- Titulo: Infomadrid / B. Aragoneses
La catedral de la Almudena acogió el domingo 14 de abril una solemne Eucaristía para celebrar el IV centenario de la muerte de la beata María Ana de Jesús, que se cumple este 2024. La ceremonia estuvo presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal José Cobo, quien durante la homilía afirmó que «es alentador» que después de tanto tiempo «los cristianos nos reunamos a leer nuestra historia y dar gracias a Dios por las vidas que nos ha regalado», como la de María Ana Navarro, «una madrileña que caminó por nuestras calles». «Si estamos aquí es por la belleza de esas vidas, de tantos hombres y mujeres que se han atrevido entregar su vida al Evangelio».
Hablar de la beata, destacó el cardenal Cobo, es hacerlo de Madrid, pero también de los pobres y de la Eucaristía, sus «grandes pasiones». Estas que «supo pasear por Madrid». Ella «supo con coherencia unificar el amor a los pobres y el amor a la Eucaristía», a los más humildes y a los más adinerados, «que todos buscaban en ella un consejo», porque veían que había encontrado «la bienaventuranza del Evangelio». Fue, en conclusión, una mujer «que mira al cielo con lo pies en la tierra». Y esto «es posible también después de 400 años».
Por eso, animó a preguntarse cada uno «cómo vivimos nuestro Bautismo» y «por la vocación que Dios tiene sobre nosotros». En este sentido, Dios, como dice el Papa Francisco y recordó el arzobispo de Madrid, «nos quiere santos, y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre». De ahí que la santidad «no es un título», sino «un camino». «Dios, a través de Jesucristo, nos busca». Y «esa es la Pascua; nos busca para llamarnos a esa santidad», que Jesús definió en las bienaventuranzas, «el carné de identidad del cristiano».
«Mujer eucarística de ida y vuelta»
María Ana hizo de la Eucaristía «la fuente y el núcleo de su vida». «Para ser santo, para renovar nuestro Bautismo, tendremos que aceptar esta intimidad de comer con Jesús», que supone «entrar en diálogo profundo con Él» y «sentarnos a su misma mesa, con otros». Se trata de «coger fuerzas para desgastarnos en lo que Dios quiere, no en lo que yo quiero simplemente, para cumplir la voluntad del Señor en nuestra vida».
La beata, continúo el cardenal Cobo, fue una «mujer eucarística, pero de ida y vuelta: vivir la Eucaristía para ser Eucaristía». «¿Queréis ver a Jesús?», interpeló a la asamblea. «Miradle con los ojos de la beata, con los de los grandes santos y de los grandes testigos que han vivido antes que nosotros». Ellos, afirmó, «descubrieron cómo reconocerle: en sus llagas, en su costado y en sus pies». Así, «allí donde hay llagas entregadas por amor, allí donde hay pies traspasados por amor, allí donde hay llagas abiertas, aunque no sean bonitas […] está siempre Él». Por eso, animó, «miremos las llagas de Madrid, el corazón traspasado de Cristo y, a través suyo, a todos los que descansan ahí, porque nos explican dónde vive el Resucitado y cómo vivir la santidad en nuestra vida».
El cardenal Cobo estuvo acompañado por los obispos auxiliares, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, y monseñor Jesús Vidal, así como por el deán de la catedral, Jorge Ávila, diferentes vicarios episcopales, hermanos mercedarios descalzos y calzados y madres mercedarias. También estuvieron presentes fieles de la parroquia Beata María Ana de Jesús junto a su párroco, Juan Carlos Vera, caballeros de la Merced y miembros de la Asociación de Amigos de la beata. Asimismo, en representación de las autoridades civiles de una ciudad por la que la beata hizo mucho, acudió la vicealcaldesa de Madrid, Inmaculada Sanz.
Aquí se pueden ver los actos conmemorativos preparados para este IV centenario de la muerte de la beata.