Hace 100 años, unos cuantos antes de que el Concilio Vaticano II apuntalara el papel de los laicos en la misión apostólica de la Iglesia, nació la Legión de María, movimiento laical precisamente con este carisma: salir a la calle a evangelizar. Esto es «porque el Señor va mandando carismas antes que normas», apunta Teresa Horcajo, con más de 50 años como legionaria a sus espaldas y actual presidenta del senatus (consejo designado para un territorio) de la archidiócesis de Madrid.
La Legión acaba de celebrar la clausura de su primer centenario de vida con la vista en el futuro, porque se trata más bien de eso y «no de mirar a los 100 años que ya han pasado». Así, el objetivo es «vivir más el espíritu apostólico e intentar transmitirlo a los demás». Remar mar adentro, en palabras evangélicas, para «no quedarnos en lo fácil», apunta Horcajo, que da también otra clave: «Despertar a los cristianos, a cada bautizado, para que seamos apóstoles».
Una llamada que el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, les reforzó en la clausura del centenario (fue el pasado sábado, 1 de octubre), durante la Misa. «La gente os está esperando; necesitan de vosotros, necesitan esa cercanía», les dijo. Lo cual va muy en la línea de su carta pastoral para este año, sobre el padre misericordioso, en la que anima a acercarse a los alejados, aquellos que estuvieron en casa [la Iglesia] y se fueron, y a los que no conocen a Jesucristo.
En este punto, la presidenta habla de los contactos callejeros, uno de los trabajos que hacen en la Legión de María; se trata de salir a la calle y hacer un primer anuncio, decirle a la gente que Dios los ama. «Sobre todo nos acercamos a los jóvenes»; si no van a la iglesia, la Iglesia va a ellos. Intentan darle la vuelta a las «ideas raras« que tienen, y luego ya «los frutos dependen del Señor».
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Movimiento de máxima actualidad
En la jornada de clausura del centenario, que reunió en el colegio Santísimo Sacramento de Madrid a cerca de 300 legionarios de distintas partes de España, participó con una ponencia Carlos Aguilar, de la Comisión de Evangelización de la archidiócesis de Madrid (en la imagen inferior, segundo por la izquierda). Más bien fue el testimonio del paso de Dios por su vida y de todo lo que la Legión de María había tenido que ver en ello.
«Siempre le agradeceré a la Legión de María que me haya dado ese espíritu evangelizador misionero, y haber vencido los miedos a la Iglesia en salida». «El carisma de la Legión sigue vivo», continúa Aguilar, que a los 14 años comenzó a ir a un grupo, en el que se fraguó, con los años, su vocación sacerdotal.
«El Espíritu no deja de suscitar carismas», añade, y así, «la misión de la evangelización en la Iglesia se realiza entre todos, cada uno desde su singularidad». En este mismo sentido se manifiesta Teresa Horcajo: «La legión me ha ayudado a descubrir que soy Iglesia».
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Oración y acción
Los miembros de la Legión de María se reúnen semanalmente, normalmente en parroquias, y lo hacen en grupos que denominan praesidium (todo en terminología del Ejército de la Roma clásica). Allí rezan y comparten cómo les ha ido esa semana su trabajo apostólico, acompañados por un sacerdote.
Este consiste en salir a la calle, de dos en dos, para los ya mencionados encuentros callejeros, pero también para visitar a ancianos o enfermos, familias, colaborar con la catequesis o atender a personas vinculadas al mundo de la prostitución, campo donde se desarrollado un «trabajo muy grande», detalla Aguilar.
Los miembros adultos se comprometen, además, a participar diariamente en la Eucaristía, y a rezar el rosario, así como laudes y vísperas. En la Legión de María, la devoción a la Virgen es «el alma de todo», y la vocación misionera y apostólica del legionario, concluye el sacerdote, «crece en la escuela de María».
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