidad perseverante lo que ha sido su brújula desde el principio, ya en su primer número, bien significativamente centrando la mirada en la familia, del 9 de octubre de 1994: Jesucristo, que no ha dejado de marcar su rumbo ya desde la elección de su título, el nombre mismo del Señor tal y como lo revela en el Apocalipsis: «Yo soy el Alfa y la Omega». Lo decía así en su primer editorial: «En la cabecera de una publicación católica periódica, Alfa y Omega quiere decir dos cosas: que la persona de Jesucristo, resucitado y vivo para siempre, y presente en la Iglesia, es el fundamento, la roca, sobre la que se puede edificar una humanidad plena y verdadera, y que Jesucristo tiene que ver con todo en la vida, porque tiene que ver con el significado de la vida. Más exactamente, porque es el significado y la esperanza de la vida».
Las 20 portadas que ilustran estas raíces del semanario expresan bien significativamente cómo la presencia de Cristo, que ha guiado su andadura a lo largo de sus ya dos décadas cumplidas, ilumina y llena de verdad, de bien y de belleza todas las realidades y circunstancias de la vida: el cine y la música, la familia y la educación, la política y la economía…, todo, la vida privada y la pública.
El mercado de los medios tiene ofertas sobre todo tipo de cosas…, menos sobre lo que más importa en la vida: su sentido. Ahí, el vacío es clamoroso. Alfa y Omega, sin duda, lo está llenando, siendo un medio precioso para la nueva evangelización, tan indispensable en la hora presente. Quiera la bendición de Dios que lo siga llenando, y con creciente plenitud, en el futuro.