- Titulo: Infomadrid / Carlos González
Esta mañana, en la Casa Madre de las HH. Oblatas de Cristo Sacerdote, se ha celebrado la sesión clausura del proceso diocesano para la beatificación de la sierva de Dios, madre Mª del Carmen Hidalgo de Caviedes y Gómez, fundadora de la congregación. El arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, ha presidido esta celebración que ha comenzado a las 12:00 horas con la invocación al Espíritu Santo, entonada junto al Tribunal que ha trabajado en el proyecto diocesano de la causa, así como por numerosos presbíteros y devotos de la fundadora allí presentes.
Tras el protocolo establecido en estos casos sobre la vida, virtudes y fama de santidad de la sierva de Dios, el prelado ha dado las gracias a Dios por el momento que vive la iglesia Madrid «al clausurar este proceso diocesano» y «también por muchos motivos: porque fue una mujer que entregó la vida como oblación por los sacerdotes». Además, ha recordado que «el ministerio sacerdotal es ese regalo que el Señor, en los momentos últimos de su estancia en este mundo, hizo a la humanidad». Y lo llevó a cabo «viendo a través de hombres pecadores, igual que todos los demás pero llamados a la santidad, para hacerle presente realmente en esta historia», de tal manera que «es el sacerdote esa presencia de Jesús mismo en la historia, en sus gestos, en su vida...», ha aseverado.
«En la Eucaristía –ha sostenido–, cuando dice “tomad y comed que esto es mi cuerpo”, es Jesús mismo en esos momentos» y «sabemos que el Señor ha querido mantener su presencia viva hasta que Él vuelva a través del ministerio sacerdotal». Este ministerio «cuanto más en santidad se viva, mayor grandeza tendrá para que los hombres vean la presencia de Jesucristo mismo a su lado, en cercanía a sus vidas».
Así, el arzobispo ha querido tener presente a José María García Lahiguera, fundador de la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, en colaboración con María del Carmen Hidalgo de Caviedes, «quienes iniciaron esta congregación, y quienes son una inmensa gracia». Ella «ofreció su vida como oblación por la santidad de los sacerdotes», así como «todos los monasterios que ellas tienen». Con su vocación, ha continuado, «quieren hacer de sus vidas esa ofrenda a Dios para que, los que por pura gracia hemos recibido el ministerio sacerdotal, vivamos de lo que hemos recibido: de la santidad misma y de la vida de Jesucristo» para que «mostremos con nuestra vida que no solamente hacemos una representación del amor como podríamos hacerla en un teatro, sino que nuestra vida responda a lo que de verdad estamos diciendo y haciendo».
El prelado, tras hacer un recorrido de sus vivencias espirituales con las hermanas oblatas tanto en Salamanca, como en Valencia y ahora en Madrid, ha alentado a que «las huellas que D. José María dejó aquí y en el seminario se sigan manteniendo y aumentando, y que las experiencias interiores que tuvo la madre María del Carmen las tuviéramos también nosotros en estos momentos, cuando clausuramos este proceso aquí». Que tengamos sed, ha dicho, «sed de Dios, de Jesucristo, de verdadera vida, de entregar su amor, de hacer posible que el alimento que el Señor prometió a todos los hombres y que se nos regala en el misterio de la Eucaristía, no falte a nadie, sea ofrecido a todos los hombres, sea contemplado y sea adorado».
Finalmente, antes de cerrar el acto con un poema de la fundadora, el arzobispo ha asegurado que «aquí, en Madrid, hay hambre de Dios» y, por tanto, «se necesitan sacerdotes santos que reúnan a todos los hombres alrededor de la mesa que el Señor hizo, que les den su palabra y les entreguen el alimento que salva, el que nos hace crecer y nos hace tener un corazón cada día más grande».